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Una salida para quitarme las ganas
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Conocer a alguien nuevo y empezar de cero a los 30 no suponía un problema. Acababa de terminar una relación de poco más de 1 año y estaba en mi mejor momento, soltera, sin hijos ni compromisos. Tampoco me apuraba conocer alguien tan pronto, quería disfrutar un poco mi soledad, pasear, divertirme, ir con amigas por unos tragos, y por qué no, cumplir algunas de mis fantasías con algún hombre guapo.

Un viernes ya tarde en la noche me preparaba para ir con las chicas a un bar de moda en ese entonces. Salí más por embullo de ellas que por ganas reales de ir. Aunque para no tener tantos deseos reconozco que me arregle como nunca.

Vestido rojo ceñido al cuerpo, escote bien pronunciado, no llevaba brasier, lo que hacía que se me notaran mis pezones cuando se erizaban con la brisa de la noche, tanguita roja de encaje, pelo negro como azabache suelto hasta la cintura, tacones altos y una pequeña cartera a juego para guardar mi labial y el teléfono, iba impecable por si la acción aparecía, nunca se sabe.

Llegamos al bar y el ambiente espectacular, buena música para bailar, no tan lleno; pedimos unos cócteles y elegimos una mesa. Antes de entrar, casi en la puerta tropiezo con un chico que cuando me di cuenta no estaba nada mal, con unos brazos musculosos y un perfume exquisito, lo sé porque caí sobre él y me agarré de sus brazos, luego de las respectivas disculpas, cada uno siguió su camino.

Tres tragos después el alcohol empezaba a hacer efecto, bailábamos sin parar en el medio de la pista cuando siento una mirada que me llegaba a incomodar, al otro lado del salón, sentado junto a la barra había un hombre bien parecido, de unos treinta tantos, alto, trigueño, con ojos color miel y no me quitaba los ojos de encima como invitándome a acercarme.

Aprovecho para sentarme un rato a la mesa y descansar los pies de tanto baile, agarro mi trago, lo llevo a mi boca de manera sensual, mientras lo miro fijo; se muerde los labios y eso me encanta. Me siento provocada y me suelto un poco, subo un tín mi vestido y abro mis piernas sutilmente. Logro la reacción deseada, lo veo que se acerca a mi mesa. Me pregunta si se puede unir y conversar un rato para conocernos y acepto sin dudar.

Se presenta y tras decir su nombre me besa la mejilla, bien cerca de mi boca, mientras apoya su mano tibia sobre mi muslo apretándome. Es bien atrevido y rápido el muchacho, me gusta que los hombres tomen la iniciativa y yo mostrarme más tímida.

Charlamos de varios temas y surge una afinidad y una atracción. Me invita a bailar y me toma de la mano. La música era bien sensual, de las que se bailan pegaditos, casi erótica, perfecta para la ocasión.

Me roza el cuello con sus labios, mientras siento su respiración agitada, sus manos que empezaron en mi cintura ya están sobre mis nalgas, y sus movimientos me tienen enloquecida. Su erección no se hace esperar, se marca el bulto en su pantalón y lo frota contra mí como calentándolo. Mis manos lo recorren completo, tocando ese pedazo de hombre que tenía enfrente, y me doy cuenta que me resultaba familiar. Era el mismo chico de la entrada con el que tuve el tropiezo.

Definitivamente había chispas entre nosotros, pero ya el sitio no parecía el adecuado para la temperatura que teníamos. Salimos a su coche y me invita a un hotel cercano pero de buena fama. De más está decir que acepto encantada. Todo el camino me iba tocando, me palpaba cada centímetro de mi cuerpo, sentía como se empezaba a mojar mi braga, yo tampoco pierdo el tiempo, le bajo el cierre del pantalón y dejo al descubierto su verga erecta y carnosa.

La mojo con mi saliva y la masajeo con mis manos, le acerco mi boca y se la empiezo a chupar mientras el intenta no perder el control del auto, le recorro la punta con mi lengua y escucho sus gemidos, no quiero parar de chupársela, la tiene exquisita y está a punto de venirse, sin avisarme me llena la boca de leche y pone los ojos en blanco.

Al fin en el hotel, entramos y sin más preámbulos me toma en sus brazos y me tira sobre la cama, casi me arranca la ropa y me acaricia a la vez. Desnudos los dos me susurra cuanto me desea, me confiesa que desde que entró al bar y me vio no dejaba de pensar en este momento, y en todo lo que tenía deseos de hacerme. Éramos dos desconocidos hace solo unas horas y aquí estamos deseándonos el uno al otro.

Empieza a besarme apasionadamente, mientras con sus dedos húmedos me frota el clítoris, me toca los senos y los aprieta chupando mis pezones duros del deseo. Siento su miembro hirviendo como lo pega contra mí y me roza. Con un camino de besos llega a mis piernas y las abre de par en par, deja caer su saliva directo en mi clítoris y lo lame con dulzura, empieza a chuparlo y me mira a los ojos buscando mi aprobación, empiezo a gemir para dejarle saber que me encanta y que lo hace excelente. Su lengua no para, me recorre completa.

Se detiene y me pone boca abajo, me muerde las nalgas y las aprieta como si se las fuera a comer, me lubrica el ano con su boca mientras me penetra con sus 2 dedos la vagina, me tiene excitada al máximo. Saca su pene de unos 20 cm y me penetra despacio, aumenta el ritmo y me hace venirme mientras me agarra del pelo y me tiene gimiendo.

Se prepara para otra ronda, aún no se viene, está empeñado en darme todo el placer a mi. Me lleva hasta el baño y me sube a la encimera de mármol, su miembro me llega exacto a donde tiene que llegar, me mete su verga otra vez, pero en esta ocasión con desespero, le pido que no pare, que me tiene a mil, me agarra duro de la cintura y me menea a su antojo, me aferro a su espalda y le marco mis uñas, me muerde los senos delicadamente y no para de metérmela, ya no aguanta más y me avisa que me va a dar toda su leche, como una perra en celo le digo que la quiero toda para mi, que me encaje completa.

Nos duchamos juntos, riéndonos y tocándonos, le froto la espalda y le agarro sus nalgas, se excita de nuevo, me pone contra la pared tomando el control, me agarra las manos y me mete la verga, dura otra vez y no me deja moverme, me hace suya con rabia, con fuerza, me dice que soy su perra mientras mis senos se aprietan contra el azulejo. No para de penetrarme con unos deseos violentos, me tiene gimiendo y casi sin aire. Le pido más, que me gusta, que me coja bien rico, que nadie me lo había hecho así. Se emociona tanto que siento algo caliente dentro de mí. Me corre por las piernas su semen ardiendo.

Termino de bañarme, esta vez sin contratiempos, me envuelvo en la toalla y salgo a vestirme, él está tirado sobre la cama recuperando el aliento. Termino de arreglarme y me acerco a su lado. Lo miro de frente y le beso la boca, le hago saber que ha sido el mejor polvo de mi vida, que me ha encantado. Me dirijo a la puerta mientras me mira extrañado. Ya te vas? Me pregunta.

Sí, ya me distes lo que quería. Por cierto, un gusto conocerte Leo.

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