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Una noche con mi amigo
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Tiempo de lectura: 4 minutos

Felices 18, recuerdo que me dijo mi amigo con su mano transpirada, luego del partido de fútbol en el parque.

Puede quedarse a dormir –le pregunto a su madre.

Sí, claro, pero avisen a los padres –contesto al tiempo que me acariciaba el pelo.

Eso alcanza para correr al teléfono y decirle a mi madre (la cual no se encontraba en la ciudad) que me quedaría a dormir en lo de Alejandro (solo el nombre es ficción).

La noche llego rápido y con ella un regalo de su padre. Justo cuando estábamos mi amigo y yo en su cuarto, solo contenidos por el brillo de la televisión que proyectaba un partido de básquet, nos acercó unas revistas de mujeres desnudas y títulos estruendosos, mientras con una mueca de sonrisa nos decía: disfruten, ganadores.

Le agradecimos tímidamente, las tomamos y al escuchar el sonido de la puerta nos reímos. Tanto Alejandro como yo éramos vírgenes. Entre nuestra timidez y falta de correspondencia, llegamos a la mayoría de edad sin sexo, viendo revistas y con nuestras pijas paradas, tanto que parecía querer salirse del short.

-Basta, vámonos a dormir. Estoy cansado –le dije luego de un rato de ver tetas y conchas.

-¿Ya? –me pregunto. Mira lo que tengo.

De un cajón, sacó unas cervezas. Cervezas que estaban calientes las cuales había robado a su hermano mayor. ¿Vamos a tomar o no?

Finalmente accedí y tomamos. El calor de la cerveza rápidamente llego a mi cerebro, embriagándome no de forma sutil, sino molesta y jaquecosa. Brindamos por pronto acabar con nuestra virginidad y nos acostamos.

Todavía recuerdo cuando decidimos hacerlo en aquella posición. Vos con la cabeza a un extremo y yo en la otra, me dijo. Teníamos mutuamente nuestros pies al ras de nuestras orejas y nuestros muslos rozándonos, pero no me importaba, no era la primera vez que por vagancia preferíamos dormir así y no armar otra cama.

Y aquí amigos. intentare empezar a recordar con lujo de detalles. De hecho, lo recuerdo tanto que necesito escribir esto paso por paso, puesto que son años los que llevo masturbándome con este momento.

Esa noche, el silencio invadía la casa. Solamente se escuchaba alguna risotada del su viejo que de madrugada se quedaba viendo el futbol en el comedor.

Nosotros habíamos dejado de conversar y estábamos dispuestos a dormir. Sin embargo, nos movíamos o tosíamos o cualquier gesto que indicaba que aún estábamos despiertos. No me pregunten porque, podría decir el alcohol (si, ayudo) pero no fue lo único, había ganas y lo hice.

Lentamente empecé a subir mi derecha por su pierna. Veía que su respiración de a poco se aceleraba y que no me frenaba. Iba escalando por sus pelos, primero su rodilla, luego sus muslos y al final su paquetito. Recuerdo cuando lo agarré todo con mi mano por encima de su pantalón, era como tener un pichoncito bebe al cual empecé a acariciar. Al cabo de unos minutos y sin hablarnos, el solo se bajó el calzón, dándome paso a pajearlo. Primero suave y después fuerte, como tantas veces me había comentado que le gustaba.

El también tomo mi pija, no se quedó atrás, y en silencio, sin decir nada, nos estábamos sacando la leche. Su pija era más gorda y grande que la mía, de hecho, él era más robusto, algo que en esa escena me encanto. Al cabo de unos minutos salto su lechita, viscosa y caliente sobre mi mano. Seguí, lo único que le dije, pidiéndole que su eyaculación no cancele la hermosa paja que me estaba haciendo y que como regalito le daría mi leche.

Luego de terminar nos quedamos en silencio. Tenía vergüenza, fingí que me dormía, aunque era poco creíble. De un momento al otro, él se levantó y se fue al baño. Cuando volvió, su actitud dominante me sorprendió. Se quitó la remera y el calzón, y ahora sí, se acostó arriba mío en la misma dirección de mi cara. Esta noche es para nosotros, basta de virginidad, me dijo y en seguido me tiro la boca.

Yo me corrí. Esto va a ser secreto –pregunté por temor.

Secreto- contestó.

Con eso me alcanzo para besarlo y sentir su saliva y su aliento a cerveza caliente en mi boca. Un beso exagerado, pornográfico, hormonal, donde la forma se pierde y la lengua mueve la saliva de un lugar a otro.

Los roles estaban definidos, él me iba a dominar y yo iba a ser su sumiso. Nunca había estado tan excitado en mi vida. Mi amigo me chupaba el cuello mientras yo abrazaba su espalda y acariciaba sus lunares. Con la torpeza de un recién iniciado me saco el calzón y nos apretamos la pija mutuamente durante un largo rato. Nuestros pelos eran testigos de la leche y transpiración. Por momentos escondía su cabeza en su nuca y por otros me metía la lengua más allá de lo real.

Al cabo de unos minutos, le pedí que vaya abajo. Quiero probar algo argumente. Sin saber cómo y con dudas, bajé hasta su verga, gorda y caliente, me la metí en la boca. Empecé, seguí y no podía parar. En ese instante, veía a mi amigo extasiado y saboreando su miembro, pensaba: ¿cómo puede ser que hayamos tardado tanto en hacer esto? Que delicia. Me dije a mi mismo.

Al cabo de unos pocos minutos, una correntada de semen apareció y decidí tragar. Nos miramos y reímos. Subí a su lado, le di un beso y me dormir en su pecho.

Su mano en mi pija, la mía en la de él. Mientras el sueño se apoderaba de nosotros, nuestras vergas se iban desinflando.

Al día siguiente me desperté y estaba solo en la cama. Me puse el calzón y confundido por lo de anoche me dirigí a la cocina. La madre nos esperaba con el desayuno. Mi amigo estaba sentado a la derecha de su padre que me insistía en que me apure para después ir a jugar futbol al parque.

Desayuné en silencio y me fui a bañar. Con culpa y excitación recordaba el episodio de anoche.

En un momento siento la puerta, era Ale que me traía la toalla. Para mi sorpresa se quedó más tiempo del otro lado de la cortina buscando no sé qué.

En un momento el agua deja de salir. Me asomo y estaba el desnudo.

-Cerraste la llave -le pregunte.

Si, me dijo corrió la cortina y se metió. Antes había trabado la puerta.

-Date vuelta hermoso -me dijo mientras un dedo escarbaba en mi ano.

No, acá no Ale, basta. Le dije –mientras el placer me consumía y también mi tonta culpa heterosexual.

Quería, pero no me animaba.

A pesar de todo me puse de espaldas. En la metió entre mi cola, pero no entraba. Si bien estaba dura, no entraba. Sus bolas se sentían que empujaban y yo más me excitaba, pero más culpa religiosa tenia.

basta –le dije nervioso

El entendió y salió. Me dijo que vaya directamente para el parque cuando estuviera listo que sus padres ya estarían ahí.

Finalmente fui, jugamos y nos divertimos. Al poco tiempo me puse en pareja con una mujer. Hoy tengo hijos y a él lo vi muy poco luego de terminar el secundario y siempre en espacios donde había gente.

Hoy lo veo desde esta mesa donde tomo champagne, el me mira desde una ronda de charla con otros.

Y por dentro, me muero de ganas de que terminemos lo que empezamos.

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Narrador de cuentos sobre la vida cotidiana. Gracias por leer.

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