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Verano del 84 (Capítulo 4)
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Dormí profundo al principio, pero entre sueños escuché los ruidos de mis abuelos saliendo, mi tío llamándola a Cami, los autos partiendo.  Luego el silencio. Mi sueño se convirtió en duerme vela, y mi erección matinal no faltó justamente esa mañana. Y a pocas horas de tres polvos. ¡Ah, la juventud!

Cerca de las nueve me levanté y me metí en la ducha. Mi baño era pequeño, y tenía un duchador apenas encerrado por una cortina plástica para no mojar tanto.

¿Jojo? – la voz de Susi. Corro un poco la cortina y me la encuentro en la puerta del baño, vestida con su pijama. ¡Claro! Ella había se quedado durmiendo abajo luego de que Cami se fue.

– Te vas a mojar toda, boluda. – Se va un segundo al cuarto y aparece nuevamente, desnuda.

– ¿Parece que te quedaste con ganas anoche? – pregunto mirando mi verga semidura mientras se sentaba a mear en el inodoro.

– Para nada Susi. Quedé así por lo intenso.

– Algo me llego a comentar Cami. ¿Cuantos?

– Tres.

– ¡Ahh, bueno! ¿Cómo es lo de frotar la concha con el pito?

– ¿Te contó?

– Si – respondió, aunque más bien parecía que la confidencia había sido parcial.

– Vení. ¿Aprovechas a bañarte?

– Seguro, dejé la ducha abierta abajo como cubierta. Nadie va a entrar.

Nos enjabonamos el uno al otro, y luego le hice juntar bien sus piernas, inserté mi verga entre ellas. Si bien tenía casi mi altura, la pequeña diferencia hacía que mi pene quedara algo doblado hacia abajo, friccionado bien sobre su clítoris. Nos abrazamos y comenzamos a bombear, mi derecha explorando su culo. Aumentamos el ritmo a medida que Susi subía escalones hacia su orgasmo.

– ¿Ahh pero venís lento hoy? Te dejaron seco.

– Dale esperame un poquito. – dije sin aflojar el ritmo.

– Un poquito, no mucho. – contestó entre jadeos. Me esperó, me apuré, y conseguimos acabar juntos.

– Me gustó esto. – me dice.

– Hay otras variantes que tenemos que probar. – Apagamos la ducha y nos comenzamos a secar compartiendo la única toalla.

– ¿Te gusta Cami?

– Si claro.

– “Si claro” no. Te pregunto si sentiste algo más con ella. Si te gustaría que fuera tu novia.

– Si, la verdad que sí.

– A mí me gustaría que se metieran de novios. Esto nuestro es un juego Jojo. Se va a terminar con el verano. Lo de ella con vos puede ser serio. Y a mí me gustaría, porque los quiero a los dos.

– ¿Y vos crees que me acepte sabiendo de esto?

– No sé. Tampoco le conté tanto. Le miento y le digo que fue un par de veces nomás.

– Es buena. Y ya que estamos de confidentes sobre ella, hicimos más que esto. Se la chupé y me la chupó. Es más, casi se la meto.

– ¿Vistes? A ella también le pasa algo.

– Pará, falta lo más importante: nos besamos.

– Intentá llamarla hoy sin falta. Igual mañana a la siesta nos vemos – se fue con una sonrisa y un guiño.

La llamé esa tarde. Media hora y conseguí la maldita comunicación. Hablamos lo que pudimos como pendejos acaramelados que éramos. Al otro día me esperaba un encuentro con Susi, y una grata sorpresa. Me confirmaron un turno en el médico a primera hora de la mañana, por lo cual iba a estar básicamente suelto todo el resto del día en la ciudad. Susi llegó puntual con un frasco en la mano.

– ¿Qué es eso Susi?

– Aceite para bebés. Lo usan para Facu – Facundo era el hermanito bebé de Susana.

– Ah, ya te agarré la idea.

Nos desvestimos y empezamos a tocarnos el uno al otro. Ya recuperado, mi amigo reaccionó con presteza. Decidimos probar la segunda variante que había intentado con Cami, pero puse una toalla bajo mi cola para contener al aceite, que Susi vertió abundante sobre mi verga. Se montó arriba mío y comenzó a mover su pelvis hacia adelante y atrás. La sensación que agregaba el aceite era genial.

– Muy bueno lo del aceite Susi. No sabés que lindo se siente, y siento el calor de tu concha que me quema. – le dije al tiempo que jugaba con sus pezones.

– Ahh, si esta buenísimo. Mirá, ahí cuando me empuja el clítoris de atrás me mata. – decía al tiempo de lo frotaba específicamente sobre mi glande, lo que me provocó un espasmo. – Pará, todavía no.

– ¿Te falta?

– No, pero está muy bueno, sigamos un rato. ¿A ver esto? – Se recostó hacia atrás, hasta que pudo juntar sus muslos, con mi verga atrapada en su entrepierna, y comenzó a mover las caderas hacia arriba y abajo.

– Espectacular.

– Si – dijo entre jadeos y alguna risa – pero es como un ejercicio de gimnasia muy difícil. – Se cansó en breve y se sentó – ¿Cómo es que casi se la metés?

– Jugamos un poco en la entrada. Pero yo acabé.

– Confió en vos como nunca, ¿Eh? – me dijo mirando fijo. Asentí, y miré alrededor.

– Ahí, sentate contra el respaldo de la cama.

Le puse dos almohadas bajo la cola, para que me quedara más alta. Me arrodillé con las piernas abiertas, y le froté con mi cabeza en su vulva hacia arriba y hacia abajo. Agregué un poco de aceite, más por la adrenalina que por necesidad, y acomodé el glande en su entrada. El calor y la suavidad húmeda que sentía en la punta invitaban con la fuerza del instinto más primario. Entro, probablemente un par de centímetros, hasta que Susi con su mano me indicó “hasta ahí”. Se empezó a frotar el clítoris y yo a pajearme apenas moviéndome. Poco más nos hizo falta a ambos. Susi estalló. Cerró sus piernas y se estremeció con violencia. Yo zafé mi cabeza hacia arriba y disparé sobre su vientre y lolas.

– Uau Susi – le dije cuando recuperamos el aliento. – Lo que se debe sentir adentro.

– Ya sabes que no es conmigo, ni yo con vos.

– Hola linda – dije con voz acaramelada cuando pude conseguir la comunicación y su madre me la pasó.

– Hola Jojo. ¿Cómo estás?

– Muy Bien. Antes de que se corte, el jueves tengo que ir a Buenos Aires al médico. Termino a eso de las 11 y tengo que esperar a la tarde hasta que me traigan de vuelta. ¿Te parece que nos veamos?

– ¡Si, seguro! ¿Dónde nos encontramos?

– ¿Te parece en Callao y Córdoba a las 11 y media? Te queda la estación de subte, y yo llego sin problemas.

– ¡Genial!

El día estaba bastante agradable, con calor pero sin el agobio del verano porteño. Cami vestía una remera floreada sin mangas, en colores amarillo, rojo y blanco, y un pantalón ajustado también blanco. Lo que antes me parecía lindo, ahora me dejaba sin aliento. Sin titubear, nos saludamos con un beso en la boca, y comenzamos a caminar tomados de la mano. Nos sentamos un rato en plaza Rodriguez Peña a charlar y sobre todo a besarnos. Nos entretuvimos largo rato en una disquería, donde nos compramos el LP de Cindy Lauper, que incluía “Girls Just Want to Have Fun” y el muy romántico “Time after time” que sonaban por todos lados en esos días. Nos sentamos a comer en The Embers.

– Estuvo lindo la otra noche. – es la primera vez que sacaba el tema, ya en la sobremesa.

– Hermoso. Casi lo hacemos. Digo… del todo. Supongo que ya se repetirá. Pero que lindo verte hoy… Estoy enamorado de vos Cami. – solté mi declaración sin más.

– Yo también Jojo. – y me tomó la mano.

– ¿Y no te jode lo que hice con Susi?

– Quizás un poco. Y yo también entré un poco en ese juego. Pero después, cuando me tomaste la mano bajo la mesa… Y en la habitación… me pasó algo diferente.

– Que ganas de salir de la se campo de mierda y estar acá el finde para salir con vos.

– Quedan 15 días.

– Una eternidad.

Tomamos el subte hasta Palermo, zona en la que todos vivíamos, paseamos un rato por el jardín zoológico y luego fuimos hasta mi casa, donde tomamos la merienda con mi madre mientras esperábamos a mi viejo que venía de la fábrica con el auto, para salir de nuevo para el campo. Mi vieja nos recibió con mal disimulada felicidad. Si bien no había dicho mucho, estaba claro que yo estaba en edad para algún noviazgo, y Camila era “gente como uno más allá de algún problema familiar” por decirlo de algún modo. Cuando papá llego, bajamos con intención de dejarla de camino en su casa, pero en la vereda nos cruzamos María, la madre de Cami. Nos saludó efusivamente, y se ganó mi amor. “¿Porque no te venís el sábado y se van al cine? Después te quedas a dormir en casa en la habitación de huéspedes. ¡Así aprovechan porque se acaban las vacaciones y después en la universidad se termina la farra!”

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