En la consultoría de mi psicóloga:
-Me siento como bloqueado al acercarme a alguien que me gusta y termino mejor retirándome -Le dije a mi psicóloga.
Hay dos formas de tratar tu trastorno:
-Una es por medio de la terapia tradicional, donde yo te escucho y después de mucho tiempo ves resultados o mediante una terapia alternativa, que es mucho más eficaz y rápida, ya que una sesión de una hora, pero tiene un costo más elevado. -Me dijo de una manera muy formal.
-Me gustaría intentar la terapia alternativa -Le dije intrigado por saber de que se trataba.
-De acuerdo, pero hay dos reglas que debes de -Me respondió un poco nerviosa.
-¿Cuales? -Le pregunté.
-Primero, debes de saber que yo no salgo con mis pacientes por ningún motivo y segundo, la terapia solo se puede realizar una sola vez. Si estás de acuerdo, podemos proceder.
Al principio no entendí porque me dijo que no salía con pacientes, como si quisiera salir con ella, aunque he de reconocer que era muy guapa.
Me citó para el siguiente día, pero un poco más tarde de lo habitual y empezaba a oscurecer.
Me dirigió hacía un cuarto en la parte de atrás, en donde había una especie de camilla para acostarse.
-Antes de comenzar recuerda que esta terapia puede ser interrumpida en cualquier momento, solo debes decirme si algo no te gusta. Si no me dices nada, asumiré que esta todo bien y que deseas continuar -Me advirtió.
-Está bien -Le respondí.
-Cerraré la puerta para que puedas quitarte la ropa y recostarte, puedes taparte con esta toalla. -Me dijo.
-Si, está bien -Le respondí.
-Cuando estés recostado ponte esta venda sobre los ojos.
-De acuerdo -Volví a responderle.
Mientras me quitaba la ropa, no entendía que estaba ocurriendo, pero supuse que así era la terapia y que debía confiar en ella.
Minutos después, Vanessa, mi psicóloga entró y al ver que ya estaba acostado, comenzó a untarme suavemente una especie de aceite en mi pecho y mis hombros.
-Relájate, imagina que estas con una mujer que acabas de conocer. Imagina, que estás con ella a solas y ella desea pasarla bien contigo -Me dijo.
Mientras me imaginaba eso, ella seguía untándome aquel aceite por todo mi cuerpo hasta que retiro la toalla, dejándome totalmente desnudo.
No sabía que pensar en ese momento, pero hice lo que me pidió. Cerré los ojos y me relajé.
Noté que sus manos estaban cada vez más cerca de tocar mi pene, hasta que definitivamente comenzó a untarle también aquel aceite. Sentí muy agradable al sentir sus caricias.
-Imagina que estas con esa persona nueva que desea conocerte -Siguió diciéndome.
Mientras sus manos acariciaban mi pene erecto, comencé a comprender su terapia. Me estaba "desbloqueando" al hacerme sentir cómodo y seguro con sus caricias. Y en ese momento me parecía que estaba funcionando.
De pronto sentí algo muy distinto. Sentí el calor de su cuerpo y como frotaba sus senos en mi pene erecto. Sobra decir que era una sensación muy agradable para mí, pero me preocupaba que me estaba excitando mucho.
-Me subiré a la altura de tu vientre -Me dijo.
Al estar sobre mi inevitablemente mi pene erecto hizo contacto con su vulva. En ese momento me di cuenta de que mi psicóloga estaba sobre mi totalmente desnuda.
Estaba pensando en quitarme la venda, pero en ese momento Vanessa lo hizo por mí dejándome ver sus senos. Vanessa tomó mi pene erecto y lo guio hasta que entré suavemente dentro de ella.
Sentí su humedad, su calor y casi por instinto puse mis manos en sus nalgas. Vanessa comenzó a moverse de arriba a abajo sobre mi pene humedecido por el aceite y sus gemidos comenzaron a inundar aquel pequeño cuarto acondicionado para dar masajes.
En ese momento ya no pensaba en nada, solo quería hacerle al amor. De pronto Vanessa se inclinó sobre mí y comenzó a darme besos en la boca hasta que se vino. Me di cuenta por la forma en como gimió… sexy y rico, muy rico.
Poco después de que mi psicóloga tuvo su orgasmo, se colocó a un lado mío mientas yo estaba detrás de ella. Vanessa abrió las piernas para facilitarme la entrada y una vez que estuve dentro de ella de nuevo, ya no me detuve hasta que sentí que iba a eyacular. Me salí de ella y me derramé en uno de sus muslos mientras gemía.
Al terminar, se puso su bata, me sonrió y salió del cuarto. Me vestí esperando encontrarla afuera del cuarto, pero no estaba.
Regresé a casa confundido pero satisfecho con la "terapia". Ahora cada vez que tengo dudas de acercarme a una mujer, recuerdo esta experiencia y tengo mayor confianza en mí mismo.
No volví a ver a Vanessa, la psicóloga más amable y cálida que he conocido.