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Una hora con Ana
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Tiempo de lectura: 9 minutos

Algunas veces hay chicas que me han sorprendido, algunas veces hay mujeres que realmente me han propuesto cosas que yo sé que no puedo conllevar. Cosas como follarme a una mujer mientras el marido observa o hacer un trío para hacer una doble penetración, definitivamente no me identifico con el sadomasoquismo o relaciones homosexuales, aunque esa potencial pareja tenga la sensualidad de una mujer. También he sorprendido a algunas cuantas, y eso es lo que experimentó Ana, la que llamaré así pues no recuerdo su verdadero nombre.

Había venido desde Guatemala a asistir a la quinceañera de su sobrina a la cual mi familia había sido invitada y aunque regularmente yo no asistía a este tipo de eventos con mi familia, ese día no recuerdo el porqué lo hice… la verdad no lo recuerdo.

Yo tenía unos 19 años y lo mío a esa edad era ir de fiesta en fiesta con mis amigos de mi edad, especialmente cuando disponía de una motocicleta nueva. Ana habrá tenido unos 28 años, de cabello ondulado y oscuro, sus ojos eran achinados de cejas recortadas en una línea angosta y simétrica, labios delgados, sonrisa muy alegre y una nariz pequeña y puntiaguda. Con su vestido rojo en un cuerpo esbelto con falda apenas por sobre su rodillas y tacones que la elevaban a unos 165 centímetros, se miraba verdaderamente sensual. Obviamente yo no sabía nada de ella, apenas ese día en ese convivio nos la habían presentado.

Cuando pasó todo ese protocolo de la quinceañera y comenzó el baile, fue ella la que me pidió que bailáramos pues Ana se sentaba en la mesa continua. La tomé de la mano y salimos a la pista de baile donde el primer segmento fue una ronda de algunas tres canciones al ritmo de merengue y cumbia. Minutos después y ya con más confianza me volvió a pedir a que bailáramos y quizá con aquel ajetreo y algún que otro coctel, se comenzó a quejar del calor y me pidió si la acompañaba afuera del salón a recobrar el aire. Salimos, pues verdaderamente hacía mucho calor y creo que ni mi madre ni mi hermana se dieron cuenta pues había mucha gente en la pista de baile.

Fue ahí que hicimos una breve plática y me dijo que llevaba un poco más de un año de casada y que su marido no había podido acompañarla por problemas de visado. Noté que estaba bajo la influencia de algunos tragos, aunque no estaba borracha, su plática era coherente, aunque vacilaba pronunciando algunas palabras. No sé por qué se me ocurrió decirle de una manera sugestiva y muy maliciosa de que era una lástima que estuviera casada, pues se me había cruzado por la mente invitarla a salir. No intuí que le molestaran mis palabras y fue también ella con su aptitud receptiva la que me animó a hacerle mi descabellada propuesta:

-¿Y qué tenías en mente, a donde pensabas invitarme a salir?

-Pues a algún lugar donde solo estemos tú y yo y ver qué es lo puede pasar.

-¿Y qué crees que pueda pasar?

-¡No sé! Lo que tú quieras que pase.

-Me regreso a mi país pasado mañana. Y Tony, ¿les hablas así a todas las mujeres?

-No… solo a las que me interesan y que quizá ya no volveré a ver nunca en mi vida.

-Sabes… eres una tentación. Has hecho que me sonroje y me ponga muy nerviosa. -y se sonreía.

-Bueno… si no tienes mucho tiempo, podemos ir a dar la vuelta por ahí en estos momentos. Hay tanta gente en la fiesta que ni mi familia ni la tuya se darán cuenta que nos desaparecimos por una hora.

-¡Esta bien! Vamos.

Estaba sorprendido que haya aceptado, pero estaba más sorprendido de cómo había encontrado el valor y hacerle esa propuesta. Como siempre que salíamos como familia era yo quien conducía, era yo quien tenía las llaves del coche y nos fuimos en busca de este. Salí del estacionamiento y me dirigía hacia mi casa la cual estaba a solo unos 7 minutos. Le había puesto mi mano derecha por sobre su rodilla con cierto nerviosismo y ella al no decirme nada o rechazarme me dio el valor para hacerle la pregunta más directa de la noche:

-¿Debo de pasar a comprar protección?

-¿A qué te refieres?

-¡Condones!

-¿Y a donde me llevas?

-A un lugar muy privado donde solo estaremos tú y yo.

-Estoy en control de natalidad. -me contestó y luego prosiguió a decir:-¡Como gustes!

Me fui directo a mi casa y estacioné el coche en el garaje el cual tenía una puerta directa hacia mi habitación. Tan pronto nos bajamos y nos comenzamos a besar y Ana comenzó a gemir cuando le comencé a besar el cuello mientras me hacía camino buscando debajo de la falda de su vestido rojo. Quizá ella habrá pensado que nos estaríamos ahí en el guardacoches, pero luego la hice pasar a mi habitación. Se quedó mirando cada esquina y vio la puerta que conduce al baño abierta y me dice:

-¿Aquí es donde vives? Está muy bonita tu habitación y tienes baño privado. ¿No hay nadie?

-No… solo vivimos mi madre, mi hermana y yo y ellas están en la fiesta.

-Tony, ¿me puedo dar una ducha rápido?

-¡Como tú quieras! ¿Me puedo bañar contigo? -le pregunté.

-No… te parecerá quizá extraño, pero me gusta como hueles. Quédate así, solo me tomará un par de minutos.

Se metió al baño y no tuve la oportunidad de desvestirla porque no me lo permitió. Incluso le echó llave a la puerta y en minutos salía con una toalla cubriéndose desde el pecho hasta sobre sus rodillas que parecía una microfalda. Nos volvimos a comer a besos y podía sentir que su cuerpo temblaba. Le quité la toalla y me quedó esta linda mujer totalmente desnuda y pude ver esos pequeños pechos puntiagudos, su conchita pequeña y bien afeitada y unas nalgas donde se podía divisar esa marca que le dejan las bragas que usa.

Me quité la camisa y el pantalón y solo me quedé con mi calzoncillo estilo bikini y me fui por sobre ella en posición del misionero y comencé a besarle sus pechos y mordisquear sus pezones erectos. Sabía que no teníamos mucho tiempo y pronto proseguí a bajar a su monte venus y ligeramente busqué su concha la cual estaba brillosa y lubricada de sus jugos vaginales.

Hizo como que me quería detener, pero ya me había posesionado para disfrutar en oler y saborear su panocha. Solo gimió de placer cuando sintió el calor de mi lengua penetrando su rajadura. Pasé chupándola por unos 7 o 10 minutos cuando Ana me anunció su orgasmo y su pelvis se estrellaba contra mi cara en ese afán de sentir y prolongar el placer de su corrida. No me dijo nada, solo escuchaba como gemía y como su piel se erizaba cuando disfrutaba el orgasmo. Paré de chuparle la concha hasta que ella me lo pidió cuando recuperaba la normalidad de su respiración.

Antes que ella me devolviera el favor, fui al baño a lavarme la cara y a hacer gárgaras con un antiséptico mentolado. Salí y ella me esperaba sentada a la orilla de la cama y pudo ver como mi paquete se miraba restringido en mi calzoncillo blanco transparente estilo bikini. Ella me bajó el calzoncillo y le quedaron mis 22 centímetros de mi verga apuntando a su cara. Comenzó a besarlo delicadamente metiéndose solamente el glande pues no podía con todo lo demás. Hizo una pausa y me dijo: ¡Tienes una hermosa verga! Ya estaba a punto de perdérmela. –sonrió y siguió con una rica delicada felación. Me la mamó por unos cinco minutos más y le pedí que se acostara en la cama y en posición del misionero le di la primera cogida.

Se sentía bien apretada que tuve que ir con mucho cuidado porque Ana me dio signos de dolor. Se la metí toda, pero sin hacer ningún movimiento pues ella así me lo había pedido. Sentía las contracciones de su vagina y yo le devolvía el mensaje contrayendo mi falo.

Así jugamos unos cuantos minutos y ella había exclamado: ¡Que rico! Comenzamos con un vaivén lento y algunas veces nos dimos besos en el proceso y sentía como ella me apretaba la verga con una habilidad de contraer los músculos de la vagina. Me encorvé por sobre ella y de esa manera chuparle los pezones mientras seguíamos aquel baile erótico por sobre la cama. En unos minutos ella fue la que me pidió venirse por sobre mí y cabalgarme.

Se fue por encima de mí y era ella la que ahora hacía ese vaivén mientras miraba sus dos pequeñas tetas mecerse ante mí y algunas veces se las mamaba o apretaba sus dos pezones a la vez. Me quedé apretando uno mientras con mi mano derecha comencé a masajear su glúteo y me hice paso hasta encontrar su ojete. Ana se moja tanto que usé la combinación de nuestras segregaciones para lubricarle el culo y comencé a masajearlo con el dedo de en medio de mi mano.

Pensé que me lo impediría, pero me sorprendí cuando sentí que el falange de mi dedo estaba hundido en el ano de esta linda mujer. Le pedí que se pusiera de perrito, pues quería disfrutar de esa vista pues Ana tenía un trasero redondo y que llegaba a esas medidas perfectas. Ya lo había imaginado desde que me la presentaron y la había desnudado sin ella saberlo. Se puso de perrito y ya para este entonces mis embestidas eran más violentas y con un taladrar constante y esta vez era mi pulgar que se hundía en el rico culo de esta preciosa mujer.

Le pompeé la conchita en esta posición por unos cinco minutos y le anuncié que estaba a punto de llegar al cielo. Ella me dijo que me aguantara un poco y que la pompeara, así como lo estaba haciendo y que estaba a punto de correrse de nuevo. Intenté desviar mi vista del culo de Ana y divagué viendo las esquinas de mi habitación.

Recordé la vez que mi madre me pilló culeando a Gaby y a Silvana y eso me dio la pauta de continuar rompiéndole la conchita a Ana sin sentir la necesidad de eyacular. Ana comenzó a corresponder con más violencia mis embates y mi pulgar entraba y salía de su ojete haciendo un chasquido que estimulaba el oído. Me dijo que se venía y comenzó a gemir y se dejó ir de bruces por sobre la cama. Me fui por sobre ella para seguirle pompeando su conchita y el cual pareció ser un orgasmo más potente y ocurrió lo inesperado. En mi excitación por correrme, mi verga se metió en el orificio equivocado y ella gimió de dolor y no pudo decir palabra y yo le seguí taladrando el culo hasta correrme. Ya me había corrido en su culo cuando me dijo:

-¡Carajo, me la metiste por detrás!

-¡Disculpa, en ese momento me estaba corriendo! ¡Lo siento!

Se fue al baño a limpiarse y podía escuchar cuando expulsaba mi esperma cayendo en el agua de la taza del inodoro. Me metí al baño a darme una aligerada ducha y ver qué es lo que pasaba. Aquel accidente nos dio la pauta de hablar del sexo anal y fue Ana la que inició la plática.

-Mira que a mi esposo le costó convencerme para tener sexo anal y tú a quien no conozco y sin preguntármelo me has follado el trasero.

-Disculpa, pero me estaba corriendo y ya no pude parar.

-Entiendo, son cosas que suceden. Me lo has dejado muy adolorido y lleno de tu corrida. ¿Ya te habías follado una chica por ahí?

-No-le contesté y mi respuesta era una mentira.

-¿Te gustó al menos?

-¡Me encantó haberme corrido en tu trasero!

-¿Te gustaría hacerlo de nuevo?

-Pues si tú quieres… a mí me gustaría hacértelo. ¿A ti te gustó?

-¡Me dolió al principio, pero me gustó cuando te corriste!

-Tenemos una media hora… que lleguemos a las 10. Creo que pasaremos desapercibidos.

-¡Esta bien! -me dijo.

De solo hablar aquello ya mi verga estaba a mil de nuevo y eso gracias a la juventud. Ana me esperaba nuevamente a la orilla de la cama y tomó entre sus delgadas y agraciadas manos mi falo y me extendió un cumplido:

-Con esa cara bonita y esta hermosa verga, harás loca a cualquier mujer. -me dijo.

Me dio una breve mamada y fue ella la que se volvía a poner de perrito. Se sorprendió, pues quizá nunca se esperaba a que le chupara su ojete. Esta vez exclamó con gran ímpetu:

-¡Carajo, tú si sabes lo que haces… que rico!

Le pasé chupando su ojete hasta que vi su panocha que escurría jugos vaginales en abundancia. Le asomé el glande, pero el nivel de mi cama se hacía un poco incómodo pompearle desde ese ángulo. Me subí a la cama y en la misma posición y casi haciendo flexiones comencé a taladrarle el culo a Ana. No miraba que se masturbaba, pero definitivamente Ana lo hacía pues el chasquido de mi verga entrando y saliendo de su culo llevaba ritmo diferente al cacheteo que se escuchaba del golpeteo de su mano contra su clítoris. De vez en cuando me tomaba de los testículos y me los masajeaba para luego volver a masturbarse.

En esa posición es un tanto cansado pero cada milímetro de mi verga se podía hundir en el culo de esta preciosa chica y aunque ya me estaba cansando y comenzaba a sudar a pesar del aire acondicionado, continué porque Ana me anunciaba con sus gemidos y cortas frases que estaba a punto de correrse: ¡Que rico! Dale así, dale así, Dios mío, me vas hacer acabar. – y de repente fue como el aullar de una ambulancia cuando le llegó un orgasmo potente. Yo seguí taladrando su culo pues con sus gemidos y escuchando como disfrutaba su orgasmo, sentí que mis huevos se fruncían y vi la luz. Le volvía a llenar el culo de mi semen y los dos terminamos con ese profuso respirar y nos tomó algunos minutos en recuperar la normalidad. Le di tan fuerte que su culo esta vez sangró.

Como si alguien nos estuviese apurando, yo me duché después de ella, pues Ana no quería mojarse el cabello. Salí de mi ducha y ella se maquillaba frente a mi tocador estando totalmente desnuda. Una vez restablecido su maquillaje, le he ayudado a ponerse su bikini blanco, el cual tenía algunas evidencias de su jugos vaginales, le ayudé a ponerse las pantimedias, le asistí a ponerse el vestido el cual no requería sostén e incluso le puse los zapatos.

Debo decir que creo que a Ana ha sido la única que no he contribuido en desnudarla más que quitarle las tollas después de la ducha, pero que he vestido en su totalidad. Se miraba linda como todo una chica buena, la cual no quiebra ningún plato. Llegamos al salón de nuevo, ella entró por la puerta trasera y yo minutos después entré por la puerta principal y me quedé platicando con un desconocido hasta que mi madre me encontró entre la muchedumbre.

Vi a Ana que bailaba con alguien más en uno de esos bailes de grupo y del cual también participaba mi hermana y solo me imaginaba como minutos antes la tenía bien trabada cogiéndomela y disfrutando de ese rico culo que se le mira muy pronunciado con ese vestido rojo y bien ceñido a su cuerpo y el cual asistí en ponérselo. Cogimos por una hora exacta y nos había tomado una hora y media aquella aventura. Llegué a sentarme en el mismo lugar y minutos después Ana se me acercó y me preguntó:

-¿Crees que se dieron cuenta que nos desaparecimos?

-Lo dudo, este salón está bastante grande y hay mucha gente.

-Tony, ¿qué edad tienes?

-27. -le contesté.

-¡Mentiroso! Mi sobrina la cumpleañera está enamorada de vos… ella me dijo que tenías 19. Para tener solo 19, sabes hacer el amor como todo un hombre de experiencia. Mira, ¿me puedes haces un favor?

-Dime.

-Puedes sacar a mi sobrina a bailar… creo que tú eres su fantasía.

-Si puedo, pero con una condición.

-Dime.

-Que me dejes algo tuyo para recordarte.

-¿Qué es lo que quieres?

-Las pantis que llevas puesta.

-Está bien, yo te las doy, pero hazme ese favor.

Creo que fue al baño a removérselos y unos minutos antes que mi madre decidiera en partir del lugar, Ana se me acercó y me entregó su calzón y me lo llevé al bolsillo. Le di un beso en la mejilla como despedida a esta linda chica y pasé toda la noche oliendo su prenda íntima la cual se sentía todavía húmeda.

Nunca más volví a saber de esta linda chica de quien realmente no recuerdo su nombre y que hoy le he llamado Ana.

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