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Una vez en la vida
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Tiempo de lectura: 5 minutos

La vida de casada es buena, rutinaria pero buena.-di un sorbo a la copa de vino.- Aarón y yo nos llevábamos muy bien, no es como cuando éramos novios pero en estos dos años hemos crecido y disfrutado mucho.- volví a beber de la copa de vino para después recargarme completamente en la silla y descansar un poco la espalda.

-Temía que dijeras algo así.- Dijo Gabriel mirándome.- No te veo tan feliz pero lo que veo es que te estas acoplando a la rudimentaria faceta de esposa.- Sirvió más vino en las copas.- y antes que digas otra cosa más bébete esa copa y baila conmigo.- hizo una pausa.-Como en los viejos tiempos.

Arrimo mi silla de la mesa para que pudiera salir y tomó mi mano. Una canción lenta comenzó a sonar por la habitación, no estaba nerviosa pero si incomoda aunque intenté no demostrarlo.

Me acerco a su cuerpo y rodeó mi cintura con su brazo derecho.

– ¿Estás bien si pongo mi brazo aquí?-Pregunto mientras me miraba.

-No sé por qué me lo preguntas si ya lo has hecho, pero está bien.-Le reproche sonriendo. Él también sonrió y lleve mis brazos alrededor de su cuello. Las zapatillas me ayudaban a mi agarre aunque la diferencia de estaturas no fuera demasiada. Era una rumba lenta casi balada lo que bailábamos. Yo me dejaba guiar por sus pasos lentos casi como el danzón. No entendía completamente lo que estaba haciendo, solo sabía que no era mi esposo con quien estaba bailando.

Aarón es un gran arquitecto, apenas unos años más grande que yo. Lo conocí en un festival de día de muertos que había organizado en la Universidad donde estudiamos. El arquitectura y yo Literatura Inglesa y a pesar de las diferencias de los horarios y rutinas llegamos a tener un noviazgo. Él fue mi primer novio oficial y luego mi marido.

Nos casamos al graduarnos de la Universidad por lo que hemos tenido que partir de la nada para tener una casa y el estilo de vida que tenemos actualmente aunque hemos tenido que hacer muchos sacrificios económicos, sociales y de pareja como trabajar en distintos lugares, rogar por oportunidades y apostarlo todo. Aunque eso nos resultó bastante bien porque logramos comprar una casa, dos automóviles y abrir su propio despacho con diferentes colegas. Aunque por mi cuenta me he conformado con mi carrera, al principio dar unas horas de clase en la preparatoria de Literatura e inglés para después pasar a revisar y traducir textos en mi casa. Aarón no le gusta que trabaje mucho y por eso prefiere el llevarse la mayor carga de trabajo aunque en la mayoría de las ocasiones este fuera del país y me deje sola por días o semanas. No me quejo, la entrada económica es realmente buena y me permite tener algunos lujos, distracciones pero cada día que pasa me voy sintiendo más sola.

A diferencia de Gabriel, él es mi mejor amigo y de Aarón. Ambos estudiaron juntos y después de la graduación él se fue a Río de Janeiro y de ahí ha llevado una vida muy liberal sin complicaciones, ni ataduras con romances fugaces. Hace unos días antes de que Aarón saliera del país Gabriel llamó por teléfono para avisar que llegaría a tomarse un tiempo de descanso en México, fuimos por el al aeropuerto y después de una plática decidimos que fuera mejor que Gabriel se quedara alojado en nuestra casa, así Aarón podría viajar más tranquilo, Gabriel tendría un lugar donde hospedarse y yo tendría algo de compañía en la casa, alguien con quien platicar y que me acompañara al súper mercado.

Naturalmente los primeros días eran completamente diferentes, no podía quedarme en cama y en camisón todo el día pero tener a Gabriel de nuevo cerca me hacía sentir como si volviera a tener 18 con mucho ánimo además de una casa cálida. Me llevo a correr en las mañanas y hacer ejercicio, desayunos y almuerzos preparados por el mismo, paseos en carro. Entre Aarón y Gabriel lograron llenar los huecos que tenía. Mis dos chicos favoritos.

Pocas veces veía a mi esposo y eso hacía que los pocos momentos que pasamos fueran especiales, principalmente los sexuales por lo que yo tenía que comprar ropa y lencería lo suficientemente sensual para disfrutar al máximo esos momentos.

Una noche Aarón estaba como de costumbre en viajes de negocios así que a la hora de la cena sólo éramos Gabriel y yo en la mesa. Con un par copas de vino recordando los momentos de la Universidad y un baile surgieron acercamientos, algunos toques y miradas sin contar que su presencia estaba más presente que la de mi marido.

Después de la cena decidí meterme a bañar para tranquilizar mi mente y mi cuerpo, al salir unte crema en todo el cuerpo, me coloque una tanga negra y un camisón negro de encaje y tirantes que apenas si cubría mis grandes piernas, mi trasero trabajado y mi mediano busto, leí un rato en el estudio de Aarón, realmente lo extrañaba mucho, su risa, su mal sentido del humor por las mañanas, su cuerpo, sus caricias simplemente lo necesitaba. Gabriel tenía razón, la soledad se estaba apoderando de mí y estaba cansada de que el lado frío de la cama fuera más profundo cada día.

Alrededor de 12 salí del estudio por un vaso de agua, cruce las habitaciones sin encender la luz hasta llegar a la cocina donde me quede un rato hasta que apareció Gabriel de repente haciendo exaltarme y tirar el vaciar el agua sobre la barra. Ahora tenía el camisón mojado y las piernas húmedas. Me moleste por supuesto y le reclame. Él se ofreció a limpiarme, tomó una servilleta y se acercó a mí para pasarme el cacho de tela en mi piel húmeda y sin querer toco mis piernas, lo que provocó que mi piel se erizara. Sabía perfectamente que con ese vestuario húmedo él tendría un buen panorama de mi cuerpo semidesnudo y a pesar de no ser mi marido su presencia me atraía mucho.

Fue cuestión de segundos para que el me besara apasionadamente, al principio no sabía que hacer pero conforme el me besaba y tocaba sentía mi cuerpo calentarse principalmente cuando me tocaba los pechos y los besaba por encima de la tela por mi parte con mis manos exploraba su abdomen trabajado por debajo de su playera, él me metía la lengua y yo dejaba que explorara mi boca y con sus manos mi cuerpo sobre la tela, sentía sus manos arder. Necesitaba parar o no habría vuelta atrás, Aarón no merecía esto pero sentía que Gabriel podría hacerme explotar en cualquier momento. Incluso solo con sus toqueteos sentía mi parte intima mojada. Sin decir nada el comenzó a subir mi camisón hasta la cintura para dejar descubierto mi abdomen el cual comenzó a llenar de besos pasando su lengua por mi ombligo y a suaves besitos llego a mi pelvis la cual comenzó a sobar sobre la tela con sus dedos y yo solo disfrutaba del tacto.

-Para.-le dije con la respiración cortada.- Para por favor.- Le pedí y él se detuvo.

-¿Qué pasa?- pregunto Gabriel agitado.- ¿Te estoy lastimando?- Pregunto separándose de mí.

Camine de la cocina al comedor y me senté en la mesa de madera del comedor.

Él encendió la luz de la habitación y me miro en el marco de la puerta. Aún tenía la ropa que había usado en la comida, pantalón de mezclilla obscuro, camisa azul marino y zapatos bostonianos café. Y con mi dedo índice le hice una seña para que se acercara.

Sonrió descaradamente.- Tenía tantas ganas de hacer esto desde hace tiempo.-dijo él mientras besaba mi cuello y se pegaba más a mi cuerpo. Un gemido salió de mi boca cuando Gabriel removió mi ropa interior abriendo mis piernas para facilitar la entrada de su lengua en mi vagina y clítoris. Lambia y exploraba y yo solo reprimía mis gemidos mordiendo mis labios y apretando los puños. Mi cuerpo necesitaba ser penetrado por lo que comenzaba a dar brinquitos.

-Gabriel, te necesito ya.-Gruñí. Él desabrocho su pantalón y bajó su bóxer, mordí mis labios al ver el tamaño de su miembro erecto. No imaginaba cómo es que eso entrara en mí. Quito mi camisón y comenzó a jugar con ellos o morderlos, mis pezones estaban duros y luego me recostó sobre la mesa. Gemí al sentir lo frio del mueble en mi espalda y el abrió más mis piernas para deslizar mi ropa interior completamente húmeda y de un tirón se introdujo en mí soltando un gemido. Con cautela comenzó a moverse, de seguro mi entrada era muy estrecha y al igual Aarón batallaba con mi cavidad. Hasta que mis caderas comenzaron a moverse al ritmo elevado que iban teniendo el vaivén de las embestidas que cada vez eran más profundas, mi cuerpo se calentaba y lo sentía sudar, algunas maldiciones y gemidos salían de nuestras bocas. No me beso más pero el sonido de su piel al impactar en la mía era sumamente delicioso, excitante que solo me limite al cerrar los ojos para disfrutar del agarre de sus brazos en mis piernas y como entraba y salía de mi cuerpo e incluso como rosaban mis glúteos. En cada entrada mi busto rebotaba mientras me arqueaba de placer, no podía aguantar ni un minuto más, mis piernas se tensaron al igual que un fuerte cosquilleo bajo mi abdomen, mis fluidos tibios corrieron desde mi entrada hasta mis piernas. Gabriel me siguió enseguida.

Él se sentó en una de las sillas del comedor para descansar y relajar su cuerpo mientras yo me encontraba recostada en la mesa con las piernas abiertas, poco a poco nuestras respiraciones se iban normalizando. Después de un par de besos, me llevo a la cama para dormir, estaba completamente rendida y adolorida.

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