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Una noche con Diego
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Tiempo de lectura: 12 minutos

Por segunda vez esa semana a Sonia le tocó dormir en el sofá y aquello ya comenzaba a ser preocupante, porque estaban a miércoles. Había intentado acostumbrarse a los ronquidos de su marido, pero no existía manera de conciliar el sueño con el hombre con el que se casó diez años atrás, pues este soltaba sonidos más fuertes cada noche.

Sonia se tumbó desquiciada; no le gustaba dormir en aquel incómodo sofá, no obstante, era la única forma de poder descansar algo durante la noche. En el pasado había intentado dormir con tapones en los oídos, mas aquella idea fue descartada cuando tuvo como consecuencia que se presentara en su centro de trabajo con dos horas de retraso.

Pese a la ingente cantidad de críticas sobre el lugar en el que iba a tratar de conciliar el sueño, logró caer rendida tras un par de minutos. Llevaba mucho sueño atrasado y necesitaba recuperarlo.

La noche transcurrió tranquila y silenciosa hasta que un portazo provocó que Sonia se levantase sobresaltada. Aturdida y atientas buscó el interruptor de la bombilla eléctrica, gracias a lo que notó que la puerta que daba hacia el pasillo de la recámara de su cuñado se había cerrado de golpe.

Sonia se acercó para intentar abrirla, sin embargo desistió cuando escuchó al viento silbar. No había sucedido nada, sencillamente la puerta se azotó debido a la corriente que invadió la casa.

Aliviada, se giró para regresar al sofá. Se tumbó nuevamente y se arropó para no coger frío a causa del viento que se acababa de originar, no obstante, otra cosa volvió a perturbarla. Eran pasos que se escuchaban a través del pasillo que conectaba el salón con su dormitorio.

Sonia agudizó el oído ya que los pasos eran muy sigilosos, como si la persona que los diera se encontrase descalza. Aunque de lo que si estuvo segura, era que se aproximaban cada vez más.

Sonia pensó en que podría tratarse de su cuñado, pues acostumbraba a levantarse todas las noches para ir al baño o a la cocina por algo para comer, sin embargo, prefirió aguardar unos minutos y asegurarse.

Desde su posición, Sonia apreció la atractiva silueta de su cuñado. Diego era un muchacho bastante guapo, de unos veintitrés años, un metro ochenta y cinco de alto, cuerpo esbelto, musculatura más que definida, piel blanca, ojos claros y rasgos simétricos, aunque enteramente masculinos.

A pesar de que la oscuridad de la casa resultaba algo intensa, Sonia consiguió vislumbrar que la única prenda que usaba Diego era un bóxer, lo cual le extrañó sobre manera, pues su cuñado era de lo más tímido.

– La próxima vez que vayas al baño procura dejar las puertas cerradas. -Increpó Sonia a media voz, pero después de unos segundos no recibió ninguna respuesta.

Disgustada de que su cuñado la ignorase, se levantó para encender la luz y allí se encontró a Diego, vestido tan solo con un bóxer azul, caminar a través de la sala con los ojos cerrados, sus brazos extendidos hacia adelante y la cabeza clavada fuertemente sobre el pecho. Su cuñado era sonámbulo.

Sonia no sabía demasiado sobre el tema, pero de lo que estaba convencida era de que no debía despertarlo. Temerosa de poder alterarlo, se quedó quieta en la zona de la habitación donde se encontraba y observó interesada las reacciones de su cuñado, pues nunca antes había visto a nadie en ese estado.

Diego se movió lentamente por la sala, al tiempo que se dirigía hacia la puerta que daba a su dormitorio, más cuando llegó al sitio donde se hallaba Sonia se detuvo.

Ella trató de apartarse del camino de su cuñado lo más lentamente posible para no llamar su atención y que este siguiera su camino hasta su cama, sin embargo, el sonámbulo no pasó por alto la presencia de la mujer y estiró sus brazos para poner una mano sobre cada hombro de Sonia.

Sonia se sintió nerviosa. No sabía lo que una persona sonámbula podía llegar a hacer y eso provocó que su corazón latiese con fuerza.

Tras unos segundos con las manos cerca del cuello de Sonia, Diego empezó a bajarlas lenta y suavemente, lo cual causó que ella se relajase un poco y comenzara a dar lentos pasos hacia atrás en un intento por alejarse de las manos de su cuñado, pero no pudo hacerlo ya que cuando los dedos del sonámbulo detectaron sus pechos, no dudaron en darle un apretón bastante rudo que la obligó a detenerse de nuevo y llevarse las manos a la boca para no gritar.

Diego en su sonambulismo siguió con la fuerte presión sobre los grandes, blandos y cálidos pechos de Sonia durante unos instantes, hasta que finalmente se volvió un poco más delicado, lo que ella aprovechó para dar un par de pasos hacia atrás con la esperanza de que su cuñado parase.

Diego trató de reencontrarse con los senos de su cuñada, pero su intento fue inútil, puesto que en cuanto se libró de su agarre, se alejó unos cuantos pasos, desde donde pudo contemplar el rostro de deseo de su cuñado, así como la imponente erección entre sus piernas, misma que mostraba debajo de su bóxer un grueso pene ávido de sexo.

Sonia observó un poco angustiada la reacción de su cuñado, que todavía buscaba los senos que había apretado entre sus manos. Era consciente de que, si su marido se despertaba y encontraba a su cuñado en aquel estado, no sería tan precavido como ella. Mas por fortuna, Diego reanudó el camino hacia su recámara luego de un par de minutos.

Sonia se tumbó en el sofá después de que Diego dejara el salón, pero le costó conciliar el sueño debido a muchos motivos. Primero porque temía que su cuñado pudiera regresar sonámbulo; segundo porque recordó la gran cantidad de veces que había escuchado a Diego levantarse por la noche. Seguramente el sonambulismo era un problema que arrastraba desde hace mucho tiempo. Y por último, no era capaz de dormir porque el sentir a las masculinas manos de Diego examinar sus pechos y distinguir el imponente miembro del cual estaba dotado, consiguió excitarla sobremanera.

A la mañana siguiente a Sonia le costó levantarse. Ya estaba acostumbrada a perder sueño por los ronquidos de su marido, pero sumarle a aquello el encontronazo nocturno con su irresistible cuñado, había causado que su cabeza no dejara de funcionar hasta después de darse un poco de autosatisfacción.

Sonia se limitó a despertar a su marido, pues desde hacía un par de años su cuñado le había prohibido terminantemente que fuera a despertarlo, luego de que una mañana lo encontrase en su habitación desnudo y masturbándose, cosa que le había hecho sentir una gran vergüenza, pese a que en aquel entonces Sonia le quitó toda importancia.

Sonia no pudo evitar comparar el pequeño pene que había visto dos años atrás y lo mucho que había incrementado su tamaño con respecto a la noche anterior. Pensamiento que provocó que se excitara nuevamente antes de salir de casa y tuviese que pasar por el baño para masturbarse con total intimidad.

Sonia, pese a que trató de mantener fuera de su mente a la enorme cantidad de fantasías eróticas donde su guapísimo cuñado era el protagonista, no consiguió centrarse en su ocupación como secretaria, lo cual le hizo tener una reprimenda por parte de su jefe, antes de que se marchara de nuevo a casa.

Aquella tarde, en un intento por no quedarse sola en casa y pensar en lo sucedido durante la noche anterior, Sonia invitó a una compañera de trabajo a comer con ella. Sin duda, esa mujer era su mejor amiga. Pese a tener unos 10 años menos, se llevaban muy bien y hacían toda clase de actividades juntas y confidencias. Mas en aquella ocasión Sonia no poseía intención alguna de contarle los lujuriosos pensamientos que guardaba con respecto a su cuñado.

-Es algo agotador, no puedo dormir con los ronquidos de mi marido y no sé qué hacer. -Dijo preocupada Sonia a su compañera Leticia, mientras servía un café.

-¿Ya fueron al médico? -Preguntó Leticia, tras acariciarse su larga melena de cabello pelirrojo.

-No, él no le da importancia. -Respondió Sonia acongojada.

-Pues debería dársela. No creo que el jefe tenga muchos miramientos a la hora de echarte si vuelves a llegar tarde y no te ve más activa. -Aseguró Leticia en tono de advertencia.

-He pensado que podría tomar alguna clase de pastilla para dormir. -Expresó Sonia, luego de dedicarle una mirada a su amiga, ya que ella solía tomar.

-A mí me van bien, pero no deberías tomar pastillas si tienes otras alternativas. -Contestó Leticia, mientras le daba un sorbo a su café.

Tal y como Sonia había planeado, Leticia cedió a su petición después de algunos minutos y le dio un par de pastillas para que las probase.

Durante la cena Sonia trató de observar a su cuñado lo menos posible, más sin retirarle la mirada con excesiva rapidez, para que él y su marido no creyeran que algo iba mal. No quería que, en plena cena, los lascivos deseos que habían despertado en ella la noche pasada, se manifestaran de forma descarada.

Como era normal después de meter los platos en el lavavajillas, Diego se fue hacia su habitación y dejó a su hermano mayor y cuñada en la sala, que miraban la aburrida programación de la televisión del jueves por la noche. Programación que hizo que Martín, el marido de Sonia, se fuera a dormir antes de las 10 de la noche.

Sonia aguantó un poco más, pero cuando decidió que era hora de acostarse, se dio cuenta de que aquella noche tampoco podría dormir junto a su marido, pues los ronquidos de Martín se escuchaban con nitidez a través del pasillo.

Resignada a su suerte, Sonia se tumbó en el sofá del salón y se tapó con una de las mantas que solía dejar por allí para casos como aquel. Tan solo tardó unos minutos en quedarse dormida, no obstante, su sueño no perduró demasiado.

Antes de quedar dormida escuchó la puerta del pasillo abrirse y tras ella, los pasos descalzos de Diego, que al igual que la noche anterior, caminaba totalmente sonámbulo y cubría su desnudez tan solo por un bóxer azul que tapaba su masculinidad.

Sonia se incorporó cuidadosa y comenzó a seguir a su cuñado. Diego no fue a ningún lado en concreto, sencillamente se dedicaba a dar vueltas por la casa. Sonia pensó que tomaría un ritmo fijo, así que le siguió de cerca, no obstante, puso una distancia más amplia cuando su cuñado se giró de golpe y estuvo a punto de chocar con ella.

Sonia no podía parar de admirar el cuerpo de su cuñado. Era un muchacho de lo más atractivo, alto, fornido y con un magnífico pene, en el que Sonia no había dejado de pensar desde que lo viera el día anterior.

Ver y tener a Diego tan cerca sin que este fuese consciente de lo que le rodeaba, hizo que la excitación de Sonia creciera, hasta llegar al punto de no aguantar más y dirigirse a la sala para quitarse la ropa sin tener problemas de chocar con su cuñado.

Tardó escasos segundos en despojarse de su pijama, tras lo que quedó completamente desnuda. El cuerpo de la mujer no estaba mal para sus cuarenta años, tenía la piel clara, el pelo largo y castaño, unos pechos bastante grandes coronados por unos pezones rosados que hasta hacía pocos meses habían sido una delicia para su marido y un gran sexo rosado sobre el que poseía la costumbre de rasurarse desde joven.

Sonia aguardó a su cuñado en la sala, no quería abordarle excesivamente cerca de la habitación de su marido. Pues, aunque se hubiera ocupado de darle diluida una de las pastillas para dormir que le entregó Leticia, no estaba segura del ruido que harían si todo su plan salía como lo había imaginado.

Diego no se hizo esperar, y en unos pocos minutos inició el regreso hacia su recámara. Se cruzó nuevamente con su cuñada cuando estaba a punto de llegar a la puerta del pasillo que conectaba con su dormitorio, pero había dos diferencias importantes con la noche anterior. Ella no tenía intención de quitarse e iba totalmente desnuda.

El sonámbulo al detectar el obstáculo extendió los brazos que se colocaron exactamente sobre los pechos de su cuñada. Sonia encantada con que acertase a la primera, le sujetó las muñecas con cuidado para que no las retirase de allí. Según había leído en internet esa tarde, Diego no debería despertarse si ninguna brusca perturbación alteraba su sueño y Sonia no tenía intención de perturbarlo.

-Esto nos estorba un poco, Deja que te lo quite. -Dijo Sonia, mientras colocaba una de sus manos a cada lado de la cintura del sonámbulo y comenzaba a deslizar con cuidado el bóxer azul hasta dejarlo a la altura de sus tobillos.

Sonia se quedó impresionada con el pene de Diego que era notablemente más grande que el de su marido. Ella lentamente estiró los brazos para acariciar el gran falo de carne caliente y palpitante que tenía ante sí, lo cual provocó que se hinchase aún más. Sonia supo que aquellas caricias enloquecían a su cuñado, porque cuanto más masajeaba su pene, con mayor fuerza Diego apretaba sus senos.

Sonia respiró el viril aroma de Diego y quedó totalmente presa del deseo. Agarró los antebrazos del sonámbulo y poco a poco subió sus manos hasta que estas le alcanzaron la cara. Sonia sonrió en ese momento, pues comenzó a agacharse despacio y a acercarse al gran miembro de su cuñado, el cual deseaba tener entre sus labios.

Cuando su rostro quedó a la altura del pene de Diego, Sonia dio un par de lamidas largas. Comenzó por las dos grandes bolas que colgaban entre las piernas del sonámbulo y terminó en el gran y húmedo glande de su cuñado que soltó un leve murmullo de placer.

Sonia alzó un poco la cabeza por si lo había despertado, pero Diego seguía con los ojos cerrados.

Pese a la gran excitación que experimentaba en aquel momento, Sonia tuvo el sentido común de hacer descender las manos de su cuñado hasta sus hombros, antes de meterse aquel enorme pene en la boca, ya que si Diego la obligaba a seguir un ritmo demasiado intenso durante la mamada tendría el riesgo de ahogarse y para nada quería acabar de ese modo aquella excitante experiencia.

Diego aceptó sin demasiados problemas bajar un poco las manos para dejar a su cuñada trabajar. Sonia se metió el pene del sonámbulo en la boca a la primera ocasión y provocó nuevos murmullos de placer.

Sonia masajeaba una y otra vez el pene de su cuñado, al tiempo que escuchaba la sinfonía de gemidos que emitía Diego ante sus habilidades. Desde hace muchos meses, Sonia no practicaba ninguna mamada, ni a su marido ni a nadie, pero no tardó en recordar sus mejores técnicas de sedición, lo que causó que su cuñado no aguantase más de tres minutos antes de soltar todo su caliente esperma en la boca de Sonia.

Ella sacó el miembro del sonámbulo de su boca con lentitud para no perder ni una gota de esperma, normalmente no tragaba, mas por tratarse de su cuñado hizo una excepción y tomó hasta la última gota de semen, mientras se acariciaba su húmedo sexo y observaba como el pene de Diego comenzaba a perder volumen rápidamente.

– No creas que ya terminamos mi guapísimo cuñado, todavía queda mucho por explorar. -Dijo Sonia en un susurro a la vez que se levantaba y limpiaba con dedicación los restos de semen del pene de Diego.

-Tenemos toda la noche por delante. -Agregó Sonia, al sentir el miembro de Diego encima de su vientre y se dedicaba a lamerle su depilado y musculoso torso.

Su cuñado sonámbulo no necesitó demasiadas instrucciones para comenzar a explorar el cuerpo de Sonia. Inició la exploración por la espalda, para después agarrar con mucha firmeza las blandas y un poco grandes nalgas de su cuñada, que gimió sorprendida cuando notó como el muchacho trataba de introducir un dedo en su ano.

Sonia soltó un ligero gemido de gusto cuando notó el dedo índice de su cuñado en el interior de su culo. Su marido siempre había sido excesivamente convencional a la hora del sexo y ella tenía que estimularse aquella zona, pero que en ese momento lo hiciera su cuñado sonámbulo, provocó que su excitación creciera sobre manera.

Sonia notó sobre su estómago como el pene de Diego se ponía duro a medida que le besaba, mordía y chupaba sus duros pectorales.

-Maravilloso, veo que ya estás listo para volver a la cama, pero como eres un hombre sumamente irresistible, creo que voy a acompañarte. -Indicó Sonia en un murmullo tras agarrar el miembro de su cuñado, que retiró las manos de su trasero al momento, seguramente esperanzado de volver a correrse.

Diego se dejó guiar confiadamente por Sonia que lo tomó cuidadosamente de la mitad del pene, a la vez que le subía y bajaba la piel que le recubría el glande. Ella no pudo evitar el salivar, al imaginar el orgasmo que estaban a punto de gozar.

La habitación de Diego se encontraba un poco desordenada. Mas aquello no importó a Sonia, que estiró los brazos para sujetar la cabeza de su cuñado, ya que él era unos veinte centímetros más alto. Sonia no sabía si aquella sería la única ocasión en la que podrían tener sexo, así que tan pronto tuvo el rostro del muchacho junto al suyo lo besó.

Se sintió terriblemente desilusionada los primeros segundos, puesto que su amante sonámbulo no hizo ni un solo amago de devolverle el beso, hasta que finalmente trató de introducir su lengua en la boca de Sonia, tarea para la que le dio todas las facilidades del mundo.

Tras un largo y húmedo beso, Sonia presionó los hombros de Diego para que se agachara y empezara a explorar su cuerpo con la lengua.

El muchacho sonámbulo se entretuvo un buen rato chupando y succionando los grandes y jugosos pezones de Sonia, que era incapaz de contenerse y gemía bastante más alto de lo que quería.

Sonia después de sentir la rápida y jugosa lengua de su cuñado sonámbulo sobre sus pechos, volvió a ejercer fuerza encima de sus hombros para que la cara de Diego quedase a la altura de su sexo y lamiera aquella zona que tanto placer le proporcionaría.

El morbo de tener a su cuñado arrodillado y completamente sonámbulo, a la vez que le lamía su húmeda vagina, hizo que Sonia tuviese que ponerse las manos en la boca para no gemir como una maniaca y con total seguridad despertar a su marido.

El sonámbulo se portó como un amante de primera. Atendió todas las necesidades de Sonia, sin mostrarse ni un poco impaciente por penetrar a la mujer que con gran goce estaba lamiendo.

-Buen trabajo guapote, pero es tiempo de que pasemos al acto principal. -Indicó Sonia, al tiempo que se inclinaba para volver a coger el pene de Diego que se hallaba más rígido y duro que nunca, además de acariciar y levantarlo lentamente.

A Sonia le habría encantado tumbarlo sobre la cama y cabalgarlo hasta que ambos se corriesen, pero no contaba con la certeza suficiente de lograrlo sin que su cuñado se despertara, por lo que decidió colocarse a cuatro patas y dejar su culo al borde de la cama con las piernas bien separadas.

-Ahora mi guapísimo cuñado, quiero que me penetres. Estoy totalmente segura de que eres un verdadero tigre en la cama y quiero gozar con todo, así que no te contengas. -Dijo Sonia con lujuria, mientras se pasaba el glande de su sonámbulo cuñado a lo largo de su sexo una y otra vez.

Enseguida Sonia ensartó con avidez la cabeza del miembro de Diego en su sexo, tras lo que él comenzó a meter y sacar con gran fogosidad aquel trozo de carne hinchada y palpitante.

Sonia quedó gratamente sorprendida cuando el pene de su cuñado creció aún más dentro de ella, lo cual provocó que tuviera que estirarse para alcanzar la almohada y ponérsela en la cara, mientras disfrutaba las furiosas envestidas de Diego. No obstante, el sonámbulo no le permitió conservar aquella postura demasiado tiempo, ya que con las manos trató de encontrar sus senos para sujetarlos con fuerza, acto que incrementó la lujuria de Sonia.

Con cada penetración de Diego, a Sonia le costaba mantener la boca cerrada pues el placer era cada vez más intenso. Sin embargo, había conseguido reducir los sonidos que emitía al mínimo. Ella aguantó perfectamente hasta que su cuñado comenzó a cansarse y para recuperar fuerzas, soltó el peso de su fornido torso sobre la espalda de Sonia.

Sonia restregó sus pechos contra el torso desnudo de Diego, doblegada por un magnífico placer, pues su cuñado sonámbulo aún la envestía de forma constante, aunque con menor intensidad.

-Ahora yo haré todo el trabajo mi guapísimo cuñado. -Afirmó Sonia con una sonrisa socarrona, cuando consiguió tumbar cuidadosamente al sonámbulo boca arriba sobre la cama, que apuntaba su erecto pene hacia el techo.

Sonia separó los labios de su sexo lo más posible, para que el miembro de Diego entrase sin dificultad y después de un par de hábiles movimientos, logró sentirlo en lo más profundo de su ser.

Sonia comenzó a cabalgar lentamente a la vez que sostenía las manos de su cuñado para no perder el equilibrio. Se sentía en la gloria, pues en contadas ocasiones había disfrutado de un miembro de esas dimensiones taladrar su cuerpo, pero en ninguna de esas ocasiones pudo sentir el morbo y deseo que la invadía en aquellos instantes.

-¿Buscas mis pechos verdad cuñado? -Preguntó Sonia luego de sonreír y a sabiendas que Diego no era consciente de lo que hacía.- Como eres tan irresistible, guapo y complaciente, te voy a dejar. -Sentenció Sonia, tras tomar las grandes manos de Diego y llevarlas hacia sus voluminosos pechos.

Sonia brincaba cada vez con más energía sobre el miembro de su cuñado, que cada vez le penetraba profundamente, lo cual causaba que soltara gemidos más altos de lo que esperaba en un principio. Ella notó como Diego apretaba sus senos con más fuerza a medida que su excitación crecía. Esto le vino muy bien para poder controlar el orgasmo de su cuñado, al reducir el ritmo cuando sentía que estaba cerca de correrse e incrementarlo cuando percibía que la erección la llenaba menos de lo que ella quería, pues era claro que no iba a permitir que Diego se corriese otra vez hasta que ella no alcanzara el clímax.

-¡Más, más, dame más! -Exigió Sonia a media voz, al cabalgar a Diego con tal intensidad que los muelles de la cama comenzaron a crujir bajo el peso de los dos.

Sonia no se detuvo hasta que experimentó el orgasmo y soltó todos sus fluidos sobre el hinchado miembro de su cuñado, pero aun cuando había quedado satisfecha, no dejó de saltar sobre Diego, pues hace mucho que no sentía tanto placer y no le parecía justo no dejar al sonámbulo acabar dentro de ella.

En el rostro del sonámbulo se reflejó perfectamente el placer cuando eyaculó dentro de su cuñada y ella recibió un poderoso chorro de semen que la colmó por completo.

-¡Eres increíble cuñado, todo un hombre! -Aseveró Sonia, a la vez que abrazaba y presionaba con sus sudorosos senos el fornido torso del sonámbulo Diego.

Después de unos minutos de abrazar a su amante y sentir como aquellas masculinas manos recorría todo su cuerpo, Sonia se alzó para limpiar con su lengua el miembro de Diego, que se encontraba empapado por los fluidos vaginales y con el prepucio cubierto por los restos de semen.

El pene de Diego desde luego había perdido su vitalidad inicial después de esos dos intensos orgasmos, pero aún mantenía un tamaño considerable y no estaba del todo blando, lo cual hizo que la labor de Sonia se desarrollase con mayor facilidad.

-Estoy segura de que no será la última vez que nos veamos. -Afirmó Sonia en un susurro, después de dar una última lamida a los testículos de su cuñado.

Una vez consideró que había eliminado la mayor parte de pruebas de que en aquella cama hubo sexo, Sonia salió sigilosamente del lecho, arropó a su cuñado con las sábanas y tras brindarle un beso en los labios, se marchó para descansar como desde hace tiempo no lo hacía.

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