A Malin la visité
una mañana soleada,
pues yo la tenía marcada,
la fecha la señalé.
Cuando su timbre toqué,
ella la puerta me abrió:
"Hola", dijo y bostezó;
"Hola", dije, entré después.
Malin puso dos cafés,
y se sentó y me explicó:
"Escúchame, hoy te he citado,
porque quiero confesarte,
y no quiero molestarte,
que de ti me he enamorado.
Sé que eres hombre casado,
y es con mi amiga Beatriz.
Sé que ella te hace feliz:
sabe a un hombre mantener,
sabe a un hombre dar placer;
pero, voy a ser tu desliz".
Muy juntos los dos sentados,
en un sofá confortable,
en un ambiente amigable,
Malin, los ojos cerrados,
puso sus labios rosados
tan tan cerca de los míos…
La besé con tercos bríos;
mi lengua en su paladar.
Sin podernos separar,
nos dieron escalofríos.
El pijama se quitó,
y me bajó el pantalón.
Mi polla como un cañón,
que Malin chupó y chupó:
"Uy, qué dura", y se subió.
Entré en su coño caliente,
escuché su voz gimiente:
"Oh, que me gusta-ah, oh, mi amor,
ahh, córrete, aahh, por favor".
Un chorro fue mi simiente.
Después que hubimos follado,
sus gruesas tetas besé,
los pezones saboreé,
luego Malin se echó a un lado,
el corazón agitado.
Con la manta la tapé
y cien veces la besé.
Quise de nuevo follarla,
no ver a Beatriz, dejarla;
"Mas pobre Beatriz", pensé.