Este relato pasó hace mucho tiempo en la localidad donde vivía en ese tiempo. Una tarde calurosa decidimos con mi novia visitar una caída de agua que había en nuestra localidad.
Y nos fuimos al salto que está a algunos kilómetros de la avenida, al llegar vimos que no había nadie ni en la entrada donde hay una casa para cuidadores ni en el estacionamiento, que era de tierra, todo rodeado de una hermosa vegetación, por donde mirábamos se veían árboles y se escuchaba el rumor continuo del salto, allá abajo.
Comenzamos a bajar hacia el mismo y el rumor se hacía más fuerte, al llegar decidimos ir hacia lo alto del salto y no hacia el pequeño lago que forma el agua al desplomarse desde unos tres o cuatro metros, el arroyo, convengamos, es pequeño, es lo que llamamos, un arroyito, allí arriba, en ese verano, el agua escasamente llegaba a los tobillos, lo que permitía poder sentarse o incluso acostarte en el lecho sin que el agua te tape del todo, entramos, ella vestida con una malla enteriza y yo con un pantalón deportivo, nos sentamos mirando ese hermoso espectáculo del agua cayendo, del monte espeso, verde, cubriendo ambas orillas y pensé, "esto es el paraíso", naturaleza espléndida y una mujer joven, hermosa, en camino de convertirse en toda una mujer y sobre todo enamorada de mi.
Pasamos unas horas ahí sentados en el arroyo, tirándonos agua, riendo, besándonos con algún que otro manoseo, yo excitado pero a la vez atento, ya que al ser un predio municipal es de entrada libre, cuando el sol se escondía entre los altos árboles, a pesar de que era temprano, le dije, "vamos", al salir del agua sobre la orilla, la abracé y la besé y sobre el pasto de la orilla, al lado de los restos de una vieja fogata, la recosté y luego de besarla con el amor que sentía por ella, corrí su malla en la parte de abajo dejando al descubierto su rica vagina y bajando apenas mi pantaloncito saqué mi pene que temblaba y suavemente la penetré.
No sé cuánto duró el acto amoroso, solo sé que acabé y me sentí completo como cada vez que hacia el amor con ella, esos espasmos largando mi leche, mirándole a los ojos, sintiendo su concha llena de mi esperma era un éxtasis que solo se entiende cuando se hace el amor con la mujer amada, no sé si ella se vino, entre el pasto, la tierra y mi excitación, creo que no, al retirarme y ver como mi leche caía de su concha, que por un momento adoptó la forma circular de mi pija, hacia la tierra, escucho la voz de ella diciéndome, "cuando me dijiste vamos, pensé que hoy no me querías coger".