Hoy hemos quedado que vienes a ayudarme con mis quehaceres. No de la casa, sino particulares.
Tengo un ordenador conectado a dos pantallas, y suelo escribir y traducir. Así que me va a ir bien que tú escribas y yo te vaya dictando mientras traduzco.
Ya llevamos días viéndonos, y ambos sabemos que nos gusta llevar a cabo situaciones que nos den morbo.
Llamas al interfono.
-¿Quién?
-Yo.
Mmmmm, conozco bien tu voz, así que me apresuro a abrir y espero tras la puerta. Cuando oigo llegar el ascensor, abro, colocándome detrás para no ser visto, y entras.
Llevas una gabardina ligera, y muy larga. Te giras, me sonríes y procedes a sacártela.
Bufff, precioso atuendo. Un jersey de punto de manga larga y cuello redondo, y una falda de tubo ceñida a tu cuerpo. Corta. Solo te llega a medio muslo.
Complementas el atuendo con unos zapatos altos. Sabes muy bien que me gusta que taconees y se ondule tu figura.
Me acerco y te doy la mano. Todo muy formal…
-Hola, soy Enrique. Tú debes ser María, la chica que me manda la agencia para ayudarme en las tareas de traducción.
-Efectivamente, encantada.
-Pues bien, pasemos al trabajo. Deja aquí en esta habitación tu bolso y la gabardina.
-¿Es tu dormitorio?
-Si.
-Se ve cómodo y con una cama espaciosa.
-Lo es, a veces demasiado grande para acostarme solo.
Pasamos a otra habitación donde está mi despacho con el ordenador y las dos pantallas. Ya he preparado todo mientras te esperaba, y en una de ellas hay un texto en inglés, mientras que en la otra está un word abierto, con un texto para continuar.
-Ya sabes de lo que se trata. Así que siéntate y ponte cómoda.
Solo hay una silla, así que yo me quedo de pie, a tu lado.
Con una sensualidad muy femenina, te sientas, aún a pesar de que tu falda se empeña en subir al sentarte, no haces ningún tipo de ademán para evitarlo.
Tus muslos están bien a la vista, cubriéndote tan solo justo al término de tus ingles.
-Bien, empiezo.
-Adelante.
Te voy dictando, mirando a la pantalla de la izquierda y tu empiezas a teclear en la otra. Tus dedos se mueven rápidos, mi cabeza está cerca de la tuya, algo encorvado, y puedo oler ese perfume embriagador con el que te has aderezado.
Tu jersey blanco, tiene un escote de pico, y desde mi posición veo con generosidad ese canal que a todos los hombros nos atrae y que se os dibuja entre ambos senos.
Sigo dictando, y tú escribiendo. Voy rápido y tu te esfuerzas en seguirme el ritmo, por lo que permaneces atenta a ello, y te mueves con cierto nerviosismo.
Ello me permite observar con agrado que, debajo de tu jersey, no llevas nada más. Con tu rapidez en escribir, permites que tus brazos se muevan y ello hace que la apertura del escote se mueva también y me permita acceder con mis ojos de vez en cuando a tu interior.
Ahora me doy cuenta de que ese mismo jersey, presiona tus pechos y marca en su relieve unos pezones que se adivinan generosos…
-¿un descanso? ¿Quieres tomar algo?
-Gracias, estoy bien. ¿Tú estás bien de pie? tráete una silla.
-No, estoy bien así. Tengo más margen de maniobra.
Seguimos.
Ahora aflojo un poco el ritmo del dictado y acerco mis manos a tus hombros.
-Estás tensa, te ayudaré a relajarte un poco, pero no dejes de escribir, que el tiempo vuela, y debo aprovechar la inversión que he hecho contratándote.
-Has hecho una buena inversión -me respondes.
Mis manos se posan en tus hombros y con los dedos empiezo a masajearte las cervicales. Un leve gemido se escapa de tus labios.
-¿Va bien?
-Muy bien, delicioso.
Sigo dictando y empiezo a deslizar mis manos hacia tus clavículas, arrastrando en el recorrido la fina tela del jersey. Ello me da una mayor visión de tus pechos. Ciertamente tienen una medida muy tentadora y al echarte un poco hacia adelante, puedo ver con claridad el tamaño de tus pezones y su más que evidente erección.
¿Habrá tenido que ver algo con ese aumento de tamaño, el hecho de que mis manos te estén acariciando y masajeando?
Ahora un suspiro largo que exhala de tus labios, llena la estancia de un candor muy sensual.
Empiezo a avanzar mis manos hacia adelante, pasando por encima de tus hombros e iniciando un ligero descenso hacia tu pecho. Tienes el jersey, totalmente desbocado, y con ese movimiento se desliza por tus bazos, dejando al descubierto todo tu cuello y hombros. Y como no podía ser de otro modo, la costura del escote de pico, casi permite liberarse a ambos pechos. Tus pezones se acompañan de unas aureolas redondas y oscuras que veo reflejadas en el espejo que hay enfrente, en la pared, encima de las pantallas…
-Sigue escribiendo, muy bien, así, no pares…
-No, no lo hago, he venido a escribir, ¿verdad? -dices con voz algo temblorosa.
-Cierto, por el momento así es.
Continuará… después de que me escribas [email protected].