Todo ocurrió en Noviembre de 1941. Me llamo Masha, soy rusa y tengo un hijo, Alexei de 60 años. Ahora mi edad es de 93 y sigo recordando aquellos viejos tiempos.
Aquel día salí a trajinar leña y ordeñar las vacas cuando sentí un cuchillo en mi garganta y una mano en mi boca.
-Calla infeliz si no quieres nos maten!!
Me dijo en un ruso no exento de acento alemán.
Aquellos soldados alemanes tenían la orden de matar a cada hombre, mujer y niño se cruzaran por su camino. Eran las Einsatzgruppen de Adolf Hitler y estábamos en guerra.
Me metió en casa y esperó a que su compañía se dispersara.
-Quién es este, mamá? -Dijo el pequeño Alexei.
-Shhh silencio. No sé pero nos ha salvado la vida.
Se llamaba Uwe y era un alemán ario, rubio y fuerte. Un desertor.
Uwe se quitó su guerrera y depositó su pistola Lüger encima de la mesa. Con esto dejaba claro era un oficial alemán. Comandante para más señas.
Pasaron los días y no podía más. Necesitaba un hombre ya.
Yuri, mi marido, había desaparecido entre las filas de Stalin. Nada se sabía de él y me estaba enamorando de un alemán aún a riesgo de mi vida.
Cuando Uwe y Alexei en noches dormían plácidamente me levantaba de mi cama y me masturbaba pensando en Yuri en frente de las exiguas brasas quedaban de la cena anterior. El calor de las mismas calentaban mis piernas y mi coño como si fuesen un hombre de verdad. Metía mis dedos hasta el fondo de mi raja, me acariciaba los pechos y frotaba mi clítoris como una loca en silencio para no despertar al alemán ni a mi hijo. Siempre alcanzaba mis orgasmos y muchas veces imaginaba a Uwe me contemplaba desde su estancia. Eso me ponía terriblemente cachonda el saber había un hombre en mi casa. Había veces que con solo excitar mis pechos ya llegaba al orgasmo. Era una mujer realmente necesitada de cariño y de verga además de estar en la plenitud de la vida.
Mierda de vida. En guerra, alimentación de subsistencia, sin compañía a excepción de un traidor y responsable de un hijo. Traer hijos a este mundo… para qué? Para ver esto o la pandemia nos asola ahora?? Lamentable.
Pero hubo un día en el que Alexei se acostó más temprano que tarde.
Mientras limpiaba los vajillos de la cena Uwe se me acercó por detrás. Desde aquel bendito día nos salvó la vida jamás había sentido su aliento más cerca. Me cogió de los pechos y me besó el cuello con pasión y yo me dejé hacer en frente del fregadero. Me di la vuelta y me abrazó como un loco. Toda la choza me daba vueltas y una tremenda excitación desde lo más profundo de mi reptiliano cerebro me puso cual hembra en celo. Hacía tres años que no me acostaba con un hombre y a Uwe no le iba a hacer ascos. Lo necesitaba.
Nos dimos poco tiempo, la verdad. Estábamos ansiosos. Me puse de rodillas, bajé sus pantalones otrora de Yuri y comencé a chupar su polla. Una polla grande y fuerte de unos 18-19 centímetros. Me supo a gloria mamar eso. Era bastante más grande que la de Yuri y sus huevos estaban tensos y duros como pelotas de tenis. Se notaba la ausencia de compañía femenina en Uwe con esos rigores de la guerra y… la mía más…
Él gemía como un toro y me cogía la cabeza con fuerza procurando no atragantarme con esa polla la cual no podía ni fagocitar una tercera parte. En el caso, intentaba tragarme todo lo que podía y ayudarme de mis manos hasta tocar los huevos. Unos huevos repletos de semen. Había veces la sacaba del todo y con sus manos la tanteaba para que observase lo tiesa y grande se la había puesto. Acto seguido, volvía a engullirla todo lo que podía.
Cuanto más se la chupaba más palabras guturales que yo no entendía emitía en alemán arrastrando la "R" en su idioma. Eso me excitaba todavía más. No saber que decía me puso cachonda perdida. Me imaginaba así me decía palabras sucias al igual que cariñosas.
Definitivamente un enorme chorro de espeso y oloroso semen regó toda mi cara poniendo de manifiesto Uwe hacía años no tenía conocimiento de mujer alguna. Me supo a gloria semejante lechada que resbalaba por toda mi cara. Señal inequívoca de que lo había hecho bien a pesar de ser una mujer inexperta.
Él cayó rendido sobre el sofá de la estancia con un miembro palpitante chorreando blanco y grumoso esperma ario que poco a poco se iba tornando transparente.
Sí… era una traidora. Pero… qué culpa tenía una mujer indefensa en ello?
Aquel día nos dormimos abrazados en el sofá y soñé que hacía el amor con mi marido. El camarada Yuri Petrov.
Cual no fue mi sorpresa en el momento me desperté tenía la cabeza de Uwe chupando mi coño. Separaba mis labios con sus manos e introducía sus dedos en mi húmeda vagina como un loco. Yo, mientras guiaba su cabeza rapada al cero haciéndola mía. Lamía mi ano y cuando paraba para reponerme un rato me decía cosas agradables con su inconfundible acento para volver a atacar mi sexo con más ímpetu si cabe así hasta alcanzar un orgasmo que recorrió todo mi cuerpo de arriba a abajo y que me dejó con las piernas completamente paralizadas y gimiendo como un animal herido.
-A dónde vas? -Espetó Uwe.
-A prepararle el desayuno a Alexei…
Alexei partió a la ciudad o lo que quedaba de ella. La ciudad era una mole en ruinas donde los pequeños estudiaban las 4 reglas en improvisadas aulas.
Uwe, aquel día me confesó que su mujer e hijo habían perecido en un bombardeo en Berlín, que era ingeniero y que desde entonces había ingresado en el ejército prometiéndose ser casto. Una especie de caballero teutón que sin duda alguna acababa de mancillar su promesa.
Él y yo hacíamos el amor todos los días. Lo quería con locura y él a mi. Vivíamos pobres y con dificultades pero felices. Creo que en mi vida y ni siquiera con Yuri me había sentido más querida.
Un buen día cocinábamos juntos mientras Alexei jugaba en su cuarto llamaron a la puerta.
Uwe cogió su Lüger y abrió.
Un hombre vestido de harapos a punto de desmayarse exclamó…
-Soy el camarada Yuri Petrov y hemos ganado la guerra…
Exclamé…
-Ohhh!!! Yuri…!!!
-Papaaa!!!
Yuri se recuperó pronto. Entre los tres lo lavamos alimentamos y aseamos pero… Uwe se había convertido además de en un desertor en un proscrito. Y yo estaba enamorada de dos hombres hasta las cachas.
Yuri, aceptó bajo mis súplicas no denunciar al alemán. Al fin y al cabo me había salvado la vida.
Con el tiempo no sé cómo lo hice pero logré tener dos hombres en mi vida que me compartían tanto en la vida cotidiana como en el sexo.
En un principio opté por tenerlos contentos por separado. Había ocasiones en las que primero se vaciaba Yuri en mí y luego Uwe con el semen del anterior aun resbalando por mis muslos, hasta que permití me tomaran los dos a la vez cuando Alexei estaba lejos de nuestra choza en sus clases.
He de decir que nunca me forzaron a hacer nada que yo no quisiese. Y yo estaba loca por ellos.
Las más de las veces Uwe me follaba a 4 patas mientras Yuri se servía perfectamente de su pene de 12 centímetros para joderme la boca o se situaba debajo de mis piernas comiéndome el coño mientras Uwe se movía con fuerza. Un hombre penetrándome y otro comiéndome el clítoris a la vez era tocar el cielo.
Uwe, siempre fue más agresivo conmigo en la cama. Más fuerte, más viri,l pero igual de cariñoso que Yuri.
Yuri era más pausado y tierno tomándose su lógico tiempo. En nuestros tríos o por separado me iba de orgasmo en orgasmo gimiendo como una perra. He de confesar en ocasiones no podía más…
A veces y mientras me tomaban intentaba recopilar aquellos viejos tiempos en los que por única solución me masturbaba marchitamente en frente de la chimenea anhelando hombres que no venían o eran malos. Ahora tenía a dos y buenos.
En ocasiones nos mirábamos los tres y exclamaba…
-Ya están otra vez mis hombrecitos con ganitas?
Se sacaban sus vergas y me las ponían tremendamente erectas y rellenas de venas en la boca a punto de explotar. Yo no me cansaba de mamar esos dos tesoros que acababan siempre por derramarse en mi cara, pelo y boca al gusto. Por el sabor sabía perfectamente que gotas eran de cada uno de los dos. Generalmente Yuri se derramaba antes que Uwe y contemplaba desde la cama como acababa a su compadre con su miembro todavía palpitante y ahíto del semen sobrante no había libado.
Me sentía una reina en esa casa y los dos competían en como hacerme feliz en nuestras diarias y duras vidas.
Uwe generalmente hacía los trabajos más pesados sin salir de nuestra finca y Yuri bajaba siempre a la aldea en su carrera por alimentos.
Cuando regresaba no pocas veces Uwe me había follado antes agarrándome con sus rudas manos llenas de callos. Pero estaba igual de apetente para Yuri después quien de una forma u otra acababa amándome como antes lo había hecho Uwe.
En otras ocasiones no estaba para ninguno de los dos y ellos lo respetaban. Preferían esperar porque al final, siempre cuando se daba el caso estaría en mejor forma.
Cómo los quería! Eran hombres de verdad curtidos por el sufrimiento y las privaciones. Y era lógico necesitaran una buena hembra a pesar de inexperta que los consolase. Cuando acabábamos nos tendíamos los tres en el catre y a veces nos quedábamos dormidos. Era cuando Uwe se quedaba pensativo pensando en su familia perdida y en cierto modo cavilando allí no pintaba nada. Al fin y a la postre yo no era su mujer. Y… tenía razón. La situación nos había hecho vivir como animales. Era cierto nos queríamos pero… al fin y al cabo dos hombres y una mujer lejos de la civilización que compartían como animales.
Para colmo, Uwe era un fuera de la ley. Un apátrida que compartía mujer con un héroe de la Unión Soviética. Lo peor era que nada se podía hacer. Absolutamente nada.
Una de las cosas más nos gustaba era se corrieran en mi coño primero uno, después otro. Tras varios días de abstinencia me lo dejaban ahíto de sus respectivos espermas. Luego los despachaba y me masturbaba llena de sus leches como una loca. Ellos nunca entendieron esa mi actitud porque preferían llegase con ellos delante pero comprendían que el deseo de una mujer era sagrado.
Con el tiempo, nos aficionamos a los sándwiches. Uwe me penetraba por el coño y Yuri por mi culo previamente lubricado. La verga de Uwe era menos adecuada analmente debido a su gran tamaño si bien es cierto que daba juego para cualquier postura.
A veces, pensaba que mientras, podría estar mamando la polla de un tercer hombre y que aún podría acarrear y dar más placer pero lo desecharía si llegara el caso. Era de dos hombres. Solo de dos hombres. Algo prohibido pero solo de dos hombres.
Como he dicho antes, el pensativismo de Uwe se tornó en depresión. Ya nada le hacía feliz. Ni siquiera nuestros encuentros juntos o por separado. Quería huir de allí y regresar a su país, pero no podía hacerlo.
Nuestro trío se convirtió en un drama.
Yuri, consiguió un pasaporte falso en el mercado negro vía diplomática y Uwe nos abandonó muy a nuestro pesar.
Decir que a Uwe le habíamos logrado quitar ese acento alemán en ruso.
Nunca supimos más de él hasta la caída del Muro de Berlín día en que vino a visitarnos.
Por desgracia estaba otra vez sola. A Yuri, un infarto fulminante lo dejó seco en el establo.
Uwe lo lamentó mucho y aquella noche volvimos a hacer el amor con más de 60 años a nuestras espaldas como lo hicimos el primer día.
Me convenció para afincarme en Alemania. Su jubilación en la vida civil daba para eso y más. Nos casamos por el rito católico y es que Uwe no había querido volverse a enlazar después de lo de su familia y lo nuestro.
Uwe, murió ya mayor. A los 86 años. Aun siendo tan mayores hacíamos el amor muchas veces. Él no tenía problema. Se tomaba una Viagra y me hacía el amor como solo un anciano se lo podía hacer a una anciana.
Ahora, y como bien dije en mi encabezamiento tengo 93 años. Sé que me queda poco, pero nunca olvidaré ni a Uwe ni a Yuri…
Por cierto… ayer me vacunaron contra el Coronavirus…