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Tiempo de lectura: 4 minutos

“Si llegas a mi apartamento prometo darte un espectáculo frente a la ventana” decía su texto sin ella saber que acaba de comprar dos boletos para ver jugar a los Yankees ese fin de semana.

Una vez aterrizo mi avión en el JFK le envié un texto diciéndole que la veía en el parque de pelota. Como no me creyó de la primera le envié una foto mía con los dos boletos. Tenía que llegar directo al parque porque el juego era ese mismo día. Me llamó rabiosa para reclamarme de mi loco aviso y decirme que tenía un compromiso previo. Le comenté que solo había viajado a verla y que si le decía no sería sorpresa. Ella luego de un rato cancelo su compromiso y me espero en el parque.

Una vez allí comimos algo, claro luego de nuestro abrazo de cinco minutos. Ya iba un año sin vernos en persona, pues por video chat ya habíamos tenido charlas, peleas y algún ciber sexo. La velada duró hasta después del atardecer neoyorquino de las 9 pm. Luego de ver que los Astros le ganaran a los Yankees nos fuimos hasta el tren subterráneo. En la media hora de camino casi no hablamos. Usamos ese tiempo para atender el teléfono y poner nuestros estatus de trabajo al día. Una vez nos bajamos en la 42 caminamos algunos minutos hasta su edificio. Vivía en un apartamento pequeño y muy caro, pero con vista privilegiada al área central de Manhattan. Allí en su sala descorcho una botella de vino y me dejo admirar la vista que revelaba su sala.

La vista y el vino pronto fueron acompañados por música. Allí embelesado tratando de ver hasta donde llegaba la vista vi el reflejo de ella acercándose. Me tomo por la cintura y al oído me dijo:

-Yo cumplo mis promesas.

Me llevo hasta el sofá y me dijo que disfrutara la vista completa. Al compás de la música comenzó a bailar. Su mirada estaba fija a la mía, casi sin parpadear. Poco a poco fue deshaciéndose de su ropa. Sus caderas se movían como péndulo de hipnosis y hacían ese mismo efecto. Su cuerpo quedó solo cubierto por un hermoso set de encaje. Ella sabe lo mucho que disfruto verla de esa manera. Su gusto por su ropa íntima siempre coincidió con el mío. Una vez así se acercó a mí y sentó en mi falda. La tomé por la cintura y ella retirando mis manos me dijo:

-No se permite tocar

Eso me dio una sensación de impaciencia, pero sabía que ella tenía un buen plan así que le seguí el juego. Su contoneo rápido causo una gran erección en mí. Ella rápido lo notó y comenzó a moverse con más sensualidad para poder sentirla mejor. Se levantó y fue a la pared a bajar un poco la intensidad de la luz, le pedí que la dejara clara pues quería verla a plenitud. Se retiró hasta ventanal y continuó con su baile. Allí se quitó su brasier revelando sus redondas tetas. Luego se viró dándome la espalda y se dobló hacia el frente. Así moviendo sus nalgas se fue quitando su tanga. La posición reveló mi vista favorita.

Yo no aguante más y me puse de pie. Ella nuevamente me indicó que tenía que obedecer que aún no terminaba el espectáculo. Le dije que no iría hasta donde ella, pero ya estaba demasiado inquieto como para sentarme. Ella caminó hasta donde estaba su cartera y de allí sacó el vibrador que la había regalado para su cumpleaños. Mirándome fijamente me indicó que por fin la vería usándolo en persona. No sabía si resistiría, pero la deje continuar. Ella comenzó frotándose sus pezones hasta que quedaron completamente duros. Comenzó a frotar su juguete contra su clítoris y se recostó de la ventana enseñándole sus nalgas a todo Manhattan. Su contoneo reflejó el efecto de su juguete. Como era de doble acción pudo jugar tanto con su clítoris como con su punto G. Sus gemidos inundaron aquella sala. Yo no aguante y comencé a frotarme. Cuando ella lo noto me recordó nuevamente que no podía hacer nada solo mirar.

Ella siguió, pero esta vez dándome la espalda. Veía como ella introducía el vibrador, pero este con su otra punta seguía estimulado su clítoris. Yo no aguante más y me fui hacia ella. La abracé por la cintura y besé su cuello. Ella puso un poco de resistencia, pero cedió a mis besos en el cuello rápidamente. Le mordí la nuca y jugué con sus tetas mientras ella seguía con su juguete yo pegaba mi erección a sus nalgas y me movía para que la sintiera.

Me arrodillé frente a sus nalgas y se las besé. Mientras le apretaba las nalgas veía a pulgadas de mi cara como ella se penetraba con su juguete. Sin interrumpir su tarea abrí sus nalgas y metí mi boca entre ellas. Ella al sentir mi lengua caliente entre sus nalgas soltó su juguete y puso sus manos contra el cristal de la ventana. Yo aguanté el juguete y seguí con los movimientos que esta llevaba. Así ella con las tetas a la vista de aquella ciudad recibía placer a tres puntos. Pude sincronizar los movimientos de mi lengua con los de mi mano. Sus gemidos se habían tornado en gritos de placer. No duro mucho cuando sentí mi mano encharcada por los jugos causados por su intensa venida. Temblorosa y con respiración profunda descanso varios segundos contra el cristal. La interrumpí cuando puse mi mano sobre su cadera mientras con la otra me quitaba la ropa. Una vez desnudo volví a abrir sus piernas he introduje mi erecto miembro. Ella comenzó a gemir al instante. La agarré fuertemente por las caderas y comencé con movimiento lento. No tarde en aumentar intensidad. El sonido de sus nalgas siendo golpeadas por mi cuerpo igualo sus gemidos. El cristal empañado por su respiración reflejaba como dos cuerpos le demostraban a la ciudad que nunca duerme cuanto deseo se tenían. Seguí mi movimiento hasta que sentí que explotaba. Saque mi miembro y deje caer mi venida en sus nalgas.

Cuando recuperamos el foco notamos que varios de los edificios cercanos tenían personas mirando. Sin querer ella le dio el espectáculo a más de una persona aquella noche.

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