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Una chica punk en una aldea
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Tiempo de lectura: 8 minutos

En los setenta en algunas aldeas gallegas la mayoría de los viejos no sabían leer ni escribir, sus hijos, poco o nada y los nietos, salvo en contadas ocasiones, lo que sabían era trabajar, con esto lo que quiero decir es que había mucha ignorancia. Creían en las brujas, en los hombres lobo, o sea, que imagínate tú en una aldea de estas, de poco más de cincuenta habitantes que llegue una joven flaca, de un metro cincuenta y seis de estatura, con la cabeza rapada por los lados, con los pelos de punta, los labios pintados de negro, una camiseta negra con una calavera blanca pintada en ella, un aro en la nariz, pantalón de cuero negro y botas a juego. Si a eso le añades que estaba empezando a anochecer. ¡Hasta los perros desaparecieron de los caminos!

Esta joven era nieta de señora Luisa, apodada la Torcida y venía desde Irlanda a darle una visita a su abuela. Lo que le dio fue un susto de muerte, tanto que al verla en la puerta de la casa la Torcida, que era una mujer de sesenta años, morena, que vestía de luto y tenía el pelo recogido en un moño, cayó desmayada en el piso de cemento de la casa. Su primo Javier, que era un joven muy guapo, de pelo negro rizado, moreno, de casi un metro ochenta de estatura, un bicho de 120 kilos, al ver a su abuela tirada en el piso cogió una horquilla de quitar el estiércol de las cuadras y se fue a por ella.

-¡Tuuusa, biiicha!

La joven, reculando, le dijo:

-¡¿Qué haces, primo?! ¡Soy Tomasa, la hija de tu tía Asunción! La de Irlanda. La que le tirabas de los pelos. ¿Te acuerdas?

-¡A mí no me engañas, bruja!

Javier siguió con su embestida. Si la muchacha no da un salto hacia un lado la ensarta. Tuvo que tirar de ingenio.

-¡Tira con la horquilla o te convierto en sapo!

Javier tiró con la horquilla y acojonado se arrimó a la pared. La joven se había hecho con el control de la situación.

-Ayuda a la abuela y no me enfades.

Javier cogió en brazos a su abuela y la llevó a la cama. Al ponerla en ella despertó, miró para Tomasa y se persignó.

-¿Quién eres?

-Tu nieta Tomasa.

-¿Vienes del infierno?

-No, de Lodonderry, no es el infierno, pero se le parece mucho.

Tuvo que dar mil y una explicaciones, pero al final los convenció de quien era, aunque a la abuela no le cuadraban las cuentas, y le preguntó:

-¿Y la maleta?

-Seguro que anda en algún aeropuerto.

Se la habían perdido, pero como no se lo dijo, quedaron mirando para ella, después se miraron entre ellos y le dieron a la cabeza. Si perdiera la maleta muy lista no era. La abuela le preguntó:

-¿Tienes hambre, irlandesiña?

-Sí, me comería un elefante.

A la abuela ya no le cupo duda, a su nieta le faltaba un tornillo, o dos. Le dijo:

-Elefante no tenemos, pero vas a comer hasta reventar.

Al rato la vieja sacó de la tartera una fuente de cocido con repollo, pollo, chorizos, tocino, panceta, morro, costilla, oreja, carne de ternera y patatas. Javier fue por el vino tinto a la bodega y volvió con una jarra de dos litros.

Cenaron, hablaron y después se fueron cada uno para su cama.

A la hora y algo de estar en cama hacían tal ruido los muelles del metálico de la cama de la abuela que despertaron a Tomasa. Le vino a la cabeza lo que os está viniendo a vosotros.

-Estos dos están follando.

Se levantó de la cama, fue a la habitación de su abuela y se encontró con la puerta abierta y la luz pagada. En la oscuridad vio el bulto de un hombre de rodillas detrás de su abuela dándole duro, Luisa, a cuatro patas, gemía en bajito. Oyó cómo le decía:

-Métela un poco en el culo.

Volviendo a su habitación, dijo en bajito:

-Joder, cómo está el patio. El cabrón se está follando a la abuela.

Dos horas tardó en quedarse a dormir, o sea, hasta que los jodidos muelles del metálico de la cama dejaron de hacer ruido.

A la mañana siguiente llegó a la cocina y vio una botella de aguardiente de hierbas encima de la mesa. Su abuela y su primo ya se habían ido a trabajar a la huerta, pues era el tiempo de recoger las patatas. Le quitó el corcho a la botella, olió y echó un trago a morro. Frunció el ceño, limpió la boca con el dorso de la mano y dijo:

-¡Joder cómo pega el orujo!

En esas estaba cuando volvió su primo. Había roto el mango de la azada. Le entró cómo se le entra a una puta:

-¿Cuánto quieres?

-¿Lo qué?

Javier le echó un trago largo a la botella de aguardiente de hierbas y después se acercó a su prima.

-Por joder. ¿Cuánto quieres por joder?

Tomasa reculó.

-¿Se te fue la olla, Javier?

Miró para la olla.

-No, está allí. ¿Cuánto quieres?

-¿Tú no sabes lo que es un incesto, verdad?

La arrimó a la pared con su cuerpo y sintió su polla dura en el vientre.

-Un cesto y una olla sé que es, lo de incesto ya es para estudiados.

Lo empujó con las dos manos, pero fue cómo si empujara por un buey. Javier le levantó la camiseta y vio sus pequeñas tetas con areolas de color marrón oscuro y pequeños pezones, se agachó para comérselas. Tomasa empujando su cabeza, le dijo:

-Déjame, pedazo de mulo.

-¿Cuánto?

-Yo no cobro por follar

-Mejor.

Le mamó una teta metiéndola toda en la boca. Al meter la otra en la boca y mamarla ya dejó de empujarlo. Le dijo lo primero que le vino a la boca.

-No me extraña que te lo quieras montar con una prima si te lo montas con tu abuela…

Le lamió la cabeza por donde la tenía rapada y después, le dijo:

-¡¿Yo?! La jode el Ataulfo, entra por la ventana y no deja dormir en toda la noche. Putos muelles -se agachó y le abrió la cremallera del pantalón-. A ver que hay aquí.

-No sigas.

No le hizo caso. Le bajó el pantalón. Vio su coño rodeado por una gran mata de pelo rizado. Le metió su nariz aguileña en la raja y olió profundamente.

-¡Qué bien huele! -lo lamió con su enorme lengua-. Sabe a pescado.

Tomasa ya estaba cachonda y quería follar con su primo, pero lo disimuló.

-Eres un bruto.

Sonrió y se le puso cara de tonto cuando dijo:

-¿A qué sí?

Le metió unas lamidas de abajo a arriba entre los labios y después en el clítoris que la dejó deseando polla. Viendo que era un experto comiendo coños, le preguntó:

-¿A quién le comiste el coño antes?

-A la Dolores, mis dineros me costó.

Tomasa no hizo más preguntas. Se quitó la camiseta. Javier supo que se dejaba. Le quitó las botas, los calcetines y el pantalón, ya que bragas no llevaba. Tomasa le puso la pierna derecha sobre el hombro. Javier le clavó la lengua en el coño, y después apretó la lengua contra él y lamió de abajo a arriba, cada vez más aprisa.

-¡Me vas a hacer correr, cabrón!

-Para eso te la como.

Le echó las manos a su pequeño y duro culo. Le dio un azote, dos, tres, cuatro, cinco. Tomasa se corrió cómo una fuente y diciendo:

-¡Qué buenooo!

Javier se hartó de tragar los jugos de una inmensa corrida.

Al acabar de correrse de tanto temblar no la sujetaban las piernas, la echó al hombro y la llevó a su cama. En el camino le dijo Tomasa:

-Pareces un hombre de Cromañón.

-Pero soy un hombre de Castro de Arriba.

Al llegar a la habitación la echó sobre la cama y se desnudó. Tenía un cuerpo de gimnasio hecho en las huertas, por tener tenía unos pectorales y una tableta más marcada de lo que la tenían muchos culturistas, o sea, que tenía un cuerpazo, aunque la polla la tenía normalita, unos dieciséis centímetros, y ni gorda ni flaca. Tomasa se levantó, se la agarró, la metió en la boca y le dio una mamada, Javier, mirándola anonadado, le dijo:

-¡Qué puta!

Tomasa se sorprendió. Miró para arriba y meneándosela, le preguntó:

-¿Nunca te la habían chupado?

-No encontré ninguna tan puta cómo tú.

-Delicado no eres.

-Sabes que no, soy Javier.

Siguió meneándola y mamando… Debió ser por la novedad, ya que Javier se corrió en la boca de su prima en segundos.

Al acabar de correrse Javier, Tomasa se levantó y le dijo:

-¿A que soy más puta de lo que pensabas?

-Lo que eres es una cerda de carallo, pero si hay algo que me guste son las cerdas.

Con la polla dura y mirando al techo cogió a Tomasa por las nalgas y la levantó cómo si fuese una pluma, se dio la vuelta, la arrimó a la pared y le clavó la polla hasta las trancas. Tomasa rodeó su cuello con los brazos y sus piernas con las suyas y apretó su cuerpo contra el de su primo para rozar el clítoris contra él mientras la subía y la bajaba y se la metía y se la sacaba. Lo besó con lengua y Javier volvió a reaccionar a su manera.

-¡Eres muy, muy cerda!

Se dio cuenta que era su primer beso con lengua.

-¡Calla y folla, bruto!

Sonrió y le dijo:

-¿A qué si? Soy el más bruto de la aldea.

La subió y la bajó cómo si fuera un ascensor estropeado… Pasado un tiempo de besos y de mete y saca, el coño de Tomasa goteaba y tenía el interior de los muslos empapado con sus jugos. Sintió que se corría. Su coño apretó la polla y su cuerpo se tensó, sus ojos se cerraron, echó la cabeza hacia atrás, y dijo:

-¡I´m coming!

Javier viendo su cara de gozo, le dijo:

-No te caming, te corres, prima, te corres.

Tomasa ya no lo oyó. Sentía un placer tan intenso que su cuerpo era puro temblor.

Al volver de su viaje, le dijo:

-Follas de miedo, Javier.

Javier levantó a su prima un poco, sacó la polla del coño pringada de jugos y se la frotó en el ojete. Tomasa se puso de uñas.

-¡¿No te atreverás?!

-Sí que me voy a atrever.

-Es que nunca tuve sexo anal.

Javier seguía frotando.

-Yo no quiero esa cosa, quiero darte por el culo.

Frotando le metió la puntita, quiso besarla y Tomasa le hizo la cobra.

-¡Para! Dar por culo es sexo anal y no quiero hacerlo.

-Ya verás cómo te gusta.

Frotando le metió la mitad de la cabeza.

-¡Bájame!

Le metió a cabeza.

-¡Cabrón!

Con una sonrisa de oreja a oreja, le dijo:

-¿A qué sí? ¿A qué lo soy?

Metió y sacó la cabeza de culo cantidad de veces… Tomasa ya lo besaba cuando le preguntó:

-¿Quieres más?

-Vale, métela un poquito más, pero solo un poquito.

-Métela tú.

Tomasa bajó el culo y la polla le entró entera de un solo viaje. Lo besó y después le dijo:

-Te saliste con la tuya.

-Sí, soy terco cómo un mulo.

-No hace falta que lo jures.

Lo volvió a besar y volvió a frotar el clítoris contra el cuerpo de su primo mientras la polla entraba y salía de su culo. Tiempo después y a punto de correrse, le dijo:

-Métemela ahora en el coño.

Hizo lo que le dijo y en menos de que canta un gallo Javier se corrió dentro de ella.

-¡Quítala, cabrón, quítala que me dejas preñada!

La iba a quitar cuando se comenzó a correr ella.

-¡Métela, métela!

Se corrieron los dos jadeando como perros, comiéndose las bocas y con un tremendo temblor de piernas él y sacudiéndose ella.

Al acabar le dijo Javier.

-Si quedaste preñada me caso contigo.

-¡Ni loca me casaría contigo! Bájame.

La volvió a echar sobre la cama.

-Lo decía por quedar bien y quedé mal. A lo mejor no quedaste. ¿Seguimos?

-Te va a venir a buscar la abuela.

-¡Qué va! Fue ella la que me dijo que de paso que cogía la azada te echara un polvo.

-¿Eso te dijo?

-Sí, me dijo: “Échale un buen polvo a esa gallina portuguesa.”

Una gallina portuguesa es una gallina fea de cojones, que no tiene plumas en el cuello ni por los lados de la cabeza y que tiene plumas y una cresta en lo alto de la cabeza.

-¡Qué puta!

-Lo es, es muy puta.

Se echó a su lado y le volvió a comer las tetas. Esta vez con los dedos jugaba con un pezón y con la lengua jugaba con el otro… Jugaba aplastándolo, lamiéndolo y luego mamaba la teta chupando la areola. Después los dedos y la lengua cambiaron de pezón… Le dio un buen repaso.

Al dejar las tetas se metió entre sus piernas y empezó a comerle el coño, un coño asqueroso, pero eso sí, jugoso cómo a Javier le gustaba.

-Estás muy rica.

-Y tú eres muy cerdo.

De nuevo la sonrisa de oreja a oreja.

-Sííí.

Javier abrió el coño con dos dedos de una mano y con otros dos de la otra tiró el capuchón del clítoris hacia atrás. Su lengua se posó en el glande del clítoris y muy lentamente y con la puntita lamió alrededor y hacia los lados. Del coño, un coño que se abría y se cerraba, no paraban de salir las corridas, y de su garganta no paraban de salir gemidos. Aquella cosita menuda era la cosita más sexy que Javier se había echado en cara, y la estaba disfrutando, saboreando, mimando, y esa cosita le dio lo que andaba buscando, una corrida brutal.

-¡Qué bueno eres, cabrón! ¡¡Me corrooo!!

De su coño salió una catarata de jugos espesos que Javier se tragó con lujuria.

Esperando a que se recuperara fue a echar un trago de aguardiente, largo, muy largo, después volvió y echándose a su lado, le preguntó:

-¿Me jodes tú a mí?

-¿Quieres que te monte?

-Sí, a ver que me haces.

-Tú no quieres saber que te quiero hacer.

-Sí que quiero.

Le agarró la polla, con una mano y los huevos con la otra, le mamó la polla y le lamió y chupó los huevos.

-¡Te voy a ordeñar, tarugo!

Javier seguía en su mundo.

-Así me gusta, que cojas confianza con mi carallo.

Le dio un repaso de película… Cuando vio que se iba a correr le metió un dedo en el culo, y de nuevo con una sonrisa de oreja a oreja, le dijo:

-¡Qué cerda!

Le apretó los huevos con suavidad y de la polla salió un chorro de leche con tanta fuerza que llegó al techo y quedó colgando en él. El resto de la leche se la tragó Tomasa, casi toda, ya que el último chorro cayó dentro de su coño al sentarse sobre la polla. Follándolo a todo dar, le dijo:

-¡Te voy a matar a polvos!

-Mata, puta, mata!

Mató hostias, de tanto cabalgar al galope acabó bañando la polla de su primo con otra de sus espectaculares corridas.

Al acabar de correrse, echada sobre él, le dijo:

-Creo que me voy a quedar aquí un tiempo.

No volvió a Irlanda.

Quique.

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