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Una tarde de verano con mi prima
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Eran las cinco de la tarde de una tarde de verano cuando decidí ir a visitar a mi prima Martina, todavía hacía calor, pero había una brisa suave. Luego de unos minutos ella me abrió la puerta.

-Hola Paula, que gusto me da verte- me abrazo y ambas nos dimos un beso en la mejilla.

La mire y me di cuenta de que llevaba puesto un vestido de color azul, le quedaba muy ajustado a su bello cuerpo, sus tetas amenazaban con salirse del vestido y cuando me saludo se le subió muy arriba dejando ver un poco de sus nalgas.

Luego fuimos a su dormitorio y me informó de que sus padres no estaban.

Hablamos sobre ropa y ella me dijo que le encantaba mi falda que tenía puesta en este momento.

Encendimos el televisor y pasaron una escena de dos chicas besándose apasionadamente.

Mi prima miro con mucha atención esa escena y me pregunto: -¿Alguna vez besaste a una mujer?

-Muchas veces- le confesé.

-¿Qué se siente?

-Es muy rico, a mí me gusta meter mucha lengua y tomar las nalgas de las chicas mientras las beso.

-Ay Paula, eres toda una pervertida.

-Pero tú tienes curiosidad.

-Mucha curiosidad, me encantaría experimentar.

Me levante de su cama y me puse en pie delante de ella.

-Experimenta conmigo, si no te gusta nos podemos detener- le dije mientras ella también se ponía en pie.

Los ojos oscuros de Martina brillaron como nunca los había visto brillar.

Le toque su bello rostro, se acercó a mí y unimos nuestras bocas.

Al principio ella no había cerrado los ojos, pero luego se entregó por completo al beso.

Yo no quería ser tan pasional porque era su primera vez besando a una mujer, pero luego mi prima misma me demandó más pasión.

Nuestras lenguas se pusieron a jugar y a enredarse sin parar en ningún momento.

Mis manos recorrieron su cuerpo y fueron a parar a sus nalgas que se las apreté fuertemente, Martina se sorprendió ante este gesto, pero luego me puso ambas de sus manos en mi cintura para poder acariciarme la espalda.

Cuando terminamos de besarnos yo todavía tenía sus nalgas en mis manos.

Le subí el vestido y su culo quedo completamente desnudo para mí.

-¿Qué tal te pareció?

-Espectacular- me dedico una sonrisa y volvió a besarme.

Este otro beso sí que fue un verdadero festín de pasión, ya que Martina estaba mucho más segura, le terminé por sacar el vestido lentamente y luego yo misma me quite mi pollera, top y ropa interior.

Martina me miro asombrada y lujuriosa a la vez.

Mi vista primero fue a sus tetas y luego hacia su concha.

-Tengo unas ganas terribles de comerte la vagina- le dije.

-¿Me vas a hacer un oral?

-Si eso es lo que tú quieres.

-Me encantaría.

Se acostó en la cama con las piernas bien abiertas invitándome a devorar su concha.

Hundí mi cara por completo en su concha, pues, me encantaba sentir una bonita concha palpitando entre mis labios, luego le agarre ambos de sus muslos para separárselos y que no los cierre. Después me dediqué por completo a darle placer lambiendo su vagina con mucho frenesí.

Ella se estremecía de placer e intento cerrar las piernas varias veces, pero no se lo permití, sus gemidos tan sensuales me hacían querer chuparle la concha todo el día y por eso aumentaba la velocidad en el sexo oral.

Mientras mi lengua se hundía en su clítoris le metía dos de mis dedos y luego se los sacaba, así le fui estimulando su concha durante unos buenos minutos, le di unas cuantas mordidas en el medio del sexo oral que a Martina por el tono de sus gemidos le provocaron más placer.

-Me voy a correr- me dijo muy excitada.

-Cariño, correte en mi boca- le respondí yo y luego le di las últimas lambidas hasta que una buena cantidad de eyaculación femenina me inundó la garganta.

Me tome hasta la última gota y les aseguro que es lo más rico que existe en el sexo lésbico.

Martina me sonrío y luego se subió encima de mí, me agarro mis dos senos y me los empezó a chupar mientras los acariciaba.

-Gracias, a ti he descubierto que me encantan las tetas- me confesó.

-Y a mí me encanta esto- le respondí, luego le tome sus nalgas con fuerza para dejarles marcas y empecé a hacer movimientos con mi pelvis contra su concha.

A pesar de ser inexperta en el sexo lésbico lo que hizo luego fue digno de una profesional, me tomo de las caderas y yo quede moviendo mi pelvis encima de ella.

Martina tomo mis senos y se los llevó a la boca, así que me chupaba las tetas y hacia los movimientos bien ricos al mismo tiempo.

Lo que continuo después fue muy delicioso tanto que no lo puedo describir con palabras.

Fueron sensaciones inexplicables las que ella me causaba con su suave lengua en mis senos y su concha uniéndose a la mía mediante los movimientos de las dos fue lo más lindo.

Nuestras vaginas estuvieron frotándose mutuamente hasta que ambas caímos rendidas y cansadas.

-El mejor sexo de mi vida- me dijo.

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