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Unas vacaciones con mi madre (P. 4): Como empezó en casa
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Los dos muchachos se quedaron sentados en el sofá mientras recuperaban el aliento. Luis repasaba en su mente cada momento del polvo brutal que habían echado y se acordó de la comparación que había hecho Estela el día anterior. Había dicho que la polla de su padre era algo más grande y eso significaba que se la había visto dura y de cerca. También había dicho algo sobre la libertad de sexo en su casa. La curiosidad le estaba corroyendo.

– Ufffff, chico, ha sido brutal! La frase de Estela le saco de sus pensamientos

– Síii, realmente genial! Añadió el.

– Me dijiste que me contarías eso de… que la polla de tu padre era algo más grande. Le insinuó Luis.

– Bueno, es una larga historia, pero te lo resumiré. Cuando tenía dieciocho años vi por primera vez a mis padres follando. Estaban en su habitación y no habían llegado a cerrar la puerta del todo. Les oí jadear al cruzar el pasillo y me asome por la pequeña rendija que habían dejado y vi como mi madre le estaba chupando la polla. En ese momento sentí como un calambrazo que recorrió mi cuerpo y deje de mirar, pero la curiosidad fue más fuerte y volví a asomarme. Fueron largos minutos los que pasé asomada por la rendija, y en ese momento supe que era algo que realmente me gustaba. Después, mi padre le comió el coño a mi madre, que vi como se mordía la mano para no gritar y deseé sentir lo mismo. Continuaron follando, cambiando de posturas, unas veces se ponía mi padre arriba, otras era mi madre la que se movía sobre él, y la que más me impactó fue cuando ella se puso de rodillas y el tras ella. Me pareció brutal ver cómo se movía todo su cuerpo a cada pollazo que le daba. Ella retorcía las sábanas arrebuñadas con sus manos y parecía morder la almohada. Bueno, que no quiero extenderme, en días posteriores volví a verles y sentía como cada vez me apetecía más. Pensé que en vez de asomarme por la rendija, podría verle a través de una webcam, y me las apañe para instalar una en uno de los adornos que tenían en la habitación. A partir de entonces, fueron muchas veces las que les vi desde el ordenador, encerrada en mi habitación, y día tras día se fue despertando un mayor deseo dentro de mi cuerpo. Al cabo de un año, cuando ya había cumplido los dieciocho, en la piscina del chalet donde vivimos, nos estábamos bañando él y yo, y mientras jugábamos, toque su miembro bajo el agua a través del bañador. Fueron varios roces a los que el no les dio importancia hasta que una de las veces sintió como mi mano se lo agarraba claramente.

– Que haces? Me dijo sonriendo.

– Nada! Conteste devolviéndole la sonrisa.

– Me acabas de coger el pene! Dijo el utilizando el lenguaje que le pareció menos brusco.

– Si, y qué? Le dije yo sin dejar de sonreír. – No creo que sea adecuado! Contestó sin querer darle demasiada transcendencia.

– Bueno, me apetecía tocarlo, y lo he hecho! Contesté con resolución.

Por entonces mi cuerpo ya estaba bien formado y había notado como miraba mis tetas en alguna ocasión estando en bikini. No continuamos hablando del tema y dejamos pasar aquel momento. Durante el año siguiente yo ya había conocido a algunos chicos y había tenido relaciones sexuales con alguno de ellos aunque no se parecieron a lo que veía con frecuencia en la habitación de mis padres, esa forma de follar y el tiempo que lo mantenían no podía conseguirlo con ninguno de los chicos con los que había mantenido sexo. Pasado un tiempo, un día que mi madre no estaba en casa, le propuse darnos un baño en la piscina y con la escusa de jugar con una pelota volví a tocarle varias veces con disimulo, realmente lo del disimulo era algo tonto, pues el notaba mi mano claramente. Noté que en ese momento, él me miraba de otra manera, ya no me veía como una niña. Durante el juego fui progresando en mis intentos de acercamiento, me agarraba a su cuello por detrás rodeándole con las piernas, a la vez que le aplastaba la tetas contra su espalda, y poco a poco fui consiguiendo más contacto hasta llegar a abrazarme por delante haciéndole sentir de nuevo mis tetas contra su pecho y mi coño pegado contra su vientre.

– Me vas a ahogar!

Es lo único que se atrevió a decir mientras sujetaba mi culo para que no me escurriera. Creí que era el momento de decirle algo más.

– Me gusta abrazarte, papá! Le susurré pegando mi mejilla contra la suya. Ya habíamos hablado sobre el sexo en alguna ocasión, pero en plan de padres a hijos y como forma de aprendizaje, y quiso saber algo más en ese momento.

– Que tal te va con los chicos? Preguntó mientras nos manteníamos abrazados.

– Bien, pero son demasiado jóvenes e inexpertos!

– Es normal con esta edad, ya iréis aprendiendo!

Dijo dando por hecho del tema que estábamos hablando. Yo no quería que todo quedará ahí, y continúe profundizando.

– Os he visto a mamá y a ti en la cama, y no tiene nada que ver con las relaciones que yo he tenido! Noté que le sorprendió mi comentario.

– Como que nos has visto?

– Si, varias veces!

– Y cómo? Preguntó con la misma sorpresa. No quise decirle lo de la cámara – Por la rendija de la puerta que a veces no se cierra del todo! Comenté acordándome de las primeras veces.

– Vaya, tendremos que cerrar mejor! Dijo el sonriendo.

– No por favor! Le dije con cara de niña apenada.

– Me encanta veros follar! Le solté de pleno.

Se quedó algo parado sin saber que decir y aproveche para besarle en el cuello. Pude notar como se ponía algo nervioso mientras yo disfrutaba de ese momento. No sé si fueron mis besos por su cuello, pero poco a poco se fue relajando mientras se movía en el agua con mi cuerpo encaramado al suyo. Lentamente me fui dejando escurrir hasta notar su miembro erguido pegado al centro de mis muslos. Fueron unos largos y deliciosos segundos sintiendo la dureza de su polla mientras frotaba mi coño contra él. Mis labios, después de recorrer su cuello, lo hicieron con su cara mientras él no decidía que pasó tomar.

– Salgamos del agua! Dijo finalmente.

Nos secamos medianamente con las toallas y nos tendimos en el césped sobre ellas. El se quedó boca arriba con las manos cruzadas bajo su cabeza. Yo me recosté de lado, con el codo apoyado en la toalla, sujetándole la cabeza con la mano. No espere mucho y comencé a acariciar su pecho, algo mojado mientras me fijaba en su bañador, que se mantenía relativamente abultado.

– A sí que… te gusta vernos follar.

Preguntó sintiendo mis dedos deambular por su pecho. La pregunta me sonó esperanzadora, para mí forma de verlo, era bueno hablar del tema.

– Me encanta veros y oíros, y sentir como lo disfrutáis!

Dije con entusiasmo. Bajé con mi mano hasta su bañador y le toqué la polla por encima de la tela. El cerró los ojos sin saber que hacer, yo notaba sus dudas, no sabía si pararme o dejarme seguir, y eso hacia que el morbo aumentara. Toqué la tela mojada con la mano y después la metí bajo ella. Tenía la polla ya dura y muy tiesa, y me excité al sentirla entre mis dedos, era algo que llevaba tiempo deseando. Recordaba la primera vez que vi a mi madre chupándosela, como subía y bajaba la cabeza con la boca abierta hasta casi hacerla desaparecer dentro de ella. Yo notaba lo caliente que me ponía con solo pensarlo, y ahora tenía esa dura polla en mi mano. Cada vez estaba más excita y ansiosa y sentía ganas de probarla. Bajé la tela del bañador lo suficiente para que su gran miembro saliera fuera. Erguida y tiesa, destacaba como el mástil de un velero. Mi mano comenzó a subir y bajar la fina piel que la envolvía, mientras mis ojos disfrutaban viéndolo. Comencé a besar su pecho mientras mantenía los suaves movimientos con la mano, y fui bajando con la boca, lamiendo su vientre hasta llegar a ese mástil duro y tieso.

– Estás segura de lo que vas a hacer?

Me preguntó cómo último recurso. Se que él lo deseaba, pero todavía luchaba dentro de su mente.

Mi lengua lo rodeó como si fuera un helado que se derrite, y al momento noté como se mojaba levemente con el pre flujo que provoca la excitación. Abrí los labios y succione su capullo mojado a la vez que lo lamía con la lengua. Continúe dándole chupadas, hasta meterme media polla en la boca, y comencé a oír sus jadeos. Me puse contenta, eso significaba que lo estaba haciendo bien.

Luis la miraba muy atento mientras Estela relataba cada detalle. Había momentos que le recordaban a el mismo, deseando a su madre y eso le hizo sentirse mejor. En ese momento sonó el móvil de Estela.

– Hola papá! Dijo ella al cogerlo. Escuchó unos segundos

– Ah ,si? Que bien! Otros segundos de espera.

– Si, si! Perfecto! Yo se lo pregunto.

– Que pasa? Dijo Luis.

– Es mi padre! Que os invitan a comer! A tu madre le parece bien, pero quiere saber lo que opinas tú! Que me dices, aceptas la invitación?

– Si, claro, aunque no me lo esperaba!

Que le parece bien! Dijo Estela a través del teléfono sin darle más opciones a Luis.

– Vale, vale! Si, aquí estaremos! Dijo después de volver a escuchar a su padre. – Que te ha dicho? Preguntó Luis.

– Que vendrán en una hora!

– Perfecto! Sigue contándome! Dijo Luis ansioso sobándose la polla que se le había endurecido de nuevo. Estela volvió a sentarse a su lado y prosiguió.

– Continúe chupando y chupando, la polla de mi padre me estaba gustando más que ninguna otra de las que había probado. Recordaba como mi madre se la metía prácticamente entera y yo quería hacerlo igual. No sé cómo lo hice, pero al cabo de varias chupadas sentí como el capullo penetraba en parte de mi garganta. Me dio alguna arcada, pero estaba tan entusiasmada que continúe. No tarde en conseguir que penetrara entera y recordé que la mayoría de los chicos con los que había estado ya se habrían corrido al poco de empezar, pero veía que mi padre aguantaba, mantenía su polla dura y sin correrse, y eso me estimuló más a seguir.

– Puso su mano en mi culo, acariciándolo, y apretándolo con timidez. Parecía que todavía no estaba convencido de mis deseos. Recordé una de las posturas en las que les había visto a través de la cámara y me propuse ponerla en juego para vencer su reticencia. Crucé una de mis piernas por encima de su cuerpo hasta arrodillarse sobre su alto pecho, ahora tenía mi coño a escasos centímetros de su boca. Sabía que ahora lo estaba mirando, un primer plano de mis gruesos labios genitales marcando la tela de las bragas mojadas de mi bikini, y pude sentir su aliento sobre ellos mientras seguía chupando su dura polla. Al momento noté como retiraba la tela con sus dedos, y su ávida lengua comenzaba a lamer. Era una lengua deliciosa y carnosa. Sus manos abrían mi culo y su húmeda lengua lamía los labios de mi coño. Los mojo abundantemente con saliva, los abrió y sentí como su experta lengua lamía mi clítoris, que se me había puesto como un garbanzo de duro, hasta hacer que me temblaran hasta los dedos de los pies. Mi cuerpo tembló más al sentir como me succionaba el duro garbanzo y no tarde en correrme como nunca antes lo había hecho, pero continúe chupándole la polla hasta que soltó un chorro de leche caliente que llenó mi boca. No quería decepcionarle y comencé a tragar todo lo que salía, hasta que mi boca se desbordó y empezó a salir entre la comisura de mis labios. Cuando saque la polla de la boca y vi a mi padre con su cara empapada y una gran sonrisa de satisfacción, supe que lo había hecho bien. El también me había dado un gran placer, y los dos estábamos contentos. Eso fue el comienzo de una relación intensa. Al principio solo nos comíamos el uno al otro, mi padre era reticente a follarme aunque yo se lo pedía cada vez que teníamos un encuentro. Yo seguía viendo cómo follaba con mi madre, ella es más baja que yo, y su cuerpo también es más menudo, aunque muy bien conformado. Sus tetas y su culo son más pequeños que los míos, y a pesar de ello tenía celos, pues en mi egoísmo, quería que mi padre me deseara más que a ella. Yo veía a mi padre, follándosela por el coño y por el culo, y como disfrutaba haciéndolo, y me recomía por dentro que no lo hiciera conmigo. Un día, mientras ellos estaban follando, entré en su habitación. Mi madre tumbada de costado con una pierna levantada y mi padre estaba de rodillas tras ella sujetándole la pierna con una mano mientras se la follaba a la vez que sobaba su clítoris con la otra mano. Ella tenía la boca abierta, y jadeaba como una perra salida. Me miró, pues su posición estaba frente a la puerta, pero no hizo nada, ni dijo nada, tan solo continuo jadeando hasta correrse. Mi padre también me había visto, pero tampoco dijo nada, ni paro hasta que su polla explotó soltando toda la leche. Me acerqué hasta ellos mientras todavía jadeaban con la respiración agitada. Mi madre intentó sonreír, aunque casi ni podía.

– Te gusta vernos, verdad? Me dijo mirándome.

Yo asentí con la cabeza. Me extrañó la calma con la que se había tomado mi entrada en la habitación, pensaba que eso la enfadaría, o la perturbaría, pero estaba muy calmada.

– Tu padre me ha contado lo vuestro, y lo entiendo! Sus palabras me desconcertaron aún más.

– Ven, acércate! Estas cosas a veces pasan, y lo mejor es hablarlas! Mi cara debía de ser un poema por la forma de sonreír que tenían los dos mirándome. Estaba ya en el borde de la cama, mirándoles algo atónita, pues me esperaba cualquier reacción menos esa.

– Ven cielo! Túmbate con nosotros! Dijo mi madre cogiéndome de la mano.

Yo había entrado en bragas y camisón y me subí a su cama entre los dos, que estaban completamente desnudos y húmedos. Mi padre estaba boca arriba y mi madre se giró hacia mi.

– Le he dicho a tu padre que puede complacer tus deseos. Creo que te puede enseñar a disfrutar más que cualquier otro hombre!

Yo no paraba de alucinar, mi madre no solo aceptaba esa situación, sino que la alentaba. Después me beso y sentí la dulzura de sus labios y su cariño incondicional. Después se fue de la habitación para darnos intimidad. Mi asombro me provoco cierta parálisis, pero la excitación de verlos follar todavía se mantenía en mi cuerpo. Me volví hacia mi padre, y vi que su cara había cambiado, ahora su mirada era lasciva y su sonrisa desprendía signos de lujuria. Sin decir nada, frote mis tetas sobre su pecho y comencé a chuparle la polla hasta que se le puso dura, pero eso ya lo había hecho otras veces, y en ese momento lo que deseaba era que me follara por primera vez. Me puso boca arriba y sobó mis grandes tetas con deseo.

– Sabes que eres preciosa, hija!

Me dijo como estímulo, y comenzó a chuparme los pezones hasta sacar varios gemidos de mi boca. Después tiró de mis bragas hasta sacarme las por los pies y con sus dedos toqueteo mi coño hasta sentirlo húmedo, después se postró sobre mi y noté como posicionaba su polla entre mis muslos. Sentí como su hinchado capullo penetraba entre los labios de mi coño y todo mi cuerpo vibró. Continuó empujando, y lentamente su polla fue penetrando más y más. Yo había abierto bien mis piernas y sentí esa penetración, lenta y profunda que tanto había deseado. Mi padre se movió con delicadeza, pero todo mi cuerpo no paraba de temblar y al momento sentí como mi coño ardía. Jadee como una perra salida, apretando con mis manos su culo y me corrí en apenas un par de minutos empapando su polla y sus huevos con el denso líquido que parecía no dejar de manar de mi vagina. El siguió empujado, algo más deprisa mientras yo no paraba de gemir y clavarle las uñas. No sé cuánto tiempo pasó, pero me volví correr sin que cesará la excitación que se mantenía en mi cuerpo. Me agarró de los tobillos y subió mis piernas haciendo que todo mi cuerpo se curvara. En ese momento sentí como su enorme polla penetraba más profundamente a la vez que la punta de uno de sus dedos horadaba mi culo. Recuerdo que di un gran gritó y mi cuerpo convulsionó varias veces mientras me corría de nuevo. Al momento su polla estalló soltando varias sacudidas de leche haciendo que mi corrida fuera más larga e intensa. Soltó mis piernas que bajaron por ambos lados de su cuerpo y su boca quedó jadeante a escasos centímetros de la mía sin llegar a besarme. El temblor en mi cuerpo seguía cuando se retiró de encima, y permanecimos dos largos minutos recuperando la respiración. Cuando me recupere, quise ponerme sobre el para besarle y comenzar de nuevo, pero me paró con su mano.

– Por hoy ya está bien, cielo! Me dijo con una sonrisa tierna y cariñosa. Me beso en la mejilla y – Vete a tu habitación! Me ordenó con dulzura.

Me sentí contenta, feliz, pero a la vez algo frustrada, yo hubiera querido seguir toda la noche, pero me marché en silencio. Recuerdo tumbarme en mi cama y recordar cada minuto de ese momento infinidad de veces y no puede evitar masturbarme como una posesa hasta dormirme.

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