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Vuelvo a fantasear con mi hermana Cristina
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Pasaron los meses, y llegué a pensar que lo que ocurrió en mi anterior relato había sido algo puntual, sin apenas relevancia, y que no volvería a ocurrir. Craso error. Si bien los meses de otoño y de invierno calmaron a esa bestia que llevo dentro, ese deseo sexual hacia mi hermana Cristina, esa culpabilidad por algo deliciosamente prohibido, ese tabú que deseaba quebrantar, no tardó en regresar.

En el mes de enero del 2008, mis padres tenían turno de noche, mientras que mi hermana decidió ir a pasar unos días con su novio a una casa en la montaña. Aunque tenía buena relación con mi cuñado y pensaba que mi hermana había tenido suerte de estar con él, no podía evitar desde aquel día sentir celos de que él pudiera gozar del cuerpo de Cristina y yo no. Aquella noche que pasaría solo en casa empecé a tener imágenes mentales de cómo ellos dos tendrían sexo: la lencería que Cristina usaría para calentarlo, los juegos preliminares, las posturas en que mi cuñado la penetraría, cómo sobaría sus pechos con las manos y los labios, cómo olería su coñito…

Me convencí que tenía que hacer algo para desahogarme. Así que decidí buscar fotos de ella en bikini o poca ropa y así poder disfrutar observándola. Revisando las fotos encontré algunas donde salía con bikinis de color rojo, negro, rosa… Le hacían unos pechos increíbles y podía contemplar esas estupendas piernas en todo su esplendor, mientras gotas de agua resbalaban por su piel bronceada. Otras fotografías eran de ella en shorts, y sólo viendo sus piernas me excitaba. La verdad es que las tenía muy bonitas, y eso que no hacía deporte ni ningún tipo de mantenimiento para que se vieran así. Al verlas, deseaba ser como uno de esos perrillos que se frotan con las piernas cuando están excitados. También había fotos de alguna boda donde se podía apreciar su escote o cómo el vestido se ceñía a su cuerpo, pudiendo apreciar la figura de su cuerpo, sus caderas, sus pechos…

Llevaba un rato meneándomela con todo ese repertorio, pero lo que más me excitó fue verla de todas esas formas junto a su amiga Rebeca, con la cual solía fantasear más a menudo. Rebeca tenía 27 años, es decir, cuatro años más que mi hermana Cristina, y siempre me ha parecido muy atractiva. Era alta, tenía ojos azules, su melena era más corta que la de Cristina (por encima del cuello) y estaba teñida de rubio. Estaba casada y había tenido a un par de niños al mundo, por lo que le sobraba algún kilo de más, pero había logrado mantener bien su figura. Solía vestir con ropa de marca, con blusa, faldas, botas y una felpa de tela en el pelo, cuyo color combinaba según el de la ropa que llevase. Pese a que no teníamos muchas cosas en común, siempre me pareció una mujer muy dulce, lo cual acrecentaba su atractivo. Las primeras veces que me masturbé pensando en ella también sentí cierta culpabilidad por el hecho de que estuviera casada, pero poco a poco me iba saltando esos prejuicios para alimentar mi lujuria.

Ver a Cristina con poca ropa junto a Rebeca me excitaba el doble. Las imaginaba en mi cama, dispuestas a complacer todas mis perversiones mientras se acariciaban y besaban en la boca. Ya había decidido con qué quería correrme, pero de repente, se me ocurrió cómo darle un toque aún más morboso a aquello. Y fue cuando me dirigí al cuarto de mi hermana y registré en sus cajones de la ropa interior. Allí había bragas de todo tipo, casi todas negras o de color carne: braguitas normales, braguitas culottes, tangas… Luego estaban los sujetadores, talla 95 C. Decidí meterme en su cama totalmente desnudo, llevando en mis manos un tanga muy fino de color carne, una braguita negra con encajes rosas y un sujetador negro. Reanudé mis fantasías con Cristina y Rebeca. Aquellas prendas y, además, el olor a hembra que desprendían las sábanas de mi hermana, lograban potenciar aún más mi excitación.

Imaginaba cómo Cristina y Rebeca, desnudas, acariciaban mi torso al mismo tiempo que ellas se besaban entre ellas y luego se turnaban para hacer lo propio conmigo. Yo por mi parte, rodeaba con un brazo a cada una mientras sobaba sus traseros y sus pechos. Pero entre ambas hembras, prefería a mi hermana frente a Rebeca. Por lo que le dije que se colocara encima y me cabalgara. Se introdujo mi miembro y empezó a galopar, excitándome cómo rebotaban sus enormes tetas con el compás del movimiento mientras alzaba mis manos para agarrarlas y jugar con sus pezones marroncitos.

Rebeca, mientras tanto, me besaba mientras me miraba con sus hermosos ojos azules entornados, aceptando, sumisa y complaciente, su rol secundario frente a mi hermana. Toqué el sujetador que había cogido e imaginaba cómo debía ser cuando mi cuñado (o algo de sus antiguos novios) tocaron sus pechos por primera vez. Cómo sería tener esos pezones, que alguna vez había logrado ver, en la boca. De pronto, la fantasía volvió hacia Rebeca, a la que en un par de ocasiones vi los pechos mientras daba de mamar a sus hijos. “Déjame mamarte los pechos”, le dije a Rebeca. Mi hermana dejó de cabalgarme y volvió a tenderse a mi lado. Mientras Rebeca me ofrecía sus pechos, mi hermana comenzó a besarla. “Qué buenas amigas sois la una de la otra”, y cómo me excitaba aquello. Entonces, imaginé que mi hermana me decía “¿Y yo qué?”, cogí una de las braguitas que le había cogido del cajón, me la puse en la cara e imaginaba cómo sería tenerla sentada encima y eso fue lo que finalmente me hizo correr.

Me quedé dormido del gusto en aquella cama. Me desperté al día siguiente, cuando llegaron mis padres del trabajo y me dijeron “¿pero qué haces en la cama de tu hermana?” Afortunadamente no se percataron de las prendas íntimas que había cogido (y si lo hicieron, nunca me comentaron nada al respecto). Aunque no manché demasiado las sábanas, algunas gotas de mi semilla cayeron en ellas. Hice la cama, pero no llegué a cambiarlas, por lo que mi hermana tuvo que dormir después en ellas. Me quedé con la braguita negra de encajes rosa como recuerdo, de hecho la tengo al lado mientras escribo este relato.

Pero no sería la fantasía más dura (y desde luego, no fue la más arriesgada) con mi hermana. De ello hablaré otro día.

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