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Una tarea pendiente
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Era la fiesta de cumpleaños de unos amigos y entre todos los asistentes estaba ella (la vamos a llamar Ana). Ana era la amiga íntima de la anfitriona del cumpleaños y yo el amigo íntimo de su marido, el anfitrión. Ese día no pasó nada especial, Simplemente Ana me pregunto que como llevaba mi reciente separación, a lo que yo le conteste, que a días y a ratos. Ella me dijo que teníamos que quedar para un masaje mutuo y relajarnos, a lo que yo le conteste- ok, lo vamos hablando. La fiesta se terminó, cada uno se fue para su casa y ese día, ahí quedo todo.

Ana tenía unos 38 años y yo rondaba los 42. Ella rubia con el pelo ondulado, de cuerpo atlético y con todo muy bien puesto y conservado, a pesar de haber dado a luz dos veces. Siempre vestía con vaqueros ajustados, deportivas y camisetas más o menos ajustadas, lo que dejaba adivinar un cuerpo bien esculpido, un culito apretado, piernas bien torneadas y unos pechos que, aunque no eran grandes, más bien medianos, se antojaban firmes y levantados. En más de una ocasión en coincidencias anteriores, me imagine follando con ella… pero todo se quedaba en eso, imaginaciones.

Una semana después, me escribió por el móvil y me propuso un bañito con burbujas y un masaje mutuo en su casa el sábado tarde noche. Concretamos hora y el sábado a la hora convenida, allí estaba. No es que me apeteciera mucho. Ana estaba muy buena, pero aun así, no era una chica que me atrajera demasiado. Más bien fui por el morbo de lo que pudiera pasar y relajarme un poco. Y si surgía, echar un polvete que nunca viene mal.

Ana estaba en casa con sus dos hijos, eran más o menos las 8 cuando llegué y directamente me llevó a la planta de arriba, a su habitación, me enseñó el baño, como funcionaban las burbujas y puso a llenar la bañera. Me dijo: Tengo que dar de cenar a los niños y acostarlos, tú relájate, date un baño, tomate el tiempo que quieras mientras yo hago lo mío y después subo yo, me baño y nos damos el masaje ok? Le dije que si a todo, como dejándome llevar, pero sin mucho entusiasmo… era sábado noche y no había mejor plan a la vista.

Asimismo dejé que se llenara la bañera, me despeloté y me metí en ella. Al cabo de una hora más o menos, Ana subió, dio un par de toques en la puerta y entro al baño, se acercó a la bañera y me pregunto si estaba a gusto, mientras miraba mi cuerpo desnudo. Yo no hice por taparme nada, todo se veía ya que la espuma hacía rato que de había ido. Le conteste que si estaba a gusto y me dijo que si me parecía bien, la esperara en la habitación mientras ella se daba un baño rápido. Me levante, me seque y tape con una toalla que ella me dio y me fui a la habitación. Todo esto ocurrió sin un atisbo de pasión, de picaresca, de la lascivia… como si fueran dos hermanos lo que estaban en el baño, o un matrimonio ya aburrido por los años.

Al cabo de media hora, Ana entro en la habitación, nada más que con la toalla puesta por encima del pecho. Yo ya tenía preparada la camilla y la pregunte quien se tumbaba primero para recibir el masaje. Me dijo que yo primero si quería y acepte. Sin quitarme la toalla de la cintura, me tumbe boca abajo y deje que la toalla callera por los lados de la camilla, tapándome el culo nada más.

Ella empezó a masajearme los gemelos, después el resto de las piernas y cuando llego a mis nalgas, me quito la toalla dejándome totalmente desnudo. Me masajeo el culo y la parte interior de las piernas, casi rozando mis genitales y mi ano. A partir de ahí, empecé a ponerme un poco cachondo. Siempre me ha gustado mucho recibir y dar masaje, y si son con contenido erótico mejor. Termino con el masaje en la espalda, se encendió un cigarro, me ofreció uno, nos lo fumamos y ella se tumbó en la camilla igual que yo, con la toalla cubriéndola el culo.

No hubo nada reseñable en el masaje que yo la di, pues fue en la misma dinámica. Salvo que al tener las piernas entreabiertas, dejo al aire todas sus bondades. Un culito muy bien puesto con un ano marrón clarito que se hacía muy apetecible, y una vaginita pequeñita, rosada, muy limpia, con unos labios menores deliciosos y muy apetecibles también. La dinámica se repitió y ambos tumbados en la cama, nos fumamos un cigarrito para rematar el relax del masaje.

Los dos estábamos como cohibidos, como si nos hiciera falta algo ara arrancar, y casi en silencio. Me dijo que bajaba un momento a ver si los niños ya se habían dormido y que enseguida subía. Tardo unos diez minutos en volver. Yo me sentía raro, como inapetente. Me pregunto si estaba bien y le dije que me sentía raro. Ella me dijo que también pero que le apetecía estar así conmigo. A mí me entro la necesidad de aclarar intenciones y le dije que pasara lo que pasara, que para mí solo era una noche de placer, que no quería nada más. Ella me dijo que no pasaba nada, que ella solo quería pasarlo bien con un amigo (follamigo en este caso) y que después cada uno a lo suyo. A partir de ahí, parece que nos relajamos, y como siguiendo un protocolo, empezamos a besarnos…

Yo empecé a acariciar su cuerpo, su espalda, cintura, sus pechos y su vagina mientras nos besábamos. Ella me acaricio el pecho y acto seguido me empezó a acariciar el pene, el cual se puso tieso enseguida. Siguió masturbándome durante unos minutos mientras yo la hacía lo mismo y nos morreábamos, ya con más ganas y excitación. En un momento dado, se separó de mí, y me dijo que me tumbara, que me la iba a chupar. No dije nada, pero si recuerdo que pensé, a ver como se lo curra. Empezó con un lametón desde los huevos hasta el glande que me hizo estremecer, no me lo esperaba. Y acto seguido, se metió me pene en la boca y me hizo una de las mejores mamadas de mi vida. Después de subió encima de mí, se metió mi pene en la vagina y me cabalgo como si el mundo se fuera a acabar esa noche. Fue alucinante pues una vez que nos calentamos los dos, descubrimos que en la cama, funcionábamos a la perfección el uno con el otro. Nos corrimos los dos a la vez en un orgasmo bestial. Ella se fue al baño a lavarse, después fui yo, y nos fumamos otro cigarro.

Yo pensé que no había estado mal la noche y me sentí satisfecho. Pero cuál fue mi sorpresa cuando me dijo: has visto alguna vez una vagina con dos agujeros? Yo me quede extrañado y le dije que no. Ella cogió mi mano, se la llevo a su vagina y me dijo: mete los dedos… veras. Efectivamente, tenía como un tabique a dos centímetros de la entrada, que separaba el orificio de entrada a la vagina en dos. Uno más pequeño y otro más grande. Al ir a sacar los dedos, me dijo que no los sacara, que siguiera explorando por allí dentro que le estaba gustando. Empezó a gemir de placer y yo a empalmarme otra vez. He de decir que en muy pocas ocasiones, había echado dos polvos seguidos anteriormente. La tumbe del todo en la cama y me puse a hacer un 69 que a los dos nos supo riquísimo. Después me puse encima de ella, se la metí hasta el fondo y después de un rato, los dos nos volvimos a correr. Nos fumamos otro cigarrito charlamos un rato de cosas intrascendentes y nos echamos a dormir.

Me desperté por la mañana a eso de las 11 y estaba solo en la cama. Ana se había levantado hacía rato para preparar a los niños para que se fueran con el padre. Baje a la sala de estar y Ana estaba allí recostada en el sofá viendo la tele y me pregunto si quería café, a lo que dije que sí. No recuerdo bien que conversación tuvimos, ero se recuerdo que derivó hacia el sexo y que la conclusión entre risas era que follar estaba bien jajaja.

La cogí de la mano y la lleve a la habitación, nos desnudamos y nos pusimos a follar otra vez. Otro polvo espectacular. Cigarrito y charleta, en la cual le dije que no recordaba haber tenido tanto sexo seguido en tan breve espacio de tiempo. Y que no sabía si podría echar un cuarto polvo porque no sabía si se me levantaría. A lo que ella respondió: pues si quieres lo comprobamos. Y acto seguido, empezó a mamarme la polla, flácida y caída, pegajosa por la mezcla de sus flujos y mi semen, ya que no habíamos id ni a darnos un agua. Mi sorpresa fue que enseguida se me levanto y que nos pusimos a follar otra vez, corriéndonos como posesos de nuevo. Nunca me imaginé que podía dar tato de si, y menos con ella. Que aunque estaba muy buen, no me sentía especialmente atraído.

Después de un rato, ya sí que nos despedimos y quedamos que había que repetirlo. Algo que no volvió a suceder. Pero a mí me quedo uno de los mejores recuerdos de sexo de mi vida… 4 polvos en menos de 12 horas con una amiga.

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