Nos conocimos en la universidad, muchas veces lo sorprendí mirándome cuando pensaba que yo no lo veía, pero siempre evitábamos hablarnos. Al paso del tiempo tuvimos una conversación y descubrimos que nos llevábamos muy bien, pero, aunque me gustaba yo no profundizaba en la relación por miedos e inseguridades. Había varios motivos, pero el principal era que me intimidaba su fuerte personalidad y yo prefería pasar desaparecida… poco a poco fuimos perdiendo el interés por el otro y dejamos de hablarnos.
El abandonó la carrera a la mitad, se dedicó plenamente a la otra que cursaba de manera simultánea. En el transcurso se puso de novio con una compañera y las cosas se pusieron serias entre ellos. Estuvimos casi dos años sin vernos. En ese tiempo yo me dediqué a salir y a estar de novia, pero nada serio… Soy muy sexual, y la verdad no me da vergüenza admitirlo.
Hace una semana que me lo encontré en el centro de la ciudad, yo había ido a un negocio y lo vi venir. Él me vio y nos saludamos con mucho entusiasmo, nos quedamos hablando un rato, le pregunté por su novia, y me dijo muy serio que su relación estaba en una especie de bache. Se habían peleado y se dejaron de ver un tiempo, y ahora él iba a verla, pero sin saber muy bien lo que iba a ocurrir. El ya no vivía en la ciudad y había viajado solamente para verla, aunque había adelantado su viaje dos días antes del día en que habían acordado verse. Quería pensar bien las cosas.
Le pregunté si no tenía prisa, lo invitaba a cenar. El aceptó y nos dirigimos a un restaurante cercano.
Para no prolongar demasiado los preliminares, diré que estuvimos en el restaurante un buen rato. Yo le pregunté cómo había sido su noviazgo y me contestó sin reservas ni dramas. Seguía siendo tan sincero como siempre.
Mientras cenábamos yo me le acercaba y lo tocaba muy sutilmente. Después nos fuimos a un parque cercano y estuvimos en las bancas conversando. Me senté muy cerca y lo estuve provocando sutilmente. Yo me daba cuenta de que eso lo ponía un poco nervioso, hasta que finalmente me dijo:
– Quería decirte que cuando estábamos en la universidad me gustabas mucho. Incluso pensé varias veces en pedirte que saliéramos juntos.
Le pregunté por qué no se había animado y me dijo que siempre me sentía evasiva, y entonces yo le confesé mis motivos, agregué que siempre me gustó. Él se apenó y ahí sentí que era el momento de tocarlo y acercarme. Le acaricié las mejillas y los labios y le dije que ahora lo veía sentía las mismas ganas de antes. Se acercó y me beso fue un beso suave, delicado y delicioso que se hizo progresivamente más apasionado. Nos abrazamos y estuvimos besándonos un rato, sin hablar.
Un rato después, me dijo que debía ir a registrarse a su hotel, o si no perdería la reservación que había hecho para esos días. Me pidió que lo acompañará y subí con él hasta su habitación. En cuanto se fue el botones, volví a acercarme a él y a besarlo. En un momento entre los besos, él me preguntó si tenía novio. Yo le sonreí y le aseguré que por el momento no tenía, comencé a desabotonar mi blusa para que pudiera bajar cada vez más. Comenzó a besar mi cuello y levantó su cabeza para decirme:
– Si querés que me detenga, decímelo ahora.
Yo no le contesté, sino que sólo sonreí y comencé a quitarle su campera y luego su remera y le hice en el cuello lo mismo que él me había hecho a mí.
En esos momentos sentía ya la dureza de su pene en mi vagina y me frotaba contra él. Termino de desvestirse me besó las tetas primero sobre el corpiño, y con un movimiento maestro de su mano lo desabrocho y quitó y tomó mis tetas entre sus manos con firmeza y delicadeza a la vez. Comenzó a besar y después a lamer mis pezones muy lentamente. Mis pezones se pusieron tan duros, se metió parte de mi teta a la boca para mamarla por completo. Enseguida sentí que mis flujos comenzaban a humedecer mi culotte y no pude contener un gemido de placer. Era demasiado, nadie me había excitado tanto en tan poco tiempo. ¡Quería que me cogiera en ese mismo instante! me aparté un poco y me incliné para bajarle sus pantalones y bóxer de un solo golpe. Al instante asomó su verga gruesa y bien parada. Tensa. La agarré con mi mano y le di un besito, aspirando por un instante su intenso olor a macho y me tiré en la cama quitándome mi pantalón y culotte rápidamente.
Sonriendo, se acomodó encima de mí. Me tomó de los tobillos recogiendo mis piernas en sus hombros para penetrarme poco a poco, firme y deliciosamente. Cuando entro por completo, se tendió sobre mí apoyándose en sus codos y rodillas y empezó a moverse, mamando mis tetas a cada embestida y haciéndome ver estrellitas de placer. Era tan delicioso… aflojó su ritmo sólo un momento para decirme que cerrara las piernas por dentro de las suyas. Un poco sorprendida, lo hice, y entonces empezó a embestirme de manera dura y poderosa. ¡Ay, pensé que estaba en el paraíso! Nunca había sentido esa sensación. Lo abracé y lo apreté contra mí con todas mis fuerzas y él se lanzó con más fuerza aún. No pude más, me abandoné al orgasmo más intenso que había tenido en mi vida.
Por un momento verdaderamente no supe nada de mí. No sentía, estaba completamente ausente, como borracha de placer. Tuvieron que pasar unos segundos para que me recuperara, él se sostenía casi completamente en sus brazos para dejarme respirar. Me miraba sonriente, sabía cuánto había disfrutado, y empezó a moverse de nuevo, a penetrarme con profundas embestidas mientras mi cuerpo reaccionaba nuevamente para atraerlo. No dejaba de mamar mis tetas mientras me cogía. El segundo orgasmo fue todavía más intenso que el anterior y esta vez quedé tan desconectada que me tomó un par de minutos recuperarme. Pero él no había perdido todavía su fantástica erección y volvió a meterme la verga lenta y profundamente. Esta vez me costó más tener un orgasmo por lo cansada que estaba.
Estaba completamente dominada, cansada, herida de placer. Simplemente ya no podía, así que le tuve que pedir que ya se viniera. Me preguntó con una sonrisa si ya no podía, y tuve que reconocer que no. Me pidió que abriera las piernas y así pude resistir sus embestidas hasta que se vino llenando de leche caliente mi vagina. Cuando terminó y se salió de mí, inmediatamente cerré los ojos y por primera vez en mi vida, me dormí de inmediato, sin saber nada más.
Cuando desperté, me sentía bien y relativamente descansada. Él estaba mirándome, reclinado sobre un costado. Me sonrió y me dio un beso en la boca, y yo le pregunté cuánto había dormido. Habían sido cerca de dos horas. Sentí ganas de bañarme. Se lo dije y me propuso que nos bañáramos juntos, y por supuesto yo acepté.
Ya dentro del baño, por supuesto, comenzamos a jugar nos enjabonábamos y muy pronto nos pusimos cachondos. Su verga estaba de nuevo bien dura. La tomé entre mis manos para enjabonarla y me agaché según yo, para hacerlo con más cuidado. Me encanto su dureza, su grosor, y me dieron ganas de meterla en mi boca. Comencé besándola muy lentamente, disfrutándola, y empecé a lengüetearla de arriba abajo. Así estuve un par de minutos mientras me tomaba la cabeza suavemente. Luego me la metí por fin a la boca y la succioné primero lentamente, incrementando poco a poco el ritmo mientras me acariciaba y me decía lo bien que lo hacía. No pasó mucho tiempo antes de que me dijera que si seguía se iba a venir en mi boca.
– Sí, dame toda tu leche.
Eso lo excitó tanto que casi en el momento en que metí de nuevo su verga en mi boca empezó a eyacular entre gemidos de placer.
Me dio un buen masaje con jabón en mi espalda y mi culito. Ahora fue su turno de agacharse para, según él, lavarme bien la colita. Separó mis nalgas, mientras yo me apoyaba en la pared del baño para sacarlo muy bien y mostrárselo en todo su esplendor, me apretaba las nalgas con sus manotas y comenzó a besarlas y morderlas con pasión.
Le pregunté si tenía ganas de metérmela por ahí.
– ¡Como no, sería un placer, preciosa!
Y casi sin secarnos, nos fuimos de nuevo para la cama, me puse en cuatro, descansando mi cabeza en las almohadas de manera que mi colita resaltara más, sabía que eso lo enloquecería de deseo. No se apresuró, sino que empezó a besarme y morderme primero las nalgas, bajando a mi vagina para morderla muy suavemente y jugar con su lengua un rato, lo que me hizo gritar de placer. Él ya había recuperado su erección y la empezó a pasear por mi trasero, presionando y bajando hasta que lo situó en la entrada. A cada roce de esa verga yo saltaba de placer. Entonces, sin avisar, me la metió completa en mi vagina, embistiéndome rápidamente, para luego pasar a un ritmo más profundo y pausado.
Sentí una humedad sobre el agujerito de mi trasero, y me di cuenta de que estaba empezando a lubricarme. Muy pronto uno de sus dedos empezó a tomar camino abriéndome. Ese doble placer me tenía en las nubes. Cuando él se dio cuenta, me sacó la verga y me avisó que iba a empezar a encularme, así que puse todo muy flojito y sentí cómo me lo iba metiendo lentamente, con mucho cuidado. Comenzó a moverse con mucho cuidado. Al principio dolió un poquito y muy pronto el dolor se convirtió en placer. Me agarraba las tetas y me mordía la espalda mientras me cogía cada vez con más fuerza. Me sentía loca, y la locura vino cuando comenzó a sacar su verga completamente y a meterla también completa varias veces. Sentía claramente como se abría mi culito a cada movimiento. ¡Era delicioso sentí que me venía! empezó con más fuerza hasta que comenzó a venirse, apretando mis tetas con fuerza y dejando lleno de su leche.
Nos dimos un baño y fuimos a comer. Me sentía satisfecha y también bastante cansada. El sexo y la comida habían hecho su efecto y me había dado mucho sueño. Le dije que tenía ganas de dormir y él estuvo de acuerdo, aunque con una sonrisa picarona me dijo que no me sorprendiera si me despertaba a la mitad de la noche. La verdad es que no se veía cansado, y cuando me desvestía para dormirme, me vio con mi tanguita de hilo dental y me abrazó por atrás mientras me decía que él se sentía capaz de coger de nuevo, y la verdad es que sí sentí cómo se ponía su verga dura contra mi culito pero el cansancio me ganó y me dormí.
No supe cuanto tiempo paso y me despertó la sensación de algo duro que presionaba contra mis nalgas. Al principio pensé que era parte de un sueño, pero era tanta la insistencia y tan rico el contacto que empecé a calentarme y me di cuenta de que no estaba soñando. Unas manos fuertes y muy hábiles acariciaban todo mi cuerpo, dándome sensaciones deliciosas. Mis pezones se pusieron duros y sus dedos comenzaron a masajearlos y pellizcarlos delicadamente. Me puse tan caliente que comencé a frotar mi culito contra su verga, le dije que quería cabalgarlo, se saco su ropa y yo la tanguita. Me subí encima de él, y como ya estaba bien mojada, su verga se deslizo fácilmente dentro de mí. Me quité el corpiño mientras lo cabalgaba, y él comenzó a acariciarme las tetas, las caderas, la cintura, las nalgas, todos los lugares donde alcanzaran sus manos. Yo estaba en el delirio, sintiendo que su verga. El me llevaba hacia adelante para besarme las tetas, el cuello, la boca… Lo cabalgué con furia mientras ambos gemíamos. Primero me vine yo, sintiendo que el placer me hacía perder la noción de la realidad. Unos instantes después sentí la calidez de su leche y me acosté sobre él. Esta vez ni siquiera nos vestimos. Solamente me abrazó por detrás y me dormí casi de inmediato.
Cuando despertamos ya era de día. Otra vez se despertó primero, y en cuanto vio que abrí los ojos me sonrió. Yo le sonreí también. Desayunamos juntos y platicamos un poco más de nuestras vidas y planes. Saco el tema de qué pasaría entre nosotros, los dos nos dimos cuenta de que nos entendíamos muy bien la cama, y que quería seguir viéndome… Le respondí que arreglara primero sus cosas. Él me sonrió y me dijo que esto no quedaría así…
Me levanté comencé a cambiarme y me despedí, intercambiamos números de teléfonos para seguir en contacto, paso un tiempo, nos escribimos diariamente para saber como estamos, este fin de semana vuelve a la ciudad quedamos en volvernos a ver…