Una amiga en tren de bromear, o por lo menos yo creí, me pasó un link de una peli porno. Si bien con Pablo mi pareja alguna vez habíamos visto alguna solo por diversión, nunca me interesaron realmente. Silvia, mi amiga, por el contrario pasa su tiempo libre mirando porno. Ella está casada con Julio, amigo de mi esposo. Según me contó tienen muy buen sexo, sumaron juguetes y en alguna oportunidad, de vacaciones, habían hecho trio con una chica, y se declaraba bisexual.
Yo, en cambio me consideraba heterosexual, nunca me había atraído una mujer. Con Pablo nunca habíamos pensado en tríos o intercambio de parejas, lo nuestro era muy tradicional. Si bien él está muy bien dotado, y yo tengo un lindo cuerpo, el sexo no era algo que nos volviera locos. Muchas veces preferíamos leer en la cama a estar teniendo sexo.
Como no tenía nada que hacer me puse a mirar la peli en el Smart del living. Increíblemente estaba bien filmada, tenía argumento y hasta casi 20 minutos de película no hubo escenas de sexo. La primera era de dos mujeres que podían tener mi edad, 30 años, que tomaban sol junto a una pileta y de ponerse crema en el cuerpo terminan teniendo sexo en el césped. Nada muy loco, medido. La historia decía que era su primera vez con otra mujer. La historia seguía, y ellas salen de compras, comienzan las miradas y deciden ir a la casa de la otra aprovechando que su marido estaba de viaje. Y ni bien entraban, comenzaban a acariciarse, besarse en el living. Pero el marido ya había llegado y al bajar del dormitorio las sorprende. Su mujer no sabía dónde meterse, que excusa poner y el la obliga a seguir y termina teniendo sexo con las dos.
Cuando terminó le mandé un mensaje a mi amiga diciéndole que no me parecía nada espectacular la película, lo cual era real. Su contestación me dejó helada.
“Me hice una paja pensando que éramos vos yo y el que aparecía era Pablo.”
“Vos estás loca.” Le conteste enojada. Pasaron unos días y no me volví a comunicar con ella. Quiso el diablo meter la cola y sin decirme nada Pablo lo invitó a Sergio y a Sara a venir el sábado a la tarde a casa a la pileta y quedarse a cenar. No podía encontrar una excusa seria para evitarlo.
Cuando llegaron traían las mallas puestas, y en un bolso ropa para cambiarse para la cena. Tomamos sol los cuatro, charlamos y Sara en ningún momento hizo comentario alguno, ni me hizo gestos o miradas raras. Todo se desarrollaba con tranquilidad. Antes de la cena me fui a dar una ducha y cambiarme. Cuando termine de ducharme le avisé a Sara que tenía el baño libre y fui a mi dormitorio.
Me estaba secando cuando se abrió la puerta y entro Sara, trabándola por dentro.
“¿Qué haces?” Le pregunte enojada.
“Callate.” Fue toda su respuesta y me tiró en la cama. Ella trepó me tapó la boca con una mano, mientras me comenzaba a besar los pechos y chupar mis pezones. Yo traté de liberarme pero me dio un tremendo cachetazo en la cara que me quedó ardiendo.
“Callate y quédate quieta.” Me ordenó. Sorprendida y confundida le hice caso. Ella me volvió a tapar la boca y a chuparme los pezones. Su otra mano bajó y se puso a jugar con mi clítoris. Yo intenté cruzar las piernas pero ella me dio otro cachetazo, ahora en la pierna. Yo no quería hacer un escándalo, que mi marido se dé cuenta, y la deje hacer.
Metió dos dedos en mi concha y estaba seca. Me los puso en la boca e hizo que los chupe para volver a meterlos. Yo no sentía otra cosa que bronca, enojo. Estuvo un rato metiendo sus dedos hasta que me dijo:
“Vas a abrir las piernas, y te vas a quedar calladita la boca.”
Lo hice y ella empezó a chuparme la concha. Volvía a meter sus dedos y con su boca jugaba con mi clítoris. Mi cuerpo empezó a reaccionar y me fui mojando. Ver su sonrisa en el rostro al notarlo me enojó aún más. Nunca había estado con una mujer y Pablo nunca me había tratado de esa forma y menos chupado y cogido con sus dedos de esa forma. Estuvo un rato, me puso boca abajo con las piernas colgando de la cama.
Se paró hizo que la viera y mientras metía dedos en mi concha, ella también se metía en la suya. Mi excitación aumentaba y tuve un orgasmo, que maldije con todas mis fuerzas. Al sentirlo ella sonrió aún más. Al parecer ella también tuvo uno, y luego me abrió los cachetes y se puso a chupar mi ano.
“No, eso no.” Dije.
“Callate.” Volvió a decir, tomo mis muñecas y las ató con la toalla que yo había usado en mi espalda. Siguió chupando y metiéndome los dedos en la concha. Saberme dominada, siendo un objeto de placer de Sara, aumentaba mi excitación. De repente sentí que un dedo entraba en mi culo. Traté de moverme pero no lo permitió y me dio una cachetada en el culo que me quedó ardiendo. Su dedo entraba y salía, hasta que lo sacó, lo metió junto con otro en mi concha que estaba inundada de jugos y los dos los metió en mi culo. Me arque de placer, no podía entender como reaccionaba de esa forma, era la primera vez que tenía dedos en mi culo, ni Pablo me los había metido, menos su pija.
Sara aprovechando mi calentura, me hizo dar vuelta, levantó mis piernas y sosteniéndome de los tobillos, se puso sobre mi boca y bajó para que se la chupe. No lo hice y ella bajó más hasta casi dejarme sin respiración, mientras tomaba mis piernas con un brazo y me metía dos dedos en el culo. Se levantó un poco y comencé a chuparle la concha. Ella se frotaba contra mi cara, sus dedos en mi culo entraban y salían. Tuve otro orgasmo, más fuerte que el anterior, y tuve que apoyar mi boca en su concha para que mi grito de placer no se escuche. Ella también tuvo un orgasmo y me llenó la boca de flujo.
Me soltó y me hizo parar junto a la cama, mientras ella se sentaba en la cama.
“Quiero que te metas dos dedos en la concha y te masturbes para mí.” Me dijo. Me negué, se paró frente a mí, me escupió en la cara y solo me dijo: “Hacelo puta.” Sus palabras me hicieron excitar otra vez, baje mi mano y metí dos dedos. Ella se sentó nuevamente y me miraba. Yo volaba de calentura, mi amiga, me estaba haciendo su esclava literalmente. Me tuvo así unos minutos, hasta que dijo:
“Date vuelta, separa las piernas e inclínate hacia adelante.”
De esta forma ella podía ver como entraban mis dedos perfectamente, y a mis dos dedos, sumó dos de ella. Mi concha estaba llena, mi calentura subía a niveles que nunca había sentido. Tuve un orgasmo y me dijo:
“Con la mano libre, separate un cachete.”
Lo hice, y ella me separó el otro. Sacó sus dedos empapados de mi concha y solamente los apoyó en mi ano. Mi excitación era tal, que yo misma hice fuerza para meterlos. Logre meterlos hasta el fondo y me comencé a mover como loca hacia adelante y hacia atrás.
Cuando ella sintió que yo estaba por acabar, los sacó. Todavía faltaba el final, y terminar de someter mi voluntad por completo a ella.
“Te vas a poner de rodillas, meter dos dedos en tu orto, masturbarte y al mismo tiempo chupar mi concha hasta que acabe.” Me ordenó.
Como dije, sin voluntad propia, lo hice. Chupaba como loca y movía mis dedos en mi orto a toda velocidad.
“¿Qué sos?” me dijo.
“Una puta.” Contesté.
“Muy bien, ¿La puta de quién?” Preguntó.
“Tu puta.” Conteste en voz baja, casi inaudible.
“No escuche.” Dijo y me dio una cachetada.
“Tu puta.” Dije más fuerte.
En ese momento, ella acabó en mi boca y yo tuve un orgasmo gigante al sentirla acabar en mi boca.
Se paró y me besó en la boca.
“Viste que te gustó, y la próxima vez te va a gustar más aún.” Me dijo mientras retorcía uno de mis pezones.
Se fue a bañar, y yo tras ella. Nos bañamos juntas y luego nos cambiamos.
Bajamos y nos unimos a nuestros esposos, que no habían notado el tiempo que demoramos.
Cenamos con normalidad, y un rato después se fueron. Mi suplicio había terminado, pensé.