Jorge continuó haciendo zapping por las 61 habitaciones que acoge la Mansión El Edén en su planta baja y las dos superiores. También en el sótano las hay, estas están dedicadas al sadomaso y allí dirigió esta vez su atención el segurata.
En la habitación -14 observó que había una chica rubia muy hermosa, con un rostro angelical. Estaba de rodillas, con sus nalgas apoyadas en sus talones. Maniatada y con un aparato metálico en la boca que impedía cerrarla.
Al no poder deglutir la saliva, le iba cayendo por la comisura de los labios en forma de hilillos, cada vez más consistentes y espumosos.
En el suelo, acostado boca arriba, estaba un maromo, con la boca abierta recogiendo las babas para paladearlas y tragarlas con placer. Muchas de estas babas le caían en el rostro, y para que no se desperdiciaran, el esclavo las recogía y se las iba introduciendo en la boca, chupándose los dedos.
Rodeando la escena había siete fulanos sacudiéndose la verga de lo lindo viendo el espectáculo. A medida que les iban entrando ganas de correrse se acercaban a la chica y se vaciaban en el interior de su boca o en la cara. La hembra inclinaba la cabeza hacia el suelo descargando toda su mercancía de babas y semen en la cara y boca del esclavo. ¡Así siete veces! El mancebo no daba abasto. Se relamía. ¡Estaba en la Gloria!
Después, el esclavo le desabrochó, a la altura de la nuca, el aparato metálico que la chica llevaba en la boca, lo lamió hasta dejarlo impecable, y lo metió en un estuche.
Jorge hizo zapping a la habitación contigua, que es el monitor -15. Había una escena tan desagradable que el segurata no pudo aguantar más de treinta segundos viéndola.
Tres chicos maniatados y tumbados en el suelo boca arriba iban recibiendo de diferentes chicas que se colocaban en cuclillas sobre sus rostros, sus defecaciones. Algunas de ellas vomitaban también sobre ellos. Jorge decidió tomar aire y subir a la segunda planta y ver qué ocurría en la habitación 45.
¡Menuda coincidencia! Hoy era el día de encontrar a conocidos en la mansión. Ya en el anterior relato hablamos del párroco. En esta ocasión se topó con el alcalde pedáneo de su barriada. Estaba acompañado del presidente de una comunidad de vecinos afectada por las obras del Metro (les provocó unas grietas enormes en la fachada de su edificio), y por una hermosa chica de 24 años con una melena pelirroja ondulada. Lucía una blusa con un escote prominente acompañada de una minifalda color rosa.
Jorge agudizó el oído y escuchó lo siguiente:
–Les he traído a esta mansión donde se fraguan los más importantes negocios de la ciudad, para hablarles del tema de las grietas de su bloque. A usted, señor López, por ser el presidente de la comunidad, y a usted, señorita Marga, por ser la mujer más hermosa del edificio –comenzó, rompiendo el hielo, Don Alfonso, el alcalde pedáneo.
–Pues usted dirá, Don Alfonso, para qué nos a juntado aquí –comentó el señor López.
–Se ha quedado corto, Don Alfonso, con lo de que soy la mujer más hermosa del edificio. Yo diría que lo soy de todo el distrito, por lo menos –soltó, con cierta chulería, la señorita Marga.
–Tiene usted razón, señorita Marga. Pero como solo a su edificio le afectan las obras del Metro, solo a él me referí. El caso es que siguiendo los trámites burocráticos pertinentes podrían pasarse meses, incluso años, con el problema de las grietas sin solucionar, con el consiguiente peligro de desplome del edificio. Para agilizar los trámites y que todo se haga en pocas semanas ustedes dos tienen que sacrificarse por su comunidad. Deben acostarse conmigo y hacerme el hombre más feliz de la Tierra.
Don Alfonso es físicamente más repugnante que su falta de ética. No supera el 1,60 m y pesará unos 120 kg. Por si fuera poco, aparte de seboso tiene una halitosis que se percibe a dos metros de distancia. Es extremadamente asqueroso. Un sexagenario que aparenta ser septuagenario.
El señor López es más agradable a la vista. Tiene buena percha. 1,80 m de altura, delgado y bien trajeado. Andará por los cuarenta años.
–Pero yo no soy gay –comentó el señor López–. Entiendo que se quiera trajinar a esta muñeca de porcelana con pinta de furcia, pero no sé en qué puedo servirle yo.
–Se equivoca señor López, su trasero virgen y su abultado paquete me excitan mucho más que la almeja perforada por mil hombres de esta puta veinteañera.
–Ya lo ha oído señor López. A Don Alfonso le pone usted más que yo. Así que, a poner el culo, ¡maricón! –le soltó Marga al cobarde de López, que quería escurrir el bulto poniendo a la joven como cebo.
Don Alfonso comenzó a desnudarse. Aquello era una bola de grasa inmensa acompañada de una picha de menos de 11 cm. Se acostó en una cama de matrimonio cercana y le hizo una señal al señor López para que se acercara. Una vez que este se aproximó, Don Alfonso le dijo:
–Practícame un Full Pack. No creo que te cueste mucho trabajo el introducirte todo mi rabo y mis huevos en esa boca de chupapollas que tienes. Cuando tengas todo el paquete dentro de tu garganta sacas la lengua y me lames el perineo y el ojete. Quiero correrme en tu boca de mamón. ¡Me excita mucho tu cara masculina y tu boca femenina!
Marga aprovechó para apretarle la cabeza a López hacia abajo, hasta que sus labios hicieran tope con el escroto de Don Alfonso. Ayudaba a introducir los testículos del alcalde pedáneo en la cavidad bucal del chapero ocasional. Marga se reía y hacía comentarios jocosos.
–Todo el chorizo y el par de huevos pa’ dentro. Este manjar no hace subir el colesterol. Es un menú ecológico. Saborea el paquete sin sacarlo de la boca, maricón. Y no te olvides de lamer el esfínter del amo –decía la señorita Marga soltando unas carcajadas.
Al cuarto de hora de estar López mamándole la entrepierna a Don Alfonso, este comenzó a ponerse rígido y a los pocos segundos inundó la garganta de su amante de una ingente cantidad de líquido viscoso.
El chapero López se guardó toda la lefa en la boca y cuando se sacó los huevos y el rabo de su macho de la boca, se dirigió al rostro de Marga y le escupió toda la carga en sus mejillas, nariz y labios.
La señorita Marga extendió por su cara a modo de mascarilla toda aquella cuajada blanquecina. Después se puso a cuatro patas y le dijo a López que le penetrara la almeja, que la tenía chorretosa y pegajosa de lo salida que estaba.
El señor López no se hizo esperar y cogiendo por las caderas a Marga se la clavó de una sola estocada. A un ritmo salvaje se la iba follando. Marga jadeaba. Unía orgasmo con orgasmo. El pollón de López la encendía como a una hoguera. Ella no hacía más que arengarlo para que la empotrara como a un putón verbenero, sin compasión.
Mientras ocurría todo esto, Don Alfonso se volvió a poner en marcha y con su mini polla erecta se dirigió a la retaguardia de López. Montaron un trenecillo. El alcalde le petaba con saña el culo al presidente de la comunidad y este, a su vez, le daba caña con buen empuje al chumino de la manceba.
–Rómpale el trasero a este maricón, Don Alfonso, que me está destrozando el coño a pollazos y no hago más que enlazar orgasmos. ¡Joder, qué placer! –decía, gimiendo, la señorita Marga.
–¡Ya me corro! Le estoy llenando de esperma al chapero, el culo. ¡¡Cómo chilla el hijoputa!!–berreaba Don Alfonso.
El señor López no pudo aguantar más la calentura y se corrió en el interior del chumino de su fémina.
–¡Toma puta! Préñate de mí. ¡So golfa!–esbozó el señor López, todo excitado.
Cuando se desacoplaron, Marga ordenó a López que le limpiara la concha de caldos vaginales y de esperma de él. López se arrodilló y cumplió con lo ordenado por su diva. Mientras estaba inclinado mamando el chumino de Marga, por sus muslos le iba cayendo el semen que Don Alfonso le había inoculado en su recto. Se le iba escurriendo hasta llegarle a las rodillas y de ahí al suelo.
Don Alfonso los observaba desde una hamaca en la que se había recostado. Se carcajeaba y decía:
–Vaya par de putas. Os habéis ganado con creces que las grietas de vuestro edificio sean reparadas a partir del próximo lunes. Espero que vuestros vecinos sepan agradecéroslo y no os critiquen u os choteen cuando vean una copia en video de lo ocurrido hoy aquí–y soltó unas carcajadas diabólicas.
Jorge, el segurata, estaba haciendo un Máster de cómo conseguir sexo gratis a base de extorsión, chantaje y amenazas. Y sin coste alguno.