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Visita de contrabando
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Tiempo de lectura: 5 minutos

En enero de 2021, mi novia Andrea y yo estuvimos en Desire Riviera Maya.

Para quienes no sepan qué es este lugar, lo explico brevemente: es un pequeño hotel (114 habitaciones) ubicado en Puerto Morelos, Riviera Maya, exclusivo para parejas liberales. Salvo los restaurantes, el resto del establecimiento es de ropa opcional, swinger friendly y completamente abierto a las actividades sexuales en público.

Era casi la hora del atardecer, Andrea y yo íbamos hacia nuestra habitación (que esa vez estaba frente al mar en planta baja) cuando vimos a un grupo de cinco chicas de alrededor de 30 años que topless, bebían y bailaban en la playa. Era evidente que no eran huéspedes de nuestro hotel -luego sabríamos que estaban en el vecino Breathless- que sólo acepta parejas. Una de ellas hablaba con el guardia de seguridad apostado en el ingreso cercano a nuestro cuarto y, por su lenguaje corporal, era claro que el guardia se estaba negando.

Mi novia y yo –metiches naturales- nos acercamos para enterarnos de qué iba la cosa. La chica le rogaba que la dejara pasar un momento a conocer la terraza del jacuzzi, que en ese horario estaba en plena actividad. El guardia, amable pero impasible, le explicaba que sin un day pass no podía acceder a su petición. La chica se contoneaba, se pegaba al guardia, incluso le dio un par de besos en la mejilla y el pobre hombre no cedía en su deber. Ella desistió y desilusionada se retiró hacia donde estaban sus amigas; nosotros la seguimos y entablamos plática con ella.

-Nos dijeron que allá arriba se arman unos desmadres fabulosos –decía la muchacha. –Y me muero de ganas por echar un vistazo.

-Es cierto –le dijo Andrea. –Ahora mismo venimos de allí y está súper.

-Pero creo que nosotros te podemos colar, si lo hacemos discretamente –arriesgué.

-¿Lo dices en serio? –preguntó entusiasmada. –¡Si lo conseguimos, te la chupo!

Mi pito, ya semi erecto por la deliciosa visión de las cinco jóvenes, se paró en toda su extensión y grosor ante la promesa de la amiga.

-Dije “creo” –y agregué: -Este es el plan, te vas a encuerar completamente para camuflajearte; luego iremos tú y yo como una pareja cualquiera, hacia el ingreso de la piscina, donde ya no debe haber gente; luego entraremos al hotel y subiremos a la terraza. Mientras tanto, Andrea irá por dentro, por los senderos y nos encontraremos allá.

Sofía –que ese era el nombre de nuestra amiga instantánea- se quitó la braga del bikini y quedó desnuda, mostrando una fina y muy recortada franja de vello castaño en su pubis. Nos tomamos de la mano y nos fuimos caminando hasta el extremo sur de la playa del hotel, luego volvimos sobre nuestros pasos, dejamos atrás el ingreso a través del bar y nos dirigimos hacia la ducha del ingreso por la piscina. Actuando lo más naturalmente posible me di un rápido regaderazo y luego cedí el lugar a Sofía, quien sólo se mojó de la cintura hacia abajo. Inspiramos profundamente e ingresamos sin mirar a nadie en específico, platicando entre nosotros. Los chicos de animación –que tienen una gran memoria visual para identificar huéspedes- ya se habían retirado de la alberca, así que llegar a la base de la larga escalera hacia el jacuzzi fue pan comido. Subimos los treinta y tantos escalones y accedimos sin problema a la atestada terraza.

¡La cara de Sofía no tenía precio!

-¡Wooow! ¿Qué carajos es esto? –dijo cuando vio la indescriptible escena. Entramos a la tina tibia, donde Andrea ya nos esperaba y mientras ambas platicaban, yo fui a la barra del wet bar por tres tragos. Nadie, ni del staff ni los huéspedes mostraron extrañeza por la presencia de la chica con nosotros; todos tenían algo más importante qué hacer. Los dos ojos de Sofía no bastaban para asimilar todo lo que había por ver; entre las acciones y su ligera embriaguez, se notaba que estaba excitándose.

Unos quince minutos después, habiendo terminado nuestras bebidas, le dije que sería prudente retirarnos, con discreción, como habíamos entrado. Yo estaba temeroso de alguna sanción por parte del hotel, al haber metido a una persona de contrabando. No tenía ningunas ganas de pagar un day pass de 200 dólares.

Salimos de la tina y fuimos a secarnos, tomando unas toallas de los anaqueles. Entonces Sofía dijo:

-¡Por favor, amigos, unos minutos más!

Caminamos hacia el extremo de la terraza, del lado del pantano, hacia una de las camas que en ese momento estaba desocupada. Extendimos las toallas y nos dispusimos a seguir disfrutando del show. Espontáneamente, Sofía dijo:

-¡Es hora de pagar! –Y se abalanzó sobre mi pito, iniciando una riquísima felación que lo volvió a parar al cien por ciento. ¡Qué manera de mamar verga, carajo! Yo nunca había estado con alguien que se tragara los 19 centímetros de mi miembro ¡Y sin hacer un gesto o tener una arcada!

Lo que sucedió a continuación fue el trío más imprevisto, desorganizado y candente que yo podría haber imaginado. Olvidé todo recato y precaución al grado de que cogí sin condón, yendo de la boca de Sofía a la vagina de Andrea, luego a la de Sofía y de regreso a la de Andrea mientras ambas se besaban como si no hubiera mañana.

Mientras me deleitaba en las perfectas y redondas tetas artificiales de Sofía, mi novia intentó emular las habilidades orales de nuestra amiga; no lo consiguió del todo, pero en su favor he de decir que batió su propio récord de profundidad.

Mis recuerdos son intensos, pero de ninguna manera claros u ordenados. Lo que sí puedo asegurar es que a ambas les provoqué profundos orgasmos y que yo, aunque lo busqué, no conseguí eyacular, frustrando mi morboso propósito de que ambas compartieran mi semen en sus bocas, como habían ya compartido mi miembro.

Una vez repuestos de tanta excitación, nos retiramos de la terraza, con la misma estrategia, es decir Andrea por los senderos del hotel, Sofía y yo por la piscina que ahora, ya caída la noche, estaba completamente sola.

Nos reunimos con el grupo de chicas, al que ya se había sumado mi novia y fuimos testigos de la narración pormenorizada que les hizo Sofía a sus asombradas amigas. Llegó la hora de despedirnos, Sofía nos agradeció nuevamente el haberle cumplido su capricho, le dio un leve beso en la boca a Andrea y luego uno a mí, lento, intenso, con su lengua entrelazándose con la mía, ante el aplauso y vítores de sus compañeras. La más borracha de ellas, con paso trastabillante, se acercó a mí, retándome:

-¿Y a mí no me vas a besar, cabrón? –dijo con una mueca que emulaba una sonrisa.

-Lo siento –respondí. Yo no beso chavas vestidas. Como muda respuesta se desató los nudos del calzón de su bañador y lo tiró al suelo.

-¿Y así… sí? –preguntó asiéndose con las dos manos a mi nuca y alcanzando mi boca con la suya. Me besó con pasión, se podría decir con cierta ansiedad y yo le correspondí con toda la calentura que esa particular situación me provocaba, tomándola por ambas nalgas, aprisionándolas con fuerza entre mis manos y restregándome contra su cuerpo firme. Nos separamos y me bajé hacia sus tetas pequeñas, lamiéndolas y mordisqueándolas, para terminar arrodillado frente a ella, chupando su coño depilado mientras mi dedo medio la masturbaba con intensidad. Con el rabo del ojo voltee a buscar a Andrea, pensando que podría incomodarse conmigo, pero ella ya estaba en gran faje con Sofía y no se enteraba de lo que pasaba a su alrededor.

Una de las tres chicas restantes, gritó:

-¡Ahí se quedan, cochinos, nosotras ya nos vamos! –y emprendieron camino hacia su hotel. A Sofía y a la embriagada amiga pareció volverles la lucidez y se separaron de nosotros, corriendo a alcanzarlas.

-¡Mañana le seguimos! –prometió Sofía mientras se alejaba intentando ayudar al errante caminar de su amiga.

Andrea y yo entramos a la habitación y nos fuimos directo a la regadera, donde disfrutamos de un largo baño tibio, enjabonándonos mutuamente. Habíamos perdido la reservación para cenar en el restaurante japonés, pero poco nos importó. Ya comeríamos alguna cosa del buffet o, en el peor de los casos, una rebanada de pizza de la cafetería 24 horas.

Mi novia se acostó en el centro de la cama, abriendo las piernas, invitante.

-Ahora, flaquito, me vas a coger sólo a mí –dijo con voz cachonda. –Quiero un orgasmo fuerte y claro; después, voy a recibir ese pito en mi boca y no lo voy a soltar hasta que me la inundes de semen.

Y eso fue exactamente lo que sucedió.

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