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Volviendo al útero (madre e hijo)
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Ensimismado releyendo por… ¿vigésima vez? A Inodoro Pereyra, aquel gaucho que supo darle vida el negro Fontanarrosa y a puertas de cumplir mis veintidós años, no había reparado la entrada a la sala de estar de mi hermosa y maravillosa madre.

Levante la vista de mi lectura y ahí estaba de pie, mirándome con su triste cara, contrastante con su hermosa figura, sus ojos destilaban un dolor impresionante. Quien me engendro o sea mi padre, hacía ya cinco años que había desaparecido de nuestras vidas. Regresamos a casa ese olvidable día y no estaba él ni sus pertenencias, hasta el presente, no hemos sabido más de este personaje siniestro.

Su cantarina voz me saco de mis pensamientos.

– Emir que atrapante debe ser esa lectura, ¿Qué lees para estar tan embobado?

– Mami, recién me doy cuenta que estás ahí parada, al negro Fontanarrosa, es un capo.

– He leído algo de él, tiene una muy buena filosofía de vida y buenas reflexiones.

– Me gustó mucho la teoría que expuso de nacer viejo.

– ¿Cómo es eso?

– Si, decía que bueno sería nacer viejo, tenés toda la sabiduría encima y poder disfrutar esa vejez, luego vendría el trabajo, la escuela, adolescencia y niñez la que vivirías a costa de esa experiencia, al llegar la etapa de bebe estarías mimado por todos y el fin de la vida sería con un tremendo orgasmo. Digamos… todo el proceso inverso.

– Vaya, mijito es muy buena.

– La verdad que sí, me encanto.

– Bueno Emir, voy hacer unas compras y regreso, anda pensando que querés hacer para tu cumpleaños, faltan solo dos días.

– Dale ma, voy viendo, si te vas a comprar ropa cómprate algo lindo.

Me dio un beso en la frente y salió por la puerta meneando su trasero enfundado en una calza azul eléctrico que dejaba ver su redondez y dureza, como pudo mi progenitor dejar una mujer así, inmerso en mi pensamiento no me di cuenta que mi miembro había cobrado vida, ¿Cómo era posible, excitarme con mi madre? Bueno al fin y al cabo es una bella mujer.

A su regreso vino con varias bolsas de distintos comercios, me entrego una diciendo que era a cuenta de mi cumpleaños, un pantalón y una remera que combinaba con un buzo bien doblado en otro envoltorio.

Pasaron los días y llego mi cumpleaños, me despertó con un hermoso desayuno en la cama como era habitual en ella todos los años, a la misma fecha.

– Feliz cumpleaños mi vida.

No podía abrir los ojos, la luz del sol entraba a mi pieza invadiendo todos los rincones, la vi ahí parada enfundada en un camisón transparente que dejaba ver su figura escultural, que gran madre y que gran y hermosa mujer. De pronto escuche su risa estridente y se tapaba la boca, unas lágrimas escapaban de sus ojos, lágrimas de la propia risa que no podía hacerla parar.

– ¿Perdón señora? ¿podemos compartir el motivo de la risa? Digo así podemos reír juntos.

– Si amor, parece que no solo vos te despertaste temprano a desayunar.

Mirando hacia mi entrepierna me percato que estoy descubierto, a través de la tela del calzoncillo se veía la protuberancia de mi miembro erecto, sentí un calor impresionante en la cara, enseguida me di cuenta que, seguro, estaba colorado cual tomate, tapándome con la sabana.

– Tranquilo hijo, es normal, te pido disculpas no quería burlarme.

– No pasa nada mama, es pudor nomas.

– Soy tu madre y vos mi orgullo, no debes avergonzarte.

Se retiró de la habitación, dejando que su transparente camisón me permita la visión de su entrepierna, calzaba una ropa interior, que si bien la había visto cuando se secaba después del lavado, era otra cosa percibirla puesta “in situ” dos tirillas que salían de ambos lados de la cadera que se unían dónde comienza la línea divisoria de los glúteos con otra tira un poco más gruesa que se perdía entre ellos.

Dándose vuelta, me pesco mirándola, sin sacar la vista de la zona, quede absorto con ese triángulo de tela que cubría su vagina rodeada de unos bellos aparentemente rubios, no se tapó, solo puso una mano por delante obstruyendo mi visión.

– Estaba segura que no organizaste nada, por eso se me ocurrió ir esta noche a cenar, me voy a la peluquería, al rato regreso.

Dicho eso, saco hábilmente la mano que cubría su parte delantera deteniéndose unos segundos para que pueda admirar un ratito más, dándose vuelta con media sonrisa en la cara desapareció del contorno de mi puerta.

Desayune presuroso, lleve la bandeja a la cocina para lavarla después de un buen baño, le aviso a mama que voy a bañarme y me dirijo a la ducha. Ya desnudo, mi erección no bajaba, el agua corría desde mi cabeza hasta perderse por la rejilla de desagüe la imagen de mi madre daba vueltas en mi cabeza con esa foto que había tomado mi retina, sin dudarlo tome mi miembro para masturbarme frenéticamente, de mi boca salían pequeños gemidos y repetía su nombre, Ana, hasta que el líquido seminal salió disparado por mi uretra para quedar impactado en la mampara de vidrio para ir bajando por él, lentamente, hasta encontrase con el piso de la ducha.

Escucho que Ana me grita desde la puerta.

– Emir en un rato vuelvo, ya acomode la cocina.

– Bueno mama.

Comencé secando mi largo pelo (cinco centímetros debajo de los hombros) para luego vestirme con ropa deportiva, sentarme en un sillón y esperar que llegue mi madre, me quede dormido viendo una película.

Entre sueños siento su voz que me decía…

– Arriba remolón, vamos que se hace tarde.

Abro mis ojos y ahí la veo parada delante, su cabello recién acicalado en la peluquería, le habían dado un toque de pinturas en su rostro, ojos y labios, se veía con un destello muy especial en sus pupilas café, me habían cambiado de madre, era otra persona.

Mirando la hora veo que transcurrió la mañana y una porción de la tarde, almorzamos algo rápido y nos aprontamos para el proceso de salida.

Llegada la hora de irnos, la veo salir de su cuarto, mis ojos no daban crédito de lo que observaban, pantalones jeans que marcaban sus piernas y cola, remera ajustada al cuerpo, con un escote discreto pero dejaba ver sus dos redondos y firmes pechos, estaba sin corpiño, pues se marcaban sus pezones, que se veían espectaculares, con una campera también de la misma tela que los pantalones, corta, por arriba del ombligo y un par de zapatos con taco finito y alto, para nada daba los cincuenta años que tiene. Se me escapo un largo silbido y a ella una risita acompañada de un rubor en su rostro.

Partimos hacia un lugar que ella había reservado era nuestra noche, nuestra gran noche.

Ya sentados y cenando a media luz platicamos un montón y juro que me sorprendió.

– Emir ¿cómo la estás pasando?

– De puta madre Ana, hasta ahora la mejor noche de mi vida. Estoy con la mujer más bella del mundo festejando mi cumpleaños.

– Gracias por el cumplido.

– No es cumplido, es realidad.

– Sabes una cosa, me quede pensando en la teoría del negro Fontanarrosa, tiene mucha razón en lo que dice, que bello seria.

– Si mama, un capo.

– Por favor, hoy soy Ana, quiero que la gente piense que estoy con mi amante jajaja

– Dale Ana, no hay problema.

Terminada la cena y debate sobre la teoría expuesta pedimos un postre, al término de este, nos retiramos ante la mirada extrañada de la gente al vernos partir tomados de la mano, ella se dio cuenta y me dio un fugaz beso en los labios. Riendo a carcajadas fuimos a casa para continuar allí la charla y un café.

Una vez en casa.

– Emir te parece que aún le puedo gustar a alguien.

– Obvio a mí me gustas mucho.

– Si me di cuenta esta mañana.

– Si no fueras mi madre…

– Te dije que soy Ana.

Me quedé estupefacto con su respuesta, quizás fue el alcohol o no sé qué pensar.

Fuimos a la cocina a llevar las tazas de café y propuso un brindis más, apuramos una copa de vino tinto a la voz de fondo blanco.

Se dispuso a lavar las copas, cuando termino, mirando de reojo me vio pasar por detrás de ella, hizo su culo hacia mí, pegándolo a mi paquete, la abrace por detrás, hábilmente se giró fusionando su boca con la mía, no me lo podía creer.

Abrazados y besándonos la lleve al comedor a la vez que le iba sacando la ropa en el camino, ella hizo lo mismo, cuando llegamos ya estábamos en ropa interior, la tome de la cintura subiéndola a la mesa, sentada como estaba le fui sacando la bombacha y la hice recostar, tome ropa del piso y la puse como almohada, su culo perfecto quedo en la línea de la mesa, traje una silla para sentarme y besando muy suavemente sus pies fui subiendo de a poco por sus piernas, observe que su vagina brillaba de la humedad que pugnaba por salir de ella, sus pies se posicionaron en el respaldar de la silla, quedando su sexo expuesto a merced de mi lengua que rodeaba esos labios custodiados por unos bellos cuidadosamente recortados y rubios como los había imaginado, hacia círculos en ellos, buscando vulnerar esa barrera jugosa, cosa que cedió al ubicar la punta de la lengua justo en el centro, ingreso suave permitiéndome saborear el agridulce sabor de mi Ana.

No alcance a llegar al clítoris que la boca se me inundó del orgasmo que tuvo entre gemidos de placer. Jadeante me pidió casi en un susurro que la penetre, sin dudar ni un instante baje sus piernas de la silla, para ubicarme entre ellas, la tome de la cintura sacando su trasero más hacia afuera, sus suaves extremidades subieron a los hombros y en esa posición me introduje en ese lugar que hacía veintitrés años me había visto pasar, vehementemente comencé con el bombeo en un concierto de gemidos por ambas partes, estiró sus manos tomándome del pelo queriendo imponer el ritmo, cosa que logro de inmediato.

– Emir más fuerte, que hermoso tronco que tenés, tal cual lo imagine cuando te vi esta mañana, dame duro hijo.

No pudo terminar de hablar, nuevamente tenía un orgasmo, se escuchaba chapotear mi miembro en su interior, hasta que le entregue todo mi semen a grandes chorros, me pareció interminable las veces que mi pija se contrajo para expulsarlo.

Bajando de la mesa para sentarnos y con su vagina decantando semen que tímidamente escurría por sus piernas, nos abrazamos y besamos como dos adolescentes.

– Ana ¿Qué hicimos?

– Nos brindamos amor mi vida, estuvo genial, luego de tantos años sin sentir un hombre dentro y más siendo vos.

– Pero somos madre e hijo…

– Y que importa, Llevabas todo el día dando vueltas en mi cabeza, y no precisamente con ropa… criada en el seno de una familia muy católica, nunca pensé en esto, pero fue una verdadera relación que me produjo mucho placer, si nos vamos a la biblia, como se pobló el mundo si solo dos seres humanos fueron creados, ahí tuvo que haber incesto ¿o no? Y leyendo libros y páginas de relatos, exacerbó mi instinto sexual y el querer sentirte dentro de mí nuevamente. Según lo que había leído muchas madres lo describían como un placer único, increíble, que acabo de comprobar era cierto lo que se siente cuando gota a gota, chorro a chorro te derramabas dentro de mí.

– Te entiendo Ana, pero… lo hicimos sin protección en la calentura, ni te pregunte.

– Jajaja, ni te preocupes tuve una menopausia precoz, posibilidades cero.

– Recalculando… entonces debo entender que el relato vendido por tantos años no es malo o pecado si ambos acordamos esto.

– Tal cual hijo, es así como vos decís, a parte el convencionalismo de tu padre. En tantos años de matrimonio, no me hizo gozar tanto como vos en este rato.

– ¿Te parece? Entonces prepárate para lo que esa por venir.

– Como vos digas mi hombrecito dulce.

Ya en la cama, en ese lugar donde la ropa no está invitada y con mi madre desnuda, que, con solo verla me excita, quiero que me deje conocerla más aun, poseerla tenerla solo para mí.

– Hijo, deja volar tu imaginación y haceme toda tuya, quiero ser esclava de tus deseos

Con las ansias de llegar al orgasmo, el gran comedor de palabras donde solo se permite el gemido, el aullido, la expresión que arranca el sexo, pero no la palabra, comencé con suaves caricias.

Al posar mi mano en la vagina sentí la cálida viscosidad de sus jugos que pedía sexo, con ánimo de complacerla tuvimos otra sesión de lucha amorosa cuerpo a cuerpo, logrando mi bella coequiper dos deliciosos orgasmos.

Se recostó de lado, permitiendo que mi cuerpo se acerque para abrazarla, quedando en forma de letra ese, con su hermoso trasero pegado mi pelvis, nuestras agitadas respiraciones se amoldaron a un solo ritmo.

Pasados unos veinte minutos aproximadamente y en ese estado entre dormido y despierto siento el movimiento del suave culo de mi madre haciendo contacto con mi pene, quien orgulloso volvió a tomar cuerpo irguiéndose, sin dudarlo ni un instante apoye la punta en el esfínter anal, sin hacer fuerza ni presión, ella poso su mano en mi cadera a modo de barrera, calculo que para evitar lo inevitable, le susurre al oído que se tranquilice, relaje y disfrute. Aflojo la tensión y me dejo hacer. Solo lo deje apoyado, a medida que se relajaba más, insisto sin ejercer presión, muy despacio, ganaba terreno, en un momento le disparo.

– Tendrías que hacer un poco de fuerza, como si fueras al baño.

– Es que nunca lo he hecho así.

– Seguí mis indicaciones y lo vas a disfrutar.

Muy de a poco se animaba, siento el movimiento de ese agujero que me indica el estar haciendo lo que le pedí, hice un poco de presión y la primera porción de mi miembro ingreso sin dificultad, me lo confirmo con un pequeño gritito, me quede quieto por un rato, más bien quede inmóvil hasta que ella sola comenzó el movimiento de cadera hacia atrás para que vaya entrando, lo hizo a su ritmo y resulto, ya estaba toda adentro, sin querer innovar, en la misma posición de lado “cucharita” que nos encontrábamos, hice el amor a ese deseable culo, la excitación que me invadía no me permitió durar mucho sin descargar mi semen en sus entrañas. Entre mis gemidos me pareció escuchar los suyos mientras movía sus caderas y expresaba – por favor no pares seguí así – en forma viciosa, a pesar que nunca había tenido sexo anal parecía que era toda una experta.

– No sabes por cuanto tiempo imagine y desee esto, gracias mi vida.

– Tocarte y hacerte el amor es mi máximo placer, nunca imagine esto, pero alguna vez yo también sentí deseos de tu bello cuerpo.

– No sé por qué tardamos tanto.

– La verdad no sé, lo que si se es que cuando se interpone un beso como el primero que me diste, de ese beso nació mi mundo.

– Vamos a entregarnos desequilibradamente a todo lo que nuestras pasiones nos lleven y siempre seremos felices. La conciencia no es la voz de la naturaleza, sino solo la voz de los prejuicios. ¿Te parece adelantar la noche de mañana?

Y así hicimos, nos dimos nuestro amor sin la ropa como invitada, hasta el día de hoy seguimos siendo la pareja más feliz del mundo, como dijo el negro Fontanarrosa, explotando en intensos orgasmos en cada encuentro en donde volvía a ingresar por donde había salido hace y muchos años.

– Quiero explorar con vos todos esos recónditos lugares donde se desvanece el mundo quedando solamente nosotros, entregados al éxtasis de nuestro encuentro íntimo.

Fue lo último que dijo antes de dormir.

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