Por la noche ya en la cama Virginia me abrazó, yo seguía molesta con ella por haberme mentido y por manipularme una vez más, tenía claro que esta pequeña escapada había sido otro de sus juegos y a pesar de lo mucho que había disfrutado follando otra vez con su hermano Juan, no estaba dispuesta a perdonarla, ella me abrazaba y yo la apartaba, me volvía a abrazar y la volvía apartar.
Al final di la guerra por perdida y la dejé por imposible, al cabo de un rato de estar abrazadas me empezó acariciar los pechos, sus manos bajaban hasta mi tanga queriendo jugar con mi vulva, acariciando mi clítoris sus dedos se envolvían en mis fluidos y mi tanga empezaba a humedecerse, querría darme la vuelta y besarla, no podía con ella, me tenía atrapada, la quería demasiado, quería acariciarla y al final me venció una vez más.
Me di la vuelta y la empecé a besar, nuestras manos acariciaban nuestros cuerpos con suavidad y nos empezamos a quitar la ropa, quedando solo nuestros tangas, me puse por encima de ella frotando nuestras vulvas, juntábamos nuestros pechos, nuestros labios no paraban de besarse jugando con nuestras lenguas, me levante un momento dejándola de besar, mi cadera mientras seguía moviéndose frotando nuestras vulvas, me quede mirándola un momento apartándola el pelo de la cara, ella hacia lo mismo conmigo, estaba realmente guapa.
La besé despacio y me tumbé a su lado para quitarme el tanga, ella hizo lo mismo y metí una pierna entre las suyas y nuestros labios húmedos volvían a unirse, buscábamos nuestros clítoris para que juntos bailasen, los gemidos empezaban a oírse en la oscuridad de la habitación, los besos, las caricias se sucedían, despacio, recreándonos en ellas con cariño creando un ambiente como nunca antes había tenido con ella, quizás fueran las dos horas más bonitas que pasamos juntas.
Serían las tres de la mañana cuando me levanté a lavarme, nada más abrir la puerta de la habitación empecé a oír unos ruidos que salían de una de las habitaciones contigua a la mía, la curiosidad me pudo y me asome quedándome de piedra cuando observe a Juan que se estaba tirando a su cuñada Yolanda, lo primero que pensé que este chico era insaciable.
Había una pequeña luz encendida al fondo de la habitación por lo que pude ver perfectamente toda la escena, como se besaban apasionadamente, como acariciaban sus cuerpos y como ella empezaba a lamer el pene de Juan que se encontraba de pie con sus brazos en jarras, tuve que haberme ido de allí pero no sé por qué me quede, aquel chico me atraía como un imán al igual que su hermana, simplemente era verle y mi vagina empezaba a gotear.
Espiaba desde la seguridad que me daba la oscuridad del pasillo y observe como la tumbaba, abriéndola de piernas buscaba con su pene la abertura de su vagina, como había hecho conmigo no hacia ni seis horas, sentí el placer que acababa de recibir Yolanda en el momento que su pene penetro en su vagina, recordaba esa sensación en mi interior como me llenaba y como rozaba mis paredes dándome tanto placer, estaba tan excitada que estaba dispuesta a volver junto Virginia para hacer la mía otra vez, cuando empecé a oír los gemidos de Yolanda.
Los pequeños gemidos que Yolanda emitía me habían atado al pasillo, habían hecho que mis manos empezaran a meterse por debajo de mi tanga, me estaba empezando a masturbar viendo como Juan hacia que su pene entrara y saliera de su vagina, esos gritos me traspasaban y al igual que esta tarde, parecía que no les importara nada que les oyeran y me preguntaba, ¿dónde estaría Adolfo? ¿Y Sandra?
Seguía oyéndoles gemir pero empecé a oír algo más, unos gritos empezaban asomar al fondo de la habitación, entorne mis ojos para fijarme, estaba más oscuro de lo normal pero al final empecé a distinguir como dos figuras se movían en un sillón, allí estaba Sandra siendo penetrada sin piedad por Adolfo, una y otra vez este metía su pene en el joven chochito de Sandra que no tendría más años que Juan, era una orgía en familia, los dos hermanos se estaban follando a sus cuñadas.
Mi clítoris había aumentado su tamaño una barbaridad al igual que mis pezones, acariciaba mis labios de arriba abajo frotando mi perla rosada, tapándome la boca con la otra mano para acallar mis gemidos cuando Sandra estallo en un grito tremendo, Adolfo resoplaba dándole fuertes empujones, metiéndosela muy profundamente y haciendo que se corriera.
Adolfo se acercaba a la cama donde su hermano seguía follándose a su mujer, empujo a Yolanda hacia delante y se subió a la cama poniéndose de cuclillas buscando el culo de su mujer, Yolanda gemía y gritaba, tenía a su marido y a su cuñado dándola placer, aquello me puso muchísimo más caliente si cabe y de pronto Adolfo se giró, me miro y sonrió.
Me quede paralizada, sentía vergüenza, pudor, intente darme la vuelta pero no podía… o no quería, sentía curiosidad, sentía… sentía como mis dedos se metían profundamente en mi vagina, me lleve un gran susto cuando Virginia me abrazo por detrás metiendo su mano debajo de mi tanga, uniendo sus dedos a los míos parándolos y susurrándome al oído me dijo “yo te lo hago, tu solo mira y disfruta”.
Una vez más estaba embarcada en una orgía junto a Virginia pero esta vez tenía claro que solo quería estar con ella, por eso cuando me intento meter en la habitación me mantuve firme, de hecho estuvimos a punto de irnos de allí pero enseguida me quito el tanga, se puso de rodillas, metió sus manos por debajo de mi camiseta para acariciar y apretar mis pechos mientras iba succionando mi clítoris, mordiéndomelo con sus labios muy suavemente.
Su lengua lamía mis labios apartándolos para meterse muy profundamente en mi vagina, estaba disfrutando como una loca, mis gemidos se unían a los de Yolanda que salían de la habitación, los gemidos resonaban por toda la casa, sentí otro latigazo de placer cuando Virginia metió sus dedos dentro de mí, solo se nos oía gemir a Yolanda y a mí como si fuéramos un coro interpretando una orgía de placer, Virginia se quitó las bragas, se sentó en el suelo del pasillo abriendo sus piernas y me invito a ir hacia ella.
Me puse de rodillas con la espalda tumbada hacia abajo para que mi boca estuviera al nivel de su sexo casi en el suelo, mi culo se elevaba por encima de nosotras, lamía toda su vulva metiéndole los dedos en su vagina, le mordisqueaba su clítoris, lo succionaba y la miraba de reojo a ella y al trío familiar, Virginia gemía una y otra vez, gritaba como si la estuvieran quitando la vida y los dos hermanos se empezaron a correr dentro de ella, la excitación fue máxima y Virginia estaba a tiritar de placer con los ojos cerrados.
Fue cuando alguien me agarro por mis caderas, subiéndome un poco el culo rozando con su pene mi vagina y de una estocada penetro con un pene, tan duro y tan grande que me lleno hasta el fondo, solté un gripo de placer a la vez que Virginia se corría en mi boca, miraba a Virginia con la cara desencajada, una cara llena de placer pero a la vez llena de extrañeza, mis dientes mordían mis labios inferiores, quería irme de allí y una de mis manos se alzó hasta mi cadera para coger la muñeca del que me estuviera follando con tanta maestría, su polla era tan enorme que me llenaba entera.
Quería que parara y sin embargo yo empujaba con mi culo hacia atrás para que me penetrara más, nunca antes nadie me había follado tan bien, metía su polla muy lentamente pero muy, muy al fondo, gorda y dura, en cada estocada me hacía cerrar los ojos y el orgasmo no estaba muy lejos, sabía que Juan no era, intentaba mirar pero estaba oscuro, fue Virginia la que sujetándome y sonriendo me dijo “te gusta cómo te folla mi papi”.
Mi cara de sorpresa debía de ser todo un poema, su hermano Juan ocupo el lugar de Virginia, quería que se la chupara mientras que su padre me follaba, empezó a aumentar el ritmo, con tanta rapidez y fuerza que mis rodillas resbalaban en el suelo del parquet, mi coño se inundaba de fluidos gemía cada vez más alto mientras que los demás miraban a mi alrededor, mis gemidos empezaron a ser mudos cuando Juan por fin consiguió meter su polla en mi boca, mi cuerpo se estremecía de un orgasmo que no hubiera deseado pero que hizo que entrara en éxtasis, notaba como Lorenzo se empezó a correr dentro mi sacándola rápido para echar el resto de su leche sobre mi espalda y con una mano empezó a restregármela por mi cuerpo, me dio una palmada fuerte en una nalga y con voz ronca me dijo “buena follada Lara” “eres una putita con un coño delicioso” y volviéndome a pegar dijo “el siguiente para esta putita”.
¿El siguiente?, sin que me pudiera zafarme de Juan fue Adolfo el que me folló a petición de Juan que decía que luego disfrutaría él de mí, Adolfo me penetró nuevamente en la misma posición y a continuación Juan, los tres se corrieron dentro de mí, Virginia me había dejado en manos de sus hermanos mientras que Lorenzo se follaba a su hija Virginia, metiéndosela con fuerza y Virginia no paraba de gritarle “más papi, más”.
Las lágrimas empezaron a caer por mi rostro, me habían convertido en una puta barata, en su puta, ya no sentía, simplemente esperaba a que aquella pesadilla terminara, me utilizaron varias veces hasta que se cansaron de mí dejándome en un rincón apartado y los tres hermanos se pusieron a follar juntos, Lorenzo estaba con sus nueras en esos momentos, me sentí tan mal, tan utilizada, tan sucia.
Me fui directamente a la ducha, me frotaba con fuerza la espalda, mis piernas, mi vulva, metía mis dedos en mi vagina limpiándome bien, pase el resto de la noche allí llorando, nunca antes me había sentido tan sucia, Virginia estaba detrás de la puerta pidiéndome que la abriera, me pedía una vez más perdón y si me lo pedía era porque sabía que se había pasado que había cruzado un límite, pero la empezaba a conocer, tarde, muy tarde pero ya no me iba a engañar más, no después de aquello, no podía perdonarla jamás.