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Yo Rosa, Sugar Baby para sobrevivir
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Tiempo de lectura: 9 minutos

He cruzado la barrera de los 40, pero soy sexy. De repente al ver mis cuentas y con cargas familiares, decidí dar el paso y no me arrepiento aunque he tenido que luchar con mis demonios.

Mi historia podría ser la de cualquier mujer sola, que de repente, se queda sin trabajo, con unas perspectivas difíciles de encontrar uno nuevo, a pesar de su experiencia y que decide dar el paso y con toda discreción convertirse en una Sugar Baby, con una apasionante historia.

Me llamo Rosa, vivo en una ciudad próxima a Barcelona, he cruzado el umbral de los cuarenta. Me separé de mi marido porque en casa era un infierno, su carácter y sus gritos, me tenían atemorizada a mí y a mis tres hijas. Sigo manteniendo una buena amistad con él, que ha rehecho su vida, más que nada por nuestras hijas.

Vendimos el piso, y la pareja quedó disuelta. Alquilamos cada uno una vivienda y decidimos emprender caminos separados. Al principio no hubo demasiados problemas. Yo tenía un empleo bien remunerado y podía llegar holgadamente a fin de mes, de mis hijas, solo la mayor, que es madre soltera trabaja, y a duras penas puede costear su mantenimiento y el de su hijo de cuatro años, las otras dos, tienen empleos esporádicos, ocupacionales, diría más bien yo.

Las cosas se complicaron al compás de que la pandemia del Covid iba haciendo estragos. Y vino lo que me temía, el despido más o menos encubierto, porque yo era semi autónoma, o falsa autónoma como lo han definido los sindicatos, pero, con muchos recovecos en mis condiciones de trabajo. A la postre, de la noche a la mañana me encontré con menos de la mitad de mis ingresos habituales.

Fue entonces cuando navegando por las redes fui conociendo la existencia de las Sugar Baby, a medio camino de las mantenidas de otro tiempo, y la prostitución de un cierto nivel, hablemos claro y sin tapujos.

Desde mi separación no había tenido relaciones serias con ningún hombre, pero, me había dado cuenta, eso se nota enseguida, que pese a mi complexión mas bien XL, los hombres se fijaban en mí. Así que un día, sin contarles nada a mis hijas, me introduje en las páginas de contactos en las que se ofrecen los servicios de estas acompañantes.

Lo primero que hice fue comprar lencería provocativa, y un par de modelos de ropa de calle que me favorecieran. Luego con la complicidad de un buen y discreto amigo, me hice unas cuantas fotografías. Y pasé a responder las peticiones que los caballeros formulaban sutilmente en las páginas de internet.

Y tuve una oferta interesante de un caballero de Barcelona, que me llevaba veinte años. Bien, con discreción quedamos en una terraza de un hotel del centro, más frecuentada por turistas que por personas del país. Yo iba vestida con cierta elegancia, resaltando mis mejores atributos. El correctamente trajeado, así que nos sentamos a charlar como si nos conociéramos de siempre. Era el mediodía, así que tomamos un aperitivo.

Vi en enseguida que era un caballero con mundología y que yo le gustaba, por lo menos notaba en su lenguaje corporal cierto interés por mí. Hablamos sobre todo, hasta que se acercó la hora del almuerzo.

Roberto, así se llama mi admirador, me propuso comer en el propio hotel. En principio había que ir al restaurante, ya que en la terraza no servían comidas, así que tomamos el ascensor y bajamos hasta la planta 1 en que se hallaba el comedor. El camarero nos buscó una mesa alejada, donde podíamos mantener una conversación con cierta intimidad. Mientras ojeaba la carta, Roberto se ausentó un momento para ir al baño, luego, deduje que le había causado buena impresión y preparaba la segunda parte de la tarde.

————-

Tras los cafés, y algunos intentos de acercar disimuladamente su mano junto a la mía, a los que respondí afirmativamente con mi gesto, apretándola, dio un paso más, y me sugirió tomar una copa de cava, con una sonrisa asentí. Cuando el camarero la hubo escanciado, pasó su mano por encima de mi rodilla, con un gesto que no admitía dudas. Me acerqué a él, y le di un beso en la mejilla, mientras le susurraba. "Me encantas, por mi podemos seguir".

Era, por mi parte abrir el semáforo verde a una relación más íntima, que, él, hombre de mundo, ya había previsto. Tras pagar la cuenta, le dio una indicación a camarero que yo apenas pude escuchar… una botella… en la habitación… 8. Capté e imaginé.

Nos fuimos hacia el ascensor y él me habló muy quedo. "Quiero prolongar la tarde contigo, niña, me encantas" y me miró con unos ojos que no admitían otra respuesta que el sí. Yo sonreí y le cogí de la mano.

En vez de marcar el botón de la recepción y la salida del hotel, pulsó el de las plantas superiores, el cuatro. Salimos decididos al pasillo de la planta y Roberto sacó de la cartera una tarjeta para franquear la habitación 405.

Entramos, y él se volvió hacia mí y acercó sus labios a los míos, nos fundimos en un largo y profundo beso. Mientras él subía la persiana para que tuviera una excelente visión panorámica, yo me encerré en el baño. Era el momento de exhibir mis armas, me desnudé y quedé en sujetador que dejaba al descubierto mis rotundos encantos pectorales y pantis, todo de color negro. Luego repasé mis labios y mis ojos, y me puse encima una bata que estaba en el baño a disposición de los clientes.

Abrí lentamente la puerta del baño y vi a Roberto que estaba abriendo una botella de cava, mientras una sugerente música sonaba en la habitación. Me puse a bailar lentamente al son de la música, dejando que la bata se abriera y dejara al descubierto mi cuerpo… miré de reojo, y vi a Roberto extasiado, se acercó a mí y nos abrazamos… me acercó a la cama besándome apasionadamente. Se desnudó en un instante y empezó el juego erótico, en un pis pas se apercibió que mis pantys disponían de una abertura delantera… en la que introdujo su pene en busca de mi sexo, nunca me habían penetrado con la potencia de Roberto, empecé a gemir de placer besándolo apasionadamente. Fue un polvo prolongado en el tiempo y satisfactorio.

Luego los dos abrazados en la cama dejamos que la tarde noche cayera sobre la ciudad. Antes de despedirnos, sacó trescientos euros de la cartera y me dijo "Rosa, no hemos hablado mucho de mi colaboración a nuestros encuentros, te entrego esto y ya comentaremos sobre el particular. Espero que nos veamos con frecuencia, he disfrutado mucho. Te llamaré” y luego acercándose al oído con timbre suave me espetó "follas de maravilla".

Nos despedimos. Salí del hotel y me dispuse a irme a mi casa. En el trayecto repasé los correos y los wassaps, había otra respuesta de la página de contactos. Un hombre llamado Luis, que adjuntaba una fotografía. Se le veía un señor con clase, y me explicaba que le gustaría conocerme, que las fotos le habían cautivado, y que era su tipo de mujer.

No vivía en Barcelona, sino en Madrid, pero tenía disponibilidad para viajar. Antes de contactar con él estuve pensando en tono de introspección. Hacía mucho tiempo que no follaba, y de repente sentí la pulsión de hacerlo desaforadamente. Si, Roberto tenía su parte de razón, me comporté como una leona en la cama, pero, es que jamás un hombre me había hecho sentir con su miembro introducido en mi cuerpo, aguantó mucho antes de eyacular, y sentí un placer prolongado. Ahora llegaría a casa, pero ni mu a mis hijas.

Después de cenar, en la cama, abrí el ordenador dispuesta a responder a Luis y me encontré con un wassap de Roberto. Me deseaba buenas noches y me proponía pasar alguna juntos próximamente, me indicaba a modo de sugerencia, que su aportación económica podía revisarse según yo le indicara.

Por un momento, me sentí mal, me he convertido en una puta, en un objeto de placer a cambio de dinero, pero, reflexioné, yo también gozo, y mucho, y me permite llegar bien a fin de mes, mis hijas serán la beneficiadas.

Antes de contestar a Luis, respondí a Roberto. "Cuando quieras, mi rey, dímelo con un día de tiempo para organizarme, seguro que no de decepciono. Sobre el dinero, lo comentamos."

Con este mensaje, pasé carpeta y me conecté con Luis. "Hola, me encantará conocerte" Le escribí. Pero, estaba conectado, y me respondió enseguida. "Quieres ver más fotos mías" me inquirió. Respondí con un "me encantaría" y de repente en mi correo entraron tres fotos, una con un ligero splip, y otras dos totalmente denudo. En estas se le apreciaba un buen aparato, un hombre ben dotado. Le respodí con un "UAHUUHH, pero quiero probarlo…", contestó "cuando quieras". Miré el calendario. ¿Cuándo te va bien? El lunes? su respuesta fue rápida. Miré el calendario, estábamos a jueves, me pareció razonable. Bien, le contesté, a qué hora y dónde? Luis me respondió como si fuera un ejecutivo con la agenda bien planificada, lo que seguramente era. A las diez de la mañana en la estación de Sants. O es muy temprano para ti? Dispondremos de toda la mañana hasta media tarde. Como te va?

Me fui haciendo una composición de lugar. Me parece perfecto. Y añadió "por la compensación económica no te preocupes, que te parecen quinientos". Abrí los ojos como naranjas, y me apresuré a contestar, "perfecto" Mañana te envío un correo detallado, que goces de dulces sueños".

Me quedé boquiabierta. Saqué la calculadora y pensé que si podía tener dos reuniones semanales una con cada uno obtenía la nada despreciable cantidad de 2800 euros limpios de polvo y paja. Y aún me veía con capacidad de obtener algo más.

Estaba relajada, iba a acostarme tranquila, pero, entré en una página de ropa erótica, dispuesta a buscar un conjunto bien seductor.

Tendría que esconder determinada ropa del alcance de mis hijas, porque, no quería que supieran lo que en realidad estaba haciendo. Sabían que "había tenido una reunión de trabajo" que quizá realizaría algunas gestiones de venta de seguros etc. etc. No estaban preparadas para saber la auténtica ocupación de su madre.

El vienes por la mañana me fui de compras. Entré en una corsetería y busqué ropa interior atrevida. Y algunos camisones para redondear mi "ajuar profesional"

Me compré perfume, y unos zapatos de aguja. Un trolley de ejecutivo, los que llevan espacio para ordenador y documentos, en los que cabrían perfectamente mis prendas "de trabajo".

Tuve unos cuantos correos con Luis, preguntándome por mis preferencias de música, de películas, etc. etc. Al mismo tiempo Roberto se conectó por wassap y quería mantener una videoconferencia conmigo, le dije que no era conveniente, pero, no lo descartamos para otro momento.

El momento fue el domingo, mis hijas salían a pasear y hacer deporte, le escribí a Roberto. "Te apetece una video esta mañana? Me respondió afirmativamente, quedamos a las 11, Yo me había "vestido" para la ocasión. Unas braguitas tanga, con una rosa prendida, y un sujetador, del que estaba dispuesta a desprenderme a la menor insinuación, encima, un camisón transparente…

Me aseguré que mis hijas ya se hubieran marchado, abrí las ventanas de mi dormitorio y corrí la cortina para que solo la luz iluminara la estancia.  Le envié un wassap a Roberto… "Yo ya estoy dispuesta… espero tu llamada." No tardó ni dos minutos. Me conecté "hola mi amor, le dije en tono insinuante, espero alegrar tu vista, y que pronto puedas hacer lo mismo con el tacto". Entonces dejé que cayera mi camisón y quedarme con el atrezzo. "Oh niña, que guapa estas, como me apeteces". Le respondo, "pues soy tuya, cuando quieras". Esta semana que día te va bien me terció. Yo le dije a partir del martes, pero dímelo seguro para organizarme. Y añadió. "dispones de una noche". Mi respuesta fue afirmativa. "Si, por supuesto".

Estuvimos media hora tonteando al teléfono, y nos despedimos con la promesa de que me enviaría un correo para concretar día, hora y lugar del próximo encuentro físico.

Por la tarde, preparé mi "set" de ejecutiva. Doblé cuidadosamente mi camisón, y añadí un par de prendas sugerentes, Mis zapatos de tacón alto, y mi bolsa de aseo. Todo a punto, en la ventana exterior de mi "troll" puse unas cuantas carpetas y mi ordenador portátil. Cabía perfectamente y nada permitía adivinar el resto de mercancía que se almacenaba en él.

Me desperté a las siete de la mañana, me duché, y me puse un vestido elegante, pero que no llamara mucho la atención, porque intuí que mi nuevo amigo querría pasar un poco desapercibido. Me calcé unos zapatos cómodos y las ocho y media salía hacia mi lugar de cita. Mi intención era pasar por alguna peluquería, muy cerca de la estación había una, así, que en cuanto llegué me fui disparada para ser la primera. Eran las nueve y cuarto, estaba al lado y entré. Lavado y peinado, que me daba un aspecto más atractivo, faltaban diez minutos para la cita, enseguida tras cruzar la plaza entré en el vestíbulo, por wassap contacte con Luis. "hola, Romeo, tu Julieta te espera" La respuesta no se hizo esperar. "Estoy saliendo del Ave, en que zona de la estación estás?"

"Junto a la tienda de prensa", "Nos vemos".

Al cabo de un instante apareció el hombre con el que me había citado. Traje caro, buen aspecto, se me acercó y nos saludamos con dos besos en la mejilla. "Te apetece un café" me dijo, no gracias le respondí. El sonriente me espetó "Pues si me acompañas tenemos una mañana muy ocupada" y esbozando una pícara sonrisa hizo ademán de que le siguiera. Salimos por la plaza posterior de la Estación, y tomamos el ascensor del hotel Barceló. Nos miramos con complicidad y en cuanto llegamos a recepción se adelantó unos pasos y le dijo a la recepcionista que tenía una reserva a nombre de Señor Marcial. Tras la formalidad de registro y con la tarjeta de la habitación subimos a la planta segunda.

En el ascensor, venían otros clientes, así que estuvo comedido, pero ya en la planta, me cogió suavemente del brazo y me susurró "espero que disfrutemos de una jornada inolvidable"

En la habitación, mientras dejaba su maletín sobre un soporte, se me acercó, me miró de arriba abajo y me dijo "estás mucho mejor que en la foto, eres una mujer preciosa". Sonreí y le respondí… "espera un poco, y verás" y sin aguardar a su respuesta me introduje en el baño, arrastrando mi maletín con ruedas.

Mi paso por la peluquería había mejorado mi aspecto, tengo una cara redonda, y la realzaba, me desnudé, y me enfundé las prendas de lencería para la ocasión, un sujetador que dejaba al aire mis glándulas mamarias, y un tanga fácil de acceder. Por encima mi deshabillé, negro, así de esta guisa, abrí taimadamente la puerta del baño y me asomé.

Luís me esperaba sentado en una butaca de la habitación, se levantó y se acercó. "que mujerona, que hembra… vestida no marcas tanto las caderas, eres preciosa" se me acercó más y más y empezamos a besarnos. Me acarició con dulzura, y yo le respondí sus caricias, noté como su pene se endurecía, y sin decirle nada, le desabroche el cinturón de pantalón, y luego la bragueta… él, acabó el resto, apasionado, se sacó los pantalones y la camisa y empezamos el juego erótico, me trabajó bien el cuello, los pechos, y descendió hacia mi sexo, yo, abierta de piernas y él pasándome la lengua, encendiendo cada vez más mi placer, y mis deseos de gritar.

Esbocé un suave jadeo de placer, y me penetró. Noté como eyaculaba en mi interior y ambos llegamos al orgasmo. Un poco más tarde, tras descansar abrazados, besándonos, fui yo la que tomé la iniciativa y me acerqué su miembro a mi boca y la empecé a succionar, le arranqué otro orgasmo y una frase que me sonó a cumplido. "Eres una gran folladora, Rosa, eres una gran folladora:"

Eran las 12,30 del mediodía, los dos estábamos aún enroscados en la cama, cuando miré el móvil y vi un wasap de mi hija, "Mamá cuando puedas llama, no pasa nada, pero quiero comentarte algo".

Así que al irnos levantando y Luis, preparó unas bebidas del mini bar, yo con el pretexto de ir al baño la llamé. "Que pasa hija" "Nada mamá, que he encontrado entre tus ropas unos conjuntos muy especiales que no había visto nunca, ya me entiendes… todo bien. Bueno nada nos vemos por la noche.".

"Si hija ahora tengo una reunión" acerté a decir. "Luego nos vemos.". Pensé en la llamada y que mi hija habría abierto las bolsas de la ropa más extremada que acababa de comprarme, era evidente que no era para ir a la oficina y que yo no usaba este tipo de lencería, así que no le costaría mucho adivinar a que me dedicaba. Me sobrepuse. Y estuve charlando amigablemente y de manera cariñosa con mi interlocutor. Decidimos ir a comer. Le sugerí un restaurante discreto de la parte alta, pero, él ya tenía sus planes y fuimos a la Barceloneta. Una buena comida, y hacia los postres él me entregó un sobre cerrado, diciendo "tu asignación, espero que sigamos haciendo negocios juntos, me ha encantado".

Concluyó la tarde sin mayores hechos, él tenía que regresar a Madrid, y a mí me urgía tener una charla con mis hijas. Al fin y al cabo tenían derecho a saber cómo se ganaba el pan su madre.

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