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Una noche en la vigilancia
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Les contaré esta vez cuando trabajé en una fábrica abandonada. El lugar había cerrado durante la crisis del 2001 en Argentina. Los dueños presentaron quiebra y para que no se roben las cosas de la fábrica habían puesto vigilancia las 24 horas en tres turnos de 8 horas.

Como yo estaba sin trabajo conseguí en ese lugar, mucho no me gustaba la idea de estar de vigilancia porque parecía peligroso pero al no tener otra cosa decidí presentarme y quedé seleccionado. La verdad que mis miedos nunca se cumplieron porque el lugar era muy tranquilo y hasta era un poco aburrido porque a veces estaba solo, aunque a veces estaba con uno o dos compañeros. Y a veces cuando hacíamos el cambio de turno comíamos un asado entre tres o cuatro compañeros con vino tinto o cerveza incluidos. No pasaba nada porque los dueños nunca venían y el lugar era muy tranquilo como dije antes.

Una de las veces que me tocaba entrar el domingo a la noche me retrasé porque el tren se había suspendido, en vez de llegar a las 22 h llegué a las 23 h. El lugar era tan tranquilo que hasta podíamos dormir. Y para eso mis compañeros habían tirado unos colchones en la parte de arriba de la fábrica donde hay unas oficinas. A eso de la una de la madrugada y más o menos cada dos o tres horas había que hacer una ronda por la fábrica, así que nos levantábamos y hacíamos la ronda, pero a veces ni eso.

Mi compañero del turno noche era un tipo de 48 años. No era lindo pero tampoco era feo. De 1,70m aproximadamente. Muy morocho y un poco peladín. Su cuerpo era normal, ni gordo ni flaco, digamos que estaba en su peso. Y siempre se lo pasaba hablando de mujeres, de sexo y era bastante zafado.

A veces me contaba de sus aventuras sexuales, de cuando se cogía a una mina casada. Se metía a la casa de esa mina cuando el marido se iba a trabajar y le hacía el culo porque a ella le encantaba. Mi compañero era casado pero no era mayor problema para él meterle los cuernos a su mujer. Lo hacía indiferentemente si a ella le gustara o no, porque al ser una mujer muy religiosa, siempre le perdonaba sus andanzas.

Esas historias me ponían re loco porque soñaba que en vez de cogerse a esa mina casada me cogía a mí. Demás está decir que mi compañero a esas alturas ya me estaba gustando. No tanto por su belleza física, sino por ese desparpajo y picardía que desplegaba todo el tiempo. A veces es más atrayente la actitud de la persona que cualquier cualidad física. Y más hacía volar mi imaginación sabiendo que a él le gustaba hacer un buen culo y que no buscaba solamente mujeres.

Me contó que una vez se hizo chupar la verga por un gendarme que iba de franco a su trabajo. Mi compañero tenía un auto bastante viejo pero todavía andaba. Cuando iba para su casa, un gendarme recién recibido le hizo dedo, un muchacho joven como de 22 años. Mi compañero paró y lo llevó. Y cuando quiso acordar el gendarme le estaba haciendo insinuaciones y en un rato más, el gendarme le estaba chupando la verga a mi compañero al costado de la ruta.

¡¿Por qué no seré yo?! -Pensaba para mis adentros.

Y muchas veces los gays pensamos que nadie se da cuenta de nuestras inclinaciones, pero pobres ilusos de nosotros. Yo supongo que mi compañero para este momento ya se había dado cuenta de cómo yo lo miraba y lo mucho que me calentaban sus historias. Para ese entonces yo tenía 25 años y mis hormonas estaban muy alborotadas.

Así que, como iba contando, llegué tarde un domingo a la noche cuando me tocaba tomar mi turno, y mi compañero para esa hora ya estaba acostado en uno de los colchones tirados en el suelo. No había problema, yo tocaba timbre y él se levantaba. Venía hasta la puerta de entrada así como estaba en calzoncillo. A veces usaba una remera para dormir y a veces no usaba nada más que ese calzoncillo slip. Llegaba por adentro de las oficinas, bajando por las escaleras y abría la puerta de calle estando así en ropa interior. Me saludaba y me hacía pasar.

Demás está decir que yo lo relojeaba de arriba a abajo. Le miraba un poco el bulto cuando estaba él distraído y le miraba fijamente el culo cuando caminaba frente a mí por el pasillo y subiendo las escaleras.

Una vez le pregunté por qué andaba semidesnudo por todo el lugar, y me dijo que no sentía vergüenza porque entre hombres no hay nada que ocultar, además que no se iba a vestir solamente para abrir la puerta. Sinceramente no me molestaba que anduviera así por toda la oficina. Es más, podía quedarse en bolas toda la noche si por mí fuera. Pero mi pregunta estaba dirigida a saber cuál era su intención y si lo que realmente quería era provocarme, porque de verdad lo estaba logrando.

Cuando llegamos arriba me dijo que tenía una mala noticia para darme. El gato que teníamos en la oficina había orinado en el colchón que yo usaba para dormir, y el único colchón disponible que había era el colchón de dos plazas donde dormía mi compañero. Como él no estaba dispuesto a dormir en una silla, me dijo que si quería yo podía dormir en una silla. Y si no, que duerma al lado suyo.

Me hice el orgulloso y dije que en una silla no iba a dormir. Así que sin más me empecé a sacar la ropa, me quedé en bóxer y me metí a la cama improvisada al lado de mi compañero, me tapé con las frazadas hasta el cuello mientras mi compañero me miraba un poco asombrado. Aun así no se corrió un milímetro y nuestros cuerpos quedaron al borde de rozarse.

Me di vuelta dándole la espalda a mi compañero y me quedé dormido bastante rápido. No pensaba que pudiera dormir tan rápido, solamente sucedió. Y a la madrugada, cuando yo estaba profundamente dormido, siento las manos de mi compañero que me toman por las caderas. Se iba arrimando hacia mí y me empezaba a apoyar su cuerpo. Muy entre dormido hice como un quejido de protesta y lo aparté de mi cuerpo. "Dejame dormir", le dije. Él se retiró y me dejó seguir durmiendo.

Cuando nos despertamos a la mañana temprano, eran como las seis de la mañana y el sol me daba justo en la cara. Mi compañero que sintió mis movimientos se despertó también, conversamos un poco y noté que se estaba tocando debajo de las frazadas. Sin mediar palabra simplemente levantó la frazada y dejó ver lo que estaba haciendo. Estaba agarrándose el pene que ya estaba afuera del calzoncillo slip. Su pija estaba muy dura. La agarraba muy fuerte con su mano y la apretaba, hacía resaltar la cabeza que estaba muy mojada y estaba de un color rojo, casi morado.

A penas vi eso di vuelta mi cara, no quise mirar, sentí miedo. Aunque en mi interior sentía unas ganas locas de mirársela y si fuera posible, de tocársela.

Mi compañero dice: ¡Mirá, MIRA! -Me dijo casi ordenándome hacerlo.

Sumisa como soy me di vuelta y le meré la pija bien dura y cabezona. Me quedé hipnotizado.

Entonces me dice: "¿Viste cómo es?"

Yo nada, no decía nada. No sabía qué decir porque más que una palabra se me salía un suspiro. Quería agarrarla con desesperación pero al mismo tiempo no quería admitirlo.

La sacudía tomándola por la base pelando la cabeza y ya había corrido completamente la frazada, dejando al descubierto todo su pecho desnudo y hasta la mitad de sus piernas. Había olor a verga y la verdad me dio un poco de asco, pero al mismo tiempo me intrigaba tanto cómo podría sentirse entre mis manos.

Mi compañero siempre fue muy charlatán y seguía hablando mientras yo solamente le miraba fijamente la pija: "¿Viste cómo es? Es dura y cabezona. Creo que me dejaría tocar por un pendejo joven. Estoy re caliente. Lo mejor sería una mujer en este momento, pero supongo que me gustaría hacer un culito tierno si no hay otra cosa. Sí, un poco de carne tierna no me vendría nada mal."

Claramente estaba hablando de mí. Y era verdad, su verga estaba muy dura y era cabezona tal como él la describía. Su color era oscuro como toda su piel y tenía poco vello púbico. Todo el cuerpo de mi compañero era casi lampiño por completo y su edad madura era una de las cosas que más me gustaba. Después me enteré que los maduros llaman carne tierna a un pendejo más o menos de mi edad (25) con poca experiencia o simplemente vírgenes en el sexo.

Él seguía con sus insinuaciones bastante directas: ¿Alguna vez tocaste una pija que no sea la tuya?

Le contesté que no. Entonces me propuso tocar. La verdad me moría de ganas pero hasta ese momento no me animaba. Así que él sin esperar una respuesta agarró mi mano y la llevó hasta su pija.

¡La sensación fue increíble! Le tomé la pija suavemente primero. Se sentía dura por dentro pero la piel de afuera se deslizaba hacia arriba y hacia abajo. Lo fui pajeando y sin darme cuenta se la iba apretando cada vez más. Él suspiraba y jadeaba sin parar. "Ahh, pendejo, así…"

De a ratos no decía nada y de a ratos me daba indicaciones para sentir más placer: Agarrame la cabeza, mirá cómo se siente. Ahh, así ¿Te gusta? ¡Así…!

Yo le pajeaba la cabeza descubierta que estaba muy jugosa. Se veía que el tipo estaba muy caliente.

No tardó mucho en acabar y largó un géiser de leche espesa y caliente que me chorreó por toda la mano y quedó en parte de su panza y vello púbico.

Demás está decir que esa fue la primera vez que hicimos algo, y por ser la primera solamente terminó ahí esa ocasión. Por supuesto más adelante pude chupársela y me desfloró la cola, pero eso es parte de otra historia…

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