Una señora muy educada, respetuosa y sensual además de mujer elegante y amante del buen sexo.
Así era está mujer, no la gustaba cualquier hombre y mucho menos practicar sexo de cualquier manera.
Ella buscaba al hombre que la hiciera vibrar, el cual la hiciera de gritar en la cama de placer, que la hiciese tocar las estrellas con la yema de sus dedos, hacerla sentir única y apasionada del buen gozar haciendo lo que ella más quería que es el amor.
Maylen era una mujer vividora, iba buscando esa maravilla de señor que la pusiera de una vez por todas los pies sobre la tierra, que cuándo la quitasen la ropa se lo hicieran de una forma muy sensual y que la ropa cayera lentamente por sus piernas.
Pasado un tiempo está señora conoció a un hombre bien vestido, perfumado, caballero y muy romántico; Rafael, así era su nombre.
Este señor la conoció en uno de esas citas que Maylen buscaba a su hombre ideal, se habían citado en un restaurante, donde él la invitó esa noche a cenar y así pudieran conocerse tranquilamente.
Allí se podía ver que había risas, una buena conversación e incluso mucha química entre esta futura pareja, quién sabe.
Pasadas unas horas ella le ofreció a él tomarse unas copas en casa de ella, el caballero amablemente aceptó la invitación y se dirigieron a casa de Maylen, ella fue a ponerse cómoda a su habitación, Rafael la esperó sentado en un cómodo sofá que allí había.
Ella salió de su habitación y se dirigió a la cocina de donde traería las copas y una botella de champagne francés.
Rafael cogió la botella y la destapó, rellenó las copas y entre sorbo y sorbo se podía ver claramente que ahí podía haber algo más que una cita.
Él soltó su copa sobre la mesa de cristal y la miró fijamente a sus preciosos ojos color miel, acercó su boca a la de Maylen y comenzaron a besarse muy intensamente, ella quedó prendada de sus labios y sé fueron a la habitación de ella.
Rafael comenzó a quitarla la ropa muy despacio y al mismo tiempo no despegaba los labios de Maylen, ella abrazada a él no podía creer lo que ahí podía pasar en cuanto los dos estuvieran tumbados sobre la cama de la señora.
Él la cogió en brazos y la tumbó sobre la cama y seguidamente él se acostaría al lado de ella, Rafael comenzó a besarla por todo su cuerpo y acarició su cabello, Maylen no podía creer lo que estaba pasando en ese momento por su cabeza mientras que él no paraba de besarla y acariciarla, Rafael sé levantó un momento de la cama y se puso a los pies de Maylen, comenzó a besarla y lamerla los pies, la separó una pierna de la otra y se colocó a la altura de su parte más íntima, Rafael comenzó la besar los labios de su vagina y Maylen comenzó a jadear de gusto; ella con sus manos le cogió la cabeza y se la sujetó para que él no dejase de hacer lo que la estaba haciendo; volverla loca de placer.
Maylen no se podía contener ni un instante quieta en la cama, gritaba, jadeaba de gusto y con sus brazos estirados sobre la cama pareciera que estaba tocando las estrellas.
Rafael no paraba de comerla ahí abajo en su dulce favorito que Maylen tenía entre sus piernas.
Poco rato después Rafael se levantó de la cama para cambiar la postura y así poner a Maylen de rodillas sobre la cama, Rafael con sus manos separó los glúteos de Maylen y comenzó a besarla también por esa zona que a ella nunca la habían hecho besar, Rafael estaba metido en lo que estaba haciendo y con dulzura la comió también su parte más íntima, ella volvió a jadear de gusto y no podía parar de gritar, ella le decía que no parase y él tampoco tenía mucha idea de querer parar hasta que Maylen dio un grito que pareciese que había tocado la estrella polar que allí aparecía en su imaginación más sexual.
Ella quedó rendida a los pies de Rafael y está fue la que dio rienda suelta a su excitación más carnal con Rafael, está vez fue ella la que lo tenía dominado a él, se colocó de manera que pudiera practicarle a él una buena felación en su miembro viril que estaba bien erguido, con su mano tenía agarrado el miembro de Rafael y chupando su rico pene que Maylen no soltaba ni un solo segundo, el jadeaba de placer al igual que lo había hecho antes ella con él.
Pasado un rato ya desde que Maylen se pusiera manos a la obra con él; por fin hizo de eyacular a Rafael soltando este un grito de gusto como si le estuvieran cortando lo más importante de su cuerpo.
Maylen y Rafael allí tumbados sobre la cama y desnudos se miraron fijamente y se prometieron no separarse el uno del otro nunca más.
Así fue como conoció Maylen al hombre de su vida y Rafael cómo había conocido a su posible futura pareja que él andaba buscando hacia muchísimos años.
Fin.