Estábamos en nuestro rincón favorito en uno de esos cuartos con gloryholes en los muros, al fondo del club en plena cogida, cuándo me percato de que tenemos a un curioso observándonos a través de una de las oquedades del muro.
La conformación del cuarto deja sólo un pasillo de entrada al mismo, con la cama colindando con 3 de los 4 muros, dejando al alcance de quienes están adentro, cualquier elemento que asome por los huecos existentes.
Yo estaba acostado de espaldas sobre la cama, perpendicular al muro que da al pasillo exterior dónde están los huecos del placer, puedo observar a quienes se acercan a la puerta o, como en este caso, a quienes se paran detrás del muro a ver la acción que suceda adentro. Tú estás montada sobre mi, cabalgando mi pene con esa pasión y delicia que te caracteriza, mojándome con cada orgasmo que alcanzas con tus movimientos.
Al principio pasó una pareja y se quedaron observando en la puerta del privado, mientras tú me montabas y se acariciaban entre ellos. Incluso ella se puso en cuclillas para chupar el pene de su pareja durante varios minutos, cuidando ambos no perder detalle de nuestra cogida. Una pareja más pasó por allí, conocidos suyos. Les saludaron efusivamente, ellos con un abrazo, cruzando espadas y ellas con un beso en las bocas de ambos y un abrazo que rayó en la cachondez propia del momento. Entre ellas, su abrazo y besos fueron muy pasionales y se ve que son practicantes de tiempo atrás. Después de un breve intercambio de palabras que no pudimos escuchar, se los llevaron a otro lugar.
Fue cuando apareció nuestro fisgón, que se acercó a la puerta del espacio donde estábamos copulando. Venía como casi todos, completamente desnudo, mostrando una erección a medias, que se veía prometedora. Tú no te percataste de su presencia cuando se acomodó en el marco de la puerta, donde al verte disfrutar, montada sobre mí y cogiendo con mucha intensidad mi pene, comenzó a acariciar su miembro, logrando en pocos minutos una más significativa erección. Por como estábamos, él te veía de lado, predominantemente podía mirar la espalda y parte de tus senos.
Fue cuando decidió acercarse a la parte media del muro que colinda con el pasillo principal y vernos desde allí, a través de los variados agujeros del gloryhole. Allí te percataste de su presencia y eso te animó a tocar tus senos, inclinarte a besarme y dármelos a chupar, mientras continuabas con tus movimientos, provocándote orgasmos con mayor frecuencia al saberte observada.
No tardaste en voltear provocativamente hacia él, tocando tus senos, mostrándole lo bellos que son y mandarle un par de besos al aire. Por respuesta, nuestro nuevo amigo metió su mano por una de las oquedades y alcanzó tu pecho más cercano, el cual empezó a acariciar, primero, tocando los bordos y luego concentrándose en tu pezón, el cual frotaba levemente, hasta que lo tomó entre sus dedos, jugando con él, aprontando y jalando un poco, observando tu reacción favorable a sus caricias. Eso te excitó y provocó un nuevo orgasmo que mojó nuevamente mi pene y muslos, mientras mantenías tus movimientos de cadera para seguir proporcionándote placer al cogerte mi pene de esa forma única, tan tuya.
Momentos después subió su mano, acariciando tu hombro. Lo que aprovechaste para tomar sus dedos y llevarlos a tu boca, frotando tus labios primero y luego metiendo dos dedos recibiéndolos con tu lengua para luego rodearlos con tus labios, simulando una rica mamada. El mensaje era más que contundente. Lo soltaste y te inclinaste, sin dejar de cogerte mi pene, para besarme con esa pasión que te caracteriza, cuando ya tenemos a alguien cercano para gozar con nosotros. En eso estábamos, cuando vimos que nuestro nuevo amigo se acomodó para poner su ya entonces muy duro miembro a través de la apertura del muro más cercana a tu cuerpo. Tu mano no dudó en tomarle su pene y masturbarlo despacio, frotarle la punta, sacarle un par de gotas de líquido preseminal, recogerlas con tus dedos y saborearlas en tu boca.
La pasión era desbordante y más que comprensible. Te giraste un poco, y doblando tu torso, acercaste tu boca a la punta de su pene que ya mostraba otra gota más, misma que apuraste a tomar con tu lengua.
El podía observar todo y comenzaste a recorrer su ya duro y ancho pene con tu lengua y tus labios, cubriendo cada espacio que sobresalía del muro. Regresaste a la punta, sentiste una nueva gota asomando por su orificio y la recogiste en tu lengua para saborearla. Todo ello sin dejar de cogerte mi pene que estaba a nada de explotar al observarte atender ese otro pene con tu maravillosa forma de dar sexo oral.
Regresaste a besarme para decirme que lo querías en el cuarto y te dije que le pidieras entrar. El ánimo era total y el momento propicio. Regresaste a besarle y chupar su pene con intensidad y pasión, dejando que te comenzara a coger la boca en esa posición, lo que te agrada de sobremanera. Lo detuviste un poco después y le hiciste señas para que accediera al espacio. Cruzó el umbral de la puerta y se subió a la cama, para acercar de nuevo su pene a tu boca, pero ahora tú incorporada, montando mi pene, pero mostrándote bella, sensual y deseosa de tener otro pene más para disfrutar del momento. Tus labios se abrieron para él y guio su ya muy duro y mojado miembro al interior de tu boca. Yo desde abajo podía apreciar cómo entraba y salía ese duro miembro, y cómo lo tomabas para lamerlo en toda su extensión y llegar hasta sus testículos, los cuales no dejaste fuera de tus caricias orales.
No dejabas de hacer contacto visual con él para observar sus reacciones y sus gemidos no se hicieron esperar. Estabas a nada de hacerlo venir y eso te excita mucho. No dejaste que saliera de tu boca y lo pegaste más a ti para recibir su semen en tu lengua y labios. Lo soltaste por momentos y le alcanzaste a decir: vente ya en mi boca. Acto seguido, sus descargas no se hicieron esperar, llenando tu cavidad bucal de su semen, que apuraste a saborear y tragarlo, así como dejar que una parte se depositara en tus labios y usar su punta para esparcirlos en tus mejillas y boca.
Fue algo extraordinariamente excitante, que te provocó un intenso y más largo orgasmo, con mi pene dentro de tu ardiente vagina. Tu cuerpo temblaba mientras los estertores no dejaban de producirse en ti.
Te pusiste a lamerlo, masturbarlo y sacarle hasta la última gota, pero sabíamos que habría mucho más.