Soy un chico travesti de closet de 32 años, soltero, con un poco de sobre peso que me brinda unas curvas que con la ropa adecuada me hacen lucir muy femenina.
Además de estas curvas también tengo rasgos muy finos en mi rostro, bastante femenino con unos labios carnosos y una piel clara.
Algo que me gusta mucho de mi genética son mis pechos, los cuales desde muy chico crecieron como si fuera una mujer, llegando a llenar sin problema brasieres copa C.
Además, para suerte la mía, siempre tuve unas caderas anchas y piernas bastante jugosas, como si el desino se hubiera puesto de acuerdo para mi gusto por sentirme mujer.
Hasta ese momento solo dejaba a la imaginación mis deseos sexuales, me vestía en mi habitación y me modelaba frente a un espejo las prendas que con el tiempo fui adquiriendo, a pesar de lo bien y linda que me sentía frente al espejo, no me atrevía incluso a tomarme fotografías así, vivía una vida reprimida, donde estoy seguro mi familia y amigos sabían que era gay, mas sin embargo nadie hablaba sobre ello, como un tema que se cierra y no se toca más.
Era tanta mi pena por mis instintos que inclusive mi la ropa y accesorios los compraba en una ciudad cercana para evitar que me fueran a ver conocidos escogiendo ropa de mujer o sentir las miradas acusadoras de las dependientas de las tiendas de ropa a las que iba.
Nunca había tenido relaciones con otro hombre, solo fantasías y estimulaciones en mi ano con un pene de plástico que compre por internet.
El ambiente gay en mi ciudad es poco discreto por lo que desde pequeño evite relacionarme con la comunidad, siendo que son algo “comunicativos” y no me interesaría ser la comidilla de la comunidad, aunado a que todos los miembros de la comunidad que leen este relato, sabrán que es muy difícil en estos tiempos conocer un activo y ese es un roll que a mi no me interesa experimentar, a mí me gustaría sentirme mujer con un hombre que me desee como toda una mujer que me siento.
En uno de mis viajes para comprar artículos personales para mi transformación de regreso en carretera mi ciudad aún era temprano por lo que opte por “ranchear” conocer pequeñas comunidades de mi estado, así fue que llegue a una comunidad muy tranquila tradicionalista y con gente amable; que te saludan siempre con una sonrisa.
Estuve conociendo las calles y los pequeños comercios, busqué algo que comer y me senté en la plaza del pueblo a descansar y pensar mientras admiraba el paisaje campirano.
Al poco tiempo la banca en la que estaba sentado se ocupó por un señor de localidad, que se sentó a descansar y como todos en el pueblo me saludo amablemente y comenzamos a charlar.
Me comento que tenía unos años en el pueblo, era jubilado y había decidido establecerse en un lugar tranquilo para dedicarse a una vida tranquila.
Yo no ponía mucha atención a su plática solo contestaba, “si”, “que bien”, pero poco a poco me di cuenta que el señor tenía ganas de ser escuchado, platicar y me fui interesando en su charla.
Dentro de la misma me comento que tenía 3 años que se había quedado viudo y que no era mucho de platicar con la gente del pueblo, pero que no se sentía incómodo viviendo en ella.
Pasaron las cerca de dos horas y entre historias y se llegó la hora de retirarme, me despedí y subí a mi coche para avanzar y que no me tomara la noche en el camino de regreso a casa.
Saliendo del pueblo cerca a los pocos minutos el tablero del coche me avisa de una llanta baja, y justo en ese momento de manera escalofriante recuerdo que la llanta de emergencia estaba ponchada y que nunca me di el tiempo para llevarla a reparar.
A pesar de no estar tan lejos el pueblo al que había llegado, siempre si había cerca de cinco kilómetros de distancia, y solo de pensar que tendría que caminarlos apachando una llanta ponchada me producía ganas de llorar.
Mi esperanza es que algún coche transitara y me hiciera el favor de llevarme, algo que no se veía venir, la carretera estaba desolada, hasta que a lo lejos se ve una camioneta que se acerca y al hacerle señales se para.
Para mi sorpresa el que conducía era mi nuevo amigo de la plaza del pueblo, que inmediatamente me comenta en que me puede ayudar, sin dudarlo se ofrece a llevarme de regreso al pueblo a buscar quien reparara mi llanta.
Al llegar al pueblo nos topamos con la noticia que el dueño de la única llantera no estaba y no llegaría ese día.
Se me caía el mundo encima, en mi mente estaba la preocupación ¿Qué hare? ¿Me voy dejo mi coche? ¿Me quedo en un hotel? ¿Habrá hoteles?
Mi nuevo amigo al ver mi cara de tristeza me consoló diciendo, no te preocupes muchacho, te puedes quedar en mi casa, podemos arrastrar tu auto hasta mi cochera para que no se quede a lado de la carretera.
Me sentí aliviado, pero también me dio miedo pensar ¿Qué persona en estos tiempos invita a un desconocido a su hogar?
Pero no tenía alternativa, así que arrastramos mi coche hasta su domicilio una casita de campo bastante acogedora a pocos km de donde me había quedado.
Llegamos a su domicilio y yo aproveche para hacer llamadas avisar que no llegaría explique en mi trabajo lo sucedido y se me concedió un permiso para no presentarme al siguiente día.
Estando en su domicilio y con mis asuntos laborales resuelto me invito a tomar un refresco mientras me mostraba su casa, pequeña, acogedora el lugar perfecto para pasar la vida cuando ya se lograron las metas, me imagino esa casa de campo había sido su sueño durante todos sus años de trabajo.
Me mostro la habitación en la que me quedaría, la cual usaba para cuando sus hijos lo visitaban.
Me invito a ponerme cómodo y sentirme en mi casa, yo tenía ganas enormes de darme un buen baño ya que después de todo el día en la calle me sentía sudado, pero no tenía ropa más que la que había comprado y no sentí que era momento de andar por una casa donde estoy de invitado vestida de mujercita.
Sin decir nada mi amigo me ofrece un cambio para que me pudiera dar un baño y poder descansar, me ofreció una playera y un short
Disfrute el baño y me vestí, salí con la playera que me quedaba grande y el short que me quedaba rabón “ajustado” de la cadera y pierna, cabe mencionar que uso el cabello largo pero siempre lo mantengo recogido y durante mi viaje estaba bajo una gorra, pero al traerlo mojado no me quedo más opción que salir con mi cabello suelto a los hombros para que secara.
Mi amigo me dice que hará la cena, me pide sugerencias de algún platillo en especial, a lo que respondí de inmediato que no se preocupe que lo menos que podía hacer y si no le molestaba, cocinar yo para él.
Así que me pude manos a la obra a cocinar mientras él también fue a dar un baño, mientras le hice un platillo con lo que teníamos a la mano, cuando tenía la cena lista salió con una pijama y sandalias, mientras cenamos platicamos más de nuestra vida, evitando siempre las preguntas sobre si tenía familia, estaba casado etc. Yo llevaba la plática a cosas banales.
No podía evitar como me veía los pechos o las caderas cuando me paraba, pero sus miradas a pesar de ser fijas no se veían lesivas, era más bien de duda porque mi cuerpo era así.
Nos sentamos en la sala a platicar mientras me contaba sobre su vida y al mencionar a su esposa noté que salieron lágrimas de sus ojos, no pude hacer otra cosa más que darle un abrazo y tratar de consolarle un poco a su tristeza.
Nos quedamos en silencio mientras lo abrase, ahora creo que el tal vez no se esperaba esa reacción, pero al contrario de molestarse se sintió tranquilo, recargo su cabeza en mi pecho y sentí como se destenso su cuerpo.
Nos quedamos en silencio, por un momento sentí que fue silencio incomodo, hasta que volteo a verme y de la manera más dulce posible sus labios se acercaron a los míos y me dio un beso inolvidable.
Poco a poco los besos fueron más apasionados, y en eso él se reincorporo y se disculpó me dijo que no pensara mal de él, que no era gay, pero que al estar ahí sintió mucho deseo de besarme.
Ante eso me sentí emocionada por haber causado eso en un hombre, le dije que no había problema que me gusto y que me parecía un hombre atractivo y que no lo consideraba gay, al contario me parecía un sueño.
Le propuse me diera oportunidad de ir por ropa al carro para que me viera de una forma en la que no se sintiera que estaba con un hombre. Salí corriendo por maquillaje y ropa para una transformación exprés, mientras lo hacía me temblaban las manos sentía que ese día seria mi primera vez con un hombre y me llenaba de nervios.
Al salir ya vestido su mirada fue de emoción no dijo nada más que se me abalanzo a besarme y acaríciame, metía sus manos bajo mi falda y acariciaba mis caderas.
Mis labios bajaron por su cuello y su pecho, hasta llegar a su hermoso pene, erguido y enorme, el cual devore con mucha pasión pero poca experiencia, sin embargo luego de lo visto en filmes para adultos creo que no fue tan malo, sus gemidos inundaban el ambiente de la sala donde estábamos…
El tomo mi mano y me llevo a su habitación donde me haría sentir una hembra plena…