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Una mansión que acoge infinidad de orgías (6)
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Vega, la segurata, luce con orgullo su colgante circular blanco recién adquirido. Está deseando terminar su turno de trabajo para comenzar a “sumar méritos” y así conseguir el colgante color amarillo pronto.

Mientras tanto hace zapping por los diversos monitores. En la habitación 5 observa que se está impartiendo una clase de fitness muy peculiar, de hecho a esta habitación la llaman “La Sala Gym”.

Esta sala consiste en una tarima o plataforma de madera maciza, que abarca casi todo el recinto. Tiene unos agujeros cada metro y medio de distancia, por donde asoman, a modo de champiñones, unas buenas vergas.

Cada hora se inicia una sesión de 40 minutos de “Sentadillas con pene incrustado”.

Las chicas, en grupos de 15 en cada sesión, escogen la polla a su gusto, y colocándose en cuclillas montan sobre ellas. Pero el ritmo de las sentadillas no lo marcan las chicas a su voluntad. Hay una persona, que utilizando un gong va marcando el tempo. Con este ejercicio tonifican muslos, glúteos y endurecen los abdominales.

La sesión de 40 minutos se divide en 8 etapas de 5 minutos cada una.

Se comienza con un ritmo muy lento. La persona encargada del gong va golpeando con la maza cada 4 segundos. Con el primer toque las chicas se incrustan la verga, poco a poco, hasta la base, y con el segundo toque se la van sacando hasta casi la punta del nabo. 8 segundos de un mete-saca a ralentí que sirve para ir entrando en calor.

En los siguientes 5 minutos se acelera un poco el tempo. El gong es golpeado cada 3 segundos (6 segundos un mete-saca). Las chicas van calibrando, calculando mentalmente, para que en 3 segundos la polla entre en su totalidad, y después, con el siguiente golpe de gong ir sacándosela casi entera.

En la tercera etapa la maza golpea cada 2 segundos (4 segundos un mete-saca). En la cuarta etapa el gong suena cada segundo (2 segundos un mete-saca). A partir de aquí, el percusionista cambia de táctica. En la quinta etapa, aunque sigue golpeando el gong una vez por segundo, avisa a las chicas que ahora con cada golpe de maza no hay solo que introducirse la verga, sino introducirla y sacarla (un mete-saca por segundo).

A partir de la sexta etapa se pone interesante la sesión, pues el percusionista golpea el gong 2 veces por segundo, exigiendo a las chicas 2 mete-sacas por segundo, siguiendo las indicaciones de la maza. Algunos chicos comienzan a bufar bajo la tarima, otros ya no pueden aguantar más y se acaban corriendo.

Hay chicas que cuando su potro se vacía antes de acabar la sesión se lo toman muy a mal. Se desenganchan del mancebo y levantan el brazo pidiendo otro macho. La picha del chaval que pinchó antes de tiempo, suele ir escupiendo el semen ad libitum, sin ayuda de ningún tipo de masaje. Incluso hay chicas, que si están muy enojadas, suelen abofetear con la palma y los nudillos de su mano el falo, mientras este, ajeno al enfado de la jinete, suelta sus descargas de forma mecánica. Otras son más consideradas y siguen follándose al chaval hasta que este deja de eyacular, para después pedir el cambio de potranco.

El chaval sustituido tiene como castigo recibir 30 latigazos en la espalda, por hacer perder el ritmo de la clase a la chica.

En la séptima etapa la maza golpea al gong 3 veces por segundo. Esto significa que hay que hacer 3 mete-sacas por segundo. Al llegar a este nivel de folleteo, algunas chicas también llegan al orgasmo. Las hay quien después de correrse se paran y abandonan la sesión, y otras, que, sin embargo, continúan con el fuelle como si nada hubiese ocurrido.

Hasta aquí es fácil seguir el ritmo, no perder el tempo que marca el metrónomo humano. Si todo va bien y ningún chico se desinfla antes de tiempo, las chicas deberían haberse envainado y desenvainado el pollón de sus machos ocasionales 2.112 veces.

En la octava y última etapa no es tan fácil seguir la comba que marca el gong. El mazo golpea 4 veces por segundo al instrumento, lo que significa 4 mete-sacas por segundo. Llegados a este nivel tan extremo se permite pasar de las “Sentadillas con pene incrustado” al “Butt Bridge con pene incrustado”. Las chicas se reclinan hacia atrás, apoyando sus manos en la tarima. Con esta postura se evita perder el equilibrio y sobre todo, facilita coger más y mejor impulso para así poder acelerar las estocadas.

Solo las muy expertas consiguen estar 5 minutos a un ritmo de 4 clavadas de polla por segundo. Esto significaría conseguir 1.200 estocadas en la octava etapa, que añadidas a las anteriores, sumarían 3.312 en total, en los 40 minutos de sesión.

Pero la mayoría de las chicas en la octava etapa andan entre los 900 y los 1.000 empellones, sumando alrededor de 3.000 clavadas de polla por sesión.

Por muy experta que sea la chica, si el chico no está a la altura de las circunstancias y se vacía en la sexta, séptima u octava etapa (sobre todo en esta última), pues es normal que la hembra se coja un cabreo de cojones. Tener que cambiar de potranco a mitad de carrera le corta el rollo a cualquiera, a más de ser perjudicial para el ritmo cardíaco también, por supuesto.

Después de unas diez sesiones como esta comienza a notarse en los cuerpos de las mujeres que practican este deporte los correspondientes efectos positivos. En cada sesión sudan lo suyo, las muy golfas. ¡Consiguen unas piernas, unos glúteos y un abdomen envidiables!

No solo van mujeres. A veces se anima a ir algún chico gay o bisex. También bajo las tarimas, en ocasiones, suele colocarse algún transexual que otro, propietario de una respetable verga.

A parte de “Sentadillas con pene incrustado” y de “Butt Bridge con pene incrustado”, también se suele practicar el “Saltar a la comba sobre polla”. En este caso, por el bien del chaval, es aconsejable que el pene esté lo más fofo y arrugado posible. Si está morcillón, y ya no digamos, enhiesto, el dolor que se siente suele ser insoportable. Algunas chicas en vez de saltar descalzas sobre el falo, lo hacen con zapatillas de tacos.

Vega se entretuvo lo suyo viendo esta clase de fitness tan especial. Decidió, acto seguido, cambiar al monitor -3, que como todos sabemos a estas alturas, pertenece a una habitación de sadomaso (como todas las del sótano).

Un hombre estaba sentado en un sillón de los que se usan en las peluquerías, con los brazos y piernas encadenados. Estaba completamente desnudo.

Una mujer de unos treinta años, con una melena morena rizada y con antifaz en el rostro, vestía solamente con ropa interior (sujetador, bragas, medias y liguero color negro), y unos zapatos de tacón de aguja. Caminaba sigilosa alrededor de su víctima.

Le sujeta el nabo con una mano y con la otra, sin preámbulos ni circunloquios, le introduce por la uretra una sonda de un grosor considerable.

Se la introduce y se la saca completamente varias veces. A medida que la polla va cogiendo consistencia, el injerto de la sonda por la uretra se hace más doloroso. Con la picha flácida, la sonda fluye mejor por el interior del pene y causa menos molestias.

La dómina decide hacerle una gayola. Se la va pelando muy despacio. La sonda poco a poco se va saliendo y la mujer, con la palma de su mano, la vuelve a meter (con brusquedad), hacia dentro. Parecía una pajita de un cóctel.

Cuando la dómina intuye que al esclavo le queda poco para llegar al éxtasis, pues comienza a salir algo de babilla (líquido preseminal), por la punta de la sonda, la mujer chasquea los dedos para que alguien que está en el fondo de la sala se acerque. Es un mozuelo imberbe de 18 años. Este se aproxima y se mete la “pajita” en la boca, sin tocar la polla en ningún momento.

Mientras la ama le zurra la sardina con garra al esclavo, el mancebo succiona, sorbe y va saboreando el líquido preseminal que asoma por la goma de la sonda.

Los resoplos y jadeos del macho sondado avisan de la pronta descarga de lefa. Efectivamente, a los pocos segundos el hombre, entre gemidos de placer y quejidos de dolor, va soltando sus ocho o nueve descargas de lechada, que suben como un cohete por la sonda.

El chico succionador, no pierde comba a la hora de ir extrayendo y tragando aquel líquido viscoso con sabor a leche condensada.

La dómina seguía zumbando la zambomba. Por la comisura de la uretra salen algunos restos de semen, por fuera de la sonda. Pero son insignificantes. El premio gordo se lo tragó íntegro el chico, sin tener contacto con la verga siquiera. Pero eso sí, la “pajita” no la soltó hasta estar completamente seguro de que de aquel “recipiente” ya no saldría ni una gota más de granizado sabor a nata. El sorbeteo de aquel cóctel especial aún duró unos buenos treinta segundos.

Una vez que el chico vuelve a su rincón, la dómina le va sacando a su esclavo la sonda. Cuando ya está toda fuera, la ama se la da a lamer a su esclavo para que la deje bien limpita para próximos usos.

Vega estaba como una moto de lo cachonda que se había puesto, pero no quería masturbarse para reservarse… ya sabemos el para qué.

Cambió a la habitación 44. Allí había una pareja de recién casados. Eran muy jóvenes, tendrían veintipocos años. Los muy estiraos estaban de rodillas rezando el Rosario y pidiéndole al Señor perdón por el acto tan pecaminoso que iban a realizar. Se meten en la cama y en un misionero arrítmico e insulso de estilo, el chaval a los pocos minutos se corre. La chica le dice: “Menos mal, pensé que no terminarías nunca” y se echan a dormir. Les queda mucho que aprender a estos pipiolos. ¡No saben en qué lugar se metieron!

A Vega ya le llegó el relevo. Se va disparada a comenzar sus “estudios” de Regresada.

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Autor
El Manso Embravecido
El Manso Embravecido
Soy un humilde discípulo del Marqués de Sade. Los relatos eróticos y pornográficos me gusta sazonarlos con crítica social, política y religiosa. El sexo muy guarro, el fetichismo y la dominación son algo que me activan la libido y encienden mis instintos más salvajes. Una imagen no siempre vale más que mil palabras. Soy un gran amante de la lectura. iiSaludos y buen sexo!!

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