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Versos, gemidos y 21 años entre nosotros
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Que puedo decir, cientos de ideas cada cual más locas pasan por mi cabeza, que puedo decir si me veo frente al espejo mirándome fijamente y pensando que algo me falta, ideas abstractas y no tan abstractas se amontonan en mi cabeza pensando en ti, pensando que no hace ni una semana te despedía en el hall del hotel de Madrid, ahora sé que las lágrimas que rodaron ese día por mis mejillas eran reales, lágrimas que tú ibas besando en un intento vano de animarme, si, ahora sé que lo nuestro no fue un encuentro casual por las redes sociales, no fue una mera aventura, no, lo nuestro fue algo más, algo que me da miedo a reconocer por la diferencia de edad que existe entre los dos, no por mi novio o tu mujer, me dan miedo los 21 años que nos separan.

Miro el ventilador del techo como va girando una y otra vez sobre mí, sobre mi cuerpo que descansa encima de la mullida cama tan solo con las braguitas y una pequeña camiseta torera muy fina, las mismas que cuando nos conocimos, así empiezo todas las noches desde que te fuiste, sola en mi cama recordando con que ilusión te esperé aquella tarde, casi anocheciendo en la cafetería del hotel, con aquel vestido rojo con el que siempre soñaste verme. Todavía recuerdo lo nerviosa que estaba cuando sostenía la copa de vino rosado en mis manos al verte, nunca nos habíamos visto y aun así supe que eras tú cuando divisé tu rostro entre aquel mar de cabezas, eras el único que sonreía, una sonrisa en tu cara igualmente nerviosa que la mía, llevábamos bastante tiempo planeando este viaje y ya estábamos juntos, estabas frente a mí y ninguno de los dos supo que decir al principio, únicamente nos mirábamos el uno al otro, era la primera vez que nos veíamos la cara y parecía que estuviéramos estudiándola para poderla recordar siempre.

Un hola, para romper el hielo, dos besos en la mejilla mientras nos cogíamos de las manos nerviosos, terminaron por romper el hielo, la cafetería pareció enmudecer de momento y entonces risas nerviosas, miradas de complicidad, caricias en mis manos temblorosas que al final terminaste con ellos con un beso en mis labios rojos de carmín, un beso que yo te correspondí, un beso que me hizo levantarme del taburete donde estaba sentada, abrazándote con mis manos entrelazando mis dedos por detrás de tu cuello y acercando mi cuerpo al tuyo te lo devolví entrelazando nuestras lenguas sin importarnos quien estuviera allí, sin importarnos lo que pudiera pensar la gente de la clara diferencia de edad entre nosotros.

Las imágenes de mi cabeza saltaron directamente a la habitación de hotel en el cual nos quedamos aquella noche en el centro de Madrid, es como si el viaje en coche hubiera desaparecido, como si la cena en el restaurante del hotel hubiera sido días atrás, de otros encuentros, de otros recuerdos, porque mi mente estaba contigo en la cama, en una cama enorme en aquella habitación de hotel, las luces apagadas y tan solo los fogonazos de una televisión encendida iluminaban la habitación, iluminando nuestros cuerpos semidesnudos besándose, los dos retozando en la cama de un lado a otro y como una gata en celo sobre ti restriego mis bragas empapadas por tu cuerpo, marcando el territorio que ya me pertenece, dejando el olor de mi flujo de gata sobre ti.

Como olvidar cuando mi sexo conectó con el tuyo, mis bragas se frotaban una y otra vez con el bulto que tenías debajo del bóxer, sintiendo la dureza de tu miembro sobre mi vagina, haciendo que te deseara más, excitándome cada vez más, tus manos acariciaban mis caderas con suavidad, sujetándomelas y moviéndonos al unísono frotándonos e intentando lo imposible con las bragas puestas, nuestras lenguas bailaban en el juego de la pasión mientras me ibas desabrochando el sujetador haciendo que mis pechos tocasen tu piel por primera vez, que mis pezones se clavaran en ella, quería estar tan cerca de ti que mi cuerpo se unió al tuyo sin dejar ningún resquicio entre ambos, con mis pechos aplastados sobre tu torso y mis caderas que no dejaban de apretarte el pene de arriba abajo. Los gemidos y jadeos ya eran la música que nos acompañaban en aquella noche de pasión tan esperada.

La primera vez que te oí jadear, la primera vez que oíste mis gemidos en tus oídos pronunciando tu nombre, las caricias de tus manos iban más allá de mis caderas, más allá de mis pechos, mientras que mis manos acariciaban y tiraban de tu pelo, tus manos bajaban una y otra vez por mi cuerpo, las notaba en mis muslos, en mis glúteos, sintiendo como me apartabas la tela que cubría mi vagina para acariciar mis labios húmedos, para acariciar mi clítoris que había aumentado tanto su volumen que un simple roce me hacía estremecer y gemir, tu pene había salido de la cárcel de tela en la que estaba encerrado, estaba tan excitada, tan feliz de que por fin estuviéramos juntos que no podía esperar más, mi cadera se movía hacia delante y hacia atrás con mi braga echada a un lado, la humedad de mis labios hacían que tu pene resbalara entre ellos como si fueran dos raíles por donde discurría tu pene mojándose entero con mi flujo, nuestras miradas fijas el uno en el otro, volviéndome loca cuando miraba hacia abajo y veía tu pene salir y entrar entre mis muslos, resbalando entre mis labios vaginales, el tronco de tu pene duro y cubierto de mi flujo, que tu glande me golpeaba una y otra vez la entrada de mi vagina era el preludio de lo que vino instantes después, penetrar dentro de mí, consiguiéndolo en alguna ocasión, pero tan solo unos centímetros, luego salir para volverlo a intentar.

-¡Ah!, si, si Miguel, Miguel -Cerraba con fuerza mis ojos, mis pezones acariciaban tu pecho y te besaba los labios, lamía los lóbulos de tus orejas, gimiéndote al oído al sentirla penetrar aunque fuera eso, unos pocos centímetros.

Fue el principio de mis sueños, de los tuyos, tanto tiempo deseándolo, tantas frustraciones por mi impaciencia, tantas veces que te dije que si y luego fueron que no, pero hoy no, en la puerta de la habitación reza un cartel de molestar, hoy ya te tengo, hoy ya me tienes para ti, hoy aunque fuera brevemente te había sentido dentro de mí, tu excitación hizo que con un giro de tu cuerpo quedara debajo de ti, sintiendo el peso de tu cuerpo sobre el mío, sintiendo como tus besos se apartaban de mis labios y se apoderaban de mi cuello. Desde ese momento fui incapaz de abrir los ojos, fui incapaz de pensar en otra cosa que no fueras tú, tus labios no paraban de besar los míos, tus dedos bajaban suavemente poco a poco por mi cuerpo, mis brazos te abrazaban arañándote la espalda con mis uñas cada vez que me hacías gemir, la humedad de tu boca, de tus labios se habían apoderado de mis pezones, de mi tripa y del monte de Venus por encima de mis bragas, una prenda que ya estaba de más entre nosotros y sentía como con tus dedos me las iban quitando poco a poco, acompañándolas suavemente bajar por mis muslos mientras que tu boca se apoderaba de mi sexo metiendo mi clítoris en tu boca, haciendo de mis gemidos música en aquella habitación de hotel cerca de la estación de Atocha.

Mis manos apretaban las sabanas con fuerza y mi cabeza con la boca abierta emitía continuamente los gemidos que sé que tanto te gustan, tus dedos acompañan a mis bragas hasta conseguírmelas quitar por completo, sentir casi en el mismo instante como tu boca atrapaba mis labios y como tu lengua atravesara el portal de mi placer uniéndose a la carne rosada humedecida antes de entrar él la oscuridad de mi vagina totalmente mojada para ti, mis manos pasaron de las sabanas a tu cabeza, a tu pelo, hundiéndote en mi sexo notando tu respiración y tu lengua excitar más mi maltrecho cuerpo haciéndome temblar, haciendo estremecer.

El ventilador de mi habitación seguía girando cuando empiezo a sentir mi cuerpo humedecerse, mis dedos ya traspasan la frontera de mis bragas con dirección a mi vagina y cuando mis dedos se mojaron dentro de mi vagina, mi mente me trasporta nuevamente a aquella habitación de hotel cuando tu cuerpo desnudo empezaba a subir por el mío, una vez más siento tus labios humedecer mis pechos, siento tu pene duro cerca de mi sexo y mis piernas se abren más a ti, rodeando con ellas tu cuerpo, mis dedos acariciando tu espalda y tus manos sobre mi pelo revolviéndomelo continuamente, nuestras caderas sé juntas en un baile cálido, sensual, sintiendo tu pene entre mis labios que poco a poco va buscando la entrada de mi vagina, encontrándola enseguida, despacio, muy despacio tu glande va penetrando en ella, despacio casi sin moverse siento como me vas llenando, deslizándote suavemente dentro de mí, envolviéndote con la humedad del interior de mi cuerpo que me hace gemir y jadeando susurrar tu nombre.

Siento como mi cuerpo se estremece al notar tu pene penetrar hasta el fondo de mi vagina y como sacas de mí un pequeño grito ahogado con la boca cerrada, segundos más tarde mis gritos ya son solo para ti, siento tu cadera jugar con la mía, como tu pene retrocede y vuelve a meterse dentro de mi vagina. Me siento tan feliz, que inconscientemente rio cuando me entregas todo aquello que hacía tiempo deseaba, mis uñas arañan tu espalda al son de los gemidos que voy depositando en tus oídos, gemidos, gritos que atraviesan las finas paredes para dejar testimonio de que después de todo, después de un tiempo, te puedo decir te quiero, puedo llamarte mi amor y dejo que tu cuerpo me cubra una y otra vez, que tu pene entre y salga de mi interior reconociendo cada centímetro de mi vagina y con cada centímetro hacer que mi voz se entrecorte y que se disfrace de gemidos y gritos de placer.

El ventilador seguía girando, mis dedos entraban y salían de mi vagina, acariciaban mi clítoris y mi mente se volvía a trasportar a aquella habitación de hotel, donde te sentía dentro de mí, cuando mi vagina se mojaba tanto recordando cuando me diste la vuelta y tus labios empezaron a recorrer mi espalda dibujando una sonrisa en los míos, tenía la vagina realmente mojada y notaba en mis glúteos tu pene humedecido de mí, tu cuerpo cubriendo el mío como una fina sabana, sentía el vello de tu pecho sobre mi espalda, notaba como te metías entre mis piernas que me abrías un poco, pidiéndome la llave una vez más de mi sexo, tus manos acariciaban mis hombros y tu boca besándome mi oído, entonces un pequeño grito de placer me hizo morder las sabanas y que mis puños se aferraran a ellas con fuerza cuando una vez más te siento entrar, una vez más tu pene navega en el interior cálido de mi vagina, centímetro a centímetro rozándose con mis paredes vaginales y llegando a penetrarme tanto que parecía que mi vagina absorbía tu pene hasta las paredes de mi útero.

Entre gemidos

como flores eternas

se abren tus piernas

Susurraste en mi oído tu primer verso como siempre me dijiste que harías, no fue el último verso, ni los últimos gemidos que sacabas de mí cuando te sentía entrar y salir, notaba como mi flujo mojaba las sabanas de la cama, notaba como tu pene se envolvía en él y como te desplazabas dentro de mí haciéndonos a los dos gemir, versos jadeantes en mis oídos, no solo era él o placer de penetrarme, no solo eran tus besos, tus carias, los susurros con versos en mis oídos, era la felicidad de tenerte en mi cama, de que por fin nuestros sueños fueran reales.

Notaba que todo me daba vueltas, notaba como en las paredes de la habitación se pegaban y agolpaban mis gemidos y notaba como tus manos se metían debajo de mi vientre y me hacías incorporar con suavidad, sin dejar de bombear tu pene dentro de mí, me ibas levantabas hasta ponerme de rodillas, hasta ponerte de rodillas penetrándome ahora con más vigor, tus manos apretando mis pechos y el silencio solo se rompía con cada empujón, con cada golpe de tu piel contra la mía, del sonido acuoso de tu pene penetrando en mi vagina tan mojada, tus manos acompañaban a mis pechos cuando mi espalda se arqueaba hacia atrás con un grito primero sordo y luego, ya no podía controlar los gritos de placer al sentirte tan dentro de mí, al sentir como el placer me atravesaba el cuerpo incapacitando mis piernas que temblaban, que mi cuerpo se convulsionaba de placer y que los espasmos se apoderaran de mí.

Mi vagina se había inundado de flujo, tu pene entraba y salía navegando dentro de mí a gran velocidad, haciéndome caer hacia delante con cada penetración, con cada empujón tu pene se hundía más profundamente mi vagina, acariciabas mis pechos apretando mis pezones, dejándolos huérfanos cuando empezaste a retirar tus manos que ahora subían por mis costados hasta quedarse en mis caderas, sujetándomelas con fuerza y apretando con fuerza su pene dentro de mí, mis manos apretaban con fuerza las sabanas a la vez que le gritaba a la cama, un segundo orgasmo me llenaba de placer cuando empezaste a llenar mi vagina con tu semen gritando tu último verso, tu último verso entre jadeos y gemidos gritándote que no pararas, que no te apartaras.

Regalo mi esencia

llenándote la copa vacía

regalas gemidos, una sonrisa

Estaba encantada de que termináramos juntos, más que deseo era obsesión porque llenaras mi copa con tu semen, expulsado por tus convulsiones a la vez que gritabas mi nombre, que me dedicabas versos, sentir la velocidad de tu semen dentro de mí, golpeándome con fuerza en mi vagina mezclándose con mi flujo, solo quería que me hicieras gemir, gritar, solo quería que me hicieras reír, disfrutar contigo, solo quería que cuando no estuvieras, siguieras dentro de mí, quería absorberlo para tenerte siempre retenido en mi interior, pienso en el esfuerzo infructuoso de tu semen por alcanzar su meta, el miedo que atravesara mi útero hasta mis ovarios, el miedo de fecundar uno de ellos y, sin embargo, quiero más, quería más, me arriesgo a querer más y que durante toda la noche me sigas llenando.

Fue una noche inolvidable, unas semanas inolvidables donde hicimos el amor de mil formas, donde me follaste de mil maneras haciéndome feliz por haberte tenido entre mis piernas, por haber sentido la fuerza de tu miembro atravesar mi vagina hasta hacerme perder el control y ahora mirando el techo con el ventilador girando sobre mí, mi vida pasa despacio, sé que mis amigas, que mi familia no aprobarían lo que hice, que mi novio no entendería por qué tú, alguien que me dobla en edad, a entender lo que me pasa por dentro cuando te veo, cuando me miras, cuando me hablas, sí, soy una mujer muy pasional lo sé y que quiero más, habrá quien hable mal de mí, pero no me importa, quiero tenerte, quiero que me hagas el amor, quiero follar contigo como si fuera el último día de nuestra vida, quiero abrir mis piernas para ti, para que puedas entrar y cerrarlas tan fuerte que te quedes conmigo para siempre.

Miro el ventilador girar y te veo a ti, haciéndome el amor.

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