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Una lujuriosa y muy perra madura
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Volviendo a mi casa a la 1 de la mañana, luego de ver a unos amigos caminando dentro de la estación del metro, observé a una mujer de cabello negro, liso y largo y de andar muy elegante y llamativo. Vestía traje verde oscuro de chaqueta y pantalón ajustado en las caderas y en la parte superior de los muslos. Me hizo pensar en piernas muy torneadas. No podía observar su cara, su edad o el resto de su cuerpo, ya que ella caminaba a un costado, pero bastante por delante de mí. Ya en el andén a unos dos metros de distancia, aguardábamos la llegada del metro. Ella notó por el rabillo del ojo que la observaba, pero no se inmutó.

Nos tocaron asientos casi enfrentados y en diagonal. El viaje a destino era algo largo, por lo que la mayoría de los pasajeros optamos por leer; ella no lo haría. Abrí mi libro e intenté leer, más no podía concentrarme en la lectura; deseaba descubrir algo en ella, mirarla, observarla y así lo hice. Ella no me miraba. En su rostro llamaban la atención sus ojos verdes oscuros y su piel muy tostada por el sol, no era ni fea ni bonita. Sus manos si eran esbeltas, sin ningún anillo aunque el dedo anular izquierdo mostraba una línea muy pálida, resultado de haber alojada allí una anillo de matrimonio, hasta no hace muy poco tiempo.

Continué observándola de abajo hacia arriba, notando bellos tobillos, lo ajustado del pantalón en su entrepierna, una cintura no delgada, pero sin excedentes. Por la abertura de su chaqueta mostraba sus buenas tetas, aunque de piel algo floja, que aflorando del gran escote de su blusa, no dejaba duda alguna que no llevaba sostén. Su delgado cuello y sus gruesos labios, también de piel algo floja hablaban de tener unos 25 años más que yo, por lo que andaría en los 55 /60 años. A pesar de su edad eran notorias dos cosas: que estaba muy buena y que le gustaba mucho, gustar.

Llevaba las piernas ligeramente abiertas, dejando ver como una pequeña braga atrapada allí debajo, se le metía dentro, marcando dos interesantes montes. Al sentirse observada y analizada se sintió algo incómoda por lo que cerró delicadamente sus piernas. Disimulé unos minutos y volví a enfocarme en su pecho, También lo notó y cuando miré fijo a sus ojos, intentó cerrarse la chaqueta, pero esta volvió a abrirse al segundo. De nuevo me miró impasible; hice una sonrisa y un gesto como diciendo  "jejeje, no se pueden ocultar"

Reaccionó inmutable, como ignorándome, levantando imperceptiblemente la mirada. Me dediqué nuevamente a la lectura; al paso de unos diez minutos de leer sin saber si era mi imaginación o no, me sentí observado. Levanté la vista en forma abrupta descubriendo que sí, que me estaba analizando; reaccionó nuevamente en forma intelectual sin gesto alguno desviando la mirada levemente hacia un costado, sin hacer el más mínimo movimiento de músculo alguno de su rostro, pero la rigidez de su mirada clavada en el aire a mi lado, me permitió ver detenida y claramente un especial y destellante brillo en sus ojos. Era obvio que algo que le producía alguna sensación especial, estaba pasando por su mente.

Dos paradas después (a mí me faltaban tres paradas más) se levantó casi toda la gente de sus asientos, inclusive ella. Instintivamente me paré y me coloqué por detrás, a su espalda, casi respirándole encima. Pude sentir el aroma leve de perfume y un suave y exquisito aroma corporal. Mi pensamiento instintivamente afloró en voz clara y pausada; susurrándole al oído:

—Voy a seguirte hasta tu casa para disfrutarte y que me disfrutes.

Pareció no inmutarse durante un segundo, pero su cuerpo reaccionó arqueándose brusco y mínimamente hacia adelante y girando casi imperceptible su rostro hacia atrás. Bajó del metro con un andar constante y muy seguro de sí misma, ni apresurado ni lento, con el mismo andar sensual de antes.

Al salir de la boca del metro y unos veinte metros más adelante giró un poco su cabeza hacia atrás. No supe que pensó, ni si se sentía molesta, lo cual no sería de extrañar por la situación. Mantuvo el mismo andar casi distraído, continuo y sin pausa. Caminamos alrededor de tres o cuatro minutos por una calle lateral desierta, muy limpia y poco iluminada a unos tres metros de distancia. A mitad de manzana la acera se adentraba unos metros hacia el interior, formando el ingreso hacia un gran parque propiedad de condominios, franqueado por una gran reja de hierro con un gran techo cobertizo. Faltando un metro y a un costado del gran portón de ingreso se detuvo; agachó su cabeza en busca de algo dentro de su bolso. Este parate provocó al continuar mis pasos, quedar nuevamente por detrás, a su espalda y casi pegado a ella. La cercanía me permitió observar que había extraído de su bolso un spray de autodefensa. Instintivamente le dije lo que pasaba por mi mente:

—Voy a respirarte, saborearte… morderte…

Su cuerpo reaccionó con un nuevo y apenas más pronunciado arqueo de tórax hacia adelante y su cabeza hacia atrás, acompañado por un estrechamiento de hombros. Respiró profundo; exhaló el aire; bajó su mano hacia el bolso abriéndola despacio y dejando caer el spray dentro y sin volverse hacia mí, dijo:

—Lo sé, puedo respirar y sentir tu química.

Seguido a sus palabras su cuerpo volvió con un nuevo sacudón a estremecerse más notoriamente. Sacó un manojo de llaves de su bolso por unos cinco segundos y volvió a soltarlo en su interior. Corrí el largo cabello hacia un lado acercándome a la base de su oreja y su cuello por debajo de la nuca;

Crucé uno de sus brazos por el flanco derecho de ella y dirigí una de sus manos ascendiendo su abdomen hasta posarla sobre sus pechos. Mi otro brazo cruzó el flanco opuesto descendiendo su vientre, presionando levemente y alojándolo en el de ella, realizando también una presión ascendente y descendente; se notaría en el acto que la femenina humedad genital se hacía presente. Le dije orgullosamente sensual, sintiéndome sabedor y dando "por hecho el futuro":

—Quieras o no estaré dentro de ti.

Acercó más su boca al cuello depositando en firme sus labios y luego los dientes y presionó su sexualidad sobre los femeninos glúteos.

En segundos, ella sintió que se chorreaba en humedad y su cuerpo fluctuaba en sensaciones jamás experimentadas. Minutos después, mientras continuaba estimulándola de la misma manera en toda su femineidad y sin abandonar su cuello, ella se colmó de espasmos y ardientes jadeos.

Yo, jactándome verídico y orgulloso, sentencié:

—Si antes de la madrugada me aceptas como tu dueño, te daré por una eternidad el placer más increíble, más si así no lo haces; esta será tu ultima vez de goce.

Ella dudó unos segundos confundida por mis palabras y por el jamás experimentado o que aún no concluía. Acto después el sentido comenzó a abandonarla, dando extrema flojedad a todos sus músculos… yo me retiraba…

En medio de esa extraña, cálida y extasiante noche, ella pensando y meditando las últimas palabras del lujurioso desconocido se aflojó por completo, quedando colgada por sus axilas trabadas en los horizontales del enrejado. No pudiendo evitar que su cabeza cayera floja hacia atrás y hacia un costado, su mente corrió una diabólica carrera entre la duda y la pasión y contra el amanecer, según las palabras que le había pronunciado.

Su cuello, donde había actuado mi amenaza y por donde comencé a poseerla quedaba al descubierto mostrando restos de sangre que coagulaban lentamente.

Corrí el largo cabello hacia un lado llevando la boca al costado de su cuello por debajo de su nuca, mordisqueándola y saboreando su piel. Eché atrás su chaqueta, dejándola a mitad de camino, sin quitársela y trabando sus brazos con ella. Me fue muy fácil así, bajar los tiradores de su blusa alojándola por debajo de sus tetas; liberándolas fácil al no llevar sostén. Se las masajeé lento pero con fuerza y destreza; a continuación mi otra mano aflojaba el broche de su pantalón, dirigiendo los dedos sin pausa a su húmeda chucha.

Ella echó su espalda hacia delante y su cadera hacia atrás fregándose con entusiasmo contra mi masculino bulto, endureciéndome el nabo enseguida. Sus brazos atrapados no le impidieron liberarlo de la cremallera. Le bajé un poco más el pantalón haciendo a un lado la delgada tanga, frotándole la cabeza de la herramienta haciendo círculos por sus glúteos; también hacia arriba y abajo en toda su raja.

La mujer comenzó a decir:

—Vivo aquí, me conocen, no me gustaría que mis vecinos…

No pudo terminar de decirlo al sentir como la caliente y dura verga se le metía, penetrando su almeja. Reaccionó con entusiasmo y premura, echando su culo hacia atrás, logrando de esta manera que el térmico falo se le clavara hasta el fondo. Los movimientos de ambos se hicieron vigorosos y constantes.

—¡No abandones mi cuello! —Dijo ella.

Él estuvo de acuerdo mordiéndola, como respuesta, muy duramente y por sobre el omoplato sin soltarla. Ella se prendió firme a los hierros verticales de la reja, quedando su rostro encajado y casi atrapado por los mismos hierros. La situación en si los tenía a ambos en excitación sobremanera. Ella agregó:

—subamos, mi casa es en el 1ª "A".

Yo, más lascivo, tenía en mi mente una idea distinta a la de ella, mi intención era premeditada, de dejarla con las ganas. Le respondí secamente:

—¡Hoy no!… ¡Mañana!… Mañana será para ti.

Arremetiéndole y embistiéndole con toda su fuerza, para en pocos segundos llenar su concha de leche. Sabía que aunque ella, quedándose con las ganas, continuaría gustosa de volver a verme. Apenas acabé de depositarle mi jugo, acomodé mis ropas.

Diciéndole con todo convencimiento nuevamente:

—Mañana vendré a tu casa a las 23,00 h ¡Y debes estar preparada y cachonda a mi llegada!

Sabiendo exactamente lo que hacía y lo que haría en tiempos a venir; me fui de improviso dejándola ambiguamente conmocionada, caliente, colgada de la reja y a medio vestir.

De intención pura y premeditada llegué 40 minutos tarde. Llamé a su timbre. Nadie respondió aunque el portal de hierro franqueó mi entrada. Subí las escaleras hasta el primer piso, la puerta del apartamento se encontraba entreabierta dejando entrever luces tenues en su interior.

Al traspasar la puerta de ingreso al departamento, había un separador de esterillas que permitía ver el interior de la sala a través de las pequeñas hendijas de las esterillas. Pudiendo ver así que se hallaba ya iniciada en la labor. Vestía una corbata negra anudada en su cuello, un arnés pectoral que dejaba a total descubierto sus tetas sosteniéndoselas y realzándoselas por debajo, botas cortas al tobillo color amarillo y medias de red de amplio calado también del mismo amarillo fuerte que trepaban hasta casi su almeja.

Lograba con esa vestimenta un contraste muy extremo junto al color marrón de su bronceada piel. Se encontraba recostada sobre un sofá de tela leopardo. En sus muñecas llevaba grilletes/esposas separados cerrados sobre ellas, indicando claramente su entusiasmo de ser amarrada o sujetada. Se encontraba masturbándose el culo con una polla de goma y acariciándose su clítoris con los dedos. Franqueé el biombo de esterillas. Al verme exclamó:

—Ven aquí y déjame agrandar tu barra de carne!!!

Ella me increpó con voz firme, sin enojo y entusiasta:

—¡hijo de puta! ¡Me has dejado caliente, con las ganas y en pelotas en plena calle a la vista de cualquier vecino!…

Ella estaba terriblemente excitada y atraída por la actitud animal del desconocido. Dijo:

—hace más de media hora que debías estar aqui!!! He tenido que comenzar sola.

Recostándome sobre el quicio de la puerta le dije:

—¡Deléitame un poco más con tu imaginación!

Continuó masturbándose al igual que cuando ingresé. Sonrió pícaramente. Aguardé unos minutos observando su show, descubriendo en su piel casi su verdadera edad… tendría alrededor de 58/62 años. Un frasco casi vacío de vitamina E ubicado sobre la pequeña mesas a su lado también hablaba de ello por sí solo. Al ver mi observación, atinó…

—Si, a mi edad, hace falta, lo he estado tomando desde la mañana.

Me acerqué. Sin quitarse el nabo de goma del culo, metió sus manos en mi cinto, mi cremallera y por supuesto, sobre mi verga, acariciándola, y lamiéndola palmo a palmo, sin dejar de masajearme los huevos hasta lograr un buen tamaño. Acompañó su mamada durante todo ese lapso fregando su pelvis con movimientos sin pausa hacia adelante y hacia atrás a fin que el nabo de goma siguiera estimulando además de su culo, a su coño.

¡Qué espectáculo! ver a esta "madura" en actitud tan activa.

—¡Me gustas! —dije— ¡Eres una madura muy perversa y muy perra… eres una exquisita puta de mierda!

Me miró fijo a los ojos asegurándose que yo viera claramente la lujuria sus pensamientos perversos en los suyos y además, de su satisfacción dándome una chupada profunda y vigorosa en la cabeza de mi nabo y estirando bruscamente mis bolas hacia atrás logrando un estiramiento al límite de la piel de mi herramienta. Realmente me excitaba mucho su actitud.

—¡Muchachito, vas a metérmela en todos lados!

—Seguramente que si —respondí.

Empujé sus hombros hacia atrás, obligándola a recostarse sobre el respaldo del sofá, me agaché lamiendo por dentro sus piernas ascendiendo por sus pantorrillas y muslos deteniendo en su almeja íntegramente recién depilada. Al tiempo que me las arreglaba para quitarme la ropa.

Poco hizo falta que la chupara para que emergiera al máximo su clítoris del escondite; sonrió de placer. Continúe entrando y sacando el estimulador de su culo mientras con mi otra mano sobaba su vulva y mi lengua continuaba en su clítoris. Sus gemidos se acrecentaron; traspiraba un mar. Llegaron los jadeos entrecortados. Elevó sus manos a sus tetas llevándoselas a la boca y mordisqueándose y chupándose con intensidad sus pezones. No pudo hacerlo por mucho tiempo. Mantuve mi lengua y labios con fuerte presión sobre su ardiente botón. Su orgasmo llegó junto con sus convulsiones y sus uñas clavándose en mi espalda. Mientras, un profundo grito de saciedad, semi ahogado entre sus dientes mordiéndose los pezones; y sus muslos cerrándose y apretándose férreo sobre mi cabeza.

Sin esperar nada, y juntando sus brazos en su espalda, cerré las esposas sobre sus muñecas. Parándome a ahorcadillas detrás de ella y tomándome de sus muñecas, la penetré con dureza alternativamente en su agrandado culo y su mojadísimo coño durante 15 minutos. No tardó mucho en repetir un acelerado orgasmo llenando mi verga con toda la humedad de sus dos agujeros. Mis bolas pegándose a la base de la verga a punto de reventarse, no me darían mucho más tiempo para continuar tal cabalgata. Mi cuerpo endurecido abruptamente delató mi situación.

La lasciva desconocida rápidamente se las ingenió para girar y atrapar nuevamente mi verga en su boca chupando y mordiendo desaforadamente, extrayendo toda mi leche, lamiéndose la que quedaba en la comisura de sus labios, mostrándome triunfal, todo el contenido en su boca formando hilos pegajosos entre la lengua y el paladar, antes de tragárselos con enorme gula… Me dejé desplomar sobre ella arrastrándola en mi caída a quedar por debajo de mí en el suelo. Una vez recobrado el aliento me vestí. Al alejarme muy complacido y silencioso, ella preguntaba si volvería mañana?

Sonriente y silencioso me retiré dejándola… dando por hecho que ella sabría que era de las llaves de los grilletes aun atrapando sus muñecas a su espalda.

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