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Un viaje extraño
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Tiempo de lectura: 3 minutos

Esto que a continuación voy a contar me pasó hace como un mes. 

Me desperté en la mañana un día como cualquier otro y noté que tenía una erección. Nada extraordinario, porque lo mismo me pasaba todas las mañanas, aunque creo que esa vez en particular sí se sentía algo distinto desde un principio. Noté que, a diferencia de otras ocasiones, mi erección no fue disminuyendo conforme me iba dedicando a mis actividades habituales de las mañanas, al contrario, mi pene permaneció perfectamente erecto mientras me bañaba, vestía, desayunaba mi café con pan e incluso cuando salía rumbo al trabajo. Debo mencionar que en la regadera intenté masturbarme pero no tuve tiempo de terminar.

En fin, salí a la calle y esperé en la esquina a que pasara mi camión. Normalmente no tardaba mucho, quizá unos cinco minutos. Pero durante esos cinco minutos comenzó a ocurrir otra cosa que me extraño: no solo tenía el pene completamente erecto, incluso palpitante, sino que comencé a sentir un leve placer sexual en toda la zona pélvica, desde mi ano, mis testículos, el interior de mi vientre hasta la punta de mi glande. Cuando llegó el camión sentí como pequeñas oleadas en que se intensificaba un poco el placer, al subir los escalones del camión.

Al entrar pagué mi pasaje y me dispuse a buscar un asiento. Había varios porque era bastante temprano en la mañana. Opté por un asiento junto a la ventana y caminé haca él, cada paso otra pequeña oleada de placer. Al sentarme me di cuenta de que el placer había aumentado considerablemente al grado de que me comenzaba a ser difícil controlar mi respiración y tenía que hacerlo con la boca abierta.

Cuando el camión arrancó me sorprendió la intensidad con que sentí la vibración del motor que a su vez hacía vibrar todo el piso y los asientos. Sentía cómo esa vibración resonaba en las profundidades de mi cuerpo provocándome más y más placer. Después de un rato el camión se detuvo para subir más pasaje, pero el placer se quedó ahí con la misma intensidad. Mi pene estaba como una roca palpitante. No lo podía ver, pero estaba seguro que en la punta ya se podrían adivinar pequeñas gotitas de líquido preseminal.

El camión siguió su trayecto por varias cuadras hasta que en una de las paradas entró una chica. Debo decir que primeramente noté la forma de sus labios carnosos y cómo su labial combinaba con sus ojos, pero rápidamente me percaté de que estaba buenísima. Llevaba tacones negros, unos jeans azules muy entallados que resaltaban perfectamente la curvatura de sus muslos, pero lo que más me impresionó fue su blusa negra detrás de la cual se adivinaban unos pechos grandes y hermosos que jugueteaban detrás de la seda. Además era muy notorio que traía sus pezones muy erectos y que, al no llevar brassiere, seguramente el continuo roce con la blusa los mantenía en ese estado.

Al ver a esta chica sentí otra oleada de placer repentina y más intensa que las anteriores, al grado de sentir que podría venirme en cualquier momento, y fue entonces que me percaté de que la chica se acercaba hacia mí. Conforme se acercaba vi sus pechos bailar y observé cómo sus pezones eran estimulados por las caricias de la blusa. Casi podía sentir esas caricias, como si esos pezones fueran dos glandes a punto de eyacular.

Entonces se sentó a mi lado y de pronto entretuve la idea de que posiblemente ella estaba sintiendo lo mismo que yo, que oleadas de intenso placer sexual la asediaban desde dentro sin ninguna explicación. Volteé a verla y ella me estaba mirando directamente a los ojos. Sus ojos negros e intensos se anclaron a los míos, su mirada me poseyó por completo. Entonces tomó una de mis manos y la colocó sobre su seno derecho, el cual amasé entre mis dedos mientras que en su mirada se adivinaba un placer enorme, como si la estuviera masturbando. Lo más sorprendente de todo era que conforme yo la tocaba y la veía excitarse cada vez más yo también sentía un placer tremendo.

De un momento a otro decidí, casi sin pensarlo, apretar entre mis dedos su pezón y en ese momento ocurrió: emitió un pequeño gemido al cual le siguieron varias pequeñas e inconfundibles convulsiones, se estaba viniendo. Obviamente al ver esto mi excitación sobrepasó todos los niveles y comencé a venirme yo también. Mi orgasmo y el de ella parecían no terminar, minuto tras minuto el éxtasis continuaba y yo continuaba eyaculando dentro de mis pantalones.

Después de un tiempo más los orgasmos terminaron y nosotros quedamos agotados. Ella se paró y se bajó del camión rápidamente sin voltear a verme y el resto del día transcurrió como cualquier otro.

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