Hola, me llamo Aurora, tengo 54 años, soy maestra de Contabilidad financiera en una universidad privada en Lima ( Perú). Soy casada y tengo 2 hijos. Todo comenzó hace 2 años cuando ingresó un muchacho de 22 años llamado Martin, callado al principio, pero luego conversaba bastante. Obtenía magníficos resultados en todas las asignaturas del curso, lo mismo que en años anteriores. Y así fue con mi asignatura los primeros meses, pero en los últimos exámenes se había producido una debacle en sus resultados, lo que le había llevado a suspender el primer trimestre.
Extrañados, mis compañeros de facultad de administración de empresas me habían interrogado sobre las malas notas de Martin, con expresiones de desconcierto en el rostro. ¡Joder! A ver si se creían que yo le tenía manía al muchacho. No sé por qué, pero llegué incluso a mostrarles los exámenes, para que comprobaran que el chico de veras había suspendido. Me molestó mucho hacerlo, pues parecía que estaba justificándome ante los demás.
Fue precisamente esa molestia la que provocó que comenzase a prestarle especial atención a Martin. Un día cambiando opiniones sobre un texto noté q no prestaba mucha atención y me di cuenta de que el chico se pasaba las clases mirándome con disimulo, escribiendo continuamente en su cuaderno, aunque tenía la sensación de que no estaba tomando apuntes precisamente. Cuando Martin se daba cuenta de que yo le miraba, apartaba los ojos con rapidez, clavando la vista en su pupitre y volviendo a su cuaderno. Eso sí, nunca noté que se ruborizara. No era la primera vez que me pasaba eso con un alumno, por lo que me sentí bastante segura de poder manejar la situación. Y además, para ser completamente sincera, he de reconocer que, en lo más hondo, me sentí un poco halagada con el comportamiento del chico.
Era obvio que Martin se sentía atraído por mí y eso inflamó un poco mi ego. Está mal que yo lo diga, pero a mis 54 años soy una mujer bastante atractiva; cuando me arreglo bien, soy capaz de hacer que cualquier hombre vuelva la vista para mirar cómo me alejo. De todas formas, no vayan a pensar que hice algo para acrecentar su interés, no cambié un ápice mi forma de comportarme ni con él ni con sus compañeros. Pero claro, había que encontrar solución al problema, pues no podía permitir que un buen estudiante echara por tierra su futuro suspendiendo una asignatura que sería fácil para él si no se hubiese encoñado con la profesora.
No sé cómo sucedió, pero, poco a poco, el problema de Martin fue llenando mi mente. Día tras día él seguía observándome subrepticiamente en clase y yo continuaba retrasando el momento en que debía enfrentarle y poner fin a aquello, pero no me decidía a hacerlo.
Comencé a pensar en él incluso en mi casa, mientras hacía la comida o limpiaba el polvo.
A la mañana siguiente me costó levantarme, pues no había pasado buena noche. Hice la cama y preparé la ropa para el día, una blusa y una falda gris, algo no demasiado sexy debido a la fastidiosa tarea que tenía que afrontar.
Me desnudé y fui a ducharme, dándome cuenta entonces de que seguía un poco cachonda. Mis senos estaban duros como rocas mientras el agua caliente resbalaba sobre ellos y se deslizaba por mi plano vientre, hasta perderse entre mis muslos. Un poco atontada, cogí la ducha de teléfono y enchufé el chorro directamente sobre mi coño, provocando que me pusiese más caliente todavía, salí de la ducha y me sequé, regresando al cuarto a vestirme. Me puse la ropa interior, funcional, cómoda, y me enfundé unas pantaletas, muy apropiadas para el frío de la época. Acabé de vestirme y me di cuenta de que era muy tarde, por lo que no tuve tiempo de desayunar siquiera, así que salí disparada al garaje donde cogí el coche.
Un buen día Martin al salir de clase me pidió que tuviéramos clases de regularización, para ver si así podemos recuperar lo que había perdido en el año. Yo le dije que tenía las tardes libres y podíamos vernos en una biblioteca o podía ir a su casa si tenía algún problema en salir en la tarde así que acordamos y serian 2 horas de asesoría. Le dije que Entre más estudiáramos mejor le podría ir en el siguiente examen. Y nos veríamos de lunes a viernes para avanzar.
Le pedí su dirección y nos despedimos. Por dentro no podía creer que tendría que ir a la casa de un alumno.
Pasó el día, seguí con el resto de mis clases sin novedades. Cuando llegó la hora estaba ya afuera de su casa, era muy grande y linda, típica de un alumno de la
Universidad en la que trabajo, que es privada y cara. Toqué el timbre, me respondió desde el intercomunicador y me dejó pasar. Entré y había un jardín muy grande y verde con una fuente en medio, caminé por él hasta llegar a la casa y ahí estaba él esperando para abrirme. Por dentro también era enorme, una casa de dos pisos, además de la planta baja con unas escaleras bastante amplias.
Bienvenida, profesora. Siéntase como en su casa —me dijo— yo le respondí Muchas gracias, Martin. ¿Dónde vamos a tomar la asesoría? Pase por aquí me dijo
Subimos hasta el último piso y ahí tenía una biblioteca llena de libros, en medio estaban unos escritorios, y en ambos extremos había unos sillones.
¿Dónde quiere tomar la clase? En el escritorio está bien —contesté
Pasamos y nos sentamos. Sacó sus libros y su cuaderno y comenzamos a ver el primer tema del curso. Pero notaba que aún aquí me ignoraba, cuando le hacía preguntas tardaba en responder, podía ver que cínicamente estaba viendo mis pechos.
¿Por qué tienes esa obsesión conmigo?¿De qué habla, maestra? No creas que no me he dado cuenta de cómo me miras en la universidad- contesté un poco molesta. Y aquí en tu casa también. Has pasado desde que llegué viendo mi escote, así no va a funcionar esto. Creo que mejor me voy. Al final me quede y conversamos un rato. Intentaba rozar mis piernas, pero yo le detenía su mano aventurera. Quedé impactada por lo que me decía, por la forma en la que se refería a mí. Aunque no negaré que también me excitaba sentirme deseada por un joven. Me dijo que quería ver si yo aceptaba tener sexo con él. Que para él sería un honor y prometió jamás decirle a nadie.
Yo ya tenía mi concha húmeda de solo oírlo y ver el bulto que aparecía en su pantalón. Ya no pensaba racionalmente, ya solo quería quitarme la calentura.
Está bien —le dije. De verdad no le vayas a contar a nadie de lo que haremos, ni a tus compañeros para alardear, ni a tus padres ni a nadie. Puedo meterme en problemas. Queda entre tú y yo. Por supuesto. Nadie lo sabrá me respondió Martin.
Tras decirlo se abalanzó sobre mí. Buscó mis labios y comenzó a besarme. Al inicio era un beso normal, solo tocando nuestros labios, pero poco a poco se fue convirtiendo en un beso pasional, en una lucha entre nuestras lenguas por estar en la cavidad bucal del otro. Dejó de besarme para bajar por mi cuerpo, besando mi cuello, pasando por mis hombros, que a la vez que besaba iba desnudando para liberar así mi torso de la blusa. La bajó por completo hasta mi cintura, solo separándolo de mis tetas mi brasier, el cual desabrochó con suma facilidad.
Ante mis senos desnudos quedó embobado un momento, solo contemplándolos, después de tener la imagen mental, acercó sus labios y primero besó ambos alrededor de la areola, para después succionar con fuerza el derecho, mientras con la mano izquierda magreaba mi seno del mismo lado. Chupaba y mordía mis tetas con desesperación, pasaba de una a la otra rápidamente, mientras él chupaba mis tetas, apretaba su cabeza contra mis tetas, tenía la respiración entrecortada mientras me succionaba, gemía fuerte cuando me mordía. En mi pantaleta ya se podía sentir la humedad de los líquidos que mi vagina secretaba. Tras un buen rato de recrearse en mis tetas, comenzó a bajar en busca de su tesoro. Recorría mi abdomen besando cada centímetro. Llegó a mi cintura, me quitó la blusa y mi falda. me bajo la pantaleta y me empezó a lengüetear, despacio y en círculos , me hacía vibrar, estaba muy caliente y me hacía a mí poner muy caliente. Yo ya no aguantaba más y tuve mi primer orgasmo en su boca, tuve mi primer orgasmo con sexo oral. Le expliqué que eso era un orgasmo y me dijo que le gustaba ese sabor, me incorporé lo besé, me comí mis jugos de su boca y comencé a terminar de desnudarlo.
Él tenía la pija muy dura, muy grande, me preguntaba cómo me metía eso, si mi vagina solo había soportado una de 10 cm ,comencé con meterme esa cabeza en mi boca, y solamente le hacía facial a esa parte, después saque su pene, y le di besos, a todo el tronco, baje a los testículos y los mordía, mientras el jalaba su miembro, posteriormente, intente meter todo su pene en mi boca, pero no pude -con calma mi amor- nuevamente lo intente y si pude, quedando unos segundos que parecían eternos, sentía ahogarme, seguidamente comenzó a follarme la boca hasta que por primera vez se vino. Recibí toda su lechita en mi boca, me la tragué, no perdí ni una gota.
Me ayudó a levantarme. Nos besamos mientras él me dirigía a su habitación. Entramos y me tiro a la cama y abrió mis piernas, para penetrarme dulcemente, despacio y moviéndose, —aaa que rico lo haces —con sus manos abría mis piernas, y su miembro cabezón entraba en mi vagina, después puso mis piernas en sus hombros, y ahora me penetraba más duro, fuerte y rápido, sentía ese pene gordo golpearme, después bajo mis piernas saco su miembro lo froto en mi vagina y lo introdujo duro, nuevamente saco su miembro lo froto, y lo metió ahora suavemente, hizo esta acción varias veces -que rico Martin- sí, me encantas-.
Poco a poco fuimos adquiriendo otra posición, ya estaba yo encima de él. Él aprovechaba esta posición para chupar mis tetas, mientras él seguía llevando el ritmo. Sí, papi, cógeme más duro —le decía A lo que él obedecía y me daba más, casi como si quisiera lograr meterme sus huevos obedecía y me daba más, casi como si quisiera lograr meterme sus huevos. Poco a poco él perdió el ritmo, pero yo quería seguir así que comenzaba a darme sentones en su verga.
Con esto mis tetas, por efecto de la gravedad, llevaban un Vaivén que para él era hipnotizante, no dejaba de verlas. Cómo subían y bajaban con cada sentón que yo me daba. Con cada gemido que daba cuando lo tenía más estábamos a punto de venirnos, que alcanzaríamos el clímax juntos. Así lo hicimos yo gemí de lo rico, él dio una su última estocada y llenó mi concha. No usamos protección, pero qué importaba, era unos amantes que solo querían tener sexo sin pensar en las consecuencias. Me tumbé encima de él, sin sacarme su verga. Quería sentirla hasta que por sí misma se saliera. Quería tener a este joven dentro todo el tiempo posible. Lo abracé y lo besé. Gracias, me acabas de dar una buena cogida que no olvidaré —le dije.
No fue nada, yo también lo disfruté me dijo Martin. Pero esto aún no acaba. Dijo ahora quiero esas nalgas, ese ano.
Nos levantamos de la cama, de pie con su manos fuertes separó mis nalgas, y empezó metiendo esa cabeza de panque, parecía como si un coche quisiera pasar por una calle muy estrecha, era muy cabezona y se atoraba, -despacio mi amor- la saco y volvió abrir las nalgas, y ahora si entro la cabeza y el tronco, —aaaa que rico —empezó despacio y después duro, me estaba castigando muy duro con ese pene, y sus manos me daban de nalgadas, gemía como una loca, que seguro de vivir en una casa más pequeña, nos habrían escuchado los vecinos. Por suerte no fue así. Podía gritar tanto como fuera, como mis carnes lo necesitaran, que su casa era lo bastante grande como para que el ruido se quedará en ella. Ay, maestra, qué rica cola tiene. Es la primera vez que hago anal y ya me encanta su cola. Aprieta muy rico
Que fuera el mío su primer ano, me excito. Comencé a acariciar mi clítoris a la vez que él me seguía penetrando, me tomo de mi cintura y fuerte me daba las embestidas, una y otra vez, que delicioso culito- me penetraba muy duro, ya no era despacio, todo era duro y rápido, y sus manos dándome de nalgadas.
Inmediatamente, nos pusimos de pie, me penetro en esa posición, yo arqueaba la espalda, para ayudar a que la embestida fuera menos dolorosa, mi ano ardía, de dolor y placer, me daba muy duro, me tomaba de mis senos y empujaba para que su miembro me entrara, castigaba muy rico mi ano, nuestros cuerpos chocaban muy rico, mientras su pedazo de carne entraba de una manera fenomenal en mi ano. Me tomo de la cintura, puso mis manos en su cuello y me cargo, que rico era cabalgar ese miembro -aaa, duele, pero me gusta, sigue así Martin- -claro que si Aurora- me daba sentones en ese miembro, que me destruía analmente.
Después me bajo, saco su miembro y se limpió el pene, reviso mi ano y dijo se ve muy irritado, me voy a poner un preservativo que traigo, para no lastimarte, saco el condón de un cajón y selo puso, y empezó a estimular su miembro. Se subió a la cama y se acostó y dijo móntame, y así lo hice puse su pene en mi ano y comencé a cabalgar, despacio y luego rápido, mientras el empujaba mi cuerpo agarrando mi cintura.
Posteriormente se levantó y ahora había quedado en cuatro y el dominando, me penetraba al estilo perrito, duro, muy duro y rápido, el condón ayudaba a que entrara más rápido y sin tanto dolor, -me voy a quitar el preservativo, – y acomodo su pene cabezón en mi entrada, lo metió y aaaa grite mucho, me dolió, lo saco y otra vez metió la pura cabeza, así lo hizo por unos minutos, después lo metió completo, el tronco caliente me excitaba y me lastimaba.
Alrededor de los quince minutos de estar cogiendo de perrito, se vino. Llenó mi cola. Tenía mis dos hoyos llenos de su leche. Me había hecho disfrutar muchísimo.