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Yo, Rosa, Sugar Baby para sobrevivir (2)
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Durante el viaje a mi casa, estuve reflexionando sobre el sentido de la llamada de mi hija mayor. Qué le diría? la verdad? Que tenía una relación? Que tengo un amigo especial?

Mientras entretenía el pensamiento en estas cosas, para mi muy importantes, sonó el móvil, era Roberto. "Que tal estás preciosa, puedes hablar" Si, aunque voy en el tren

—Bueno te comento, que tal te iría que pasáramos juntos la noche del jueves al viernes. Yo te recogería el jueves a media tarde aquí en Barcelona para irnos a Sitges. Te tengo una sorpresa preparada, una cena especial. Titubee unos instantes, pero le dije con rotundidad, "a mi me parece una excelente idea… a qué hora estaríamos en Barcelona el viernes….".

—De esto quería hablarte, quizá a eso de las seis de la tarde, podríamos aprovechar la mañana paseando por la playa.

—Me parece muy bien, donde quedamos el jueves?

—Si te parece te recojo en plaza de España, junto a las Torres Venecianas, llevo un coche sport de color negro, un Carrera (omitió ls palabra Porsche, quizá para no parecer demasiado ostentoso) Mañana te concreto detalles. Un beso, y no te arrepentirás de haber aceptado.

—Gracias por invitarme —susurre— espero complacerte.

Iba en el tren, pendiente de las personas que estaban a mi alrededor, pero, no había nadie que pudiera estar pendiente de mi conversación.

Al fin llegue a casa, me serené antes de subir. Mi hija mayor me estaba esperando.

—Que tal mamá. Como te ha ido hoy —luego indicándome que bajase la voz y la siguiese, se dirigió hacia mi habitación.

—Espera, están tus hermanas?

—Solo la peque.

—Le digo hola y voy contigo.

———————

Mi hija, la que me haba llamado cerró la puerta de la habitación y con cara de querer saber mi vida me inquirió:

—Mamá, dime la verdad, para que te has comprado toda estas colección de lencería? Tienes un novio? Cuéntame cuéntame.

—… Yo puse cara de pícara… bueno verás, me gusta que me miren… y un bombón de vez en cuando… nos apetece a todas no? A ti no?

—Pero dime vas en serio… la verdad es que ya te tocaría encontrar a alguien que te hiciera feliz. Cuéntame…

Dudé un momento en explicarle la verdad, porque me daba vergüenza, y me inventé una versión edulcorada. "Mira hija he encontrado a un señor que está interesado en mi como mujer, como comprenderás, después de tanto tiempo sola y sin relaciones me ha subido el ego. Es un caballero de buena posición y con algunos contactos en el mundo empresarial que me ayudará en mis búsquedas de trabajo. Ya sabes que el mercado está mal y si tienes un padrino…

—Pero mamá, este hombre va contigo solo por… Vamos ya me entiendes, porque con estos conjuntos que te has comprado no creo que os reunáis para hablar del tiempo.

—Yo fui directa. "Anabel, si te refieres a si tenemos relaciones íntimas, pues sí, no te lo niego y me ha levantado de nuevo el deseo de sentirme amada. Lo llevo con discreción y de agradecería que no les comentases nada a tus hermanas".

—"No te preocupes por ello mamá, pero vigila, no me gustaría que te hicieran daño.

—"Descuida hija, se cuidarme, y soy consciente de que esta relación durará lo que yo tenga de atractivo para este hombre, que además también precisa de sigilo en nuestros contactos, porque tiene una familia detrás."

—"Y no piensas que con tu actitud puedes romper una familia"?

—Desde el momento que él busca sexo fuera de casa, es que su relación con su esposa está rota.

—Te quiero mamá, disfruta, pero ten cuidado.

———————

Salimos ambas al comedor, mis otras dos hijas correteaban por la cocina, así que nos dispusimos todas a preparar la cena. Yo aproveché para hablarles de "mi trabajo" que se suponía de venta y captación de seguros, y les apunté que posiblemente tendría que ir a Madrid a una reunión a la central, que esperaba mantuvieran la casa en orden. La cosa, quedó así, sin más, aunque pensé explicarle a Anabel, donde iba a estar por si me necesitaban o yo a ellas ante cualquier imprevisto.

Estaba ya en la cama, cuando recibí un wasap de Luis.

—"Ha sido una jornada maravillosa, eres una mujer diez en todo. Estoy pensando en tu disponibilidad en acompañarme a un viaje. Tengo que ir a Roma, y después de las reuniones de trabajo, tendré tiempo suficiente para dedicártelo. "Y apostilló sería dentro de dos semanas. Dime algo para la reserva de vuelo. Tu Romeo rendido a tus pies"

Empecé a reflexionar muy en serio. La verdad es que no hablamos de "mis emolumentos en Roma" pero supuse que serían sustanciosos igual que imaginé que mi noche en Sitges tendría una compensación generosa.

Lo que no sabía es que en Sitges se celebraban unas jornadas de Economía, y que mi papel de acompañante, no se reduciría al sol de la playa y la cena en el hotel. Pero esto, forma parte del capítulo siguiente.

Un encuentro junto a Maricel

—Luis, no me había explicado, ni tenía el por qué, que estaría de nuevo en Barcelona el jueves por la noche. Imagino que quería mantener cierta discreción respecto a nuestros encuentros, incluso en su círculo profesional. Yo, tal y como había pactado con Roberto, el jueves por la tarde con mi Trolley me iba a presentar en la plaza de España. Sin embargo una llamada telefónica una hora antes me cambió el punto de cita

"Perdona, Rosa, te iría bien que te recogiera en el aparcamiento de la Estación de Sants? Porque llegaré con cierta antelación y en Plaza España es complicado para estacionar•

Le respondí que por mi parte no había el menor problema. Así que cambié el punto de mi destino. Pero, también pensé en cambiar mi indumentaria. Aprovecharía los lavabos de la Estación de Sants para cambiarme de ropa y ponerme un poco más… digamos provocativa.

Llegué con tiempo y en el estrecho margen del servicio me cambie de ropa. Me puse una falda bastante ajustada y más bien corta, que dejaba ver mis piernas hasta bastante más arriba de la rodilla. Como tengo mis extremidades inferiores bien torneadas, envueltas en unas medias negras, impactaban. Encima una blusa marcando bien el escote acababa de otorgarme una imagen de mujer curvy atractiva. Me pinté bien los labios con un rojo subido, y repasé mis pestañas.

Noté la mirada de otras mujeres que entraban en los servicios, pensé, si ellas me miran, que no harán los hombres. Antes de volver al vestíbulo llamé a Roberto.

—"Hola ven tranquilo, yo ya estoy en la estación, te espero junto al aparcamiento. Ya me verás."

—"Estoy muy cerca, en cinco minutos te recojo"

Cinco minutos que me parecieron una eternidad, porque me notaba blanco de las miradas de los hombres. Realmente no pasaba desapercibida. Soy alta, de talla fuerte, y con mi indumentaria, era normal que se fijaran en mi.

Mientras miraba aquí y allá tuve un sobresalto. Del vestíbulo de la estación emergía un hombre al que conocía bien, Luis… iba con una maleta de ruedas en actitud de buscar un taxi. Yo me fui apartando de su ángulo visual… cuando un claxon me advirtió de la llegada de Roberto.

Caballero él, descendió del coche, me dio dos besos y colocó mi trolley en el maletero del coche. Fue entonces cuando ya estaba sentada en el vehículo de Roberto, que mis ojos se cruzaron con los de Luis. Me había visto y se acercaba, pero la presencia de Roberto le contuvo de llamarme. Yo disimulé, no sé hasta qué punto, porque algo advertiría mi acompañante que me dijo:

—"Le conoces?

—"A quien?" respondí como despistando.

—"Al del traje azul que venía hacia aquí."

—No me he fijado"

—Pues él si en ti. No te quitaba los ojos… lo he visto mientras aparcaba. Claro que es normal, estás muy seductora hoy."

—"Me lo he puesto para agradarte a ti"

—Sin más arrancamos y nos dirigimos hacia la autovía de Castelldefels, para enlazar con la autopista del Garraf.

Noté la llegada de unos wassaps al móvil, pero, no lo miré. Me dediqué a ser simpática con mi amigo, conversando sobre Sitges y su encanto fuera de la masificación del verano.

—Espero que te guste —terció— vamos a ir a una reunión de trabajo en la que hay gente importante. Solo me dejaré ver un rato, y luego disfrutaremos tú y yo.

Entonces le dije que quizá me había vestido un poco llamativa. Él le quitó importancia. La autopista estaba bastante concurrida. Probablemente de personas como nosotros que iban a estas Jornadas de Economía.

Llegamos a las puertas de uno de los mejores hoteles, el portero abrió la puerta del lado derecho para que bajase cómodamente. Al tiempo que otro botones recogía nuestras maletas.

—Se lo aparco señor, sugirió el muchacho.

—Roberto asintió.

—Pasamos a recepción. Había cola para registrarse, pero, los empleados iban rápidos.

—Espérame en el bar. Sugirió Roberto.

Entendí enseguida que no quería que nos vieran juntos demasiados ojos. Me senté en la barra y pedí una copa de vino blanco, un albariño. Fue entonces cuando noté que por detrás me acariciaban el brazo y una voz conocida me decía:

—Vaya vaya… que pequeño es el mundo. Ya te he visto con tu acompañante en la Estación de Sants… me arrepiento de no haberte invitado yo.

—Hola, acabo de ver tus wasaps, si mi hubieses dicho que venias, lo hubiéramos arreglado.

—Bueno, todo tiene arreglo yo estoy en la habitación 345. Estos congresos son tediosos, así que, si tu acompañante está de trabajo, podemos vernos aunque sea poco rato. Te parece?

En aquel momento me quedé azorada. No sabía cómo reaccionar. Así que le dije que sí, pero que disimulara, porque mi amigo le haba visto mirarme en la estación.

—Cuando estés libre de él, envíame un wassap. El fin de semana es largo.

Disimuladamente se fue, justo en el tiempo exacto para no encontrarse cara a cara con Roberto, que milagrosamente no se dio cuenta de su presencia, hablando por el móvil.

—"Señora nuestra habitación ya está a punto es la 347." He hizo ademan de asirme por el brazo para que le acompañara.

Tenía claro que no iba vestida para una convención, así, que solo aspiraba a llegar a la habitación y cambiarme. Al oír el número me sobrecogí. Pero mi capacidad de disimulo es grande. Roberto no notó nada.

Entramos en la habitación y nos besamos con mucha pasión. Yo tuve que sobreponerme, porque tenía claro que la cosa podía complicarse.

Me cambié de vestido. Uno fucsia muy elegante, que me marcaba bien las caderas y el escote. Zapatos de medio tacón.

Salimos a cenar. Solo rezaba para que no coincidiéramos en el restaurante.

Salimos del hotel, cenamos en una terraza elegante de Sitges, había otros comensales con aspecto de personas distinguidas. Roberto me obsequió con un auténtico banquete nocturno, regado con buenos vinos. Yo seguía peguntándome que pintaba allí en Sitges. En una reunión de economistas. Mientras estábamos en una amena conversación, se acercaron dos caballeros que estaban en el otro extremo de la terraza y saludaron a Roberto. Debían ser buenos conocidos suyos, me presentó y los invitó a sentarse. Ellos, adivinando que serían un estorbo, rehusaron cortésmente.

Fue entonces cuando le pregunté a Roberto porque estábamos allí, si él iba a tener ocupadas gran parte de las horas con la reunión.

—Tendremos muchos ratos para disfrutar juntos, como ahora, y por la noche… no me ocupa la economía, afirmó con un pícaro guiño.

—Regresamos al hotel, yo estaba tensa aunque lo disimulaba. Temía cruzarme con Luis. Aunque no tuvimos problemas, y llegamos indemnes a la habitación.

Allí, los dos, nos miramos a los ojos, y yo tomé la iniciativa, consciente de cual era mi papel en esta obra. Le besé lentamente y empecé a acariciarle la nuca. El, acercó su mano a mi escote y yo me desabroché el vestido para facilitarle su tarea. Acabamos retorciéndonos de placer, que al menos, además de gratificar mi cuerpo, me hizo olvidar la preocupación de tener a Luis por vecino.

Al día siguiente me desperté pronto, Roberto estaba desnudo junto a mi. Respiraba tranquilamente, y cuando me acerqué a él empezó a abrir los ojos… yo le acaricié, y tuve una respuesta igual, entonces, quise darle los buenos días con una felación suave que fue en aumento hasta que noté todo su semen en mi boca.

—Uahuuu, que bello despertar", acertó a decir Roberto que poco a poco fue levantándose.

—Mira, esta mañana tienes libre hasta las 12, no creo que te interesen muchos las charlas de Economía, puedes descansar, y si quieres, te pido que te suban el desayuno a la habitación. Yo me preparo unos papeles, y me voy a las sesiones del congreso."

—Yo asentí con la cabeza, y le desee una buena mañana, volví a darme la vuelta, y fingí quedar dormida.

Mientras él estaba en la ducha, envié un wassap a Luis, (no era cuestión de perder a mi "cliente" para futuras citas"

—Buenos días, no sé cómo va tu agenda, pero tengo cosas más interesantes que ofrecerte que estos rollos sobre economía, quédate en la cama, que vendé a despertarse de aquí un rato, dame una media hora, Besos calientes, Rosa"

Al minuto me estaba contestando.

—"Ya esperaba noticias tuyas. Seguiré tus consejos, y te espero en media hora en mi habitación… que no está lejos de la tuya… pediré dos desayunos. De cuánto tiempo disponemos?"

—"Hasta las doce, un poco antes"

—"Perfecto, aquí te espero, con hambre de devorarte"

Roberto, salió del baño enrollado en una toalla, se vistió con premura, y tras darme un beso, me soltó "hasta dentro de un rato, por mi me quedaba, pero tengo que dejarme ver por la reunión y hacer un par de contactos. Te llamo cuando termine, sobre las doce"

La que fingió un ronroneo entre sueños (aunque estaba bien despierta) fui yo. Tan pronto como hubo salido de la habitación, me duché, me pité los labios y me puse un conjunto interior lo suficientemente llamativo pare encender a mi amigo. Un vestido azul, ajustado, que realzaba mis curvas y zapatos de tacón alto. Me dispuse a salir al pasillo, pero antes, tomé la precaución de abrir la puerta despacio para no coincidir con otros huéspedes. Vi la zona despejada y di unos golpecitos en la puerta de Luis. Este abrió raudo, con la alegría de empezar con buen sexo una mañana de trabajo.

—"Me haba olvidado del olor tan profundo de tu perfume"

Yo le sonreí picara, y acerque mis labios a los suyos. Me agarro las caderas y me apretó contra su cuerpo. Iba envuelto en una bata, s notaba que acababa de salir de la ducha, porque su cuerpo desprendía olor a limpio. Poco a poco me fui apartando de él con suavidad, no sin antes indicarle que me desabrochara el vestido. Lo hizo, pero, fue él el que me lo quitó con suavidad, hasta que aparecí ante sus ojos con un conjunto de lencería, que excitaba sus sentidos. Me abrazó con fuerza, me besó, y yo le desabroché el batín. Al pasar la mano, noté su miembro erguido, así que me tumbé en la cama, me saqué las bragas y abrí las piernas con lujuria. No tardo nada en penetrarme y y empezar el juego erótico que culminó con un buen orgasmo por ambas partes. Yo le pedí más, y entonces él, colocado de cara sobre mi sexo, empezó a acariciarlo con la lengua hasta que arrancó otro gemido placentero.

Nos tumbamos ambos en la cama, nos miramos, y sonreímos.

—"Cuando ayer te vi con este tipo se me encendieron aún más mis apetencias por ti. Hace mucho que lo conoces?"

—"No más o menos como a ti"

—"Sabes, te quiero en exclusiva para mi, dime cuanto quieres para tenerte para mi solo, podemos acordar un tanto al mes, al margen de los encuentros que tengamos"

—"Lo pensaré y te lo digo", respondí con un mohín de niña buena.

En aquel momento, tuve la sensación que tenía que abandonar esta vida, de lo contrario acabaría con los nervios destrozados. Pero, era mi modo de vida, y la única manera de ofrecer un futuro sólido a mis hijas.

Estuve retozando un buen rato con Luis, y con tacto le dije que tenía que marcharme.

—"Cuanto te veo otra vez?"

—"Te vuelvo a llamar yo, descuida, me encantas y de mi sueldo, no te preocupes, ya hablaremos"

—"Ah toma, esto es para ti" me dijo extendiéndome un sobre, que no abrí, pero en el que había quinientos euros.

Salí de la habitación, entré en la mía e hice la maleta. Rápidamente salí de la habitación no sin antes dejarle una nota a Roberto. "He tenido que irme, mi hija está enferma, te llamare. Besos".

Bajé a recepción y pedí un taxi. Estaba nerviosa, no quería que Roberto me pillara. Llegó el vehículo y me fui a la estación y tomé un tren hacia Barcelona.

Sobre las doce y media sonó mi teléfono era Roberto. Decidí no descolgarlo. Había tomado una determinación. Dejar de ser Sugar Baby. Ya encontraría algún trabajo más tranquilo aunque menos remunerado. Mi conciencia no me dejaba tranquila, me encontraba sucia por dentro y desvalorizada por fuera.

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