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Viaje a dos carrillos
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Todo transcurría normal en la estación de autobuses de Cádiz cuando me disponía a subir al coche para viajar a Madrid. Estaba cansado, había venido a trabajar y me quedaba un largo viaje hasta llegar a casa. Decidí ir al final del autobús, pensé que sería más tranquilo y podría dormir un rato.

El coche se iba llenando y ya había bastantes viajeros, la verdad que iba casi lleno y solo quedaban asientos al final, donde yo estaba. Casi a última hora subió una chica joven, era muy guapa, tenía el pelo rojo y los ojos verdes, la chica llamaba la atención. Era delgadita, vestía camiseta de tirantes y una faldita. Me miró con un poco de desprecio cuando me pilló mirando su escote y se sentó al otro lado en mi misma fila. Era bella, tenía la frescura y el desparpajo de una chica que se sabía guapa. Pensé que sus padres subirían o estarían sentados delante.

El autobús comenzó el viaje, en ese momento la chica cogió el móvil y llamó a su madre. Puse la oreja y pude oír que iba a Toledo, qué tenía 20 años y que estaba en Cádiz visitando a su padre. Me reí de mi mismo diciéndome que donde iba, que era un carroza, yo tenía 41.

Llevábamos un rato ya de viaje, hacía calor y se podía ver una marca de sudor en su camisa a la altura del escote, tenía una pierna apoyada en el asiento y se veía el muslo casi hasta las braguitas. Ella solo levantaba la cabeza del móvil para mirarme con mala cara, se había dado cuenta de que la estaba comiendo con los ojos. Seguro que pensaba que era un viejo verde.

A mitad del camino cambió de postura apoyando la espalda en el cristal y subiendo las piernas en el asiento, en una mirada rápida vi el color de sus bragas y me excite, eran azul cielo. Volví a mirar, tenía los mulos al aire y las bragas apretadas, tanto que se podía apreciar la boca que dejan la separación de los labios, también note un óvalo de humedad cerca de la "pepita". Me estaba poniendo a 100 pero enseguida se incorporó tapándose las bragas y mirándome con cara desafiante. Se quedó un minuto mirándome fijamente, no la mire.

Pensando fríamente concluí que no era tan viejo y ella era una niñata, decidí jugar.

Desabroche mis pantalones y empecé a masajearme la polla por encima de los calzoncillos, cuando la mire la pille bajando los ojos al móvil, disimulando como si se mordiera una uña, mire su chocho ya con detalle, podía ver que tenía la bragas metidas en el culo y la humedad había aumentado, ya no cerraba las piernas, me permitía mirar y me estaba empalmando.

Al estar atrás la gente no veía pero había que vigilar un poco. Cuando la polla empezó a salirse del calzoncillo la saque y empecé a menearla de arriba abajo, era un garrote, la mire buscando cruzar las miradas pero seguía disimulando con su uña, se la veía muy nerviosa, tenía las bragas mojadas, estaba excitada, estaba ganando en su juego y eso me hacía sentir bien.

Baje mis pantalones por debajo del culo y empecé a masturbarme mirándola fijamente hasta que cruzó la mirada, la hice un gesto para que se acercará, miró al interior del autobús y luego al móvil. Se veía lo cachonda que estaba y volví hacerle el gesto, se incorporó sentándose normal mirando a la gente del autobús, giro la cabeza hacia mi y se puso a mi lado.

Ella sola me agarró la polla y empezó a hacerme una paja, apretaba para comprobar su dureza y ponía morritos, era joven y aún no había visto una buena polla grande y bien culeada. Yo cada vez respiraba más rápido sin hacer ruido y ella seguía vigilando mientras me pajeaba fuerte y excitada.

Me estaba encantando y di un paso más, la hice el gesto para que me la chupara mientras yo vigilaba, miró a su alrededor y empezó a chupar despacito, mi polla casi llenaba su boca y la tenía durísima. Agarre de su coleta y la obligue a seguir un ritmo, empujaba su cabeza follándole la boca hasta el fondo, ella, entregada, se dejaba llevar.

Estaba a punto de correrme y sabía que iba a ser en su boca, no la pensaba avisar. Las piernas empezaron a temblarme y me corrí intensamente, intento retirarse pero se lo impedí, no pare hasta que me ordeño la última gota, menuda mamada, casi me llevo al cielo. Cuando la solté enseguida se fue a su sitio con los carrillos llenos y vi como lo escupía en un pañuelo. No volvió a mirarme, media hora después llegamos a Toledo, se bajó, y no me dijo ni adiós.

Cuando llegué a casa me tumbé en la cama y me quedé recordando mirando al techo, que chica, seguramente nunca más la vea, pero nunca la olvidaré.

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