Era el primer día que ingresaba a la escuela militar y me sentía orgulloso de eso, pues había sido elegido entre muchachos de todos lados del país, para convertirnos en un oficial.
La escuela militar está un poco separada de la ciudad como a cuatro kilómetros, esta era inmensa, y está toda circundada por muros como todo cuartel.
Los que ingresamos en el primer año no podemos salir en los primeros 3 meses, y nuestros familiares nos visitan solo los domingos. A nosotros nos dicen perros, a los de segundo año chivos, a los de tercero vacas y así sucesivamente, claro está que a nosotros nos tratan como esclavos los de años superiores, y nuestras cuadras están separadas las mismas que constan de tres pisos y en cada uno, el primero es de 3er año, el segundo de 2do año y el tercero del 1er año. No puede un cadete de un año pasar a otro bajo sanción.
Mi nombre es Rubén, apenas pasaba de los 18 años, en mi cuadra había 40 cadetes y yo escogí la litera inferior de mi camarote y en el piso había 4 cuadras.
El día iniciaba a las 6 am. Donde formábamos y pasamos lista, luego pasaba entre ejercicios, entrenamiento acerca de armamento marchas y entrenamiento físico entre ranas, canguros y rapábamos continuamente. El almuerzo era a la 1 pm. y la cena a las 6 pm.
En la noche a las 9 pm. Se formaba, se pasaba lista y nos dirigimos a las cuadras para dormir, se apagaban las luces y cada uno a sus literas.
Esa noche como era verano, usamos short. polo y sandalias que nos proporcionaba el estado.
Sentí ganas de orinar y me dirigí al baño, me baje la bragueta, saque mi pene, en ese instante ingresó otro cadete, musculoso el, moreno, pero no tanto, se puso al costado mío y saco su miembro, ohhh. Un miembro prominente. Su prepucio dejaba escapar un glande ancho, me quede extasiado pues no estaba acostumbrado a ver penes, pero siempre me daban curiosidad, claro aparte del mío que es de tamaño medio, lo que consideraba normal.
– Hola, me llamo Luis. ¿Quieres tocarlo? – me sorprendió y me sonrojé.
– ¿Cómo me haces esa pregunta?
– Wooo, no te enfades, pero vi que lo mirabas y pensé que te gustaba – si me gustó, pero no podía afirmarlo.
– ¿Si quiero puedes tocarlo? Por qué no me lo tocas tú primero – dije en son de protegerme ante su pedido.
Entonces sucedió lo imprevisto, el cogió mi miembro y empezó a masturbarme, yo no sabía qué hacer en ese momento, pero miraba su inmenso pene y en realidad quería cogerlo y lo hice. Empecé a masturbar esa hermosa y gran verga y poco a poco lo vi y lo sentí hincharse en mi mano, que delicia, siempre me dio curiosidad por hacerlo, pero solo era un sueño hasta ahora. El continuaba masturbándome y acercó sus labios a mi cuello y me beso suavemente, yo seguí masturbándolo, no quería o no podía soltarlo y sus besos en mi cuello me excitaron a full como nunca había sentido una sensación así. Emití un pequeño gemido que rápidamente él sintió y me dijo suavemente al oído – Chúpamela – con sus manos en mi cabeza me dirigió a su miembro y no me resistí, me puso de rodillas y allí estaba su fabuloso miembro frente a mí.
– Por favor mira si alguien entra – le dije un poco asustado pero decidido a chupársela.
– No te preocupes yo tampoco quiero que nos vean, ni hablar.
Entonces empecé a lamer su glande y me dirigí a sus huevos, con pequeñísimos mordiscos, lo cual al parecer le gustaba pues gemía lentamente, luego subí cuan largo su pene y llegué a su robusto y jugoso glande y lo introduje hasta mi garganta, no podía meterla toda pues era muy grande, pero el me cogió de los cabellos y con un movimiento de péndulo empujaba mi cabeza haciendo que su miembro entre y salga de mi boca y garganta, dándome arcadas por momentos, levanté la cabeza y lo vi, estaba en trance, erguido inclinado hacia atrás y su cabeza pegada a su nuca, con la mirada al techo, gimiendo ya desesperadamente, en ese momento paró y me dijo.
– Quiero metértela – como ya había pasado esto y yo estaba excitado al máximo, mi cuerpo estaba caliente y ávido de algo más, asentí con la cabeza.
– Vamos al retrete – como eran baños comunes había cuatro inodoros cada uno separado con su puerta.
Entramos, bajó la tapa del inodoro y yo cerré la puerta, se bajó la trusa y me bajó la mía acariciándome las nalgas lo que me hizo delirar de placer, me dio la vuelta y su pene que estaba super rígido lo dirigió a la entrada de mi ano, yo deseaba, necesitaba que me la introdujera como nunca había siquiera soñado, me sentía en las nubes y parecía una eternidad el preámbulo que pasaba, quiso ingresar pero golpeó mi nalga derecha, trato de enrumbar la dirección y chocó con mi nalga izquierda, por fin con su dedo índice, dirigió su verga a mi ano, me agarró de la cadera jaló mi cuerpo para que ingresara su pene, y.. me hizo gritar de dolor, salté como en un resorte, impacté la puerta con mi cara y me di cuenta que me hizo lagrimear de dolor.
– Tranquilo, no pasa nada – me dijo y guardamos silencio por un momento para ver si nadie había escuchado el ruido.
– Por favor termina de chupármela, no me dejes así.
Claro, estaba cliente y yo también, así que me arrodillé y se la chupé desenfrenadamente, que él y yo gemimos como locos, y sentí que su verga se hinchó tomaba dimensiones colosales, parecía un obús a punto de disparar y al fin explotó dentro de mi boca y garganta, era un líquido lechoso un poco ácido, pero no sabía mal, me agradó, parte me lo tragué y parte discurrió por mis mejillas.
Entonces él se levantó y me levantó y es aquí que me besó en los labios por primera vez, fue algo tierno, delicioso, cerré los ojos sin querer abrirlos pronto, y un sentimiento de satisfacción plena inundó todo mi ser. Nos apartamos, nos miramos a los ojos y me dijo.
– Eres muy hermoso, te parece si nos vemos luego.
– Si, si – fue lo único que salió de mis labios, quería decir mucho más pero no pude.
Cada uno fue a su litera. Esa noche ya no pude dormir pensando en todo lo ocurrido hasta que tocó la diana (trompeta) y empezó un nuevo día.
Es una historia verdadera, continuará.