Era el primer jueves en el que iba a ser mi nuevo hogar, al menos en mi primer año universitario. Compartía piso con una amiga de toda la vida, llamada Silvia, y con un conocido suyo, llamado Jorge. Las dos éramos las únicas de nuestro grupo de amigos que habíamos decidido estudiar una carrera, ella buscaba graduarse en el grado de veterinaria y yo en psicología. El problema era que en la ciudad en la que estudiábamos era difícil encontrar un piso para dos y además que este fuese barato, por lo que me propuso convivir con un chico que conocía del club de atletismo, que también quería estudiar medicina.
Los primeros días fueron perfectos tanto en la repartición de tareas, como compartiendo el único baño que había en la vivienda. Pero lo peor estaría por llegar…
Llegado el jueves, todos tenían plan menos yo. Era el día predilecto de la semana para salir de fiesta o hacer botellón en algún piso, y yo sería la única que se quedaría en su dormitorio viendo una serie y comiendo pizza para no aburrirse. Silvia saldría a cenar con un chico de su clase y probablemente pasaría la noche en su edificio. Por otro lado, Jorge tenía una cena grupal con sus compañeros de primero de medicina. No me lo podía creer, todo el mundo hablaba de lo bien que se lo habían pasado en sus años universitarios y yo empezaba esta nueva etapa de la peor forma. La verdad que la situación me deprimió un poco e hizo que los envidiara demasiado a ambos.
Tras ver un par de capítulos, lo único que deseaba era acostarme para no seguir lamentándome por mi miserable vida. A los pocos minutos logré quedarme dormida, pero de poco me serviría.
Sobre las cinco de la mañana, me desperté sobresaltada por el ruido de la puerta de la entrada. Aún no me había acostumbrado a este lugar y mi sueño era bastante ligero. Escuché la voz de un chico, que rápidamente pude asociar con la de Jorge, y poco después también pude oír la voz de una chica que le respondía. No me digas, que él también había ligado? Estaba bastante sorprendida. Él era un chico bastante mono y además con buen cuerpo, no era para menos con todo el ejercicio que solía realizar. Pero en todos estos días de convivencia prácticamente no nos habíamos dirigido la palabra y se comportaba de forma muy solitaria, pasando la mayoría del tiempo en su habitación. Entonces como le había entrado a esa chica? O quizás había sido al revés? Pensaba que era tímido y un poco antisocial, pero simplemente puede ser que yo no le cayese bien. O que, además, sea de los míticos chicos que solo son amables y se interesan por una chica cuando esta les parece atractiva…
Escuché como su invitada le preguntaba donde estaba el baño, supongo que para acicalarse antes del acto. Jorge entró en su habitación, la cual estaba justo al lado de la mía. Me preocupaba oír todo, ya que las paredes eran muy finas y se podía escuchar cualquier mínimo ruido.
La chica salió del baño y rápidamente cerraron la puerta del dormitorio. Al rato comencé a escuchar risas picaronas y una secuencia de besos interminables. Jorge le decía cosas como:
–Quítatelo todo nena. Te daré la mejor noche de tu vida. Ponte en cuatro para mí. Eres preciosa…
No me podía creer que Jorge estuviese hablando de esa forma, pero lo cierto es que me ponía mucho y yo llevaba bastante tiempo sin tener relaciones sexuales, desde que había cortado con mi novio.
Notaba que a medida que él le decía guarrerías a esa chica, mi vagina se humedecía cada vez más y respondía con pequeños espasmos. Madre mía, no me lo podía creer quería ser ella en ese mismo momento.
No me sentía orgullosa de mi misma con lo que estaba a punto de hacer, pero empecé a tocarme. Primero toqué la superficie de mis labios para estimularme, pero poco tenía que hacer, ya que estaba tan mojada que no me hacía falta ni usar lubricante o saliva. Decidí usar mi mejor técnica para llegar rápido al orgasmo. Estaba demasiado excitada para dedicarme demasiado tiempo en conseguir llegar al clímax, eso me frustraría.
No sabía si mi manera favorita de tocarme era la cosa más sencilla del mundo, tampoco sabía cómo era la preferida de otras chicas. Entre amigas nunca hablábamos de esto, y las veces que había intentado sacar el tema acababan todas poniendo caras raras y de incomodidad. Supongo que el tema de la masturbación femenina seguía siendo un taboo y yo solo estaba acostumbrada a ver cómo se masturbaban las chicas en el porno y en algunas ocasiones en series. Ellas siempre solían estar boca arriba, separaban sus piernas y se metían sus dedos duramente o algún juguete sexual que les ayudara a llegar al éxtasis. Estos por supuesto si eran más grandes mucho mejor. Yo no quería utilizar ninguno de los accesorios que tenía en la mesilla, ya que me daba miedo hacer demasiado ruido y que notarán que los estaba usando por el sonido de la vibración. Esto solo era para los momentos que estaba completamente a solas y tampoco debía utilizarlos demasiado, no quería perder sensibilidad aunque esta después se recuperara. Por otro lado, esta postura típica para tocarse de la que hablaba antes era de las que menos me gustaba a mí. Tardaba mucho en llegar y los orgasmos eran menos intensos. Así que, prefería utilizar otra técnica, con la que en cinco minutos acababa más que satisfecha.
Me di la vuelta en la cama, y boca abajo metí mis dedos en mi vagina. Se sentía tan rico. Entraban tan bien y mi coño los abrazaba con tanta suavidad. Empecé a mover mis caderas como si me estuviera cabalgando a mi compañero de piso y me ayudaba de mi muñeca para mover con rapidez mis dedos dentro de mi vagina acompañando así al movimiento con la pelvis. Mi clítoris rozaba con la parte final de la palma de mi mano, por lo que esto aumentaba más el placer.
Intentando sincronizarme con los movimientos de ellos a través del ritmo de sus gemidos, movía rápidamente mi mano. Los sonidos que emitía la chica me ayudaban mucho, tanto que de repente se escuchó ese sonido común que se oye cuando la mujer está muy mojada y el pene del hombre comienza a moverse fuerte con ritmo. "chof, chof" salió de mis partes íntimas. Yo no quería parar, bastante estaba haciendo con intentar silenciar mis sollozos. Pero con el ruido que ellos estaban haciendo, dudo que pudiesen escucharme
Después de restregarme unos pocos minutos ya me notaba cerca y con unos últimos movimientos firmes pude convulsionar gozosamente con un orgasmo mientras mi vagina se contraía.
Descansé un poco mientras seguía escuchando a mi compañero deleitándose con esa otra chica. Notaba como mi sexo me pedía más. Podía sentir un picor dentro que quería ser saciado. Esta noche uno no había sido suficiente. Así que, haciéndolo caso a mi cuerpo seguí rozándome. Al principio, iba algo lenta, aún mis partes estaban sensibles por la hinchazón que se había producido en mi vulva. Se que puede parecer algo aburrido, pero no cambie de postura, el segundo orgasmo solía llegar mucho más rápido que el primero, y además tendría que moverme mucho más rápido para que llegar fuese mucho más satisfactoria y profundo. No quería perder el ritmo y quedar a medias en un orgasmo débil. Por suerte, esto no pasó. Lo sentí todo lo fuerte que creo que podría haber llegado a percibirlo. Incluso me llegué a desvanecer por unos segundos. Relajada sobre la cama seguí disfrutando la sensación, mientras acariciaba en círculos la entrada de mi vagina sabiendo que Jorge también había acabado.
Utilicé las toallitas que tenía en la habitación para limpiarme las manos, no quería cruzarme a nadie en el pasillo. Al rato me quedé dormida y descansé perfectamente hasta las doce de la mañana, total los viernes no teníamos clases. Escuché como la invitada de mi compañero se despedía de él, y yo aproveché para acercarme a la cocina a hacerme el desayuno.
Noté como alguien se acercaba por detrás de mí, mientras comía sobre la mesa de la cocina. Era Jorge que pasaba por mi lado para poder sentarse en la silla que estaba enfrente de mí.
–Que, que tal te lo pasaste anoche? –preguntó él.
–Pues mal, yo no tenía un plan tan bueno como el tuyo –respondí.
–Ah, no? Pues yo creo que te lo pasaste mejor de lo que cuentas… escuché como te tocabas y como gemías, por muy silencioso que crees que lo hicieras. Tengo muy buen oído –señaló el con una mirada vacilante.
Era imposible, si yo los escuchaba follar por encima de mis sonidos. No podía ser… que vergüenza, quería que la tierra me tragase…
–Bueno no te preocupes, y si estás tan necesitada para masturbarte tan duramente solo tienes que avisarme. Estaré encantado de satisfacer tus necesidades.
Me quedé con la boca abierta. No me dio tiempo a decirle nada. Cuando logré reaccionar él ya se había metido en su habitación de nuevo. Que estaba pasando? Acaso el chico tranquilo con el que convivía, era todo un fuckboy?
Estaba claro que el dicho de "los callados son los peores" era totalmente cierto. Por lo menos ahora sabía que muy mal no le debía de caer…
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Me encantaría recibir comentarios de mujeres a las que no les importe hablar sobre la masturbación, de cuales son vuestras técnicas favoritas o sobre algún tipo que crean que sea poco conocido. El mío me parece muy normalito…