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Una mamada, conchita y culote… final feliz
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Tiempo de lectura: 10 minutos

A finales del año pasado, me dio la curiosidad de visitar lugares de masajes, especialmente esos que tienen la reputación de apegarse a las leyes y lo que en otras palabras significa que no encontraras un masaje con un final feliz, como suelen llamarles a estos lugares. En este país esta industria de entretenimiento por llamarlo de esta forma, está dominado por la comunidad asiática, es raro encontrar un lugar de estos con personal latino, anglo o africano. También, como cualquier otro negocio y en esta época dominado por las redes sociales, todos los negocios tienen una reputación dada la crítica que se deja en estos medios acerca de estos negocios y los lugares de masajes no se quedan atrás. Es como uno sabe si en tal lugar se puede encontrar además de un masaje la oferta de favores sexuales.

Por varios años he visitado estos lugares donde un masaje de una hora se te ofrece entre $60.00 a $80.00 dólares y luego ya en medio del masaje y en la privacidad de un pequeño cuarto iluminado con una luz tenue y regularmente con una música de relajamiento se te ofrece ya una masturbación, sexo oral o, el servicio completo por una suma extra. Yo me di a la tarea en buscar y averiguar de estos lugares y visitar algunos donde supuestamente se rigen por las leyes. Encontré algunos cuya critica cae en esa reputación y debo decir que en ninguno me ofrecieron servicios sexuales por dinero, pero que sí se da sexo en esas pequeñas habitaciones, claro que sí se da. Recuerdo solo uno donde el masaje se dio de lo más normal sin ninguna insinuación de otra cosa.

Como les dije, este tipo de negocios está dominado por los asiáticos, pero hace poco visité uno de estos lugares y, aunque el nombre y las fotografías a la entrada pintaban a un lugar oriental, me llevé la sorpresa que las mujeres que me recibieron tenían aspecto latino y guiado por su acento al hablarme en inglés, me confirmaban que deberían ser de habla hispana. Por alguna razón la gente no me mira como hispano y regularmente la gente se comunica conmigo en ingles… y bueno, estas dos mujeres, aunque con un inglés con un acento marcado podían conllevar una conversación fluida. Decidí en solo comunicarnos en inglés.

Me hicieron pasar a una pequeña habitación iluminada tenuemente donde me pidió que me desvistiera para tomar un baño. Yo ya me puedo esta rutina religiosamente y luego viene por mí a los minutos donde quedo ante ella como dios me trajo al mundo y me pide que me acueste en una especie de camilla, donde ella me bañará a su antojo. Me pide si deseo enjabonarme mis partes privadas o sí ella puede hacerlo, pero para eso está pidiendo permiso. Obviamente que se lo doy y le hago la broma que ella puede hacer conmigo lo que ella quiera.

En la plática me hace saber que su nombre es Elena y que es de Honduras. Ahora déjenme describir a esta mujer de nombre Elena. Le calculé la edad de unos 40 años, se le puede ver la madurez en ese rostro y aunque no lo describiré de facciones bonitas, tampoco era fea la mujer. Su cuerpo es de esa estructura de las llenitas, de brazos semi gruesos, piernas con muslos potentes y aunque usaba pantalones y un chaleco azul claro como los que usan enfermeros y médicos, podía intuir que tenía caderas anchas, un trasero pronunciado y, lo único que tenía ante mi vista y con toda seguridad podía decir, tenía unas buenas tetas de una copa doble D. Esta mujer Elena tenía una buena vibra, una sonrisa maliciosa, quizá podría decir de chica coqueta, pero que la camuflaba en un rostro maduro de esa experiencia que la daba ya su cuarta década. Pensé que este sería uno de esos lugares donde la reputación de apegarse a las leyes era una realidad y me conformé con ello.

Pasé del baño al mismo cuarto de donde salí solo envuelto en una toalla y me secó lo mejor que pudo y tenía una especie de calentador que se sentía rico dado el frío de la temporada a pesar de estar en este lugar con calefacción general. Me puso una toalla para cubrir mi trasero y se dedicó a masajear mis espaldas, el área de mis glúteos, las piernas y mis pies. En todo eso esta mujer me hacía plática y me preguntaba que zonas quería que masajeara con más énfasis. Sentía rico cuando aplicaba presión a mi espalda baja y mis glúteos y se lo hice saber. A los diez, quince minutos me hace que me voltee y nuevamente me pone la toalla para cubrir la zona de mi sexo y comienza a masajearme los pectorales y puedo ver que ya no tiene el chaleco y supongo que no tiene sostén, pues los pezones se le marcan definitivamente. Mi imaginación estaba en lo correcto, pues se le miraba una cadera ancha y un trasero muy llamativo. Ella continuaba con su plática y tuvo que ver como mi verga reaccionaba al estimulo, pues la toalla comenzó a elevarse como si fuera carpa de circo y fue cuando ella inició la plática de doble sentido y cachonda:

– Creo que su amiguito se despertó. ¿Le molesta la toalla? Si gusta se la puedo remover si es que así estará más confortable.

– ¡Si no te incomoda a ti… por mí no hay problema! No serás la primera que me miraría desnudo.

Ella removió la toalla y tomó una pequeña toalla húmeda de agua caliente y me limpio el glande que se podía ver brilloso pues ese liquido preseminal comenzaba a aparecer. Elena me quedó mirando sin ningún mensaje y continuó con la plática mientras me hacía masaje en las piernas.

– Se mira que se cuida mucho… tiene un cuerpo bien tonificado. ¿Hace mucho ejercicio?

– Juego tenis y tengo una rutina de correr o caminar todas las mañanas.

– ¡Se le nota! ¿Es usted casado?

– No… soy un hombre soltero.

– Pero tendrá por ahí alguna amiguita que se encargará de calmar toda esa fuerza que miro que usted lleva.

– ¿Por qué lo dices?

– Pues mire como se me ha puesto.

– Lo siento, no puedo evitarlo dado al estimulo que siento de tus manos en mi cuerpo.

– No se tiene que disculpar y es entendible; usted no me ha tenido que tocar, para que también yo viendo lo que veo y tocando también me estimule.

Obviamente me estaba diciendo que se estaba calentando con solo tocar mi cuerpo y ver erecta mi verga frente a ella. Creo que esa excitación era mutua, pues al igual uno se excita con tan solo ver a una mujer mostrando algo de senos en alguna blusa escotada o simplemente ver unas piernas atractivas o un bonito trasero cubiertos por unos pantalones jeans. Esta mujer me tenía totalmente desnudo y con mi verga totalmente erecta a consecuencia de ese toque de sus manos calientes en un masaje que también para ella era excitante. Reinicié la plática y ahora yo era quien hacía las preguntas:

– ¿Eres casada? ¿Tienes familia?

– Si… -contestó como dudosa. – Tengo dos hijos: Una nena de 8 y mi hijo de 12.

– ¿A tu esposo no le molesta que estés dando masaje a otros hombres? ¿Quizá él sepa o se imagina que están frente a ti semi desnudos?

– No… para nada. El cree que me dedico a limpiar casas y no sabe nada de esto. El trabaja en la construcción y la mayoría de veces se aleja de la casa, pues tiene que ir a trabajar a diferentes estados.

– ¿Y cómo terminas dando masajes en este lugar?

– Mi amiga, la otra muchacha que vio al entrar, junto con ella limpiábamos la casa de la dueña de este lugar y un buen día nos hizo la propuesta y aceptamos intentarlo.

– ¿Te gusta?

– Al principio como que era inconfortable ver a los hombres desnudos, pero luego como entenderá uno se acostumbra y hay veces, como ustedes los hombres, uno disfruta de ver un buen ejemplar y que uno tiene la oportunidad de tocar.

– ¿Nadie se ha propasado contigo?

– ¡Oh… de eso que no le quede duda! Muchos lo intentan o te hacen propuestas indecorosas.

Escuchaba en la voz de Elena la serenidad de una mujer de experiencia. Parecía tener mucha confianza en sí misma a pesar de que vacilaba en ciertas ocasiones buscando la palabra adecuada en un idioma que no era el materno. Ella me había abierto la avenida para sár mas directo con ella, pues ante mi tenía a una mujer madura de alrededor de los 40 años y podía ver en esa luz tenue de la habitación como se le marcaban los pezones, pues era obvio que no llevaba sostén por debajo de esa blusa blanca y su chaleco que le daba la personificación de personal médico también se lo había quitado. Continué con la plática:

– Verdaderamente no culpo a tus clientes… pues con todo respeto, verte con solo esa blusa sin sostén, como que incita mucho más la excitación si a eso le agregamos que esa misma chica te esta dando un rico y placentero masaje en áreas erógenas y en las cuales uno se siente vulnerable.

– Bueno… lo de removerme el chaleco y no llevar un sostén tiene en verdad otro propósito. Si se me moja el sostén, significa que me la pasaría incomoda en el resto del masaje y siempre he pensado que si ustedes están semi o totalmente desnudos, pues que más puede el agregar al morbo el que no lleve sostén.

– Bueno… no me lo tomes a mal. ¡Tienes bonitos senos! Afortunado tu esposo. -le dije

– ¡Gracias! – Me había contestado con una interrogante sonrisa.

Esta mujer hondureña de nombre Elena se había abierto conmigo y me daba esa libertad de llevar esta conversación a otros niveles, pues muchas veces aunque en ese afán del masaje se dan platicas, regularmente nunca no son tan personales. Me había contado de esas propuestas indecentes, de los muchos hombres que le habían de alguna manera tocado su cuerpo mientras les daba el masaje. Aquello me llevó a hacerle otra pregunta muy personal:

– ¿Le has sido infiel a tu marido?

– Bueno… sí. -Me dijo como pausada y continuó. -La verdad que no ha sido difícil no serlo, pues pasar semanas que él se va por cuestión de trabajo y sin ser atendida o sentir los afectos de tu hombre siempre lo ponen a uno en ese borde y… ahora le agregamos que por aquí de vez en cuando llega un buen ejemplar, como que se presta para que uno de ese paso. Al principio me costo asimilarlo, pero hablando con mi amiga, ella me decía que nuestros maridos lo más probable hacían lo mismo. Si muchos hombres lo hacen teniéndolo a uno cerca, porque no lo harían si constantemente están distanciados de uno.

– Tiene sentido y no te juzgo… la verdad que siempre esta ese morbo y cómo que lo prohibido excita mucho más. -le dije.

Elena seguía masajeando mis piernas y rodillas y para esto mi pene yacía libre a su vista erecto en toda la plática. Intuía que mi pene le excitaba al igual que a mi me excitaba ver esos hermosos melones con ese pezón erecto que era evidente en su blusa blanca. Para esto ya había pasado la primera media hora del masaje pactado y en esta ocasión fue ella quien me lo preguntó:

– ¿Y esa cosa que usted tiene cuanto mide? Imagino que ha de hacer feliz a algunas de esas amiguitas que usted dice tener.

– Creo que mide alrededor de 21 centímetros. -Le contesté.

– ¿Quiere que le dé un masaje a su cosita?

– ¡Claro que me gustaría! Como te dije antes… tú puedes hacer con ella lo que quieras.

– ¿Está seguro? ¡Usted no sabe todo lo que me está pasando por esta cabeza!

– ¡Aquí la tienes! -le repetí.

– Primero, le voy a dar una chupadita y luego veremos que es lo que pasa. No haga mucho ruido, que esa vieja china tiene la costumbre de husmear por las puertas. – me dijo susurrando a mi oído.

– Échale llave. -le dije.

– No tienen llave, pero ella nunca abre una puerta.

Tomó el tronco de mi verga con una de sus manos y se agachó para absorber con su boca el glande y estuvo besándolo delicadamente en un principio. Me abrió las piernas para tomar mis huevos en una especie de masaje con sus uñas y esa combinación se sentía super deliciosa. Hizo una pausa y se hizo una cola para que su cabello no le hiciera estorbo, pero también a mi me daba mejor vista de cómo chupaba mi verga. Hacía una pausa y me quedaba mirando con esos ojos de zorra en celo y me preguntaba: ¿Te gusta? ¡Tienes una linda pija! – me decía en español, como para evitar que alguien supiera lo que pasaba y quizá también pensando que yo no entendía lo que decía. Luego haciendo otra pausa decía otra vez en español: – ¡Quiero que me des con esta verga en el culo… entiérrame esta verga mi amor! – Le hice de señal que se acercara a mi y ella se acercó a un lado de la cama y le pregunté al oído aun comunicándome con ella en inglés:

– ¡Quiero chuparte las tetas!

– Si mi amor… son suyas… ¡Usted se puede comer mis tetas cuando quiera! – lo último me lo decía en español.

– ¡Me quiero comer tu conchita y tu culito! – volví a decir en su oído.

– ¡Usted me puede hacer lo que quiera… tiene mi permiso! ¡Usted no sabe lo puta que me pone con solo mirar su verga! – nuevamente lo último lo decía en español.

Le levanté esa blusa de algodón y me quedaron sus tetas disponibles y comencé a chupárselas. Mientras le chupaba las tetas y que ella misma me juntaba las dos tetas para poder chupar los dos pezones a la vez, yo adentraba una de mis manos y la deslicé entre sus pantis. Llegué a ese hueco mojadito y sentía que esta mujer hervía de excitación. Le metía los dedos mientras ella juntaba sus tetas para chupar los pezones y me decía trémula: -Usted si sabe como chupar unas tetas… ya me imagino como chupa una panocha. Bajé de la cama de masajes para poder bajarle esos pantalones azules y descubría unas pantis estilo bikinis de color negras. Podía mirar la humedad a pesar de que la luz era tenue y ahora era ella la se acostaba en esa cama con las piernas abiertas y me lancé a chuparle la panocha mientras ella mordía una toalla para ahogar los gemidos.

Su panocha era una de labios gruesos, bien depilada y tenía un olor dulzón como a durazno y creo que usaba una de esas mini toallas femeninas que le impregnaban ese olor. Le metía la lengua lo más que podía en ese hueco y a la vez comencé a apretarle los pezones con mis manos. Podía sentir literalmente el vibrar de su panocha o podría decir panochón y el río de jugos calientes y salados que emanaban de ese hueco que me hicieron saber que estaba a punto de correrse. Hice una pausa, la halé a la orilla del final de un lado de la cama de masajes y le deslicé mi verga hasta sentir pegar mis huevos en sus nalgas. Como no podía hacer ese vaivén por el ruido que provocaba ese chasquido de entrar y salir de mi verga en su vagina y mi pelvis pegando en sus nalgas, opté por hacerle ese vaivén semi lento mientras le masturbaba con mis dedos el clítoris. Sus piernas estaban en contra de mi cuerpo elevadas y fue hasta que le chupaba los dedos de uno de sus pies mientras mis dedos chaqueteaban su clítoris, que escuché ese gemido ahogado pues continuaba mordiendo la misma toalla. Sentí su embate, pues creo que perdida en la excitación dejó de importarle que ruido hacíamos.

Se repuso de su espectacular corrida y sin mucho tiempo que perder pues estábamos acercándonos a la hora final del masaje, me dijo al oído de una manera determinante: -¡Quiero que me lo haga por detrás… quiero sentir su verga llenándome el culo! – Ella misma asumió la posición y se apoyó en contra de la orilla de la cama y ella misma se había lubricado el culo con los jugos de su vagina y tomó mi verga y se la llevó a su ojete. Yo solo empujé tres o cuatro veces y sentí que ese anillo me apretó el glande. Le temblaban las piernas y luego ella me dijo en voz baja: ¡Que rica se siente tu verga… empújala hasta el fondo…quiero sentir tus bolas pegando en mi panocha! -A empezar el vaivén íbamos cuando se escucha una voz desde el otro lado de la puerta: -Elena… cinco minutos. -Era la mujer oriental que Elena llamaba China, aunque esta mujer luego me di cuenta que era de Corea. Elena solo me dijo: Córrase en mi culo… quiero sentir su corrida. Por la presión del tiempo sentía que me tardaba demasiado en correrme, pero le di un embate continuo y los gemidos de Elena me estimularon para tocar el cielo. Ella se había ido contra la cama, mientras ella me decía que se estaba corriendo justo cuando sentía el chorro de semen caliente entrar a su ano. Le temblaban los glúteos y Elena, esta mujer hondureña de nalgas espectaculares había logrado correrse en el último segundo.

Elena se encargó de limpiarme la verga con una toalla húmeda y regó algo aromático para camuflar el olor a sexo que sé era penetrante en el lugar. Nos vestimos apresurados ambos, me dio un beso en los labios y me dijo: -Me gustó mucho tu verga… la próxima vez comenzamos como terminamos… quiero sentir tu verga rompiéndome mi culito… que rico me lo hiciste acabar.

Sali del lugar dejándole una buena propina a Elena y la China con una mirada lujuriosa me pegaba palmaditas en mi espalda baja cuando me extendía un recibo y fue cuando Elena y su amiga se llevaron esa inesperada sorpresa por parte mía. Mientras la mencionada China hacía la transacción, yo escuchaba la plática de Elena y su amiga también hondureña en español y esta le decía: – Me vas a tener que contar, ese hombre si que te dio una buena cogida… como se escuchaba que jadeabas cuando te corrías. – Yo me les quede viendo cuando me despedida y les dije en español cuando me retiraba:

– Que no te cuente… porque no vengo mejor contigo la próxima vez… ¿Te atreves?

– ¡Aquí lo esperamos! -me dijeron ambas al unísono sonriendo.

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