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Una historia de sexo (IV): Cuernos y sexo por despecho
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Tiempo de lectura: 8 minutos

Habían pasado varias semanas desde de aquel fin de semana en el que Antonio y yo habíamos disfrutado de dos días maravillosos, lo que empezó en aquella aldea seguía a buen ritmo aquí en la gran ciudad y a pesar de las visitas de Virginia yo solo pensaba en él, en cuando me llamaría o cuando le volvería a ver, en donde cenaríamos o donde mi iba a hacer suya esa noche, mi relación con Virginia paso a ser de amantes a solo amigas y eso ella no lo llevaba bien, intentando continuamente sabotear nuestra relación, queriendo hacer un nuevo trío con nosotros pero sin éxito, los dos nos cansamos de esa situación y en vez de enfrentarnos a ella, como dos colegiales nos empezamos a esconder, a vernos a escondidas tal era el miedo que la teníamos y realmente no sabía muy bien por qué.

Cuando estaba a solas con Virginia continuamente me machacaba diciéndome que todos los hombres solo querían una sola cosa de nosotras, quitarnos las bragas, pero y ella, ¿no hacía lo mismo conmigo? Me insinuaba que me iba a demostrar que estaba equivocada con él, estaba realmente celosa y aunque todavía seguía viviendo en mi casa hacía tiempo que ya no nos acostábamos, me había empezado a desatar de sus cadenas y aunque cansada de ella, la quería y me gustaba tenerla en mi vida, en muy poco tiempo se había convertido en mi querida amiga y en muchas ocasiones en mi confidente.

Antonio me estaba invitando a pasar unos días de vacaciones durante las Navidades, pero por motivos de mi trabajo yo no podía viajar esos días así que no pudo ser y quedamos en hablar a primeros de enero cuando volviese, Virginia no sé cómo se enteró y saco toda su artillería durante esos días, fue una cruzada contra mí, todos los días me traía flores, se quedaba en casa viendo las películas que a mí me gustaban abrazándome en el sofá, intentando de vez en cuando besarme pero sin éxito, andaba por casa desnuda para excitarme e intentaba dormir en mi cama con iguales resultados negativos hasta que un día.

Estábamos a finales de diciembre y aprovechando que veníamos de una fiesta, todas aquellas medidas de seducción dieron su fruto al estar un poco desinhibida por el alcohol, durante toda la noche intento besarme, acariciarme hasta que ya llegando a casa me acorralo contra las paredes del ascensor y me beso, un beso corto pero efectivo, me quede mirándola fijamente, me tenía sobre la pared, su cuerpo sobre el mío frotando su sexo contra el mío, al ver que no reaccionaba me volvió a besar abrazándome, nuevamente sus labios se unieron a los míos y al final la deje entrar, empezó a saborear mi boca y mi lengua, acariciando mis pechos, los besos se sucedían por todo mi cuerpo y la ropa empezaba a caer, antes de que me diera cuenta me tenía en la cama desnuda, una vez volvía a caer en sus redes porque a pesar de mis esfuerzos por escapar, los días siguientes sucedieron las mismas escenas de lujuria y sexo con ella.

Antonio había vuelto y estaba feliz de su regreso, no quería ocultarle nada así que decidí contarle lo que había sucedido con Virginia, no sabía como podría reaccionar pero estaba decidida, no quería empezar lo que fuera aquello con engaños y mentiras, quedamos una tarde en una cafetería junto a mi trabajo pero él no apareció, le llamaba una y otra vez empezando a preocuparme, llame a Virginia para ver si ella podía hacer algo pero con el mismo resultado, no la localizaba. Al cabo de una hora sola me encontré al hermano pequeño de Virginia que al reconocerme me saludo y se sentó junto a mí, agradecí el gesto del muchacho porque estaba bastante nerviosa y decepcionada.

Al llegar a casa cansada de esperar, sentí como golpes y gemidos que salían de mi habitación, me acerque y como no, Virginia se habría encontrado algún incauto al que se lo subió para tirárselo, quise marcharme pero aquella escena, ver a Virginia follar con un hombre siempre me ponían a cien, el calor se apoderó de mi cuerpo enseguida viendo como Virginia montaba aquel hombre, dándole la espalda medio tumbada sobre su cuerpo y las manos de su amante presionado sus pechos una y otra vez.

Virginia no paraba de gemir botando encima de aquel pene que no paraba de entrar y salir de su vagina frente a mí, aquella escena, ver cómo le entraba aquel pene hasta el fondo me ponía muy caliente, Virginia abrió sus ojos, jadeando, gimiendo de placer miro hacia donde yo me encontraba y me sonrió, sus movimientos ahora más fuertes, el pene se metía una y otra vez en su vagina, empecé acariciar mis pechos, a meter mis manos por debajo de mi pantalón buscando mi sexo, las manos de él se posaron en las caderas y la empezó a moverla con rapidez y con fuerza, su pene ya no salía solo se movía dentro de su vagina, Virginia empezó a gritar como una loca “sigue, sigue, sigue así Antonio” “aaahhh” “así, así”.

Los dos empezaban a correrse, yo apoyada en la pared metía mis dedos en mi vagina, masturbándome, hasta que ese nombre resonó en mi cabeza, un velo oscuro recorrió mi cuerpo, una duda, un temor, cuando denuedo oí a Virginia gritar entre jadeos, “no me acordaba de cómo la clavabas Antonio” “tengo mi vagina llena de tu leche por fin”.

Con mi mano todavía metida entre mis bragas, volví a la puerta para mirar a tiempo de ver a Virginia sacándose dos dedos de su vagina llenos de semen, llevándoselos a su boca mientras me miraba y se reía, también reconocí a su amante, algo oprimió mi pecho cuando Antonio se incorporaba sudoroso, mis lágrimas empezaron a brotar cuando nuestras miradas se cruzaron, Virginia reía al verme salir de allí corriendo, ya en la puerta solo llegue a oír unos pasos desnudos detrás de mí y una voz que me gritaba "Lara, Lara".

En la calle a los poco pasos me encontré otra vez con Juan el hermano pequeño de Virginia, no pensaba muy lucidamente, solo sé que nada más verle me fui derecha hacia él y le bese, busque y encontré su lengua desde un principio, él me abrazo amarrándome el culo y apretándolo contra él, nuestros labios no se separaban hasta que yo me aparte, le mire con lujuria y parando un taxi le dije “ve, vamos a follar”, esas palabras debieron sonar como música celestial porque de un salto se metió en el taxi.

Paramos en un hotel cercano y subimos a la habitación, los besos, los abrazos, sentía sus manos por todo mi cuerpo, me tiro en la cama y se empezó a desnudar, me inventé una excusa y me metí en el baño un momento, me miraba al espejo y solo veía el reflejo de Virginia riéndose y tirándose a Antonio mientras me iba quitando toda la ropa, imaginaba a Antonio acariciando el cuerpo desnudo de Virginia, penetrándola, gimiendo los dos hasta que… mi cabeza no daba más que vueltas y vueltas, estaba tan furiosa que no atendía a razones pero empecé a tranquilizarme, empecé arrepentirme de lo que estaba a punto de hacer, quería vengarme de Antonio y de Virginia follándome a su hermanito y esa no era la solución, estaba más tranquila, iba a salir e irme pero inconscientemente salí sin más.

Juan estaba desnudo encima de la cama con una enorme erección, sin darme cuenta salí totalmente desnuda del baño y al verle allí esperándome, con aquella enorme polla, aquel cuerpo desnudo al igual que el mío, mi cabeza aunque ya más tranquila seguía oyendo esas voces que me decían "aprovéchate, no seas tonta, deja que te folle, mira como está el niño, total ellos empezaron, ellos lo hicieron primero", fui a su encuentro con pasos cortos, despacio, a mi paso apagaba todas las luces menos una lámpara al fondo dejando la habitación en penumbra y dando un toque romántico, me acercaba lentamente hacia aquel imberbe, que no contaría más de 18 o 19 años, le veía fijarse en mi cuerpo, en mis pechos, penetrándome con su mirada mi sexo.

Apoyé una rodilla al borde de la cama aparté su mano de su pene para podérselo coger, los dos nos tumbamos besándonos, mis labios iban dibujando su cuerpo desde su boca hasta su miembro, mis manos subían y bajan por su pene, lamiendo el contorno de su glande, la devoraba hasta llegar a mi garganta, entera hasta la raíz mientras le miraba y le veía disfrutar, le salivaba un poco para que mis manos resbalaran sobre su pene y mi boca succionara su pene.

– Lara, te voy a follar tanto y tan bien que cuando termine me vas a rogar que te la vuelva a meter.

En un principio me saco una sonrisa, ¿pero qué me iba a hacer aquel chico?, en ese momento no podía suponer que minutos más tarde jadeando le gritaba que me volviera a follar.

Juan se levantó apartándome y tumbándome boca abajo, empezó a besar mi espalda con suavidad, sus manos se metieron entre la cama y mis pechos apretándomelos, acariciando mi cuerpo por mi costado, su legua me recorría llegando a mis glúteos, me abrió de piernas y empezó a separar mis labios, metió su cabeza y empezó a lamer con su lengua mi vagina, metiendo sus dedos dentro de ella, moviéndola de un lado a otro, yo estaba jadeando de cara a la ventana desde donde se podía ver la terraza de mi casa, sentí como Juan se inclinaba sobre mis glúteos, sentía su pene golpeándolos, como recorrían mis labios una y otra vez hasta que la empecé a notar como se metía despacio en mi vagina.

Juan empezó a follarme, me cerró las piernas con su pene bien metido dentro de mí, entrando y saliendo de mi vagina yo estaba tan mojada que su pese navegaba dentro mi, rozando mis paredes con sus movimientos suaves y profundos que me iban haciéndome sentir cada vez más, hasta ese momento mi cabeza estaba en otro lugar y en otra habitación, imaginando como Virginia y Antonio lo volvían hacer, pero poco a poco esa imagen se fue disipando gracias a Juan, que en cada penetración me acercaba más a él, más a aquella habitación de hotel, empecé a gemir mis manos agarraban las sabanas apretándolas con fuerza, mis gritos ahogados por la almohada, un muchacho de 18 años me estaba haciendo olvidar todo lo malo de aquel día, mi vagina se empezó a inundar de flujo, mi vientre ardía y tan siquiera me di cuenta, Juan se había corrido dentro de mí y eso era algo que no tenía planeado.

Juan me giro y tapándome la boca me dijo “no he terminado aun contigo, ahora vas a ver de lo que soy capaz”, yo estaba a su merced, se puso de rodillas en la cama, subió mis piernas a sus hombros y empezó a metérmela muy profundo, y muy rápido, ¡¡¡aahhh!!! no podía parar de gritar y a la vez no podía ni articular palabra, su pene se deslizaba dentro de mi vagina totalmente inundada de mis flujos y de su semen y estaba perdiendo el control de mi misma, le gritaba una y otra vez “más, más, fóllame así, así” los gritos se deberían oír incluso en las otras habitaciones contiguas, la cama se movía de un lado a otro con gran violencia, no me podía creer el aguante que tenía aquel muchacho, estaba en éxtasis, mi cuerpo se movía con violencia arriba y abajo hasta que me hizo estallar en un tremendo orgasmo, haciendo temblar todo mi cuerpo.

Si darme tiempo a reaccionar me subió me puso a cuatro patas y me la volvió a penetrar, empecé a reírme de placer, mi cuerpo se desplazaba hacia delante debido a los empujones que recibía, me llegue apoyar en la pared, disfrutando cada vez más, ese chico iba a hacer que me volviera a correr, como así fue y una vez más recibiendo su leche dentro de mi vagina.

Estábamos exhaustos y sudorosos, me sentía incomoda con todos los fluidos dentro y saliendo de mi vagina, me levanté y me fui a duchar, Juan se quedó allí tumbado con los ojos cerrados.

Estaba terminando de ducharme cuando me abrió la puerta de la ducha, me abrazo por la espalda acariciándome los pechos mojados, metió su pene entre mis piernas, la tenía otra vez muy dura, tan grade y tan gorda como la primera vez, nuevamente estaba tan excitada que solo pensaba en volverlo a tener dentro, me besaba sin parar, sus dedos dibujaban mi cuerpo, su pene rozaba mi sexo metiéndose entre mis labios, su mano sobre mi vulva, acariciaba mi clítoris que estaba respondiendo a sus caricias aumentando de volumen, gire la cabeza para buscar su boca, el agua nos caía como una lluvia fina cuando nos empezamos a besar, cuando dirigió su pene a la entrada de mi vagina, metiéndola con suavidad, igual que sujetaba todo mi cuerpo, como me abrazaba, sentía sus manos incluso allí donde no estaban, el agua seguía cayendo y nosotros empezamos a gemir, esta vez me estaba haciendo el amor con mucha suavidad.

Saco su pene para juguetear con mis labios, me apoyé sobre los grifos poniendo mi espalda recta, paralela al suelo, le abrí un poco más las piernas ofreciéndole mi vagina y cogiéndome de las caderas volvió a meterla, el agua me caía en la espalda, las gotas iban dibujando mi figura, cayendo por mis pechos, agarrándose a mis pezones hasta que al final caían, sentía entrar su pene duro y grueso muy despacio, Juan se tumbó en mi espalda cogiéndome de los pechos, metía su pene muy profundamente, otra vez mi cuerpo temblara con esos movimientos suaves pero profundos, nunca la había sentido tan dentro de mí, cuando alcanzó su mayor profundidad solté un grito de placer y mi vagina empezó a expulsar flujo a pequeñas cantidades, en todo ese momento Juan la mantuvo dentro de mi bien profunda, mis paredes vaginales le apretaba con fuerza y cuando mis piernas dejaron de temblar empezó a salir y entrar con rapidez hasta que eyaculo nuevamente.

La noche parecía interminable y el incansable, perdí la cuenta de todas las veces que lo hicimos, así como de los orgasmos que me estaba provocando ese chico de 18 años, serían las 5 de la mañana cuando caímos rendidos en los brazos de Morfeo y navegando por unas sábanas empapadas de nuestros fluidos.

Cuando desperté abrazada a él, solo me venían los recuerdos de la noche que me había regalado de sexo y placer, una de las noches más memorables de las que yo era capaz de recordar, se empezaba a despertar, me miro a los ojos me dio los buenos días con un beso y se metió debajo de las sabanas abriéndome las piernas, era tan insaciable como su hermana quizás por eso me encantaba, antes de salir del hotel me había vuelto hacer disfrutar de su pene hasta en tres ocasiones, al despedirnos con un beso solo me dijo.

-Tenía razón mi hermana, eres una putita que follas de vicio.

Me quede sorprendida con aquellas palabras que no esperaba, ya de camino a casa atravesé el parque del retiro, iba analizando todo lo que había sucedido desde que quede con Antonio, cita que Virginia sabia la hora y el sitio, el cómo me encontré con Juan, no una sino dos veces y en sitios tan alejados como mi trabajo y mi casa.

No me lo podía creer, todo lo había preparado todo ella.

______________

No os mováis que la historia continua y pronto tendréis una nueva entrega, si os apetece podéis comentarme si os está gustando.

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