El viejo chamán pronunció un par de frases en un idioma precolombino y blandió su humeante antorcha por encima de nuestras cabezas formando una vaporosa nube oscura. Arrojando con su otra mano incienso al aire, el cual no olía como yo recordaba debería oler el incienso.
Dijo un par de frases más y procedió a bendecir a los turistas que nos encontrábamos a su alrededor formando un círculo en la proximidad de la cima de la Sierra Quemada, una cumbre montañosa ubicada en la cordillera de la sierra madre occidental. Formación geológica del centro de México que se considera sagrada por algunas comunidades indígenas.
Casi dos horas de trayecto a caballo para estar veinte minutos en una ceremonia mística de origen dudoso era mucho más de lo que mi trasero era capaz de soportar. Y todavía faltaba el regreso.
Real de Catorce un pueblo mágico ubicado en una región del altiplano de México fue una próspera comunidad minera durante la época colonial. Cayó en decadencia después de que la mina principal se inundó y al ser inviable la extracción del mineral de plata la mayor parte de sus habitantes abandonaron el pueblo. Siendo actualmente el turismo la fuente de ingresos de sus pocos lugareños.
Las principales atracciones de Real de Catorce son su iglesia, el Cerro Quemado, el pueblo fantasma y el túnel del Ogarrio, el cual une al pueblo con el resto del estado mediante un túnel de 2,300 metros. Además se pueden hacer algunos recorridos en la sierra ya sea a pie, en caballo o en vehículos todo terreno.
Al acercarse nuestro aniversario y teniendo un par de días libres y poco presupuesto mi novia Leslie y yo decidimos visitar la comunidad de Real de Catorce. Salimos desde nuestra ciudad de residencia en el norte de México, un viernes durante las vacaciones de primavera, para realizar el viaje de 5 horas al que sería nuestro destino ese fin de semana.
Somos una pareja joven con 24 años cada uno. Graduados ambos de la Universidad de arquitectura, por lo que nos apasiona conocer la historia y arquitectura de la época colonial de nuestro país.
Leslie es una chica muy hermosa, de tez blanca, cabello rubio, ojos claros y una esbelta figura gracias a su dedicación al gimnasio. Con un par de firmes y voluptuosos senos al frente y un trasero redondo y respingado que provoca querer tener sexo con ella todo el día. En fin el tipo de chica que te hace voltear a verla otra vez al pasar junto a ti. Yo no estoy tan mal, pues también soy aficionado al gimnasio y a los deportes al aire libre.
Cruzamos por el famoso túnel después del mediodía. Dado que el pueblo Real de Catorce se fundó en el año 1777 esta ciudad no fue diseñada para automóviles, por lo que se debe conducir con cuidado siguiendo las indicaciones para evitar quedar atascado. Las calles no sólo son reducidas y empedradas sino también muy irregulares por lo que es mejor utilizar un vehículo con tracción integral. Desafortunadamente no era el caso de mi pequeño vehículo inglés.
—Ese último estuvo grande —dije a mi novia después de pasar un bache y dirigirnos al hotel.
Como la mayoría de los hoteles de Real de Catorce son antiguas casonas acondicionadas como hoteles, los cuartos suelen ser bastante espaciosos, con gruesos muros y un estilo colonial encantador. Mi novia y yo escogimos uno que tenía un patio interior, con dos niveles en la orilla del pueblo.
Llegamos primero al hotel para registrarnos y dejar nuestro equipaje para evitar perder la reserva; pues sabíamos que la mayoría de las excursiones por la sierra se pueden extender por causa de las aglomeraciones del turismo de temporada.
A pesar de tener una reserva para dos personas la habitación que nos asignaron era bastante grande. Una enorme cama matrimonial al centro con una elegante cabecera de madera tallada, enfrente de la cama había dos sillones individuales con una mesita de centro en medio de ellos y en una esquina un pequeño escritorio de caoba con una silla tallada a mano que nos transportaba a los inicios del siglo pasado.
No tenía televisor pero no importaba, esto ayudaba a crear un ambiente más auténtico y tradicional. El cuarto de baño también era bastante grande a pesar de no tener tina de baño; agua caliente era lo único que ocupábamos. Y una ventana a lado del escritorio que daba a la calle por donde se podía ver el amanecer sobre las colinas.
Dejamos las maletas en el hotel y nos dirigimos a la entrada del pueblo para buscar algún paseo que pudiéramos hacer por la sierra a esa hora. Nuestra intención era ir primero al pueblo fantasma, pero al ser la opción favorita de los turistas había una espera de 4 horas, sin garantía de realizarlo.
Nuestra siguiente opción era un paseo por la Sierra Quemada la cual incluía un ritual de purificación, por llamarlo de algún modo, que era realizado por un chamán de la comunidad huichol, los antiguos moradores de la sierra.
—Buenos días güerita, ¿quieres montarte en mi caballo? —preguntó un chico de los que ofrecían los paseos a mi novia, al ella llamar su atención.
A pesar de Leslie llevar puesto, por causa de las bajas temperaturas, un abrigo azul que le llegaba ligeramente arriba de las rodillas su porte y elegancia eran difícil de pasar desapercibidos, pues su cabellera rubia contrastaba con el color de su abrigo.
Ella se había puesto una blusa blanca de botones, tipo sastre, pensando en el momento de tomarse las clásicas fotografías de recuerdo que lamentablemente no podía lucir; pues aún con el sol en todo lo alto las heladas ráfagas de viento calaban hasta los huesos.
Un pantalón vaquero ajustado al cuerpo hacían lucir sus piernas largas y delgadas por debajo de su abrigo; y unos botines negros le daban un poco más de altura a su esbelta figura. Definitivamente era fácil saber por que el chico se había dirigido a ella y no a mí en una primera instancia; en fin, cuando tienes como novia una mujer tan hermosa es algo a lo que te acostumbras rápidamente.
—Buenas tardes —saludó ella—. ¿Adónde van?
—Vamos a la Sierra Quemada a un ritual de purificación. Tengo dos lugares disponibles, ¿les interesa? —dijo un chico de tez bronceada bajo un sombrero de vaquero al acercarse a mi novia, mostrando una sonrisa blanca que contrastaba con su tono de piel.
Yo la verdad no estaba muy convencido con la parte del ritual místico del paseo, ya que esto lo hacía demorar más, por lo que pregunté si había alguna opción sin el ritual.
—Lo lamento, lo que sucede es que el Cerro de la Quemada se considera sagrado por los huicholes —dijo el chico al darme a entender que la única razón por la que el paseo era posible, era por un acuerdo entre el gobierno federal y la comunidad indígena para preservar sus tradiciones—. A ellos se les da una parte del costo del paseo, es como un impuesto, para preservar sus tradiciones —explicó el chico amablemente.
Aunque pudiera ser que yo no creyera en rituales de purificación y chamanes, si creía en la deuda histórica que teníamos con las comunidades indígenas por lo que acepté realizar el paseo bajo esas condiciones.
Dado lo fuerte del sol el paseo no iniciaba sino hasta las 4 de la tarde, eran unas dos horas de camino en caballo hasta la Sierra Quemada, tendríamos una media hora para explorar los alrededores de la sierra celebrando el ritual después de la puesta del sol y regresando al pueblo al finalizar éste.
Intercambiamos teléfonos con el guía para que él nos avisara al momento justo en que saldríamos. En lo que partíamos Leslie y yo tuvimos tiempo para comer en una pequeña fonda y curiosear por el pueblo hasta que recibimos el mensaje del chico para volver al punto de partida.
—Este caballo es para usted señorita, es el más manso que tengo —dijo el chico a mi novia al momento de asignar los caballos.
—Gracias —dijo ella en lo que el chico la ayudaba a subir; ofreciendo su rodilla para que ella apoyara su botín negro a manera de banquito—. ¿Cómo se llama?
“Es obvio que le den el mejor caballo a Leslie, si cada hombre que la ve se la quiere coger”, pensé en mi interior al suponer que, por ser mi novia de las mujeres más atractivas del grupo, el chico quisiera quedar bien con ella a cambio de una buena propina.
—Se llama Pinto señorita —respondió el chico quien no era muy original para asignar nombre a sus caballos, pues Pinto era blanco con manchas oscuras.
Siendo franco el trayecto fue bastante tortuoso para mis posaderas, además éste no fue en línea recta ya que la idea del paseo era también conocer los alrededores de la sierra. Entre guías y turistas nuestro grupo se componía de unas 30 personas, todos a caballo. También es posible hacer el trayecto a pie, pero dado la altura de la sierra y la falta de señalizaciones, al considerarse tierra sagrada, no es una actividad recomendable para turistas.
Los caballos tienen buena memoria, por lo que no es necesario que los guiemos, ellos saben a donde van y como regresar. Fuera de algún resbalón debido a piedras sueltas en el camino el traslado fue bastante agradable. Un consejo, no olviden su chaqueta o abrigo aun cuando el sol brille en lo alto, no querrán pasar penurias como le ocurrió a uno de los turistas.
Como los caballos se mueven en fila sólo los guías pueden avanzar o retroceder cuando un caballo no sigue el ritmo de la caravana. Yo iba detrás de Leslie por lo que pude ver cuando el chico se emparejó con el caballo de ella.
—¿Qué tal el caballo? ¿Se porta bien? —preguntó el chico a mi novia siendo amable.
—Si, tenías razón, Pinto es muy tranquilo y muy bien portado —respondió ella como si montar a caballo fuera algo habitual.
—Lo mejor para usted güerita —dijo el chico, levantándose ligeramente el sombrero en señal de cortesía sacándole una sonrisa antes de continuar guiando la caravana. Al menos él se portaba como un caballero.
Por causa de las subidas y bajadas de la sierra hicimos más de una hora y media en llegar al lugar donde se realizaría el ritual. Estaba desesperado por bajar de mi caballo y estirar un poco las piernas.
Como los caballos no pueden subir hasta la cumbre debido a lo agreste de la vereda, tuvimos que dejarlos en una orilla de la cima para después continuar a pie en la última parte del trayecto.
Antes de comenzar a subir, Leslie quiso tomarse una fotografía sobre su caballo, con la sierra montañosa de fondo, pues era seguro que al regresar de la cima el sol ya se hubiera puesto haciendo imposible capturar ese paisaje.
—Si quiere le presto mi sombrero señorita —dijo el chico quitándose el sombrero y sacudiéndole el polvo con un par de manotazos—. Le aseguró que no tengo piojos —agregó a manera de broma.
El guía realmente estaba siendo muy amable con mi novia, gesto que a ella apareció agradarle.
—Gracias, puedes llamarme Leslie.
En lo que tomábamos algunas fotos tuvimos tiempo para presentarnos. Resulta que nuestro guía se llamaba Gabriel, tenía 21 años y vivía en un municipio cercano realizando diferentes oficios. Como su familia siempre había tenido caballos él era un experto jinete.
Hacía un par de años que un amigo lo había invitado a ayudarlo a dirigir las excursiones de turistas durante la temporada alta; y ya que el dinero nunca sobra continuó haciéndolo hasta ese día.
Aunque el chico no era muy alto, su porte y complexión robusta lo hacía lucir como un auténtico vaquero. Camisa a cuadros, chaqueta aborregada y unos pantalones vaqueros, y sin faltar, las botas con espuelas y el sombrero. Atuendo que utilizaba para dar un aspecto más rústico y auténtico a su imagen durante los paseos, pues él realmente era un chico de ciudad; si en ese momento lucía una tez bronceada es por haber realizado diversos paseos a caballo durante todo el día.
Las fotografías quedaron sorprendentes, pues el distintivo sombrero negro del chico le dieron a mi novia la imagen de una sofisticada vaquera con la sierra montañosa de fondo.
—Gracias Gabriel —dijo mi novia al regresarle al chico su sombrero.
A pesar de Leslie y yo tener una buena condición física no estábamos habituados a la altura de aquel lugar, por lo que nos costó algo de trabajo. Al final todo el grupo llegó a la cumbre donde, sin excepción, cada uno de nosotros aprovechó para tomar la mejor fotografía del paseo, levantando los brazos en señal de victoria. ¡Tal parecía que habíamos conquistado la montaña más alta del mundo!
Poco antes de la 6 de la tarde llegó el chamán en compañía de dos asistentes o aprendices, no conozco la terminología correcta, con ayuda de un mechero encendieron una fogata y quemaron algunos manojos de plantas que llevaban consigo. Incluyendo el famoso peyote, planta sagrada para los huicholes.
Acomodaron a todos los turistas alrededor de un círculo de piedras y el chaman levantó una antorcha que agitaba con su mano para esparcir sus bendiciones místicas mientras seguía cantando.
A los más valientes nos invitó a aspirar un poco del humo del peyote, una minúscula dosis que tenía un efecto más psicológico que físico. Su olor no era muy diferente al de cualquier planta, al menos para mí, por lo que además de causarme náuseas no sentí ningún efecto.
—El peyote puede ser fumado o masticado. Algunos reaccionan más rápido al humo otros prefieren masticarlo —dijo Gabriel a mi novia al explicar cual era la mejor forma de sentir sus efectos.
Según el chamán el principal efecto del peyote es el provocar a quien lo consume visiones del más allá, viajes astrales es como los suelen nombrar, los cuales tienen diferente significado dependiendo de lo que se vea y quien lo vea. Esto debido a que el peyote tiene el efecto de agudizar los sentidos y así poder percibir una realidad que con la percepción tradicional sería imposible.
—Pueden ser mensajes o recuerdos de otra vida —explicó el chamán otorgándole a sus palabras un efecto dramático, casi teatral.
Aunque el ritual parecía sencillo fue una experiencia interesante el conocer como los antiguos moradores de la sierra veneraban a sus deidades.
—Esta planta tiene propiedades mágicas, úsenlo sabiamente —dijo el chamán al entregar un trozo de peyote a mi novia como ‘regalo’; Seguramente también impresionado por su belleza.
Debido a que el peyote tiene ciertas propiedades alucinógenas durante mucho tiempo se le atribuyó poderes curativos, al punto de que la gente cosechaba esta planta indiscriminadamente hasta casi llevarla a su extinción por tener un tiempo de maduración muy largo, hasta diez años.
Razón por la que actualmente ésta prohibido su comercialización. Claro, siempre se puede conseguir un poco de ésta de la comunidad indígena de la sierra, a quienes por respeto a sus costumbres y cultura se les concede un permiso especial para usarla en sus rituales.
—Gracias —dijo ella después de pagar un precio simbólico por el exótico souvenir.
El sol se ocultó en lo que regresamos al pueblo, por lo que el viaje fue bastante terrorífico al ser sorprendidos por los sonidos emitidos por las criaturas nocturnas a medida que descendíamos. Previsoramente los guías llevaban linternas principalmente para tranquilizar a los turistas, los caballos ya estaban habituados a ese tipo de recorrido.
—¿Qué fue eso? —pregunté nervioso a mi novia al escuchar un extraño sonido emitido por alguna bestia que nos acechaba desde su escondite.
—Sólo es un ratón de campo —dijo Gabriel sin inmutarse, mientras cabalgaba como escolta personal de mi novia.
—Sólo un ratón, ya lo sabía —comenté simulando no tener miedo a los ratones y a casi cualquier otra criatura silvestre.
Durante nuestro regreso Gabriel nos comentó que anteriormente había turistas que realizaban sus propias excursiones durante la noche para poder probar las propiedades místicas del peyote en rituales clandestinos.
—Eran hippies que sólo venían a drogarse a la luz de la luna. ¿Se imaginan gente drogada, en la oscuridad, sin tener idea de donde se encuentran? Eso no terminaba bien —comentó el chico.
Por esa razón el gobierno prohibió subir a la sierra durante la noche. Aun así era difícil evitar que cada cierto tiempo un grupo de imprudentes aventureros lo intentara de nuevo.
Llegamos al pueblo y después de entregar los caballos nos despedimos de Gabriel. Leslie y yo caminábamos rumbo a nuestro coche cuando ella me pidió que le tomara una fotografía con el chico que había sido nuestro guía durante la excursión a caballo, aprovechando que estábamos en la plaza principal.
—De acuerdo si eso quieres —accedí sin darle importancia, suponiendo que era porque el chico lucía como un auténtico vaquero.
Le hice un ademán al chico para llamar su atención en lo que mi novia buscaba un lugar donde la fotografía luciera mejor. Viéndolo bien el chico si era algo atractivo. Tez bronceada, cabello negro, ojos claros y hombros anchos lo hacían destacar con sus botas y sombrero; quizás era por eso que mi novia había querido tomarse una fotografía con él como acompañante.
—Será un honor —dijo el chico aceptando posar junto a mi novia.
Gabriel caminó hacia donde se encontraba ella, quien apresurada desabrochaba su abrigo.
—No quiero salir con la misma ropa en todas las fotos —dijo ella entregándome su abrigo para que lo cuidara en lo que ella posaba junto al chico.
—Lo que tú digas amor —dije de manera burlona pues la temperatura en el pueblo desciende rápidamente al ocultarse el sol.
La acción de Leslie no me sorprendió, pues en algunos otros viajes ella había hecho lo mismo para poder conseguir imágenes mas variadas. Lo que llamó mi atención es que disimuladamente desabotonó los dos botones superiores de su blusa, generando un pronunciado escote que dibujó una sonrisa de lascivia en el rostro del chico al clavar sus ojos en el pecho de mi novia.
—¿La puedo abrazar? —preguntó el chico extendiendo su brazo izquierdo.
—Sí, claro —respondió mi novia permitiéndole al chico pasar el brazo por su espalda y sujetarla por la cintura; haciendo ella lo mismo con él.
Hice una señal para que sonrieran y comencé a tomar las fotografías; casi todas fueron del mismo estilo, pues la iluminación y el escenario no permitían hacer variantes. Además mi novia comenzó a sentir el frío en su cuerpo; al punto que sus pezones se pusieron lo suficientemente duros para hacerse notar por debajo de la blusa.
—¿Qué piensan hacer esta noche? —preguntó el chico en lo que mi novia se colocaba nuevamente su abrigo tan rápido que olvidó abotonar su blusa.
—Creo que iremos a cenar primero y luego buscaremos un lugar donde beber —respondí sujetando a mi novia por la cintura.
—Si están interesados en un bar les puedo recomendar uno —dijo el chico al darnos las indicaciones para un bar que él solía frecuentar.
—Gracias, creo que así lo haremos —dije yo.
—Tienen mi teléfono, si ocupan que les eche la mano no duden en hablarme. Qué tengan buena noche —dijo el chico antes de despedirse; estrechando la mano conmigo y dándole un beso en la mejilla a mi novia.
Por ser temporada alta fue complicado conseguir un lugar donde cenar; al final entramos en una pequeña fonda. Aunque la comida estuvo excelente, pues después de una excursión de cuatro horas teníamos mucha hambre, tuvimos ganas de ir a un bar a beber unos tragos antes de dormir.
Decidimos ir al que nos recomendó Gabriel pues nos había dicho que era un lugar mucho más tradicional que los que preferían los turistas; además de ser más económico.
—¿Qué te parece si invitamos a Gabriel a beber una copa con nosotros? —preguntó mi novia en lo que nos dirigíamos al coche—. Así no parecemos unos turistas.
—Si eso quieres amor, lo podemos invitar —respondí a mi novia una vez más sin darle importancia a su solicitud, pues ella siempre ha sido una persona muy amigable.
Leslie le envió un mensaje al chico informándole que iríamos al bar que nos había recomendado y preguntándole si le gustaría beber una copa con nosotros. No pasaron ni cinco segundos en lo que él respondió afirmativamente.
Nos subimos al coche para acercarnos al bar el cual no estaba muy lejos. Leslie, quien todavía traía consigo el regalo del chamán lo guardó en la guantera para evitar perderlo pues pensaba beber más de una copa.
Cómo el bar no tiene estacionamiento dejé el coche en una calle aledaña; en lo que caminamos al bar, Gabriel ya se encontraba esperando por nosotros en la puerta, ya sin sus espuelas pero todavía con su sombrero. Supuse correctamente que moverse a pie en ese pueblo a veces era mucho más sencillo.
—Buenas noches, encantado de verlos de nuevo —dijo el chico antes de saludar nuevamente a mi novia con un beso.
—Qué bueno que viniste —dijo ella sonriendo y dejando ver un brillo en sus ojos por que el chico hubiera podido acompañarnos.
El bar preferido de Gabriel estaba lejos de ser un establecimiento de lujo. Básicamente era un pasillo largo con una sola entrada, una barra larga del lado izquierdo y del otro lado mesas altas, nos sentaron en una de las mesas altas y pedimos una ronda de cervezas y nos pusimos a conversar.
Obviamente Gabriel, con sus innumerables anécdotas se llevó la noche, pues en comparación con sus aventuras como jinete nuestras vidas eran bastante aburridas. Su imagen ruda de vaquero contrastaba con su manera de hablar tan citadina y casual, la cual quedaba a tono con una sonrisa amistosa que tenía cautivada a Leslie; quien no paraba de reír por la forma en que el relataba sus historias, tendiendo a exagerar. Ella había hecho buena química con el chico.
—Y pasé toda la noche sin cerrar los ojos, con mi carabina al hombro —dijo el chico al finalizar un relato en el que supuestamente él se había perdido en el desierto por haber salido a cabalgar estando ebrio. Historia donde el había sido acechado por alguna presencia maligna o quizás un ratón de campo.
—No puede ser, yo me hubiera orinado de miedo —dijo mi novia sin dejar de reír al escuchar la exagerada historia.
Después de haber bebido un par de cervezas el chico se excusó para ir al sanitario. Al quedarnos solos Leslie enmudeció inmediatamente; mientras jugaba con sus dedos, tamborileando sobre la mesa.
—¿Qué sucede amor? —pregunté al notarla un poco ansiosa, pensando que quizás ya estuviera cansada y quisiera ir a dormir.
Ésta no era la primera vez que compartíamos una copa con un desconocido en un bar. Debido al carácter alegre y cordial que ambos teníamos nunca representó un problema hacer nuevos amigos cuando asistíamos a este tipo de establecimientos para presenciar un evento deportivo, o sólo pasar el rato.
Claro, el tener una buena apariencia siempre jugaba a nuestro favor para esto de conocer personas; si acaso sólo éramos cautos con quien nos sentábamos a compartir una copa, teniendo como regla principal no dar demasiada información personal con quien acabábamos de conocer por razones de seguridad.
Pero esto era diferente, yo estaba seguro que a Leslie le agradaba el chico, sino fuera así, ¿por qué habría ella de haberse tomado tantas fotografías con él hacía un momento y haber insistido en invitarlo a beber una copa? Aun así no estaba de más preguntar.
—Nada, es sólo que; no sé como decirlo —respondió ella siendo vaga.
—¿Te sientes incomoda con Gabriel?
—No, claro que no, me parece un chico bastante agradable y divertido —respondió ella—. ¿Y a ti que te parece?
—Opinó igual, es muy divertido y me parece que podríamos ser buenos amigos si viviera en nuestra ciudad —respondí yo de manera casual.
—La verdad, yo prefiero que no viva en nuestra ciudad —comentó ella con una sonrisa que me dejó confundido.
El comentario de Leslie no podía ser más contradictorio. Por un lado decía que le agradaba el chico y por el otro no quería que estuviera cerca de nosotros. Por un momento creí haber escuchado mal.
—No entiendo.
Leslie se mordió los labios para evitar reír, cambiando la posición de sus piernas al cruzarlas de un lado a otro, de tal manera que pensé que ella tenía ganas de ir a orinar al verla retorcerse sobre su silla.
—Quiero decirte algo, pero no sé como lo vayas a tomar.
“¡Cielos, debería ser algo serio lo que mi novia tenía que decirme!”, pensé en ese momento, pues desde que nos comprometimos en una relación formal, ésta era la primera vez que la veía dudar antes de confesarme algo. Ni siquiera en la ocasión en la que me confesó haber chocado mi coche la había visto tan nerviosa.
—Dime amor, sabes que yo siempre te escucho.
—Verás amor, me agradó mucho Gabriel, me gustaría ver si podemos invitarlo al hotel. ¿Cómo ves?
Casi escupo la cerveza que tenía en mi boca al escuchar a mi novia decir eso. Ni en un millón de años hubiera considerado la posibilidad de que ella quisiera invitar a un desconocido a nuestra habitación de hotel.
—¿Y para qué? —pregunté aclarando mi garganta con un par de golpes de pecho, solicitando que fuera mucho más específica para evitar malos entendidos.
—Pues para… pasar la noche con él —confesó ella tímidamente dejándome helado.
Según Leslie, desde la vez que habíamos visto una película pornográfica en nuestro departamento, una película donde se veía a una chica muy parecida a ella teniendo sexo con dos hombres, se había quedado con la duda de que se sentiría estar en esa situación.
Al principio pensó en convencerme para que invitáramos a un amigo a nuestra cama y así sacarse la ‘espinita’ de ese oscuro deseo. Y aunque ambos teníamos amigos que a ella le parecían lo suficientemente atractivos para realizar un trío con nosotros, después de considerar las alternativas llegó a la conclusión que si llegaba a convencerme lo mejor sería hacerlo con un desconocido, alguien a quien frecuentáramos poco para reducir al mínimo la posibilidad de crear un lazo más allá del sexo físico.
—La verdad desde que vimos esa película porno me quedé con las ganas de probar; y pues prefiero que sea con alguien que no sea de nuestra ciudad, que no veamos mucho. Tú sabes para evitar chismes.
No la podía culpar por haberse quedado con esa ‘espinita’ ya que, en primer lugar, yo era el que la había convencido de ver películas para adulto como medio para hacer más interesante nuestra vida sexual. Sin embargo, una cosa era tener una fantasía después de haber visto una escena de sexo y otra muy distinta era la realidad, por lo que tenía que asegurarme de lo que ella me estaba pidiendo.
—¿Estás segura de lo que quieres hacer? —pregunté a mi novia esperando que recapacitara sobre lo que acababa de solicitarme, pues nunca antes habíamos tocado el tema de tener sexo con otras personas. Mira que yo también voy a querer coger contigo esta noche y no me gustaría que a la hora de la verdad te eches para atrás y ambos quedemos en ridículo con el chico.
Leslie apretó los labios dirigiendo la mirada hacia la parte de atrás del bar, por donde había desaparecido Gabriel; era muy obvio que sentía tantos nervios como ganas de tener sexo con aquel extraño con aspecto de vaquero.
—La verdad si tengo muchas ganas de hacerlo —respondió con una voz entrecortada que reflejaba la mezcla de emociones que la atormentaban—; y pues yo sí creo que podré cogerme a los dos —agregó con valor dándome entender que ya había considerado el esfuerzo físico que su fantasía implicaba.
—Como tú digas amor, si eso quieres eso haremos —asentí accediendo a sus deseos sin sopesar las consecuencias de lo que haríamos debido al alcohol que corría por nuestras venas—, pero al menos recuerda ocultar tu cartera, no vaya a ser que nos robe lo poco que tenemos —agregué a modo de broma al recordarle que no conocíamos realmente al hombre con el que ella quería tener sexo.
De todas las cosas que pensé que Leslie pudiera desear para nuestro aniversario jamás me pasó por la mente la posibilidad de que ella deseara participar en un trío. Lo bueno es que al menos esto era mucho más barato que lo que yo tenía planeado. Ahora sólo faltaba decidir quien se lo propondría a Gabriel.
—¿Se lo pides tú? —pregunté en lo que daba un último trago a mi bebida.
—La verdad me da mucha pena, preferiría que le preguntes tú amor.
Como Leslie nunca antes había tenido sexo con dos hombres, al menos hasta esa noche, era lógico que no supiera como reaccionar en esa situación; por supuesto yo tampoco, por lo que sugerí que actuáramos de la manera más natural para que Gabriel tampoco sospechara que sería la primera vez que nosotros hacíamos éste tipo de cosas.
—Sólo le preguntamos si quiere acompañarnos al hotel a continuar la fiesta y que él decida —sugerí para evitar proponerle realizar un trío con nosotros en un lugar público.
—Me parece bien, que él se imagine lo que quiera, ya en la habitación intentaré seducirlo —concordó mi novia suponiendo que así se sentiría menos presionada.
Antes de que regresara Gabriel pedí otra ronda de cervezas suponiendo que estando ebrio sería más fácil de convencerlo a acompañarnos al hotel.
—¿Y que planes tienen para mañana? —preguntó el chico sentado nuevamente frente a nosotros.
—Teníamos planeado ir a un paseo en cuatrimotos, pero todo depende de a que hora nos despertemos porque hay que salir temprano para eso —respondí.
—Sí es verdad, esos paseos salen a las siete de la mañana, por lo que si tenían planeado continuar bebiendo no se los recomiendo —comentó el chico como si quisiera persuadirnos de realizar ese paseo—. Andar con resaca en ese tipo de vehículos es muy peligroso.
—Bueno entonces creo que seguiremos bebiendo —concluí después de escuchar el consejo del chico—. ¿Hay otro bar por aquí? —pregunté dando entender que si no era necesario despertarnos temprano era mejor continuar la fiesta en algún otro lugar ya que ese era un poco aburrido.
—La verdad los bares aquí son más o menos iguales, a menos que quieran que vayamos a beber a su hotel —dijo el chico dirigiendo una sonrisa indiscreta a mi novia, al sugerir la posibilidad de pasar la noche con nosotros.
¡Perfecto! El chico había caído en nuestra trampa o nosotros en la de él, no lo sé. Lo que si sabía es que la fantasía de mi novia, de realizar un trío sexual esa noche estaba más próxima de hacerse realidad.
—¿A donde vas tú cuando quieres divertirte? —preguntó mi novia, estirando su pie por debajo de la mesa para tocar al chico en la pierna ‘accidentalmente’.
Gabriel reaccionó de manera positiva con una sonrisa a ese pequeño gesto de mi novia y dando un gran trago a su tarro de cerveza se tomó su tiempo antes de responderle.
—Cuando salgo a beber con mis amigos preferimos ir en camioneta hasta el mirador u otra colina. Pero cuando salgo con una chica hermosa, como tú, no hay mejor lugar para divertirse que el cementerio —comentó él bajando la voz, pues era de esperarse que beber en un lugar de reposo eterno se considerara profano.
—¡¿El cementerio?! —exclamó mi novia sorprendida.
Según Gabriel, no había experiencia más excitante que seducir a una chica sobre la loza de una tumba abandonada, pues lo macabro del lugar hacía que cualquier chica se arrojara a sus brazos al menor sonido.
—Si lo piensan bien, hacerlo sobre una fría lápida, es un tributo a la vida de quien yace en la tumba —comentó de manera burlona.
Ignoro si lo que comentaba Gabriel era cierto o sólo se encontraba bromeando a causa del alcohol, de cualquier forma él era el guía turístico, habría que tomarlo en cuenta.
—¿Qué te parece amor, te gustaría que lo hiciéramos al aire libre bajo la luz de la luna? —pregunté a mi novia de manera burlona su opinión sobre tener sexo sobre una tumba abandonada.
—Por supuesto que no, ni aunque me pagaran por eso —respondió ella de manera tajante.
—Bueno entonces supongo que tendremos que continuar la fiesta en el hotel, ¿quieres acompañarnos? —pregunté al chico de la manera más natural posible, como si se tratase de cualquier asunto sin importancia.
—Claro, me encantaría, sólo permítanme ir a recoger mi mochila —respondió el sin dudarlo.
Leslie intentó ocultar detrás de su bebida la sonrisa que se dibujó en sus labios al escuchar la respuesta de Gabriel, derramando un poco de cerveza al inclinar su tarro prematuramente.
—De acuerdo, tú ve por tu mochila en lo que yo pagó la cuenta —dije en lo que ayudaba a mi novia a limpiar la cerveza de su ropa con una servilleta.
El chico salió del bar dejando a mi novia y a mí compartiendo en silencio miradas de complicidad. Ni ella ni yo teníamos idea de que decir en ese momento. Confiábamos en que algún día la tendríamos, cuando en el futuro recordáramos esa noche de manera anecdótica.
Ya fuera del bar esperamos por Gabriel quien había ido a recoger su mochila, la cual había dejado encargada con sus amigos, y supongo que también, por la reacción de ellos, a presumirles los planes que él tenía para esa noche.
Leslie se volteó hacia mí en el momento que esos chicos bromeaban de forma soez y vulgar, su rostro me indicaba que había sido presa del morbo de la situación. Por un lado sentía vergüenza por lo que esos chicos estarían pensando de ella, pero por otro lado sabía que en pocos minutos se haría realidad su fantasía de tener sexo con dos hombres por primera vez; por lo que era difícil saber si estaba avergonzada o ansiosa.
“¡Qué suerte tienes cabrón, te vas a coger a esa puta que se ve que está bien buena!”, se escuchó exclamar con envidia a uno de los amigos de Gabriel en lo que un escalofrió corrió por el cuerpo de mi novia sacándome una espontánea sonrisa burlona; ella sola se había puesto en esa situación por lo que le tocaba aguantar cualquier calificativo que esos desconocidos le pusieran.
Aunque en ningún momento habíamos dicho tácitamente a Gabriel que deseábamos realizar un trío con él esa noche, al parecer, él y todos sus amigos ya lo intuían.
—¿Nerviosa? —pregunté de manera insensible al ver como sus ojos brillaban bajo la luz de las lámparas.
—Sí —confesó ella acercando su cuerpo hacia mí para que la abrazara de manera protectora.
“¿Y el pendejo de su novio va estar viendo mientras te la coges?”, se escuchó otra voz preguntar provocando que ahora Leslie se riera de mí por el calificativo con que yo había sido bautizado.
Entre risas y comentarios subidos de tono Gabriel se despidió de sus amigos y caminó hacia nosotros, con la actitud de un afortunado participante de un concurso luego de informarle que tiene que ir a recoger su premio.
—Listo amigos —dijo el chico abrazando a mi novia para que ella se sintiera protegida al ser escoltada por los dos hombres que la harían suya esa noche.
Nos pusimos en camino a buscar nuestro coche, mientras a lo lejos todavía se escuchaban algunas de las voces de los amigos de Gabriel rompiendo la monotonía de la plaza, en lo que nosotros hacíamos oídos sordos.
—¿Qué te decían tus amigos? —pregunté sólo por molestar a mi novia, pues yo había escuchado claramente la forma en que ellos habían estado hablando tanto de ella como de mí.
—No nada, sólo que esperaban que yo la pasara bien y que me divirtiera —respondió él siendo amable, a lo que mi novia y yo respondimos con una risa burlona al saber que mentía.
Con mi novia en medio caminamos los tres abrazados como alegres parroquianos; dando la vuelta en la esquina para encontrar nuestro coche.
Abrí la puerta posterior para que Gabriel pudiera colocar su mochila en el portaequipaje. Como nuestro coche era de cuatro plazas pero con sólo dos puertas era lógico que el chico pasara primero para colocarse en el asiento de atrás.
—Entra amor —dije a mi novia quien me miró extrañada colocándose en el asiento del copiloto.
—¿Entro por la otra puerta? —preguntó el chico.
—No, tú vas en las piernas de Leslie —respondí invitándolo a subir—, así podemos ir todos conversando sin tener que voltear; ¿si es que no te molesta ir en sus piernas? —pregunté divertido.
Leslie y Gabriel cruzaron la mirada sorprendidos por lo que yo acababa de decir pues mi sugerencia les parecía algo extraña.
¡Cómo podía mi novia quejarse cuando yo estaba consintiendo que ella tuviera sexo con ese chico!, por lo que tuvo que acatar mi sugerencia sin protestar. En cuanto a Gabriel el alcohol en su sangre lo hizo tomar mi sugerencia de buen humor; de cualquier forma como el hotel estaba a unas pocas calles no estarían incómodos por mucho tiempo.
—No, claro que no —respondió el chico entrando en el auto con gusto.
¡No tienen idea de lo divertido que fue ver a Leslie y Gabriel hacer acrobacias para acomodarse en el asiento del copiloto del pequeño coche europeo! ¡Parecía que estaban jugando Twister!
Quizás lo más conveniente hubiese sido que mi novia se hubiese sentado en el regazo del chico si la idea era ir sentados los tres al frente; pero aceptémoslo, eso no hubiera sido tan divertido. Cerré la puerta del copiloto y me subí al auto.
Como el cinturón de seguridad no podía abarcar a los dos, Leslie tuvo que abrazar a Gabriel en lo que él se colgaba del cuello de ella. La posición que él tenía era tan incómoda que tuvo que pasar los pies por encima del divisor de asientos colocando sus botas vaqueras sobre mi propio regazo.
—¿Es la primera vez que secuestran a un joven apuesto? —preguntó el chico en modo de broma.
—Estamos practicando —respondió mi novia riendo divertida dándole una palmada en la pierna del chico para después dejar su mano ahí; seguramente imaginando posiciones más incomodas en las que ella y ‘su vaquero’ podrían colocarse esa misma noche.
Tal parecía que Leslie estaba comenzando a disfrutar el tener un poco de contacto con el atractivo guía turístico. Ese iba ser su día de suerte; o para ser más exacto, la noche de su vida.
—Te prometo que la próxima vez rentaremos un coche con cajuela para que vayas más cómodo —comenté al seguir jugando con la idea del secuestro.
—Te lo agradecería, aunque mejor les aviso que no creo que nadie pague mucho por mi rescate.
—No te preocupes cariño, ya veremos como nos cobramos —dijo mi novia acompañando su eufemismo con una sonrisa que reflejaba las ganas que tenía de tener sexo con aquel fornido vaquero.
Encendí el coche para dirigirnos al hotel. Como la mayoría de las calles no fueron hechas pensando en vehículos de motor no siempre es posible regresar por donde vienes por lo que tuve que dar vuelta un par de calles más adelante.
—Quisiera que mis amigos me vieran ahora —comentó el chico en voz baja al no poder creer la buena suerte que tenía.
Probablemente para ese momento, en que él estaba sentado sobre las piernas de mi novia, abrazados mutuamente, ya se hubiera hecho una idea de la razón por la que lo invitamos a nuestra habitación de hotel. De no ser así, él no era el chico indicado para que mi novia consumara su fantasía de participar en un trío.
—Eso tiene arreglo —dije yo corrigiendo el rumbo para pasar una vez más por la esquina de la plaza donde se encontraban los amigos del chico.
El rostro de Leslie se puso pálido presa del terror de volver hacer el objetivo de los comentarios de mal gusto del grupo de amigos de Gabriel; quitó su mano de la pierna del chico y la puso en mi hombro, como si intentara suplicarme en silencio que no pasara por ahí. “Tonta, no puedes obtener placer sin pagar por él”, pensé en mi interior al dar vuelta a la plaza.
Como en el momento que pasamos a lado de los amigos de Gabriel, él estaba sentado en el lado opuesto del coche tuve que accionar el claxon con la clara intención de llamar su atención; sacándolos de sus asuntos con el característico sonido agudo de este tipo de vehículos.
Debido a la falta de luz y al no saber que ese vehículo era el nuestro los chicos reaccionaron de manera agresiva por haberlos asustado. Fue sólo hasta que Gabriel, bajando la ventanilla de su lado y sujetando el toldo, asomó casi por completo su torso para saludar a sus amigos, muy a su estilo.
—¡Hasta mañana cabrones! —exclamó de manera vulgar. Saludo, al que sus amigos respondieron con el mismo estilo.
“¡Ojala amanezcas sin riñones, pinche puto!”, o, “¡yo tengo la verga más grande!”, fue la clase de comentarios con que aquellos desconocidos nos despidieron en lo que nuestro pequeño coche se perdía en las empedradas calles, no sin antes regresarles el saludo con un nuevo toque de claxon. Todos reímos.
—Te pasas —dijo mi novia entre risas golpeándome en el hombro en lo que el chico volvía a sentarse en sus piernas.
Como el hotel no tenía estacionamiento debería dejar el coche en una pensión un poco más adelante, por lo que bajé a Leslie y Gabriel en la puerta del hotel; además la habitación era para dos personas, era mejor entrar por separado para no llamar la atención. En lo que el chico fue a tomar su mochila del portaequipaje tuve tiempo de hacerle una rápida pregunta a mi novia.
—¿Cuánto tiempo necesitas?
Al ser ésta la primera vez que mi novia tendría sexo con un desconocido decidí no presionarla y sujetarme a sus deseos; si ella deseaba tener sexo sólo con Gabriel, lo acataría con estoicismo, sin reprocharle nada.
De cualquier forma si le iba bien con el chico, y ella continuaba con ganas de que hiciéramos un trío con él, la noche era larga y aún nos quedaba un día más en aquel pueblo.
—No sé, una hora para empezar —ella respondió sin tener una idea de cual era su plan para seducirlo—. ¿Pero sí vas a querer participar o quieres que me lo coja yo sola? —preguntó sorprendida por mi actitud tan moderna y permisiva.
—Haremos lo que tu quieras amor, pero dime rápido —dije yo urgiendo a tomar una decisión al momento que el chico cerró la portezuela posterior del coche.
—Una hora para tener chance de conocernos y hacer algo sólo él y yo; ya luego tú te nos unes.
—De acuerdo —acepté, despidiéndome de ella con un rápido beso, como prueba de que yo no tendría problema con lo que ella y el chico hicieran esa noche.
Aun cuando frente a Leslie me esforcé por mostrar un temple de acero por dentro me estaba muriendo de curiosidad por saber lo que, ella y el atractivo guía de turistas, harían en cuanto cerraran la puerta tras de ellos. Conduje el coche hasta la pensión dispuesto a esperar hasta que se cumpliera el plazo solicitado por mi novia. No fue fácil.
Mi mente, inquieta, comenzó a imaginar múltiples escenarios respecto a lo que podría estar ocurriendo en ese momento en nuestra habitación.
“Quizás se eche para atrás”, pensé al suponer que por ser esa la primera vez que mi novia tendría sexo con un chico que acababa de conocer terminara arrepintiéndose. “Pendejo”, dije a mi mismo al considerar que ella debió haberse armado de mucho valor tan sólo para proponerme lo que estábamos haciendo, por lo que lo mejor que ella podría hacer sería aprovechar la oportunidad que yo le había otorgado.
“De cualquier forma si llegara a ocurrir que ella se arrepintiera, creo que sería lógico que me enviara un mensaje a mi teléfono para decirme que ya podía ir a la habitación”, razoné mientras veía como el reloj de mi teléfono tardaba más tiempo de lo usual en avanzar.
Sin embargo los pensamientos que más atormentaron mi mente fueron los relacionados con la posibilidad de que ellos ya estuvieran desnudos sobre la cama teniendo sexo.
“Leslie es una chica muy hermosa y la verdad está bien buena, el chico sería un pendejo si no aprovecha para cogérsela”, pensé justificando que el chico simplemente saltaría sobre ella y la desnudaría para tener sexo en nuestra cama, ”espero que al menos se la coja bien duro para que se le quiten las ganas a esa puta de ponerme los cuernos”, deseé aceptando que de ahora en adelante había muchas posibilidades de que yo terminara siendo la pareja sumisa de mi novia.
“¿Quién dará el primer paso?”, pensé intentando recordar como había sido la primera vez que mi novia y yo habíamos tenido sexo.
Si mi memoria no me fallaba debió haber sido después de que ambos asistimos a una fiesta durante nuestro último año en la Universidad de Arquitectura. Para ese entonces ya nos conocíamos pero dado que ella tenía un novio y yo varias parejas esporádicas, nunca se dio la oportunidad de que tuviéramos una cita, porque definitivamente me parecía una chica muy atractiva desde tiempo atrás.
Recuerdo que a esa fiesta ella asistió en compañía de unas amigas, al yo notar la ausencia del que era su novio me atreví a abordarla; aun cuando yo había asistido a la fiesta con una amiga con la que solía tener sexo. Mi amiga lo entendería, después de todo ella tampoco era exclusiva mía.
—Hola, ¿y tu novio? —pregunté a Leslie al cruzarme con ella ‘accidentalmente’ en aquella fiesta.
—Hola, mi novio no pudo venir —respondió tímidamente.
Le invité una copa y estuvimos conversando acerca de lo que haríamos después de graduarnos, pues aquel era nuestro último año. Conversando nos enteramos de que ambos teníamos interés en estudiar una maestría combinándola con un empleo en un despacho de diseño arquitectónico. Antes de que terminara la noche le volvía a preguntar por su novio y me confesó haber terminado con él un par de semanas antes.
—Eso es algo común entre las parejas que terminan la Universidad, el cambio les asusta —comenté yo al darle a entender que mientras, ella y su novio, estudiaban era fácil mantener una relación por pasar la mayor parte del tiempo juntos—; el problema aparece cuando ya no pueden convivir diario por causa del mundo laboral pues la desconfianza aparece.
Ella aceptó mi argumento como válido y terminamos teniendo una cita; la cual si incluyó sexo, mucho sexo, pues ella ya tenía un par de semanas en abstinencia y yo le tenía muchas ganas.
En realidad quedé sorprendido, pues yo tenía la idea de que Leslie debería ser una chica seria y recatada en la intimidad cosa que no fue así.
Por carecer de recursos para un motel tuvimos que utilizar la habitación de un amigo mío en los dormitorios de la Universidad, la cual solía prestarme mientras él trabajaba para yo tener un encuentro con alguna chica. Primera sorpresa, ella no se negó a ir ahí.
Tan pronto cerramos la puerta comenzamos a comernos a besos en lo que, con nuestros dos pares de manos, intentábamos a ciegas despojarnos de la ropa mutuamente. En cuestión de segundos nos encontramos desnudos en medio de la habitación deseosos de fornicar.
Ella se arrodilló ante mí y tal se tratara de una mujerzuela comenzó a lamer mi miembro dulcemente, como si fuera la golosina favorita de su niñez. Yo no me había rasurado en aquella ocasión, pues no esperaba que practicáramos sexo oral en una primera cita, por lo que supuse que la abstinencia había elevado su libido. Ni siquiera el murmullo del otro lado de la puerta del dormitorio la hizo contenerse ante la posibilidad de que fuera abierta por un curioso.
Cuando mi miembro se tornó rígido ella se enfocó en mis testículos, los cuales colgaban en medio de una maraña de bello púbico. Sentir su tibia y húmeda lengua masajear cada una de mis bolas, peinando esos gruesos cabellos fue una sensación casi celestial que puso mi corazón a latir a mil por hora. Ella era realmente muy hábil con su lengua. ¡Me había sacado la lotería sin comprar boleto!
De pronto estando ahí sentado en mi auto, pasada la medianoche, en casi completa oscuridad y recordando aquella memorable primera cita con Leslie, algo en mi entrepierna comenzó a llamar mi atención. Se trataba de mi pene que excitado por las remembranzas del pasado comenzó a pulsar repetidamente contra las paredes que lo aprisionaban.
Instintivamente bajé mi mano a mi entrepierna para acariciar el bulto que reflejaba lo excitado que me encontraba; intentando acomodarlo a lo largo de mi muslo para que éste pudiera extenderse más fácilmente.
Una a una vinieron a mí las imágenes que representaban las ocasiones que más placer creía haber disfrutado con mi novia. Como en la primera vez que festejamos su cumpleaños, o la primera vez que celebramos el mío. Todas esas ocasiones en que terminamos fornicando como si fuéramos animales.
Estaba yo completamente sumergido en mis recuerdos que casi sin darme cuenta una imagen mental se plantó en mi psiquis. La imagen de mi hermosa novia de rodillas frente a un chico que habíamos conocido ese mismo día.
¡Mierda! Aunque por un lado me agradaba traer a mi mente esos gratos recuerdos por el otro lado, el saber que mi novia, así como me había practicado sexo oral en nuestra primera cita, podría estar teniendo la misma cortesía con Gabriel me puso ansioso.
Extrañamente esa imagen que en otro momento podría haberme hecho enfurecer no vino sola. Como si se tratara de una reacción en cadena una escena tras otra de Leslie teniendo sexo con Gabriel fueron proyectadas en mi mente, con una clase de nitidez que rivalizaban con el mejor sistema de cine.
“Seguro ese cabrón la tiene de rodillas frente a él mamándole la verga”, pensé acomodando mi propio miembro bajo mi ropa, “después la pondrá de perrito sobre la cama, eso nos gusta a los hombres, para terminar con las piernas de Leslie en sus hombros penetrándola sobre la cama”.
Yo parecía un guionista de cine para adultos al maquinar como ese par de adúlteros deberían estar disfrutando sin mí.
“Lo bueno es que no lo volveremos a ver”, razoné una vez más al recordar que esto sólo había sido una aventura de mi novia aprovechando que estábamos de vacaciones. ¿O no? ¿Sería que después de esa noche existiera la posibilidad de que ella quedara prendada del chico?
La duda me carcomía por dentro mientras seguía creando hipotéticos escenarios; pero curiosamente a mi entrepierna parecía no importarle, pidiéndome a gritos que lo dejara salir para terminar con su tortura.
¡Jamás en la vida hubiese pensado que Leslie y yo podríamos estar festejando nuestro aniversario con ella teniendo sexo con otro hombre! Estaba muy excitado y lleno de morbo por lo que terminé cediendo a lo que mi miembro me exigía.
Bajé la cremallera de mi pantalón y un misil salió disparado de mi entrepierna formando un perfecto ángulo recto con mis muslos, quedé impactado. ¡Mierda, mi pene lucía enorme, mucho más grande de lo normal! Desde que tenía uso de memoria no recordaba haberlo visto en tales dimensiones; era probable que al igual que a mí la curiosidad y el morbo le hubieran ganado.
Pero no sólo mi miembro había sufrido tremenda metamorfosis; mis testículos los cuales estaban cubiertos con una maraña de cabello se habían hinchados de tal forma que hacía imposible que mi pene se inclinara al frente. Quedé petrificado al observar ese único ojo acuoso en la punta de mi glande mirándome inquisitivamente.
—¿Así que te gustaría que Leslie nos ponga los cuernos a ambos? —pregunté al que suponía mi miembro, aun cuando no estaba seguro de reconocer a ese monstruo.
Él pulsó en respuesta, dejándome claro que le daba igual con quien Leslie estuviera fornicando mientras el pudiera gozar con ese hecho.
—Éstas loco, mira que si el chico está bien dotado puede que Leslie nos deje a ambos —comenté intentando razonar con él mientras usaba mi mano izquierda para acariciarlo.
Él volvió a pulsar.
—¿No crees que Gabriel esté mejor dotado que tú? Quizás tengas razón, pues no recuerdo haberte visto como estás ahora mismo —dije al reconocer que esa noche mi pene se veía realmente impresionante.
Con dos pulsaciones más mi miembro respondió de forma altanera, no tener miedo de batirse en duelo con cualquier cosa que Gabriel pudiera tener en medio de las piernas.
—Si tú lo dices —dije concediendo a mi miembro eso último—. Pero entonces, ¿qué quieres hacer?
Sin dudarlo mi miembro me confesó que deseaba seguir disfrutando con las imágenes de Leslie teniendo sexo con el guía de turistas; pulsando repetidamente en dirección a la guantera enfrente del asiento del copiloto, donde se encontraba guardado el tubérculo alucinógeno.
—De acuerdo, pero después no me culpes si algo sale mal —concedí cediendo a sus deseos. Mi pene estaba a cargo esa noche; como la mayor parte del tiempo para todos los hombres.
Abrí la guantera y extraje el fruto místico que hubimos traído como recuerdo de la Sierra Quemada. Yo no estaba muy convencido de sus propiedades mágicas, pero mi miembro si lo estaba, por lo que procedí a probarlo.
Utilizando las uñas para tomar un pequeño gajo y llevármelo a la boca, masticándolo a pesar de su amargo sabor. Gracias al alcohol que aún corría por mis venas mi escepticismo había bajado considerablemente, por lo que de inmediato comencé a divagar.
Sujeté mi miembro por el tallo y con delicadeza comencé a frotarlo, de abajo hacia arriba, de arriba a abajo, lentamente, mientras trataba de transportarnos mediante un viaje astral hacia la habitación del hotel; como nos hubiera enseñado aquel viejo chamán en la sierra quemada.
Sumergido en un estado onírico pude verme a mi mismo dentro del auto, con los pantalones abajo acariciando mi pene con una mano y en la otra un trozo de peyote. Tal cual un omnisciente ser era capaz de verme a mí mismo dentro del coche desde cualquier ángulo de visión, sin que el metal de la carrocería o el techo representara obstáculo. Me sentía como un ingrávido fantasma. ¡No lo podía creer!
Éste inesperado poder era justo lo que necesitaba en ese momento para ver lo que Leslie y Gabriel estaban haciendo en mi ausencia. Definitivamente tenía que agradecerle mucho a ese viejo chamán, al que de manera errónea en un principio considere un charlatán.
Abandonando mi cuerpo en la oscuridad de la noche mi consciencia se dirigió hacia la entrada del hotel, flotando sobre la calle empedrada mientras era cegado por los faros de un coche muy similar al mío.
“¡Mierda!”, pensé al reconocer tanto al chófer que conducía el coche como a la pareja que bajaba de éste. “Somos nosotros”. Al parecer las propiedades del tubérculo no se limitaban a permitirme abandonar mi cuerpo, también mi propio tiempo.
El coche pasó bajo mi yo incorpóreo en lo que Leslie y Gabriel entraban al hotel, riendo divertidos. Tal parecían una pareja de enamorados por la forma en que el chico la abrazaba por la cintura con la excusa de evitar que ella tropezara por estar ebria. Ella no se opuso.
Entré tras ellos y vi como Leslie con un ademán saludó al chico que hacía guardia en la recepción. Quien al darse cuenta de que mi novia regresaba al hotel con un hombre diferente al que había llegado con ella esa mañana no pudo evitar sonreír. Siendo yo incapaz de descifrar si esa sonrisa era una burla hacia ella, por su comportamiento promiscuo, o hacia mí por ser un ‘perfecto cornudo’.
Leslie y Gabriel subieron por las escaleras procurando no hacer ruido para no despertar a los otros huéspedes. Ella se veía nerviosa, pero alegre por saber que por primera vez en dos años tendría sexo con otro hombre diferente a mí. La expresión en su rostro no dejaba dudas de lo que sentía al intentar abrir la puerta de la habitación.
—¡Qué tonta! —exclamó entre risas al dejar caer la llave justo frente a la puerta.
—Yo lo hago linda —dijo el chico tomándola llave.
Gabriel abrió la puerta he invitó a pasar a mi novia al colocar nuevamente la mano en la cintura de ella. La puerta se cerró, pero no importó, en mi estado actual yo era capaz de atravesarla sólo con desearlo.
El chico dejó su mochila en la silla frente al escritorio en lo que mi novia se despojaba de su abrigo, revelando que su blusa seguía sin abotonar, doblándolo y colocándolo en uno de los sillones.
—¿Tú novio irá a tardar? —preguntó el chico al quitarse la chaqueta fijando la mirada en el pronunciado escote de mi novia.
—Sí —respondió ella con un insólito tartamudeo al pronunciar un monosilábico—. Tardará un poco.
La respiración de mi novia se aceleró de inmediato, subiendo y bajando su pecho a medida que ella desabotonaba los botones de su blusa quedando sólo con un sostén rosa sobre su torso.
—Perfecto —dijo el chico quien sin pensarlo dos veces se sacó las prendas con que cubría su torso.
Una camisa a cuadros y una camiseta negra volaron por la habitación antes de que Gabriel se sentara sobre uno de los brazos del sillón para poder quitarse las botas. Por el esfuerzo que le tomó descalzarse probablemente sería la única vez que se arrepintiera de usarlas.
Recordando mi consejo con un puntapié disimuladamente mi novia empujó su cartera debajo de la cama; pues no conocía bien al chico después de todo.
Leslie ya estaba en ropa interior cuando el chico aún se preparaba para quitarse los pantalones, por lo que acomedidamente dio un paso hacia él y procedió ayudarlo con el cinturón. Sus labios se sellaron sin mediar palabra en lo que dos pares de manos luchaban por bajar los pantalones vaqueros del chico.
“¡Mierda, se ve que le tenías ganas, pinche puta!”, exclamé desde mi plano dimensional viendo como ella sujetaba el tirador de la cremallera para jalar hacia abajo. Sus manos acariciaron sólo por un instante la entrepierna del chico para apreciar el tamaño del miembro de quien sería su amante aquella noche.
Una sonrisa de lujuria se dibujó en los labios de Leslie al calcular mentalmente las dimensiones de aquel pedazo de carne. “No podría haber escogido mejor”, pensó ella; al parecer también yo podía leer la mente de terceros.
Corriendo contra reloj mi novia se arrodilló enfrente de Gabriel y con un brusco tirón le bajo los pantalones hasta las rodillas, quedando con el rostro frente a la bragueta de unos calzoncillos de un color muy percudido.
En otras circunstancias el olor que emanaba de esa entrepierna hubiera sido un obstáculo para que él pudiera copular con Leslie, pues después de una jornada de más de 18 horas, la mayoría de ellas arriba de un caballo, el hedor en sus partes nobles era lo suficientemente fuerte para alcanzarme en mi plano astral. De eso no me advirtió el chamán. Pero en ese momento, en que mi novia tenía su libido en el punto más alto, no le importó en lo absoluto.
Pasó su mano izquierda por debajo del bulto del chico y traviesamente amenazó con morderlo al tirar un mordisco al aire antes de levantarla mirada; para que su invitado tuviera una idea de la noche de placer que le esperaba.
—Eres toda una zorra —dijo llevando la mano izquierda a la mejilla de mi novia. Ella rio.
Leslie posó su mentón en la entrepierna de Gabriel dejándose acariciar con la áspera mano de un vaquero mientras sus manos buscaban la cintilla del calzoncillo. Con un nuevo tirón hacia abajo mi novia liberó el pene que se ocultaba bajo esa inmunda prenda; saltando éste como si fuera un resorte golpeándola en la cara. Ambos rieron por la jocosa escena.
El pene de Gabriel si bien no era tan grande como el mío si estaba muy duro y caliente. Un tronco de color rojizo oscuro nacía en una selva de gruesos cabellos púbicos, proyectándose hacia el rostro de mi novia con una cabeza morada en forma de hongo.
La nariz de mi novia recorrió la longitud total de aquel duro miembro hasta casi aspirar por sus fosas nasales algunos de los gruesos y inmundos cabellos. Aspirándolos como si se trataran de una fina fragancia europea.
—Se ve que te gusta la verga —dijo él con actitud burlona.
“No es obvio pendejo”, respondí desde mi posición privilegiada al ver como mi novia tomando el control del miembro de su amante se autoflageló dándose un par de golpecitos en el rostro.
¡En mi vida Leslie jamás había hecho eso con mi pene! De ahora en adelante tendría que exigirle la misma atención para conmigo.
Sin pedir autorización a su dueño mi novia lamió toda la extensión de aquel miembro viril. Humedeciendo y peinando con su lengua los cabellos que ocultaban su base, creando con ellos unas venas negras que lo recorrían a semejanza de enredaderas.
—¡Ah, que delicia! —exclamó el chico al momento que la lengua de mi novia pasaba por su glande—. Sigue así zorra, sigue así —ordenó sujetándola por las orejas la para evitar que retrocediera.
Ella devoraba el miembro de él como si su vida dependiera de que tan bien lo hacía, como si no hubiera un mañana. Introduciéndose de a poco el glande en su boca para después avanzar y retroceder con esa tranca clavado en medio de su rostro, de manera que una serie de arcadas se dejaron ver en su cuerpo al glande golpear en lo profundo de su garganta.
—¡Que rico! —exclamó nuevamente el chico marcando el ritmo que el deseaba con su mano en la nuca de mi novia.
Un líquido blanco comenzó a burbujear por las comisuras de los labios de mi novia; una mezcla entre sus fluidos y los fluidos de su amante; encontrando su camino a la alfombra al deslizarse por su barbilla y saltar al vacío.
La habitación se saturó con los inteligibles sonidos que más parecían el bramar de animales cuando se encuentran en celo que a los sonidos producidos por un hombre y una mujer en la intimidad. Gabriel era el que más lo disfrutaba, así lo indicaba su ronco jadeo.
Unos minutos después, cuando mi novia sintió el anhelo de tener ese ardiente y enorme tronco en sus entrañas, ella extrajo de su boca el miembro del chico totalmente lubricado, escurriendo una sustancia pegajosa y trasparente que conectaba a través del aire su rostro a la entrepierna de su amante por casi treinta centímetros. Ambos rieron al ver la fugaz y endeble estructura que a semejaba una tirolesa que habíamos visto ese día.
Leslie se puso en pie y con un diestro movimiento de sus manos desabrochó su sostén quedando con sus hermosos senos al aire, para inmediatamente hacer lo mismo con su tanga. Un par de patadas de Gabriel bastaron para deshacerse de su pantalón y calzoncillo.
Ambos quedaron desnudos al frente de la cama, fusionando sus cuerpos una vez más al unir sus labios. Las manos de Gabriel se deslizaron por toda la espalda de mi novia hasta encontrarse en sus glúteos; sujetándolos al cerrar los puños por un segundo antes de buscar la raja donde sus redondos y firmes atributos se unían.
Las manos de Leslie no dejaban de frotar el miembro de Gabriel, como si temiera que al dejar de hacerlo éste perdiera su rigidez.
—¡Ahora sí pinche puta, vas a saber lo que es una buena verga! —exclamó el chico de manera altanera y vulgar al girar a mi novia hacia la cama y empujarla bruscamente quedando ella en cuatro patas sobre ésta.
Una perversa sonrisa se dibujó en los labios de mi novia. Había esperado por éste momento durante todo el día, desde que aquel hosco hombre de campo le preguntó si le gustaría montarse sobre su caballo.
—¡Tú cabalgaste mi caballo, ahora yo te voy a cabalgar a ti, pinche puta! —sentenció el jinete.
Utilizando sus rodillas Gabriel abrió las piernas de mi novia y situó su cadera justo detrás de los glúteos de ella, de manera que su miembro pasó justo bajo la vulva de mi novia. Un escalofrío se apoderó de ella al momento que el sexo de ese chico hizo contacto con el suyo.
—¿Qué pasa? ¿No es lo que querías? —preguntó en forma retórica al ver la reacción de mi novia—. ¡Pues ahora te la vas a comer toda! —sentenció.
Puso su mano izquierda en la cadera de Leslie y con la derecha guío su miembro hasta la entrada de la vagina de ella, dibujando un par de círculos antes de empujar la cabeza de su glande dentro del sexo de ella provocándole gemir no de dolor sino de placer.
—¿Te gusta, verdad? Pues ahora vas a gozar como la puta que eres.
Gabriel estiró la mano derecha para sujetar el cabello de mi novia y así jalar de su cabeza hacia atrás, como haría con una briosa yegua, y en esa posición comenzó a realizar fuertes empujes de cadera, utilizando su duro miembro para penetrar cada vez más la vagina de mi novia.
El vientre de mi novia se escondía dentro de sus costillas al tiempo que su espalda se arqueaba al ser su trasero embestido con violencia por aquel rudo vaquero. Sólo faltaban las botas y el sombrero para que el chico realmente la estuviera cabalgando.
¡La imagen era totalmente bizarra! Por el semblante del chico daba la impresión de que realmente estuviera montando una yegua durante sus paseos guiados por la sierra, mientras que mi novia, en su papel de bestia de carga, se limitaba a gemir de placer al sentir como su jinete la incitaba a seguir ‘cabalgando’ con una reata en el interior de su vagina.
La baja temperatura de la noche fue insuficiente para evitar que el cuerpo de mi novia brillara con cientos de gotas de sudor al haber aumentado su temperatura corporal; mientras que con su boca babeaba de placer al sentir por primera vez desde que nos conocimos lo que era estar con otro hombre que no fuera yo.
Si Leslie y Gabriel estaban al borde del orgasmo yo me encontraba casi igual, con un extraño sentimiento de placer, mezcla de morbo y excitación al ver como la que era mi pareja estaba siendo penetrada por otro hombre. La experiencia era sublime.
Como si se tratara de una yegua en una carrera de velocidad, Gabriel aumentó la frecuencia de sus embestidas, soltando una que otra nalgada en el glúteo de mi novia al estar bien compenetrado con su papel de vaquero.
El rostro de mi novia lo decía todo, ella había alcanzado el orgasmo mucho antes que nosotros. Intentó inclinarse sobre la cama pero su jinete se lo impidió jalándola por el cabello de mala manera. ¡El la estaba domando como un verdadero vaquero!
Unos minutos después, cuando ya le fue imposible al chico contener sus emociones, terminó eyaculando dentro de las entrañas de mi novia con tan potente chorro de su ‘leche’ que hizo que la vagina de ella goteara profusamente. “Qué suerte que ella estuviera tomando la píldora”, pensé disfrutando de la morbosa escena.
Con un ronco jadeo y visiblemente agotado el chico se dejó caer sobre el sofá a sus espaldas, e instintivamente buscó su teléfono en el bolsillo de su chaqueta; en lo que mi novia se revolcaba de placer sobre la cama.
—Estuvo increíble —dijo ella con una voz entrecortada sin poder ocultar la sonrisa de satisfacción en su rostro.
Gabriel no dijo nada, seguía esforzándose por recuperar el aliento en lo que leía los mensajes en su teléfono.
—¿Qué sucede cariño? —preguntó mi novia intrigada.
—Sólo es un amigo, preguntando donde estoy. Permíteme responderle.
Gabriel marcó a su amigo y comenzó a conversar con él aprovechando para presumirle su aventura de esa noche con mi novia. Su amigo pareció no muy convencido de lo que le contaban, pues como he comentado nuestro guía tenía una tendencia a exagerar sus historias.
—¡¿Cuándo te he mentido cabrón?! Te digo que estoy en un hotel con la güerita —dijo el chico en su teléfono—. La güerita que fue esta tarde con nosotros al ritual de Cerro Quemado, ¡pendejo! ¡La que estaba bien buena!
Leslie observaba divertida como su amante discutía por teléfono tratando de convencer a su amigo.
—¿Qué pasa, tu amigo no te cree que estás conmigo? —preguntó mi novia riendo divertida.
—No, no me cree ese cabrón.
—Pásame el teléfono, quizás yo pueda convencerlo —dijo ella gateando sobre la cama para acercarse a su amante.
Gabriel entregó su teléfono a Leslie, quien con actitud juguetona se puso a conversar con quien estuviera del otro lado de la línea telefónica.
—Hola cariño, ¿cómo que no le crees a Gabriel? Leslie rodó sobre la cama de manera que quedó de espalda sobre ésta; con la cabeza hacia atrás al estar justo en el borde, haciendo contacto visual con Gabriel.
—Sí, aquí hemos estado en el hotel divirtiéndonos toda la noche; él me ha estado cogiendo bien rico. Gabriel tiene una verga riquísima, muy grande y gorda, me gusta más que la de mi novio; es más, creo que ahorita se la voy a volver a chupar otra vez —dijo de manera traviesa y pícara.
Gabriel sonrió orgulloso al escuchar como alababan su pene y comenzó a masajearlo, intentando que éste se volviera erguir; mientras veía divertido como Leslie seguía conversando con su amigo.
—¿Por qué escogí a Gabriel? La verdad tenía ganas de cogerme un vaquero desde hace tiempo, y cuando lo vi en el pueblo me gustó mucho. Cada vez que lo veía golpeando con el látigo a su caballo, me lo imaginaba montado sobre mí, domándome como si fuera su yegua. Así que engañé a mi novio haciéndole creer que quería hacer un trío con él y con Gabriel. Cuando llegamos al hotel le pedí que me diera tiempo de coger primero con Gabriel en solitario y eso hice; ahora ya no sé si hablarle a mi novio o seguir cogiendo sólo con mi vaquero porque la verdad me gustó tanto su verga, bien grande y gorda, que ya no quiero probar otra esta noche —confesó mi novia con una perversa sonrisa.
¡No lo podía creer! ¡Yo había sido un total pendejo al creerme el cuento de Leslie de que ella tenía la fantasía de hacer un trío conmigo y con otro hombre! Y para colmo ella estaba tan orgullosa de haberme engañado que hasta se lo confesaba a un desconocido.
—¿Qué si tengo ganas de hacer un trío contigo y con Gabriel? Pudiera ser, pero primero tendrías que convencerme; ¿tienes una verga tan gorda y rica como la de Gabriel? —dijo ella al teléfono riendo pícaramente.
Leslie pidió al chico que le enviara una fotografía de su pene para que ella evaluara si valía la pena tener sexo con él. El chico del otro lado de la línea, nada tonto, exigió primero una foto de mi novia desnuda para estar seguro de que no era una broma.
—Te enviaré algo mejor que eso cariño —dijo mi novia antes de terminar la llamada.
Leslie le ordenó a Gabriel que se pusiera de rodillas enfrente de la cama de manera que su pene quedara justo al alcance de sus labios, ofreciéndole dar una sesión de sexo oral en esa posición con su rostro invertido.
Gabriel hizo exactamente lo que le indicaron y con ayuda de su teléfono no sólo tomó un par de fotografías de su pene dentro de la boca de mi novia; sino también un video donde se podía apreciar el perfecto cuerpo desnudo de mi novia tendido sobre la cama mientras le practicaba sexo oral.
Ellos enviaron los archivos al amigo y en lo que esperaban la respuesta Gabriel se dejó caer sobre el cuerpo de mi novia clavando su lengua en el sexo de ella; creando un placentero 69; el cual no disfrutaron lo suficiente, pues un par de minutos después llegó la respuesta del amigo de Gabriel. Ambos rieron al ver la imagen que el amigo había enviado.
—¡Pendejo! Seguro se la estuvo jalando con las fotos que le enviamos —dijo Gabriel de manera burlona al ver la imagen del pene completamente erecto de su amigo.
—Pues no se ve nada mal, dile que venga al hotel, pero tiene que ser rápido antes de que venga mi novio —dijo mi novia en lo que alcanzaba su propio teléfono.
—¿No tienes miedo de que tu novio llegue y te encuentre cogiendo con dos hombres? —preguntó Gabriel al ver como mi novia revisaba su teléfono.
—Claro que no, tengo años poniéndole el cuerno con mi ex-novio sin que él se de cuenta —respondió ella descaradamente al aceptar que tenía tiempo engañándome—. No tengo ningún mensaje de él, seguro se quedó dormido el pendejo. Si llega primero que tu amigo lo mandaré a comprar cerveza u otra tontería mientras me los cojo a ustedes —agregó al haber fraguado un plan de contingencia en caso de que yo llegara antes de lo previsto.
Gabriel marcó a su amigo y procedió a darle instrucciones para que se les uniera. Al parecer después de todo mi novia si cumpliría su fantasía de estar en un trío con dos hombres; con el bono adicional de que serían dos auténticos vaqueros.
“¡Qué pinche suerte tiene esa gran puta!”, maldecí mientras veía a Leslie y Gabriel acercarse a la ventana, estando completamente desnudos, para ver al amigo de nuestro guía correr por las oscuras y empedradas calles del pueblo.
—¡Mira, allá está! Casi se cae el pendejo —comentó riendo Gabriel al ver a su amigo dar un traspié y perder su sombrero.
—¡Qué felicidad! ¡Me voy a coger a dos vaqueros! —exclamó mi novia bailando y saltando frente a la ventana.
La actitud de mi novia era bastante imprudente, como si deseara que algún afortunado vecino no sólo la viera desnuda a través de la ventana, sino que la deseara. Eso no ocurriría, Real de Catorce es un pueblo fantasma después de todo.
Leslie le hizo señas al chico que corría por el callejón. Al ser su habitación la única con la luz encendida a esa hora de la noche, además de ser la única con un hombre y una mujer desnudos frente a la ventana, el amigo de Gabriel, quien se llamaba Felipe, pudo reconocerlos fácilmente.
—¡Qué emoción! —dijo mi novia caminando hacia la puerta para recibir a su invitado.
Sin hacer ruido Felipe entró a la recepción del hotel y subió por las escaleras, lo que utilizando unas pesadas botas vaqueras no fue fácil. Aún con esto llegó a la habitación donde esperaban por él.
—Bienvenido cariño —dijo mi novia abriendo la puerta antes de que el chico pudiera tocar.
Felipe no podría haber tenido un mejor recibimiento a la fiesta que había organizado mi novia. ¡Qué podía ser mejor que ser recibido por una atractiva y voluptuosa rubia desnuda!
—Haber si la próxima vez me crees cabrón —dijo Gabriel al saludar a Felipe.
—Los vi por la ventana que estaban encuerados, espero no haber llegado tarde —dijo Felipe en lo que comenzaba a desvestirse.
—Por supuesto que llegaste a tiempo, si la fiesta apenas comienza —dijo mi novia después de saludar a Felipe con un beso y ayudarlo a desvestirse
El amigo de nuestro guía tampoco era un galán de telenovela. También de tez blanca y de la misma altura que Gabriel, quizás sólo un poco más corpulento; nada de que alardear. Pero su actitud altanera y soberbia, la de un verdadero macho, fue lo que conquistó a mi novia de inmediato.
En lo que las manos de Leslie desabrochaban el cinturón y los pantalones del chico ella puso sus condiciones para realizar el trío que tanto había anhelado.
—Haré y me dejaré hacer todo lo que ustedes quieran, siempre y cuando se dejen el sombrero y las botas puestas —prometió ella—. ¡Yo quiero coger con dos vaqueros!
La petición de mi novia no sólo era extraña sino también divertida. Deseaba tanto hacer un trío con dos vaqueros que inconscientemente pensaba que éste no valdría si los chicos no tenían puestas sus botas y sombreros mientras fornicaban con ella. Ambos aceptaron.
Gabriel se puso sus botas en lo que Leslie y Felipe terminaban de desvestir al chico; aprovechando ella para acariciar el nuevo órgano sexual masculino que tenía a su disposición. Al final los dos chicos quedaron desnudos frente a mi novia vistiendo únicamente sus botas y sombreros. La imagen era completamente grotesca y cómica, ella lo disfrutó.
—¡Que guapos! —dijo mi novia mordiéndose los labios al saborear ese par de duros penes que colgaban de la entrepierna de los chicos—. Qué mal que no trajiste tu látigo me hubiera gustado que me acariciaras con esa dura vara —agregó ella al jugar con la idea de que ellos realmente la montaran como si fuera una yegua.
—¿Quién dijo que no? —preguntó Gabriel alcanzando su mochila.
El chico abrió su mochila y sacó de ella no sólo la vara de madera forrara en cuero con la que incitaba a su caballo a galopar, sino también dos pares de espuelas, uno de los cuales se lo entregó a Felipe.
Gabriel hizo azotar la vara en la palma de su mano izquierda de modo que ésta provocó un estruendo que saturó la habitación. Por fortuna estos hoteles tenían muros anchos, por lo que estaba garantizado que no molestarían a los demás huéspedes.
—¡Sí! —exclamó mi novia feliz al ver que su vaquero venía con todos los accesorios necesarios para realizar su fantasía.
Después de saltar de gusto Leslie giró su cuerpo y ofreció su trasero a Gabriel para que el chico la azotara con el chicote.
—Ni sentí nada, dame más fuerte —dijo mi novia después de que el chico apenas la hubiera acariciado con la vara en su mano.
Nuevamente el chico azotó el glúteo derecho de mi novia aplicando un poco más de fuerza, aun así no se comparó a la energía empleada cuando impactó su propia mano.
—¿Qué no tienes huevos? ¡Dame más fuerte cabrón! —exigió ella de manera retadora que el chico la azotara con más fuerza, empleando un lenguaje vulgar que no recordaba haberle escuchado.
Ofendido por las palabras de mi novia Gabriel volvió a azotar el glúteo de ella empleando una cantidad de energía que incluso superó la utilizada cuando azotó su mano.
—¡Ay! —exclamó mi novia mordiéndose los labios para evitar maldecir. Ella no quería parecer débil ante los chicos.
Leslie cayó de rodillas en lo que frotaba la zona donde Gabriel la había azotado. Aunque sus hermosos ojos mostraron un brillo de dolor, la sonrisa de lujuria en sus labios revelaba que esa noche ella deseaba ser maltratada por ese par de desconocidos.
—¿Qué, te dolió zorra? —preguntó Gabriel con una sonrisa sarcástica.
—Sí, pero me gustó —respondió ella—. Ahora tú —dijo ella pidiéndole a Felipe que ahora él la azotara en su otro glúteo.
Felipe le pidió el chicote a su amigo y utilizando las dos manos la dobló por en medio formando una “U” invertida. Colocó sus manos escasa distancia del trasero de mi novia en lo que ella abría los ojos grandes, como dos enormes platos, al conjurar lo que estaba por suceder. El chico soltó un extremo de la vara de manera que ésta al recobrar su forma lineal impactó en el glúteo izquierdo de mi novia; provocando una clase de estruendo que volvió a saturar la habitación.
Los chicos rieron insensibles en lo que mi novia caía de rodillas al no poder soportar el dolor que ese último azote le había infligido en su delicado cuerpo. Sin embargo, orgullosa, siguió manteniendo la sonrisa en sus labios.
Leslie quedó de espaldas acostada sobre la alfombra en lo que Felipe, ya con las espuelas puestas, colocó su bota derecha sobre su vientre; de manera que la filosa espuela de acero brillante estaba justo sobre su vagina y la punta con casquillo en medio de sus dos senos.
—¿Aguantas? —preguntó el chico desafiante.
Mi novia entendió claramente lo que el chico pretendía hacer. Él quería apoyar todo su peso corporal sobre su vientre; probando así si ella realmente estaba dispuesta a dejarse hacer todo lo que ellos quisieran. Ella no se retractaría.
—Sí.
Felipe sonrió complacido con la actitud sumisa de mi novia y cambiando su centro de gravedad despegó el pie izquierdo de la alfombra, apoyando todo su peso sobre el plano abdomen de mi novia.
El hermoso rostro de mi novia se desfiguró por el esfuerzo que se encontraba realizando. ¡Era una verdadera tortura! Por fortuna Felipe no era muy bueno manteniendo el equilibrio y ella si era una adicta al gimnasio, por lo que el chico terminó por colocar nuevamente sus pies en la alfombra.
—Te dije que es una putita bien portada —dijo Gabriel en lo que colocaba cada una de sus botas a lado de la cabeza de mi novia; de manera que su miembro quedaba justo sobre su rostro.
—Ya vi que ésta puta si se va dejar hacer todo lo que queramos —dijo Felipe en lo que alcanzaba su teléfono para tomar una foto de mi novia tendida a sus pies. Nuevamente el chico colocó su pie derecho sobre el vientre de Leslie y procedió a tomar una foto con ella bajo su pesada bota, colocando la punta en medio de sus dos senos, en lo que mi novia proyectó la lengua fuera de su boca para lamer la asquerosa suela del calzado de trabajo de aquel vaquero, sacandole una sonrisa que se esforzó en ocultar para no abandonar su papel de hosco hombre de campo.
—Arriba cabrona —ordenó Felipe después de hacer presión con su bota sobre el abdomen de mi novia.
Leslie se puso de rodillas de manera que su rostro quedó justo a la altura del miembro de Felipe, quien parecía ahora ser el macho dominante, y sin esperar una invitación comenzó a practicarle sexo oral al chico. Engullendo ese grueso pene completamente de modo que su labio inferior llegaban a tocarlo en el par de testículos.
Felipe gemía de placer al sentir la húmeda y cálida cavidad bucal de mi novia; en lo que Gabriel, celoso por la atención que su amigo recibía, golpeó con su miembro en la mejilla de mi novia haciendo que ella lo sujetara con su mano derecha para masturbarlo gentilmente.
De pronto mi novia se vio obligada a alternar su boca entre los miembros de aquellos dos amigos, sus dos vaqueros, quienes orgullosos y soberbios blandían sus sombreros a semejanza de lo que hace un jinete cuando monta una indómita yegua.
—Vamos putita, déjame ver esa cara de puta que tienes —ordenó Felipe, deteniendo el frenesí de mi novia sobre sus partes nobles, para tomarle una fotografía con su miembro duro completamente cubierto de saliva a lado del rostro de ella.
—Tómala bien, que se vea bien su cara de puta para que nadie dude que es ella —dijo Gabriel colocando su pene al otro lado del rostro de mi novia.
Ignoro lo que ese par de pervertidos pensaría hacer con esas fotografías que le tomaron a Leslie. Si mi intuición no me fallaba debería ser algo muy perverso y humillante. Sin importar lo que fuera ella lo había aceptado con gusto, su rostro sonriente en medio de los miembros erectos de esos chicos así lo dejaban ver; ese era el precio que tendría que pagar por hacer realidad su fantasía. Y por lo visto lo haría con gusto
—¡Arriba puta de mierda! —exclamó Felipe jalando a mi novia por el cabello para ponerla en pie.
Felipe agarró a Leslie por las orejas y colocando el rostro de ella frente a su entrepierna le clavó su duro miembro en la boca a la primera embestida; de tal manera que su pene pasó por toda la garganta de ella golpeando en su laringe.
El cuerpo de mi novia reaccionó violentamente intentando expulsar, mediante el reflejo del vómito, el intruso en su garganta. No lo consiguió, por el contrario éste retrocedía y avanzaba cada vez más rápido, cada vez más profundo provocando que su torso fuera invadido por una serie de arcadas que le impedía respirar.
—Así me gusta las putas —dijo Felipe con sarcasmo—, que sean dóciles como una yegua.
—Espera que yo también quiero darle verga a esta puta —dijo Gabriel en lo que colocaba su duro pene detrás del trasero de mi novia.
Gabriel sujetó a Leslie por la cintura y con un fuerte empujón penetró nuevamente en su vagina con su miembro. Ajustando el ritmo de sus embestidas para coincidir con las de su amigo de manera que la columna de mi novia, emulando un acordeón, se extendía y se contraía en cada ocasión que ellos embestían contra su cuerpo. ¡Mi novia estaba siendo sometida vilmente y me encantaba!
“¡Así amigos denle duro a esa gran puta!”, pensé mientras observaba como esos dos chicos hacían lo que querían con el delicado cuerpo de mi novia.
Pasaron casi 5 minutos y los chicos intercambiaron los orificios que penetraban, haciendo girar el cuerpo de Leslie para que su boca fuera perforada ahora por la dura verga de Gabriel y su vagina empalada con la de Felipe.
—Te la dejé bien flojita —dijo Gabriel a su amigo refiriéndose a la vagina de mi novia.
Obvio los cambios de posición no siempre eran tan coordinados, pues las pesadas y rudas botas de los chicos terminaban casi siempre sobre los pequeños pies de mi novia quien valiente soportaba el dolor de ser machucada en los dedos con tal de complacer a sus dos hombres, a sus dos machos.
Así estuvieron ese par de degenerados y sucios vaqueros disfrutando del cuerpo de mi novia por casi 10 minutos, intercambiando posiciones a voluntad, hasta que a Felipe le dieron ganas de probar otra cosa.
—Ya me cansé, ven para acá putita —ordenó Felipe al extraer su lubricado miembro de la boca de mi novia y recostándose en la cama detrás de él.
Felipe se arrastró hacia atrás utilizando los codos arrugando las gruesas sábanas; su sombrero de vaquero botó de su cabeza como un corcho al recostarse sobre la cama.
Leslie humedeció sus labios al ver el pene de Felipe apuntando hacia el techo, a semejanza de un asta bandera, jadeó un par de veces más por aún tener el miembro de Gabriel adentro de su vagina. Sólo después de que el chico la soltara ella subiría a la cama.
—Permíteme cariño —dijo ella alcanzando el sombrero de Felipe para utilizarlo en lo que ella se montaba sobre el chico—, si tú no lo usas… —agregó sin completar la frase.
De un salto Gabriel subió a la cama, aún con sus sucias botas puestas, situándose a lado izquierdo de Leslie en lo que ella se sentaba sobre la cadera de Felipe, introduciendo el pene del chico en lo profundo de su vagina.
—¡Vamos pinche puta de mierda! —exclamó Felipe al ordenar a mi novia que iniciara su 'cabalgata' sobre él dándole una palmada en el muslo.
Leslie descendió sobre la cadera de Felipe, de modo que ambos emitieron un gemido de placer al unir sus sexos. Una involuntaria expresión que causó los celos de Gabriel quien una vez más se sintió relegado.
—¿Y yo qué? —preguntó Gabriel poniendo su miembro enfrente de la boca de mi novia invitándola a engullirlo.
"Amigo, ya somos dos a los que esa puta nos puso el cuerno esta noche", pensé al verlo blandir su miembro enérgicamente enfrente del rostro de mi novia, salpicándola con la mezcla de fluidos que lo cubrían completamente.
Leslie no pudo evitar sonreír al posar orgullosa para un público imaginario, el cuál debería estar situado dónde mi incorpóreo ser se encontraba, con el sombrero puesto sobre su cabeza al haber tomado ahora ella el papel de una valiente vaquera dispuesta a montar a una briosa bestia: un duro y enorme pene como nunca había disfrutado en su vida.
"Sonríe linda", murmuré yo como único espectador de tan erótico espectáculo. Ella sonrió, no sé si por voluntad propia o por yo tener la capacidad de comunicarme a través del espacio y el tiempo con ella e influir en sus acciones. Era mi primer Viaje Astral.
—Ven aquí cariño —dijo ella antes de que el miembro de Gabriel se perdiera en el interior de su garganta.
Como si se tratase de una perfecta máquina diseñada para provocar las imágenes más sensuales y morbosas los tres cuerpos comenzaron a oscilar frente a mis ojos, con mi novia ascendiendo y descendiendo sobre el miembro de Felipe mientras su boca y lengua se encargaban del pene y testículos de Gabriel procurando no desatender a ninguno. Cada uno sincronizado con el movimiento del otro. Sin adelantarse o retrasarse. ¡Hasta jadeaban y gemían al unísono con el chasquido de las espuelas como música de fondo!
Al ver la coordinación con que Gabriel y Felipe disfrutaban del cuerpo de Leslie fue fácil deducir que no era la primera vez que compartían a una mujer. Llegué a esta conclusión no sólo al ver como los dos sabían bien como debían ubicarse para tener sus duros miembros viriles al alcance de la fémina en medio de ellos, sino también porque ellos ignoraran el hecho de que los fluidos de otro hombre salpicaran sus cuerpos accidentalmente.
Así estuvieron por varios minutos los amantes de Leslie, a veces siendo cabalgados por ella, otras veces recibiendo sexo oral, intercambiando posición sobre la cama cada que se les antojaba probar el orificio que el otro chico poseía en ese momento; mientras yo no daba crédito a la clase de puta que ella había resultado ser.
No era queja sino todo lo contrario, era un extraño placer malsano que me avergonzaba sentir, pero no tanto como para desviar la mirada saliendo del trance.
Era una especie de admiración por el hecho de saber que ella había sido capaz de domar a dos rudos hombres de campo; a dos auténticos vaqueros. “¡Vamos amor, tú puedes!”, exclamé animándola a seguir fornicando con ese par de chicos hasta desfallecer.
Gabriel y Felipe pusieron a Leslie en cuatro patas sobre la cama. Felipe se arrodilló enfrente de ella introduciéndole su pene en la boca de un golpe; Gabriel hizo lo mismo en su trasero. Y con un intercambio de miradas entre ellos comenzaron a embestir nuevamente el sensual cuerpo entre ellos; firme y enérgicamente, al punto que la columna de mi novia casi se partía en dos al sentir como dos hombres de unos 90 kilogramos arremetían contra ella.
Una nueva y memorable imagen estaba frente a mí, la de mi novia en cuatro patas siendo empalada por los miembros de dos chicos, quienes no llevaban nada puesto a excepción de sus botas, mientras ella lucía un sombrero de vaquero sobre su cabeza.
“¡Mierda, esta cabrona si está echando el resto!”, pensé al ver como ella aguantaba las cargas de esos dos chicos sin inmutarse. “De haber sabido que era así de puta, hace mucho que hubiésemos hecho un trío con alguno de nuestros amigos”.
—¡Arriba perra que viene lo bueno! —ordenó Felipe después de extraer su miembro completamente lubricado con la saliva de mi novia.
Felipe sujetó la pierna izquierda de mi novia por debajo de la rodilla para abrirle las piernas en modo de compás, de manera que ella quedó frente a él en un sólo pie y en esa posición colocó la cabeza de su miembro en la entrada de la vagina de ella.
—¡Órale cabrón, vamos a enseñarle a esta puta lo que es una buena cabalgata! —ordenó el chico a su amigo.
Gabriel tomó a mi novia por la cintura y con la ayuda de Felipe la sostuvieron en el aire, de modo que los pies de mi novia no tocaban el suelo, y en esa posición acomodó su enorme glande en la entrada del ano de mi novia. ¡Estaban planeando darle una doble penetración con sus duros miembros!
Leslie reía nerviosa, pues parecía que ella nunca había sido penetrada analmente. Aunque a estas alturas tampoco me sorprendería que fuera mentira y que ella fuera una completa viciosa en cuestiones de sexo.
Con un intercambio de mirada Felipe y Gabriel comenzaron a levantar suavemente el cuerpo de mi novia para después dejarlo caer sobre sus duros miembros de manera que con cada ascenso y su consecuente descenso penetraban un poco más el cuerpo de ella.
—¡Ay! —exclamó mi novia al sentirse empalada por ese par de degenerados.
—Silencio puta —ordenó el chico frente a ella.
En un momento dado los gemidos de agonía de mi novia fueron remplazados por gemidos de placer; los cuales saturaron la habitación en su totalidad a medida que los chicos que la sostenían aceleraban su ritmo. Era seguro que no era la primera vez que aquellos dos hombres disfrutaban de una mujer al mismo tiempo; pero también era seguro que nunca habían tenido una chica tan bella para tal cosa, así lo dejaban ver sus palabras.
—¡Qué buena está esta puta! —exclamó Felipe—. Hay que darle mucha verga para que se vaya bien cogida del pueblo.
—¡Qué se va ir! Después de la cogida de esta noche se va querer quedar con nosotros para que le demos verga todas las noches —comentó Gabriel de manera soberbia y altanera.
El cuerpo de Leslie fue invadido por una serie de espasmos al escuchar como esos chicos planeaban fornicar con ella de todas las maneras posibles. Era obvio que ya había alcanzado el orgasmo vaginal y anal.
Los chicos por su parte seguían dando lo ‘mejor’ de sí, escupiendo y maldiciendo a mi novia mientras profanaban su cuerpo como un par de degenerados.
—¡Vamos puta, sigue sonriendo! —exclamó Felipe cruelmente al ver como el rostro de mi novia se desfiguraba debido al nivel de éxtasis que estaba alcanzando.
Mi propio cuerpo ya no lo podía soportar, enviándome calambres desde el interior de mi coche con origen en un plano inferior de la realidad; pero no podía permitirle eyacular antes que los amantes de mi novia. Nunca me lo perdonaría.
Un par de minutos después, cuando el rostro de Gabriel y Felipe comenzaron a dar muestras de ceder a sus propios calambres orgásmicos, súbitamente detuvieron sus penetraciones contra el cuerpo de mi novia. Extrajeron sus penes de la vagina y ano de ella, la colocaron de rodillas en medio de ellos y la obligaron a abrir la boca justo bajo la punta de sus glandes.
Y sin ninguna otra advertencia ellos procedieron a eyacular directamente sobre su lindo rostro, trazando una línea blanca con cada potente chorro de su ‘leche’; ‘leche’ que mi novia con la ayuda de su lengua se esforzó en recolectar en su boca. ¡Nunca había visto tal cantidad de semen sobre el rostro de mi novia! Era una imagen erótica y grotesca a la vez.
La habitación se llenó con el olor característico del semen fresco mientras mi novia, golosa, limpiaba con su lengua los miembros ahora flácidos de los chicos; removiendo cualquier rastro de aquella sustancia blanca y pegajosa.
Visiblemente agotado Gabriel se dejó caer sobre el sillón detrás de él, en lo que Felipe hacía lo mismo sobre la cama; mientras que Leslie dio un par de vueltas sobre la cama antes de ponerse en pie para ir a buscar su teléfono. Desafortunadamente, aún con todos los poderes omniscientes que me habían sido otorgados esa noche, no pude alcanzar a ver lo que mi novia hizo con su teléfono.
Estaba yo enajenado disfrutando de las más perversas y vulgares imágenes que aquel exótico alucinógeno me permitía observar, cuando un metálico y sintético sonido rompió el silencio de la noche. Era mi teléfono inteligente vibrando dentro del bolsillo interior de mi chaqueta.
“Todo fue un sueño”, supuse al salir de mi trance encontrándome a mi mismo en el interior de mi coche con mis manos cubiertas con una sustancia cálida y pegajosa de un olor familiar. Mi ojo izquierdo lagrimaba la misma sustancia por lo que encendí la luz del espejo de vanidad para revisarlo.
¡Mierda y más mierda! Mi rostro estaba completamente salpicado por la sustancia que había sido disparada por mi pene, mi semen, blanco y espeso, habiéndolo salpicado con hilillos que seguían la gravedad. Era casi como si un mismo pintor hubiera utilizado la misma inspiración para dibujar esa noche sobre el rostro de mi novia y el mío con la misma clase de tinta. “¡Imposible!”, pensé.
Después de limpiar mi rostro de aquella viscosa sustancia tomé mi teléfono y procedí a leer el mensaje recibido que tenía como remitente mi novia.
“Una hora más”, escribió ella. ¡Diantres! Al parecer una hora no había sido suficiente para que ella quedara satisfecha de fornicar con el que había sido nuestro guía de turista en aquel Pueblo Mágico. En fin no habría nada que yo pudiera hacer en ese momento.
Satisfecho de un placer morboso e incapaz de invocar una vez más el poder místico que me llevara a la habitación del hotel en mis alucinaciones, guardé el resto del peyote en la guantera, me acomodé en el asiento y me dejé caer en un profundo sueño.
Eran casi las 3 de la mañana cuando desperté abruptamente al ser incapaz de soportar la baja temperatura de aquel altiplano. Bajé del coche y me dirigí al hotel. En aquella hora no había nadie en la recepción. Subí las escaleras, utilizando mi propia llave para abrir la puerta y entré a la habitación en total oscuridad.
Leslie y Gabriel dormían profundamente, por lo que supuse que el tercer chico solamente había existido en mi desvarío. El grave ronquido de mi corneador era todo lo que se escuchaba a esa hora de la madrugada. Por fortuna la cama era grande, lo suficiente para dar cabida a los tres, por lo que después de desvestirme me acosté a lado de mi novia.
Gabriel fue el primero en despertar, pues su reloj biológico estaba programado para levantarse antes de que saliera el sol. Entró al baño a darse una ducha en lo que Leslie y yo nos despabilábamos.
—Buen día preciosa —dije a mi novia al jalar su cuerpo desnudo bajo las sábanas hacia mí. Ella tenía un olor agrio, el olor a semen.
—Buen día amor.
No quise preguntarle a Leslie como la había pasado con Gabriel, ni preguntarle porque no me había enviado el mensaje para que me uniera a ellos y así poder realizar su fantasía de estar con dos chicos en un trío; no era el momento indicado para tocar el tema con el chico aseándose en el cuarto de baño.
Además, en el fondo yo sabía que nada que ella pudiera haber hecho superaría a la ficción que, mi inquieta mente, había creado para mí en el tiempo que ella había estado con ese chico. Un beso en los labios era lo único que tenía cabida en ese momento.
Gabriel se despidió, besando a Leslie en la mejilla obviamente, dejándonos para que pudiéramos arreglarnos para bajar a desayunar; prometiendo reunirse con nosotros en el bar cuando terminara su jornada. El chico tenía ganas de volver a repetir la fiesta con Leslie; yo sólo esperaba que esta vez si me invitaran.
—No recuerdo donde dejé mi cartera —dijo mi novia antes de que bajáramos al comedor.
—La pateaste debajo de la cama, amor —respondí en lo que el rostro de mi novia y el mío se tornaron pálidos.