Julián es el guarda de seguridad que reemplazó a Vega en la garita de control. Esta se despidió de él dándole un pico y palpándole el paquete. Julián le deseó suerte en su comienzo “académico” en la Sociedad de los Regresados a El Edén y le ofreció sus servicios de machoman para ayudarla a progresar en su carrera. Vega le tomó la palabra.
Julián es un chico de 38 años, 1,80 m de altura y 90 kg de peso. Está muy musculado pues participa en competiciones de halterofilia. Es un enamorado de sí mismo. No hace más que mirarse al espejo cuando está desnudo y admirarse de su hipertrofia muscular y de su vientre plano en forma de tableta.
En la habitación -5 hay un grupo de 100 mujeres, las cuales se hacen llamar “Las Féminas Chefs”. Se dedican a elaborar varios menús para la clientela a la que le apetezca degustar manjares exquisitos. Los hay para veganos, vegetarianos y para omnívoros. Julián posó su atención en ellas, pues le gusta mucho aprender sobre dieta fitness.
Pero en esta mansión de lujuria y perversión todo tiene sus peculiaridades. La comida debe ser masticada por las chefs y escupida en unas ollas grandes. Para que la comida no se haga excesivamente pastosa, de vez en cuando una de las féminas orina dentro de la olla.
La carne, el pescado, las verduras, las patatas, la fruta, etc., etc., deben ser bien trituradas por los dientes de aquellas hembras cachondas. Hay que convertir los alimentos sólidos en una copiosa papilla. Para evitar que por algún despiste o fallo humano se cole algún alimento mal masticado, una de las chicas, remangándose los sayolos, se mete dentro de la olla y al viejo estilo de pisar las uvas, machaca con sus pies descalzos toda la papilla que sus amigas van escupiendo en el interior de aquel gigantesco recipiente, hasta dejarla como un puré acuoso.
Un grupo de chicas mete sus pies en una tinaja llena de agua caliente. Se cortan las uñas de los pies, cuando comienzan a ablandar. Con una lima se van deshaciendo de las pieles muertas de los talones. También aprovechan para cortase las uñas de las manos. Todo ello lo echan en la tinaja. Lo remueven con el agua, ya oscurecida por la suciedad que desprenden aquellos piececitos cuidadosamente poco higienizados. Cuando sospechan que esa agua podría ya tener el correspondiente sabor a potaje de pezuñas, la vacían en la olla.
También le echan a la olla moquillo, mocos y unos buenos gargajos verdes arrancados de sus gargantas con brío y maestría.
Aquellas inmensas ollas cuarteleras las ponen a fuego lento para que la comida se sirva tibia. En la habitación -6 hay un gran salón comedor en donde los y las clientes, en fila y con su correspondiente bandeja, plato, cuchara y vaso van pasando por el mostrador. Dependiendo del menú que deseen se acercan a unas camareras o a otras. Las ollas tienen un letrero identificativo: dieta vegana, omnívora, etc. Las camareras con sus respectivos cucharones van sirviendo la comida. Cuatro cucharones por plato.
Una vez sentados los clientes en sus mesas, las camareras les van sirviendo la bebida. Cogen el vaso de vidrio, lo colocan en el suelo. Ellas se inclinan un poco haciendo una ligera sentadilla, y a modo de como se escancia la sidra, van orinando en el interior de aquellos vasos de tubo. Los clientes lo paladean y saborean con devoción antes de tragarlo. Son unos caldos exquisitos de diferentes cosechas, dependiendo de la edad de la hembra productora.
En la habitación -7 hay 100 “Machos Chefs” que repiten el mismo proceso de elaboración de menús que sus compañeras, con el añadido de que estos vacían buenas descargas de semen sobre sus ollas. La extracción de lefa la provocan practicando el onanismo, haciéndose felaciones mutuamente o rompiéndose el culo en algunas ocasiones.
Los machos se desacoplan de las bocas y traseros de sus amantes instantes antes de correrse para luego apuntar sus falos al interior de las ollas y soltar sus ocho o nueve escupitajos de líquido blanquecino viscoso. Otros machos eyaculan en las bocas y culos de sus respectivas “hembras”, después estos vacían sus “recipientes”, bien cargados de leche, en las ollas.
En la habitación -8 hay un salón comedor también, donde los y las clientes degustan a placer los menús, en esta ocasión elaborados con materia prima masculina. Como bebida, los camareros utilizan sus pollas a modo de sifón, y van rellenando los vasos según sus clientes les vayan pidiendo.
Algún cliente o clienta pide una tostada con “salsa bechamel” recién elaborada, a ser posible delante de la mesa. Entonces uno de los camareros se masturba en el salón, junto al cliente, y cuando ya está a punto de correrse, coge dos o tres tostadas y las va rellenando de su lechada recién exprimida. La chica o el chico las engulle encantada.
En estos salones comedor del subsuelo, donde se practica la dominación y la humillación, el menú cuesta 30 euros el plato, a más de caprichos extra que se pagan con 10 euros más por ocurrencia (como lo de pedir tostadas con “salsa bechamel” o un café capuchino con una buena carga de “nata montada”).
Julián en las 8 horas de su jornada laboral aprovecha para cascarse la polla de lo lindo. Se corre 5 veces dentro de un termo el cual contenía café. Llama por teléfono al comedor de los “Machos Chefs” para que manden a alguien a buscar su humilde contribución a la causa. El chico que acude a la garita del segurata le dice a Julián que se fije en una manceba pelirroja que está sentada en la mesa 7 con su novio, pues el café se lo van a servir a esa pareja. Julián le dio las gracias al chico por la información y quedó pendiente de esa mesa.
Cuando la fulana pelirroja pide dos cafés bien cargados de “nata” para ella y su novio, el camarero se acerca con el termo de Julián. Les sirve el café. Pero la chica protesta diciendo:
–No tiene pinta de estar bien cargado.
–Le aseguro, señorita, que el dueño del termo, que es el guarda de seguridad, se vació cinco veces en su interior –aseveró el camarero.
–Pues yo quiero que se note más la espuma en la superficie. Cinco corridas en un termo de un litro no es mucho, ni siquiera afecta al color.
Entonces el camarero llama a tres compañeros y entre los cuatro consiguieron complacer a la chica. Se pajearon sus miembros de casi 20 cm de largos, con furia. La chica se relamía esperando su ración de crema montada. Su novio fue acercando las tazas a las pollas según se iban corriendo. Tanto la taza de la pelirroja como la de su novio quedaron bien cargadas de abundantes copos de esperma… sin contar los lechadas de Julián.
El novio pagó un suplemento de 60 euros, que se añadieron a los 60 euros de los menús, por aquellos cafés bien cargados.
El camarero siguió sirviendo en otras mesas el resto de café que aún quedaba en el termo de Julián, hasta agotarlo. Muchas chicas y chicos se maravillaban del sabor tan especial de aquella mezcla.
Julián hacía dos horas que había acabado su turno (ya estaba Marisol, su reemplazo), pero se quedó un poco más para ver cómo aquellas guarras y guarros se tragaban su simiente.
–Eres un insolidario. Te vaciaste 5 veces para complacer a esas furcias y chaperos pero para tus compañeras de trabajo no guardaste nada, ¿no? –le soltó con sorna Marisol.
Marisol es una buena hembra de 1,75 m. Es rubia con melena hasta la cintura. Una diva del Metal Sinfónico. Canta en un grupo llamado Lilith y Las Valquirias. Le encanta enfundarse trajes de cuero ajustados, casi todos de color negro, aunque también tiene alguno rojo, gris o blanco. Marcan a la perfección su talle, con esos pechos prominentes y sus glúteos y muslos bien trabajados por infinidad de sentadillas y zancadas practicadas en la “Sala Gym” de la mansión. Es una Regresada de categoría Gris, por cierto.
Julián quiso complacerla pero su pene no daba para más. Entonces lo suplió con su lengua. Le hizo una buena comida de almeja a Marisol. Esta es una loba insaciable. Una diosa celosa de sus súbditos. Muy exigente. No permitió que Julián abandonara su cueva hasta que no le proporcionara cinco buenos orgasmos.
Julián la obsequió con cientos de lamidas de chocho; morreos y besos de tornillo hasta casi tocar el útero con la punta de su lengua, no faltaron tampoco; sorber y tragar mililitros y mililitros de zumo de coño de su exuberante amante es una obligación que cumple con embriagado placer. Aquella sesión de lavado de bajos duró cuarenta y cinco minutos. Cuando ya, Marisol, consigue las cinco corridas indicadas anteriormente, deja libre a Julián para que se vaya a casa a complacer a su esposa, aunque será con un dedo o un dildo (pues la polla y la lengua, Julián, las tenía muy dormidas y cansadas).
Pero de Marisol y de las muchas guarradas que pondrá en práctica durante su turno de trabajo, y de la mansión El Edén seguiremos hablando en el siguiente relato.