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Una historia épica (2)
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Hola, soy Rubén nuevamente, luego del encuentro con Luis, no pude dormir bien las siguientes noches, tratamos de revivirlo en el baño sin embargo era ya muy concurrido por los otros cadetes y no pasó de un beso o una pequeña masturbación.

Al día siguiente empezó la rutina, nos hacían marchar, correr, ranear, hacer planchas y nos hicieron ir a la parte posterior donde estaba el circuito de entrenamiento, entonces saltábamos un pequeño charco artificial, saltamos un muro, subíamos por una soga un altar de troncos de 4 metros para bajar por el otro lado y al subir me quedé sentado en lo más alto a propósito, para ver a través del perímetro del cuartel, observando el mar a lo lejos. Me gritaron que baje pues hacia demorar a los demás, lo hice, pasamos por unas llantas, luego por un tubo, continuamos rampando bajo alambres de púas y pasamos por un tronco evitando caer a otro charco, y luego correr rápido a la meta pues era con tiempo.

Al terminar el circuito nos dirigimos rápidamente a nuestras cuadras a cambiarnos la ropa de faena y salir con short, polo y sandalias y claro un jabón dirigiéndonos a las duchas, que era una construcción amplia, con varias duchas en serie y todo abierto o sea que todos nos vemos como Adán, en cueros.

Como Luis y yo andábamos juntos, nos bañamos uno al lado del otro, todos le veían su paquete y yo me sentía orgulloso pues él era mío. Es aquí que le conté sobre el muro en la parte posterior que era más bajo y que se podía ver el mar, le interesó y me dijo entonces.

– Escapémonos, he escuchado que ya lo han hecho y que no les ha pasado nada, no los atraparon, lo hicieron de puro gusto y ellos ahora son héroes en este cuartel.

– Me gustaría hacerlo, hay que planificarlo bien, nos expulsarían si nos atrapan.

Entonces empezaría la operación fuga, es así que como no había teléfonos celulares en la clase de informática, como yo me sentaba al último usé clandestinamente el internet y por wasap le dije a mi hermano que me compraran un chisguete de jalea grande para humectar mis codos y rodillas que estaban muy resecos, me lo dieron el domingo de visita.

Me pasé tres días tomando y calculando los tiempos en que hubiera puntos ciegos como para evadir la vigilancia de la policía militar, caminaba por entre las aulas, las cuadras y la armería tomando los pasos y la mejor trayectoria hacia los muros posteriores y veía los movimientos de la policía militar y conocer las horas en que estaban más descuidados. Luis debía ubicar una soga la cual consiguió de la armería que es con las que sujetaban las cajas contenedoras.

Llegó el día, estábamos en clase de historia de las más grandes batallas del país, salimos en el momento de un pequeño receso que, hacia el profesor, que dicho sea de paso no se daba cuenta de nada de lo que sucedía en la clase. Estábamos en el segundo piso y teníamos que avanzar agachados pues nos vigilaban dese abajo, eran 2 sujetos uno en el medio del patio y el otro el extremo, bajamos la escalera y vi mi reloj, el que estaba en medio tenía la costumbre de tomar agua a esa hora, saque media cara y lo vi dirigiéndose hacia los lavatorios, salimos y fuimos detrás de la construcción de las duchas que colindaba con los muros laterales, al terminar el mismo volví a mirar a los vigilantes y el que estaba en el extremo se puso de acuerdo con el que ya avanzaba y ambos se dirigieron a tomar agua. Salimos entonces y continuamos detrás de las aulas que estaban al frente de las nuestras y nos internamos en los matorrales, nos agachamos y de cuclillas avanzamos por entre las púas de los arbustos.

El tramo era largo y parecía interminable, hasta que llegamos al circuito de entrenamiento y debíamos ubicar una loma que llegaba a los muros posteriores donde la subida sólo ahí era factible.

– Es aquí – le dije a Luis.

– Bien, tu me ayudas a subir y luego yo te ayudo

– ¿Bien, tienes la soga no?

– Si acá está – sacó una soga de casi 3 metros.

Me puse frente y de cara a la pared y Luis subió a mis hombros, y poco a poco lo levanté, luego agarré sus pies y lo subí hasta que llegó al borde, subió al mismo.

– Te arrojo la soga – me dijo.

Cogí la soga y poco a poco fui trepando el muro, ya casi llegando Luis me coge del antebrazo y me ayuda a subir. Estando arriba y agazapados vimos todo el cuartel, inmenso, imponente, vimos al otro lado y observamos una línea celeste, era el mar.

Nos descolgamos y caímos sobre unos terrales muy irregulares, el mar estaría como a 900 m o algo más. Escondimos la soga y fuimos avanzando y atravesamos unas chacras de tomates, otra de ajíes pequeñitos y uno de limones, Luis cogió algunos, no sé para qué. Acabaron las chacras y atravesamos un largo trecho entre tierra y arena, la cual estaba muy caliente ya que estábamos ya en el medio día. Y divisamos el mar, llegamos a la orilla y nos quitamos los borceguís y la ropa, nos quedamos en calzoncillos y nos dispusimos a entrar al mar, pero dije.

Si nos mojamos lar trusas vamos a mojar los pantalones, así que nos quitamos y quedamos en bolas. No había nadie en ninguna parte, estábamos lejos de toda civilización, solo había algunos pelícanos, gaviotas y unos carreteros que salían de sus huecos en la arena. El mar estaba tranquilo y corrimos hacia él, jugamos, nos empujamos, caíamos a las aguas y luego no zambullimos bajo las olas antes que rompieran. Era la libertad que queríamos, entonces nos acercamos y nos abrazamos, el agua llegaba en medio de nuestros tórax, unimos nuestros labios con tal frenesí que no interesaba el golpe de las olas.

Sus labios acariciaban los míos mientras sus manos recorrían mi espalda hasta llegar a mis nalgas, su lengua penetró a mi boca y le dio una suave caricia la mía y sentí que me desvanecía

Me sacó del mar y me tendió sobre la arena húmeda, me acarició con sus labios mi cuello y mi oreja izquierda, luego fue a la derecha y empezó a bajar por mi cuello hacia mis tetillas, la cuales las mordisqueo sin hacerme doler, es más, me escarapeló el cuerpo.

Bajo y me besó el pubis y empezó a chuparme el pene, esto me encantó y me hizo blanquear los ojos, luego levantó mis piernas sobre sus hombros y me alzó el culo, y me lamio el ano, su lengua lamía alrededor de mi agujero y poco a poco penetró el mismo, yo me sentía desfallecer de placer.

Su verga estaba pletórica, inmensa y colosal, se la cogió y quiso meterla entonces, pero.

– Espera – le dije – dilátamelo primero

– ¿Como? Me respondió

– Lo vi por internet en estos días y es para que penetre y me duela menos, en mi bolsillo hay un chisguete que es lubricante así puede entrar más fácil.

Él se paró y corrió al bolsillo de mi camisa, trajo el lubricante y me introdujo en el ano, me metió un dedo, luego dos y le pedí que tratara de introducir uno más, para que la dilatación sea más efectiva y así lo hizo.

Cogió su pene y acercó el glande a mi ano, yo tenía miedo, pero ansiaba que lo hiciera, soñaba con ello. Empujó muy lentamente tratando de ganar la resistencia de mi virginal agujero, empujaba un poco más y un dolor me arrancó una mueca de mi rostro.

– Te duele – preguntó preocupado, pobrecito.

– Un poquito, pero sigue, sigue.

El lubricante al parecer hizo efecto y el glande ingresó en su totalidad y empezaron las arremetidas, con cada una, una nueva sensación de dolor y de placer se mezclaban mientras que Luis se erizaba y gemía. Yo sentía su colosal miembro dentro de mí y sus bolas chocaban con mis nalgas, y empecé gritar fuerte, un poco por dolor y otra por el frenesí del gozo que sentía a cada embestida de mi macho.

– Aahha, que rico, soy tu diva, tu zorra, tu mujer, tu puta.

– Eres hermoso Rubén, eres bello, me encanta tu culo estrecho y riquisisísimo, arggg, ahhha

– Así mi amor grita, siéntelo, mi culo es tuyo, mi virginidad es tuya, ahhha.

El panorama era maravilloso, el cielo azulino, el delante mío moviéndose rítmicamente y el mar detrás a los costados de él, su sombra dejaba ver su cabello ondulando suelto al viento y a la brisa marina. Había soñado este momento pero era mucho, muchísimo mejor, era un cuento de hadas lujurioso y erótico, del cual no quería despertar jamás, su miembro desplazándose cual péndulo dentro de mí, ya no me dolía, era todo placer, lo veía entrando y saliendo de mi culo, yo cerré mis ojos y me confundí en ese unísono de gritos y gemidos de Luis y los míos, y la sinfonía de las aves y del mar al romper sus olas.

Y eran testigos las gaviotas, los piquillos, el pelícano a lo lejos y los carreteros que salían de sus madrigueras para todos observar el gran amor entre Luis y yo.

Sentí su miembro hincharse dentro de mí y aceleró sus embestidas y sus gemidos y gritos, yo me retorcía de placer y sucedió eso, eyaculé sin coger mi pene, grandes chorros y casi desmayándome de lujuria, de gozo y deleite por ese mi macho, sentí que lo amaba desde siempre.

Un grito inmenso salió de los labios de Luis y sentí un río tibio, suave, cálido dentro de mí, Luis quería incorporarse, pero le pedí que se quedase dentro de mi culo, el vio el semen en mi abdomen lo cogió con sus manos y se lo bebió. Eso me gustó, pues no había ascos entre nosotros, se tendió encima y me beso tiernamente y me sentí realizado.

Pasado un momento saco su verga y la agarré y bebí hasta la última gota y el me miro con una mirada de tierno amor.

Regresamos por donde habíamos salido, y nos reunimos con nuestros compañeros, nadie se dio cuenta, a nadie le importamos, solo fue cuestión nuestra.

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