Era temprano cuando el móvil de Eduardo sonó, lo cogió y miró a ver quién era.
-Buenos días Ricardo, dime.
-Buenos días Eduardo, no queremos molestar, pero Claudia y yo nos preguntábamos si os gustaría almorzar con nosotros antes de iros, es lo menos que podemos hacer por todo lo de anoche.
-Espera. Eduardo miró a Cristina como se vestía, dejaba pasar el tiempo mientras pensaba y finalmente dijo que sí.
-¡Perfecto! Te mando ubicación, venir cuando queráis, nosotros estaremos aquí.
-De acuerdo, una media hora más o menos. Colgaron y Eduardo le dijo a Cristina que había cambio de planes, a ella le pareció estupendo, no tenía prisa por volver, de hecho no quería volver porque sabía que Eduardo también se marcharía, que saldría de su vida al menos temporalmente.
Eduardo pagó la cuenta de la estancia en recepción, bajaron al parking y subieron al coche, puso el GPS y se encaminaron a su nuevo destino. Parecía una zona residencial, no había edificios, todo eran casas de alto nivel adquisitivo, llegaron a su destino, Eduardo sin bajar del coche llamó al timbre del portón.
-¿Sí?
-Somos nosotros.
-¡Perfecto os abro! La puerta comenzó a dejar espacio para que el coche pasara, la casa estaba un poco más adelante, el coche avanzó despacio hasta una zona de aparcamiento, Ricardo y Claudia salieron a recibirlos.
-Buenos días.
-Buenos días. Se saludaron con besos y abrazos.
-Pasad estáis en vuestra casa. Dijo Ricardo, los dos iban con suaves batas de seda.
-¿Qué queréis para almorzar? Dijo Claudia con una amplia sonrisa, ¿zumo, tostadas y café?
-Por mí está bien con eso. Dijo Cristina.
-Para mí también. Añadió Eduardo. Claudia hacía de anfitriona preparándolo todo mientras Ricardo les enseñaba la casa, al cabo de unos minutos se oyó la voz de Claudia que los llamaba, el desayuno estaba listo.
-¿Tenéis hora para marcharos? Preguntó Ricardo.
-No, pensábamos irnos a lo largo de la mañana, sin prisas, nos quedan unos días de vacaciones.
-¡Estupendo! Igual que a nosotros. Apuntó Claudia. Almorzaron charlando de todo un poco hasta que terminando el almuerzo, Ricardo habló de la noche anterior, primero de lo bien que lo habían pasado. Claudia asentía al igual que Cristina que también lo pasó estupendamente, experimentando cosas nuevas.
-Verás Eduardo, cuando llegamos a casa, Claudia y yo estuvimos hablando de lo bien que manejaste la situación, de que nos trasmitiste a los dos la confianza necesaria para confiar en ti, al final llegamos a la conclusión de que nos gustaría a los dos que tú fueras el macho alfa de nuestra relación. Eduardo guardó silencio como evaluando la situación, Cristina por su parte estaba encantada con la propuesta y esperaba ansiosa la decisión de su amo.
-Tengo que reconocer que agradezco el ofrecimiento, pero primero quiero saber si tengo el control total sobre vosotros, me gustan otras cosas que ayer no hicimos, si algo no os gustara no habría problema en no hacerla, solo tendríais que utilizar la palabra clave y esa sería rojo para parar.
-Tienes el control, solo te pido una cosa, soy un reputado abogado en la ciudad y necesito la máxima discreción. Puntualizó Ricardo que aunque cornudo consentido, era el que llevaba la iniciativa de la pareja en la conversación.
-La tendrás, has hecho bien en decírmelo. No sé las veces que coincidiremos, pero acepto. Los otros tres sonrieron al oírlo.
-También hemos pensado que os podéis quedar hoy y los días que queráis en nuestra casa. Añadió Claudia feliz por el pacto que habían hecho, durante un tiempo no tendría que buscar otros hombres para satisfacer a su marido. Cristina puso su mano sobre la de Claudia que también se sentía feliz por ampliar su círculo de amistades.
-De momento nos quedaremos hoy e iremos viendo sobre la marcha, ahora Ricardo, ve al coche y trae nuestras maletas, toma la llave. Claudia llévanos a nuestra habitación. Cada uno hizo lo que Eduardo mandaba como si fueran dos aplicados sirvientes más. Eran las diez y media de la mañana y la temperatura había subido varios grados convirtiéndola en calurosa. Ricardo entraba con las maletas en la habitación donde estaban los tres.
-¿Dónde las dejo?
-Déjalas sobre la cama.
-Sí señor.
-No llevamos bañador, ¿tenéis alguno para dejarnos? Me apetece un baño en esa magnífica piscina que he visto.
-¡Acompáñame Cristina! Le dijo Claudia.
-Yo te traigo uno de los míos. Dijo Ricardo, Eduardo se quedó solo unos minutos acomodándose. Las mujeres buscaban un traje de baño o un bikini que le gustara a Cristina, la complexión de las dos era muy similar, finalmente dieron con un bikini de color amarillo que a Cristina le gustó. Los cuatro se dirigían a la piscina como un feliz grupo de amigos. Se bañaron y tomaron el sol, Ricardo trajo unas bebidas. Un rato después Eduardo llamó a las dos mujeres que se le acercaron enseguida.
-¿Tenéis jardinero o mujer de servicio?
-Sí. Respondió Claudia, pero les hemos dado el día libre por si os quedabais.
-Bien, pues quitaros la ropa y bañaros. Obedecieron encantadas.
–Besaros. Añadió. Ellas nadaban, se detenían y se besaban, después de unos besos continuaban nadando. Al cabo de un rato, Eduardo les hizo una señal a las dos mujeres para que salieran del agua.
-Ricardo, ponles crema a las dos, no puedes tocarles el coño, los pechos sí. Ricardo se mostró encantado de entrar en el juego, sentado en una de las hamacas, extendía la crema por los cuerpos de las dos mujeres, acarició sus pechos, pero se deleitó con los de Cristina que se dejaba hacer. Cerca de la piscina había un mueble donde un equipo de música ambientaba la mañana. Eduardo se lanzó al agua y nadó unos largos. La mañana transcurría agradablemente. Eduardo salió de la piscina y tras secarse un poco, le apretó los pezones a las dos que dieron un gritito pero no dijeron nada más, se preparó un cigarro y se lo ofreció a Claudia, se hizo otro para él y siguieron tomando el sol. Un rato después Eduardo dijo que se iba dentro de la casa, que no tardaran.
Al cabo de unos cinco minutos los tenía a los tres en el salón como tres perritos obedientes esperando órdenes de su amo.
-Claudia, ¿tienes un par de delantales de cocina?
-Sí.
-Poneros uno cada una y apoyaros de cara en la isla de la cocina. Eduardo había bajado el látigo y cuando las dos estaban en la posición que les había mandado, se acercó y las acarició con el látigo, el vello de las dos se erizó esperando el latigazo, pero Eduardo se recreó, no tenía prisa, pasaba de una a la otra como un pintor que da los primeros trazos con un pincel en un lienzo en blanco, dejó el juguete encima de la isla y les pidió que se dieran la vuelta y se arrodillaran con las manos a la espalda, Cristina fue la primera en recibir un guantazo, no dijo nada, Claudia la miraba y pensó que ella también recibiría otro, Eduardo le dio otro a Cristina que seguía en silencio.
-¿Era mi puta?
-Sí amo.
Eduardo le dio otro y le preguntó.
-¿Eres mi esclava?
-Sí amo. Eduardo acariciaba la cara de Claudia ante la atenta mirada de Ricardo. Eduardo le dio uno a Claudia y le preguntó.
-¿Eres mi puta? Ella sorprendida y excitada respondió.
-Sí amo. Le dio un par más y le preguntó.
-¿Eres mi esclava? Ricardo seguía en silencio observando la escena, estuvo a punto de decir rojo pero pensó que era su mujer la que lo debía decir.
-Sí amo. Se quitó el bañador y les dijo que le chuparan la polla, entre las dos se la pusieron dura, le chupaban la polla y los huevos. Ricardo se sorprendió gratamente por las respuestas y la aceptación de su mujer a algo nuevo, se tocaba sentado en el taburete, su polla también se había puesto dura, Eduardo les dijo que se detuvieran y volvieran a la isla, cogió de nuevo el látigo y esta vez sí que las azotó, suave como para entrar en calor, las mujeres gemían y se cogían de la mano, Eduardo aumentó la intensidad y tras unos pocos latigazos se detuvo.
-Ricardo, lame sus culos y espaldas. Ricardo obedecía, pasaba de un cuerpo a otro con su lengua. Eduardo subió a las mujeres en la isla y las recostó, comenzó a comerse el coño de Claudia y luego pasó al de Cristina, las dos gemían de placer al sentir la lengua de su amo. Eduardo iba de un coño al otro, le había dicho a Ricardo que les acariciara los pezones desde el otro lado de la isla. Claudia fue la primera en decir que se corría entre gemidos.
¡Me corro amo! ¡¡Me corro!! Cuando terminó, Eduardo pasó a Cristina y la llevó al orgasmo.
-¡Me corro amo! ¡¡Me corroo!! Ricardo estaba muy excitado y dijo que él también estaba a punto, Eduardo le dijo que se corriera sobre la isla, así lo hizo de rodillas en un taburete hasta la última gota, luego les dijo a Claudia y Cristina que lo limpiaran con la lengua, ella obedecían, se introducían el esperma de Ricardo en la boca y se besaban pasándoselo de una a la otra hasta que no quedó nada. Eduardo cogió a Claudia y se la metió por el culo casi sin lubricar, ella dio un grito al sentirla dentro, le pidió a Cristina que le tocara los huevos mientras se follaba a su compañera. Las nalgas de Claudia bailaban con los envites de Eduardo en su culo que la tenía cogida por las caderas, Claudia miraba a su marido con una expresión de placer y le cogió las manos, él le devolvía la mirada con el mismo placer, se estaban follando a su mujer y no estaba en el armario, la sensación de espacio le resultó agradable. Eduardo dijo que se corría y los últimos envites fueron más fuerte, Claudia gemía y lo gozaba, su culo ya no era virgen, cuando Eduardo terminó de correrse, se apartó y le dijo a Cristina que le limpiara el culo a Claudia, esta le separó las nalgas y pasó su lengua por el oscuro agujero del que emanaba la leche de su amo, se la tragó toda.
Después de asearse prepararon algo de comer entre los cuatro mientras bebían un poco de vino blanco. Comieron y se relajaron un poco en el salón. Tomaron el café y Eduardo le pidió a Ricardo que subiera a la habitación y se metiera en el armario como solía hacer cuando su mujer traía a otros hombres, un rato después subían los tres al dormitorio, Eduardo comenzó a besar a las chicas, tras unos besos desnudó a Claudia y la llevó a la cama, Cristina por su parte se acercó al armario y delante del espejo adaptado en el que Ricardo lo veía todo desde el interior, pero que desde fuera era un espejo normal. Cristina se quitaba la ropa lentamente a tres pasos del armario, se percató de que tenía una cerradura. Ricardo tenía una imagen completa de su cuerpo, ella se metió dos dedos en el coño y tras tocarse un poco se los pasó por la boca, volvió a hacer lo mismo, pero en esta ocasión los pasó por el espejo de arriba abajo, después se dirigió a la cama donde Eduardo y Claudia ya estaban haciéndolo, se unió a la pareja y Ricardo contemplaba la escena tocándose la polla, nunca había visto a su mujer haciendo un trío y lo estaba disfrutando, además como conocía a la pareja con la que lo estaba haciendo, se sentía más cómodo. Eduardo había puesto a las dos mujeres a cuatro patas y pasaba de un coño al otro a su antojo, luego las dos le comían la polla, Eduardo se había puesto de rodillas en una posición en la que podía ver el espejo desde otro que había en la cómoda del otro lado de la cama, mientras que Ricardo veía los culos de las dos mujeres. Eduardo se follaba a Claudia mientras Cristina ponía su coño en la boca de su compañera, Claudia terminó corriéndose y cambió la posición con Cristina que no tardó en correrse también, Eduardo las regó con su semen y ellas se besaron lamiéndose al mismo tiempo.
Al finalizar, se quedaron tumbados en la cama, Eduardo le hizo una seña a Ricardo para que saliera.
-¿Qué te ha parecido Ricardo?
-Espectacular, nunca lo hubiera imaginado que vería a mi mujer haciendo un trío en mi propia cama desde el armario.
-¿Te has corrido?
-Desde luego, justo antes que vosotros, no podía aguantar más.
-Me alegro, esta noche nos llevarás a cenar a algún sitio.
-Me parece perfecto. Las dos mujeres oían la conversación y Claudia había cogido la mano de su marido mientras hablaba.
-Ahora me iré a por unas cosas, vosotros os podéis relajar como queráis, pero no podéis tener más sexo hasta que yo lo diga. Los tres asintieron con la cabeza. Eduardo se vistió y se marchó a por lo que necesitaba.
La luz del sol empezaba a ser más suave cuando Eduardo tocaba el botón del portón. Entro y aparcó, con la bolsa de lo que había comprado subió a la habitación. Los demás estaban en el jacuzzi. Eduardo se acercó y besó a las mujeres.
-En media hora más o menos os arregláis, de ropa interior quiero que las dos vayáis de negro.
-Como tú digas mi señor. Dijo Cristina. Eduardo los dejó allí, se preparó una copa y salió al jardín, unos veinticinco minutos más o menos volvía a entrar, dejó la copa en la isla de la cocina y se dirigió a su habitación. Se vistió y una vez arreglado bajó al salón, sus tres compañeros ya estaban esperándolo, él les dedicó una sonrisa mientras bajaba las escaleras y salieron, subieron al coche de Ricardo y se dirigieron al centro de la ciudad. Entraron en el restaurante que había elegido Ricardo y les acompañaron a una mesa que ya tenían reservada, sentados pidieron una botella de vino blanco frío, mientras hojeaban la carta. Eduardo dejó la suya en la mesa y le dijo a Ricardo que fuera él el que pidiera por él, las mujeres hicieron lo mismo. Ricardo alagado por ser él el que tenía la iniciativa llamó al camarero. Con la comanda hecha y una vez que el camarero se alejó. Eduardo les dijo a las mujeres que fueran al baño y se quitaran las bragas y se las entregaran, Claudia y Cristina se levantaron y se marcharon dispuestas a obedecer. El restaurante no estaba muy concurrido dado que era temprano para la hora del país. Cuando las mujeres volvieron del baño, le entregaron su íntima prenda a Eduardo.
-Aquí tienes amo, lo que has pedido. Lo dijeron a la vez como si lo hubieran ensayado. Ricardo fascinado contemplaba la escena, a él nunca se le hubiera ocurrido pedírselo a Claudia, el morbo se le despertó. Eduardo cogió las prendas y las olió, acto seguido se las guardó en el bolsillo del pantalón.
Claudia tenía sensaciones nuevas al ir sin bragas. Eduardo no dejaba de sorprenderla, entendía perfectamente porque Cristina estaba enganchada a ese hombre. Cenaron tranquilamente con un poco de sobremesa, incluidas dos rondas de chupitos, hasta que Eduardo dijo que era hora de marcharse. Ricardo pidió la cuenta y pagó, salieron del local y pasearon un rato, un poco más de dos botellas de vino habían caído durante la cena, durante el paseo pasaron por el bufet de Ricardo
-Yo trabajo aquí, si alguna vez necesitáis un abogado no dudéis en llamarme, sea la hora que sea. Gracias contestaron sus nuevos amigos. Eduardo llamó un taxi y volvieron a casa, caminaron desde el portón hasta la casa. En el trayecto, Eduardo le dijo a Claudia que llamara al servició y que les diera otro día libre. Ella cogió el móvil con una sonrisa al ver que se quedaban un día más. Mientras hablaba con el servicio, Eduardo le acariciaba los pechos, Claudia intentaba mantener la compostura hasta que Eduardo le apretó los pezones, casi se le cae el móvil, aunque no pudo evitar soltar un gritito.
-¿Ocurre algo señora?
-No nada, estoy bien, le he dado a una silla con el pie. Dijo a su interlocutora y se despidió.
-¿Preparo unas copas? Preguntó Ricardo, Eduardo asintió. Cristina cogió la copa que le ofrecía Ricardo y bebió. Pusieron música y Eduardo bailó con Cristina y con Claudia. Las copas se vaciaron y Ricardo las volvió a llenar, él no bailaba, se divertía viéndolos, Eduardo las besaba y hacía que se besaran entre ellas, después de tres canciones, Eduardo las dejó bailando, subió a su habitación y bajó con un maletín, lo puso encima de la mesa del comedor y volvió con las mujeres, bailó otro tema y cogió su copa dejándolas a ellas en la improvisada pista de baile, se sentó al lado de Ricardo y le preguntó.
-¿No te animas?
-No gracias, no me siento cómodo bailando.
-Pues a tu mujer le encanta.
-Lo sé, y lo siento por ella pero le agradezco que sea comprensible.
-¿Y follártela te la follas?
-Sí, claro, lo hacemos, pero también me gusta ver como lo hace con otros hombres, es mi filia.
-Sí, eso lo entiendo, cada uno tenemos nuestros gustos, ¿y quién decide cuando lo hacéis con otro?
-Normalmente yo, aunque alguna vez lo ha pedido ella.
-Ahora vas a experimentar algo de lo que ella siente, quiero que hagas una cosa.
-Dime.
-Coges a Claudia y te la follas en el sofá.
-¿Ahora?
-Sí, ahora. Ricardo se levantó se acercó a su mujer y la llevó al sofá, comenzó a besarla, sus manos acariciaban su cuerpo y Claudia le devolvía las caricias y los besos. Eduardo le hizo una seña a Cristina para que se sentara con él.
Ricardo desnudaba a su mujer lentamente, le comió los pechos. Se quitó la camisa y el pantalón y se recostaron en el sofá, Claudia se había quitado la falda, se abrazaban y se tocaban las partes íntimas. Cristina se excitaba al verlos, era la primera vez que veía un polvo donde ella no participaba en directo. Su señor tenía puesta su mano en su rodilla y la acariciaba. Ricardo y Claudia seguían a lo suyo, Ricardo le había metido la polla después de que Claudia se la hubiera chupado un poco, excitados por lo que hacían, fueron cambiando de posturas ajenos a las miradas de sus invitados. Cristina deseaba ser follada, pero Eduardo no hacía nada, se limitaba a mirar y a acariciarla. Ricardo embestía con más fuerza a Claudia que gemía, ella se corrió sin decirlo pero sus gemidos y su cuerpo la delataron, poco después era Ricardo quien eyaculaba en el interior de su coño. Se quedaron en el sofá recuperando la respiración.
-¿Quieres ir a lamerle el coño a Claudia, zorra?
-¡Si amo!
-Pues ves. Cristina se levantó y se acercó a Claudia, primero la besó en la boca y luego en los pechos, se recreó con sus pezones y fue bajando por su vientre hasta llegar a su coño, allí la leche de Ricardo salía lentamente, Cristina lo lamió todo hasta que se centró en el clítoris de su amiga.
-Suficiente. Dijo Eduardo. Cristina se detuvo, ella hubiera seguido, estaba cachonda pero no iba a desobedecer a su señor.
-¿Te ha gustado la experiencia Ricardo?
-Sí, al principio me sentía un poco extraño, pero poco a poco me centré en ella y ya no me importaba que estuvierais mirando.
-A partir de ahora, y hasta que nos volvamos a ver, cuando lo hagáis, os diréis que os corréis.
-Como tú digas. Dijo Ricardo.
-Sí amo. Contestó Claudia que en su interior agradecía a Eduardo lo que acababan de hacer. Eduardo se levantó y se dirigió al maletín, cogió dos pequeños vibradores y una cuerda, volvió con las mujeres y les dijo que se lo pusieran, una vez colocados en sus coños, Eduardo las ató juntas, cara a cara, piel con piel. Le pidió el móvil a Ricardo que se lo entregó sin preguntar. Eduardo activó el de Claudia y se sentó en el sofá, puso los teléfonos en la mesa y les dio a inicio. Ellas sintieron como el pequeño juguete que tenían en su interior se ponía en marcha, sus cuerpos eran uno y Eduardo subió la potencia, ellas comenzaron a gemir, sin apenas poder moverse se besaron, sus manos estaban en la espalda de la otra, Eduardo volvió a subir la potencia y los gemidos aumentaron de volumen, atadas de arriba abajo casi no podían moverse. Ricardo miraba la escena con goce. Eduardo puso los dos vibradores a máxima potencia y ellas respondieron con gemidos más altos. Cristina que ya estaba muy excitada por lo de antes fue la primera en decirlo.
-¡Me corro mi señor! ¡¡Me corroo amo!!
Claudia segundos después decía las mismas palabras, después de correrse las dos se besaron. Eduardo las dejó un poco más en esa posición, se sirvió una copa y bebió, se acercó a las mujeres y acarició sus cuerpos.
-¿Todo bien?
-Sí amo. Contestaron las dos. Eduardo les dio un beso en la mejilla y volvió con Ricardo.
-¿Te ha gustado?
-¡Ya lo creo! Ha sido muy agradable contemplarlo.
-Déjalas un par de minutos más y luego las desatas.
-De acuerdo.
Una vez desatadas, Eduardo se sentó en el medio del sofá y llamó a sus esclavas.
-Venid aquí a chuparme la polla, zorras. Ellas se pusieron una a cada lado de él y comenzaron la felación, Eduardo había cogido un látigo nuevo que había comprado y mientras se la chupaban, lo pasaba por sus cuerpos, con algún suave azote de vez en cuando. Le dijo a Ricardo que acariciara sus culos y sus coños. Eduardo disfrutaba de la mamada desde su posición de macho alfa. Cuando notó que se corría se la metió en la boca a Claudia y sin sacarla le descargó toda su leche diciéndole.
-¡Traga! Claudia tragaba obediente hasta que Eduardo se separó de ella. Ricardo y Cristina les acariciaban el cuerpo a los dos.
-Vamos a bañarnos. Los cuatro salieron a la piscina y se metieron en el agua, estuvieron una media hora hasta que salieron, Eduardo dijo que se iba a dormir, los demás hicieron lo mismo, se besaron despidiéndose y cada pareja subió a su dormitorio.
A la mañana siguiente bien temprano, Ricardo y Claudia habían ido a la ciudad, pasaron por una panadería y compraron bollería recién hecha, una vez en la casa, prepararon café y el olor subió hasta la habitación donde Cristina y Eduardo abrían los ojos. Se asearon y bajaron al comedor, el desayuno estaba preparado y sus anfitriones les estaban esperando. Se saludaron y se sentaron a la mesa.
-¿Qué tal habéis dormido? Preguntó Claudia.
-Yo he dormido de maravilla. Dijo Cristina.
-Yo muy bien, ¿y vosotros? Añadió Eduardo.
-La verdad es que he dormido de tirón. Comentó Eduardo.
-Igual que yo. Dijo Claudia. Tras el desayuno salieron a la piscina, el sol ya caldeaba el día, se bañaron y tomaron el sol, a media mañana, Eduardo les dijo a los tres que subieran al dormitorio de Ricardo y Claudia y lo esperaran allí, él por su parte se había preparado un cigarro y se lo estaba fumando, observó cómo se alejaban obedientes y contentos ante la perspectiva de un nuevo acto de placer. Eduardo se terminó el cigarro con tranquilidad y subió a la habitación, los encontró sentados en la cama hablando, cuando él entró guardaron silencio a la espera de nuevas órdenes. Eduardo había aparecido con algunos de los juguetes de su maletín, los dejó encima del tocador de manera ordenada y se dirigió al armario, lo abrió y contempló el interior, lo primero que le llamó la atención es que era más amplio de lo que aparentaba por fuera, una silla y una pequeña mesita era lo único que había, nada de ropa, barras ni cajones, ese armario se había diseñado para observar o al menos se había reconvertido, entró y cerró la puerta ante la atenta mirada de sus compañeros de juego, el espejo que era casi tan grande como la puerta, dejaba ver toda la habitación, contempló como unos agujeros dejaban entrar el sonido ambiente y el aire. Eduardo salió, sacó la silla y la mesita y se acercó al trío.
-Claudia, coge unas esposas y se las pones a tu marido, luego haces lo mismo con Cristina. Claudia no sabía cómo terminaría aquello, pero estaba encantada de comenzar el juego. Una vez esposados, Eduardo los llevó delante del armario, a Ricardo le susurró al oído.
-Tú eres un cornudo consentido, y yo me voy a follar a tu mujer como quiera. Ricardo asentía, Claudia se excitaba por lo que oía y Cristina disfrutaba de ver a su amo en acción.
-¿Tienes algo que decir al respecto? Le preguntó Eduardo. Ricardo movía la cabeza negando y mirando a su mujer con un brillo en los ojos que ella le devolvía. Todo aquel preámbulo era nuevo y los excitaba. Después Eduardo se colocó al lado de Cristina y le dijo.
-Y tú, tu eres mi puta esclava y harás lo que yo te pida. Cristina asentía notando como su coño se humedecía. Eduardo se dirigió a Claudia y le dijo.
-Tú zorra, tráeme el látigo. Claudia se acercó al tocador, cogió el látigo y se lo entregó a Eduardo, este le dio la vuelta a Cristina y la acarició con él, luego la azotó un par de veces mientras ella gemía. Se lo entregó a Claudia y le pidió que hiciera lo mismo con el cornudo de su marido. Cogió el látigo y se lo pasó por la espalda suavemente, luego lo azotó un par de veces como le habían indicado. Ricardo aguantó bien, resopló al sentir el látigo pero aguantó.
-Ahora entraréis los dos en el armario y miraréis como me follo a esta zorra, vosotros solo podéis masturbaros cada uno a sí mismo, nada de tocar al otro, ¿está claro? Tanto Cristina como Ricardo asintieron y entraron en el armario, Eduardo los encerró bajo llave y la dejó en la mesita, se acercó a Claudia y le dijo que se pusiera a cuatro patas como la zorra que era, ella obedeció.
-Quiero que vayas de la cama al armario un par de veces, Claudia caminaba a cuatro patas al lado de su amo, Ricardo y Cristina se iban excitando, sus cuerpos se tocaban para mirar con todo detalle, pero sabían los límites que les habían impuesto y los iban a cumplir. Eduardo con el látigo en la mano azotaba suavemente a Claudia.
-Suficiente, ves a la cama y espera. Eduardo cogió el consolador anal y vaselina, se lo colocó con firmeza, luego le puso el pequeño vibrador a distancia y se sentó en la cama.
–Chúpamela. Le dijo. Claudia con todos sus agujeros tapados disfrutaba de la polla de Eduardo, cuando llevaba un rato, Eduardo levantó las piernas y le dijo que le chupara el culo, Claudia obedecía en todo lo que le mandaban. En el interior del armario, la temperatura aumentaba, Ricardo esposado se tocaba la polla ya endurecida mientras Cristina hacía lo mismo con su clítoris.
Eduardo se separó de Claudia y le sacó el consolador anal, le metió la polla en su lugar y la folló a cuatro patas, tras unos cuantos envites, le dio la vuelta, le levantó las piernas y siguió dándole por el culo. Ricardo miraba encendido la escena, ningún hombre de los que habían traído le había dado por el culo a su mujer, solo se tuvo que negar en un par de ocasiones, pero Eduardo hacía con ella lo que quería. El coño de Claudia con el vibrador a media potencia estaba emanando fluidos. Eduardo salió de su culo y se la metió en la boca hasta los huevos, Claudia dio una arcada pero siguió chupándola. Cristina sentía que su orgasmo estaba cerca, gemía al lado de un hombre que no era su amo mientras se masturbaba, sus pieles se rozaban y oírlo gemir la excitaba más, podía ver su polla dura mientras él se masturbaba también, eran dos esclavos obedeciendo. Eduardo volvió a ponerle el dildo en el culo y le sacó el del coño, se acostó y se la puso encima, Claudia cabalgaba sobre la polla de su amo ante la mirada oculta de su marido, pero ella ya no estaba pendiente de él, estaba muy excitada y centrada en la follada que le estaban haciendo, no duraría mucho más. Eduardo le estrujaba los pechos y le apretaba los pezones, sus gemidos iban en aumento cuando se corrió. Ricardo al ver a su mujer correrse hizo lo mismo, se dejó llevar y su leche llegó al espejo ante la mirada de Cristina que se corría segundos más tarde. Eduardo cambió de postura y se colocó encima, se folló a Claudia hasta que sintió que su leche salía, se corrió en su coño hasta la última gota, después le dio unos guantazos a Claudia.
-¿Qué tienes que decir cuando te corres puta?
-¡Perdón amo! Perdón.
Eduardo y Claudia se quedaron un poco en la cama recuperándose, luego se acercó al armario y abrió la puerta, sus esclavos satisfechos esperaban a ser liberados.
-¿Os ha gustado lo que habéis visto? Los dos asintieron.
-Ya podéis salir. Claudia libéralos. Ella obedeció y les quitó las esposas. Me voy a la piscina, Ricardo, prepara unas bebidas. Se bañaron y tomaron el sol, desnudos hasta la hora de comer, una hora después más o menos, Eduardo puso a Ricardo de pie, detrás suyo puso a Cristina y detrás a Claudia y les dijo que se masturbaran, obedientes así lo hicieron. Ricardo eyaculó sobre el césped, Cristina se corrió con la mano de Claudia que fue la única del trío que no se corrió, Eduardo le dijo a Cristina que ahora se lo hiciera a su compañera y a Ricardo le dijo que la besara en la boca y los pechos. Claudia estaba muy caliente entre los dos cuerpos y no tardó en llegar a su orgasmo. Continuaron un rato más al sol y dándose algún chapuzón para refrescarse, el día estaba siendo caluroso.
Se ducharon, se vistieron con ropa cómoda y prepararon algo para comer. Ricardo abrió una botella de vino blanco y sirvió unas copas, cuando todo estuvo preparado lo llevaron al comedor, comieron y durante la comida Eduardo dijo.
-Mañana por la mañana nos iremos.
-¿Tan pronto? Preguntó Ricardo.
-Sí, tengo cosas pendientes que quiero hacer antes de que acabe el verano.
-Os vamos a echar mucho de menos. Dijo Claudia. Cristina le cogió la mano y apretó. Terminaron de comer y el café se lo tomaron en el salón, se sirvieron una copa y charlaron. En un momento de la conversación, Eduardo como solía hacer, les sorprendió con una petición.
-Claudia y Cristina, quiero que os pongáis un conjunto de ropa interior rojo y sin nada más vengáis aquí. Ellas se levantaron y cogidas de la mano se fueron al dormitorio. Cuando volvieron, Ricardo había traído las esposas y los vibradores a distancia, ellas sonrieron ante la expectativa de un nuevo orgasmo.
-Estamos listas amo. Dijo Cristina.
Ricardo les entrelazó las manos con las esposas y acto seguido les colocó los vibradores, luego se sentó junto a Eduardo que puso los juguetes en marcha, primero a una potencia suave, para que fueran calentándose. Se encendió un cigarro y las contemplaba mientras fumaba, Ricardo acomodado en el sofá, también disfrutaba del espectáculo, estaba convencido de que los echaría de menos. Eduardo jugaba con las potencias, lo detenía y lo ponía en marcha. Las mujeres por su parte se iban excitando en las experimentadas manos de Eduardo. La excitación iba en aumento. Eduardo le dijo a Ricardo que le avisara cuando fuera a correrse al ver como se masturbaba sin perder detalle. Él asintió. Poco después se lo dijo y Eduardo le dio más potencia a los vibradores que hacían su trabajo llevando a las mujeres a las puertas del clímax.
-Córrete en sus caras. Le dijo a Ricardo. Él se levantó y delante de ellas comenzó a correrse, ellas por su parte decían.
-¡Me corro amo! ¡¡Me corroo!! Con sus bocas abiertas buscaban el semen de Ricardo que lo esparcía salpicando sobre sus rostros. Cuando Ricardo terminó de correrse, ellas se besaron lamiendo sus caras y chupando la leche de Ricardo que permanecía de pie delante de ellas.
-Libéralas de todo. Le dijo Eduardo a Ricardo. Eduardo se acercó y les metió los dedos en sus mojados coños, los sacó y los chupó varias veces. A continuación las puso de rodillas y de espaldas a él en el sofá, a Ricardo lo puso detrás del sofá y le esposó las manos por detrás, volvió con las mujeres y sin quitarles las bragas, primero enculó a Cristina, tras unos envites hizo lo mismo con Claudia, fue pasando de una a la otra ante la mirada del cornudo de Ricardo. Eduardo les daba palmadas en las nalgas mientras se las follaba, ellas gemían al sentir a su amo dentro de ellas.
-Tocarle la polla a ese cornudo. Ordenó mirándole a la cara, ellas obedecieron y se la tocaron. Eduardo era el primer hombre que le llamaba así, su mujer lo había hecho en alguna ocasión, él reconocía que lo era y aceptaba de buen grado su rol en aquella relación. Ricardo no tardó en empalmarse de nuevo ante los gemidos de ellas al ser enculadas. Eduardo seguía follándolas cuando les dijo que se la chuparan a Ricardo. Claudia le cogió la polla y lo acercó a sus bocas. Poco después Claudia tenía su primer orgasmo anal, pero avisó a su amo de que se corría. Ricardo al oír a su mujer le roció la cara con su leche. Eduardo le dijo a Cristina que la chupara mientras la enculaba. Su puta obedecía pasando su lengua por la cara de su amiga cuando sintió que era su turno de correrse.
¡Me corro amo! ¡¡Me corroo!! Eduardo la cogió por el pelo y echó su cabeza hacia atrás mientras le daba los últimos envites con fuerza ante la llegada de su orgasmo. Luego los llevó a la amplia ducha que había en el dormitorio principal, los cuatro juntos se ducharon enjabonándose los unos a los otros, después el agua clara les quitó el jabón de sus cuerpos, salieron y se secaron, relajados volvieron al salón y se prepararon una copa, durante un rato guardaron silencio, como si estuvieran escuchando la música que sonaba. Un rato después las mujeres se fueron a la piscina mientras Eduardo y Ricardo se ponían una copa y hablaban. Cristina se desnudó y Claudia la imitó. Cuando se terminaron las copas se unieron a las mujeres, se bañaron con ellas. La tarde transcurrió de manera agradable hasta casi la hora de la cena. Eduardo fue el primero en marcharse, se dirigió a la cocina y comenzó a preparar algunas cosas para cenar, Claudia se le unía unos minutos después.
-¿Te puedo ayudar en algo?
-Sí, ves preparando unos canapés de queso.
-¡Perfecto! ¿Entonces os marcháis mañana definitivamente?
-Sí, ¿Por?
-La verdad es que me gustaría que os quedarais un poco más, estoy disfrutando mucho de vuestra compañía, y mi marido también.
-Yo también estoy a gusto, sois una pareja muy agradable. Dejó el cuchillo y se acercó a ella, la besó en la boca y le dio un azote en el culo, la apoyó contra la isla y le separó las piernas, le introdujo dos dedos en su coño y jugó con él, Claudia gemía.
-¿Tú lo que quieres es que te siga follando como la zorra que eres verdad?
-¡Sí amo! Fóllame.
-En realidad te gusta ser una puta esclava.
-¡Sí amo! Eduardo sacó los dedos de su coño y se los chupó mirándola a los ojos.
–Lo sé zorra, pero mañana me iré de todas formas, pero eso no quiere decir que no mantengamos el contacto. Claudia se cogió a su cuello y lo besó. Ricardo y Cristina seguían en la piscina, ajenos a lo que ocurría en el interior de la casa. Eduardo volvió a los preparativos de la cena, cuando todo estuvo listo le dijo a Claudia que fuera a llamarlos. Cenaron y recogieron la mesa que era de madera y bastante grande, tomaron café y una copa en el porche de la casa. Cuando se terminaron el café, Eduardo se levantó y con Claudia de una mano y con su copa en la otra dijo que entraran, Ricardo y Cristina les siguieron, en el exterior el sol casi había desaparecido, Eduardo encendió unas velas y apagó la luz, se acercó a Claudia y le quitó la bata que llevaba, hizo lo mismo con el sujetador y las bragas, la recostó sobre la mesa del comedor boca arriba y ató sus manos y pies a las patas de la mesa, le colocó un antifaz ante la mirada de los demás, después puso a Ricardo en la cabecera de la mesa y le dijo a Cristina que lo desnudara, con Ricardo desnudo, cogió a Cristina y la puso al otro extremo de la mesa, la desnudó y la besó en la boca. Claudia observaba lo que iba pasando mientras se sentía como la víctima espiratoria de un ritual. Eduardo se acercó a ella, la miró y le sonrió, le puso un antifaz y le susurró al oído.
-Voy a hacer que te corras como una puta esclava. Claudia sintió un escalofrío de placer recorrer su cuerpo, le gustaba estar en las manos de ese hombre y acatar sus deseos.
Eduardo les dijo a Cristina y Ricardo que le acariciaran los brazos y las piernas solamente, no podían tocar nada más, ellos asintieron. Eduardo cogió una pluma de su maletín y acarició los pechos de Claudia, luego fue bajando por el vientre hasta detenerse en su coño, lo hizo varias veces, la piel de Claudia se erizaba y mientras ella gemía suavemente. Eduardo dejó la pluma y cogió dos cubitos de hielo, los pasaba por todo el cuerpo, pero en un momento se centró en los pezones de su esclava que se agitaba mientras estos se endurecían por el frío. Ricardo seguía acariciando los brazos de su mujer y Cristina hacía lo mismo con las piernas, aunque deseaba estar en el lugar de Claudia. Eduardo dejó el hielo y cogió un frasco con aceite de melocotón, enseguida, el agradable aroma se esparció por el comedor, Eduardo le puso por todo el cuerpo, y cuando llegó a su coño le acarició su clítoris con suavidad, Claudia movía su cuerpo mientras sus gemidos aumentaban de intensidad. Eduardo dejó su coño y subió hasta sus pezones, jugó con ellos y los apretó hasta que Claudia gritó. La polla de Ricardo se iba endureciendo. Eduardo cogió el látigo y se lo pasó por el cuerpo a Claudia, le fue dando la vuelta a la mesa y cuando pasó por detrás de Cristina se lo pasó a ella que arqueó su cuerpo como una gata en celo. Eduardo siguió dándole la vuelta a la mesa y con Ricardo hizo lo mismo, él sintió por un momento lo mismo que su mujer, Eduardo volvió a Claudia, la acarició un poco más antes de darle el primer latigazo, entre caricias del látigo y azotes jugó con ella un poco, luego dejó el látigo y cogió un consolador, se lo introdujo en el coño que ya estaba muy mojado y le dijo a Cristina que se lo comiera, a Ricardo le dijo que le acariciara los pechos y la besara en la boca. Claudia se dejó llevar por el placer y poco a poco llegó al orgasmo, que en esta ocasión fue más intenso de lo que ella esperaba.
¡Me corro amo! ¡¡Me corroo!! Eduardo les dijo a sus ayudantes que se separaran, le quitó el consolador y la desató, a Claudia todavía le temblaban las piernas cuando le quitó el antifaz, la besó en la boca con suavidad.
-Ahora es tu turno Cristina. Ella sonrió y se subió a la mesa, la ataron entre todos, Eduardo le puso el antifaz y le dijo.
-Disfrútalo zorra, te lo has ganado. Ella asintió, Eduardo alteró el orden de las cosas que le hacía para que ella no supiera lo que venía a continuación, estaba muy cachonda cuando oyó que su amo le pedía a Claudia que le comiera el coño y a Ricardo que la besara, al igual que su compañera no tardó en decir que se corría, después la liberaron y Eduardo les dijo que limpiaran la mesa y prepararan unas copas, mientras él se encendía un cigarro y le daba unas caladas, Ricardo permanecía al lado de la mesa como le había indicado Eduardo. Todos bebieron un trago y Eduardo apagó el cigarro, le dijo a Ricardo que se tumbara en la mesa y a ellas que lo ataran, Eduardo le puso el antifaz y le dijo al oído.
-Eres un cornudo con suerte, dos hermosas mujeres te van a hacer gozar. Ricardo asintió. En esta ocasión Eduardo dirigió a las mujeres diciéndoles que hacer, cuando parar. Ricardo sentía el placer de lo que le hacían y su polla lo delataba, incluso cuando las dos mujeres lo azotaron cada una con un látigo, sintió placer. Cristina se había subido a la mesa y tenía su coño en la boca de Ricardo que lo lamía, Claudia por su parte le chupaba los huevos como le habían dicho Eduardo que hiciera, después le dijo a las dos que le chuparan la polla a la vez, Ricardo se dejó llevar y dijo que se corría al mismo tiempo que su leche salpicaba el rostros de las mujeres, ellas se lamieron la una a la otra. Eduardo puso a Cristina en un lateral de la mesa a la altura de la cabeza de Ricardo que seguía atado y con el antifaz, luego hizo lo mismo con Claudia al otro lado.
Eduardo dejó caer el aceite de melocotón por la espalda de Cristina que llegó hasta su culo, él le pasó la lengua varias veces, luego le metió la polla y la folló. Ricardo la oía gemir en su oído, luego fue el turno de Claudia. Eduardo les puso el vibrador a distancia en sus coños y con el móvil en la mesa le dio al inicio, al principio suave mientras él iba de un culo al otro, subió la potencia y los gemidos de las dos aumentaron de volumen en los oídos de Ricardo. Eduardo pasó del culo de Cristina al de Claudia y puso los pequeños vibradores al máximo, los envites en el culo de Claudia eran más fuertes, Cristina dijo que se corría y acto seguido Claudia decía lo mismo, Ricardo las oyó en un magnífico y delicioso estéreo mientras Eduardo dejaba salir su leche en el culo de su esclava, todos se relajaron hasta que Eduardo les dijo que desataran a Ricardo y se quitaran el vibrador.
Él volvió al sofá y se encendió un cigarro, después llegaron los tres que se sentaron a su lado, nadie hablaba mientras Eduardo seguía fumando, los cuatro permanecían desnudos sintiendo el cuerpo del de al lado. Eduardo apagó el cigarro y se levantó, preparó unas copas y les dijo que vinieran a por ellas, tras el primer trago les pidió que se vistieran, luego se hicieron algunas fotos para el recuerdo, Eduardo le pidió a Claudia que bailara con él y ella accedió encantada, después del primer tema, invitó a Cristina a unirse a ellos, la música era lenta y sensual y los tres cuerpos se fusionaron en uno al ritmo de la música, bailaron cuatro o cinco temas, Ricardo, como siempre los observaba, notaba la felicidad en la cara de su mujer y eso lo hacía feliz a él, estaba tranquilo con Eduardo, no era el clásico ligue de una noche que su mujer traía para darles placer a ambos, era un perfecto maestro de ceremonias que sabía dar placer a los que estaban con él. Eduardo mandó a Claudia a besar a su marido mientras él bailaba con su esclava, Claudia obedeció y Cristina se sintió feliz de bailar con su amo. Claudia se puso delante de su marido y lo besó.
-¿Te ha mandado él verdad?
-Sí, ¿ocurre algo?
-¡Nada, todo perfecto! Es que justo estaba pensando en lo atento que es a los pequeños detalles, no puedes sentirte incómodo con él.
-¿Te gusta cómo te trata mi querido cornudo?
-¡Sí! No me siento mal porque él mande.
-El hecho de que Cristina esté con él, ¿crees que puede hacer que te sientas así?
-¿Qué quieres decir?
-Que si un día apareciera el solo para follarme, ¿sentirías lo mismo?
-Probablemente sí.
-¡Me alegra oír eso!
Eduardo y Cristina volvieron a por sus copas al lado de ellos.
-Creo que voy a irme a la cama. Dijo Eduardo.
-Yo también. Dijo Ricardo, Claudia dijo que le acompañaba y Cristina se marchó con Eduardo.
A la mañana siguiente, Eduardo se despertó y estaba solo en la cama, el olor a café entraba por la puerta de la habitación invitándolo a bajar, se aseó y bajó, sus tres compañeros estaban tomándose el café en la isla de la cocina, todo estaba ordenado y recogido y el aroma del café era más intenso.
-Buenos días.
-Buenos días. Contestaron los tres a la vez, Claudia le preparó una taza y él la acepto agradecido.
-¿No hay nada que pueda hacer para que os quedéis un poco más? Preguntó Ricardo.
-Te lo agradezco, pero no.
-¡Qué lástima! Añadió Claudia.
-Lo sé zorra, lo sé, pero aun nos queda un último polvo antes de irnos. Claudia se alegró al oírlo, igual que sus otros dos compañeros de juegos. Cristina se acercó al oído de Eduardo y le susurró algo.
-¿A sí? Preguntó Eduardo, que añadió. Pues es bueno saberlo. Después del café, Eduardo dijo que le gustaría darse un último baño en la piscina, le dijo a las chicas que se pusieran el bikini y se metieran en el agua, él y Ricardo las observaban y se metieron unos minutos después. Eduardo se acercó a Claudia y le quitó la parte de arriba y le comió los pechos y la boca, después se acercó a Cristina y le hizo lo mismo. Llamó a Claudia y les dijo que ahora se lo hicieran la una a la otra. Ricardo las miraba mientras Eduardo salía del agua y se tumbaba en una hamaca, se quitó el bañador y las llamó, ellas salieron del agua y sin secarse se acercaron a su amo que les indicó su polla, Claudia y Cristina se arrodillaron y comenzaron a chupársela. Ricardo se sentó en el borde de la piscina observando la escena mientras Eduardo las cogía por el pelo y las llevaba a su boca, los tres se besaron, tras unos besos, Eduardo las puso a cada una en una hamaca a cuatro patas y se la metió por el coño, Claudia gemía igual que Cristina cuando sintió la polla de Eduardo en su coño, pero él no quería correrse aun, se apartó y en esa posición las azotó con la mano. Ricardo se había quitado el bañador y se estaba tocando la polla. Las mujeres con las nalgas enrojecidas por los azotes, volvieron a sentir como Eduardo las volvía a follar, repitió la misma operación, de una pasaba a otra y luego las azotó, las dos estaban muy excitadas, sus coños ardían igual que la piel de sus nalgas. Eduardo colocó una toalla en el césped y le dijo a Ricardo que se tumbara, bajó a las mujeres de la hamaca y las besó, les apretó los pezones hasta casi el dolor, ellas gimieron al sentir la presión y Eduardo las soltó.
-Bien putas, ahora se la vais a chupar al cornudo de mi amigo, y quiero ver un buen trabajo. Tanto una como la otra asintieron, se arrodillaron al lado de Ricardo y comenzaron a chupársela, Eduardo se la metió por el culo a Cristina, la folló un poco mientras ella tenía la polla de su amigo en la boca, después pasó al culo de Claudia que ya aceptaba su polla casi sin ninguna resistencia, aun así no pudo evitar un grito cuando Eduardo se la metió hasta los huevos. El la cogió por el pelo y echó su cabeza hacia atrás.
-¿Algún problema zorra?
-No amo, ¡soy tu puta! Eduardo la soltó y ella volvió a la polla de su marido que callado disfrutaba de las dos mujeres.
Eduardo volvió al culo de Cristina, la estaba follando cuando ella dijo.
-¡Me corro amo! ¡¡Me corroo!! Eduardo aguantó mientras ella se corría, volvió a Claudia y la folló, unos segundos después era ella la que se corría, lo estaba diciendo cuando la leche de Ricardo les salpicó la cara a las dos, Eduardo la metió hasta el fondo y cogido a sus caderas con fuerza se corrió, Claudia notó como la leche de su amo inundaba su culo, satisfecha y feliz por volverlo a sentir una vez más antes de su partida.
Eduardo se apartó y le dijo a Ricardo que se levantara, este obedeció y se puso a su lado. Cristina esperaba y Claudia pensaba que ya habrían terminado cuando Eduardo les dijo que se pusieran de rodillas y con las manos a la espalda, después le dijo a Ricardo que meara sobre Cristina, esta abrió la boca y esperó. Ricardo se sorprendió gratamente ante la petición, nunca había hecho una cosa así, se cogió la polla y comenzó a mearse sobre Cristina que sentía el cálido chorro sobre ella, Eduardo movió a su compañero para que meara a su mujer, esta cerró los ojos y sintió la orina caer por sus pechos, Eduardo empezó a mearlas, primero la boca de Claudia y luego la de Cristina, luego los pechos y sus coños, hasta que los dos terminaron. Le dijo a Ricardo que se volviera a tumbar en la toalla y puso a las dos mujeres sobre él.
-Es vuestro turno zorritas, quiero ver como os meáis sobre él. Cristina fue la primera en mearse sobre su amigo, Claudia le siguió, se mearon en su polla sobretodo, Eduardo juntó sus cabezas para que se besaran mientras lo hacían. Cuando terminaron, Eduardo se acercó a Claudia y le preguntó.
-¿Era esto lo qué querías zorra? Ella contestó.
-¡Sí amo! Cristina le acarició la cara agradecida por haber hecho realidad una de sus fantasías.
-¡Ahora al agua! Dijo Eduardo. Los cuatro saltaron a la piscina cogidos de la mano, nadaron y jugaron entre risas y besos, un rato después salían, Eduardo y Cristina subieron a la habitación, recogieron sus cosas, se ducharon y ya vestidos bajaron a desayunar. Ricardo y Claudia lo habían preparado todo.
Con las maletas en el coche se despidieron entre besos y abrazos.
-Cuando queráis volver, solo tenéis que decirlo, esta es vuestra casa. Dijo Ricardo, Claudia le dio un fuerte abrazo a Eduardo y otro a su nueva amiga.
-Gracias, ha sido una estancia muy agradable. Contestó Eduardo.
El coche se dirigía lentamente al portón que se estaba abriendo ante la mirada de Claudia y Ricardo que hacían señales de despedida. El viaje a la ciudad de Cristina, Eduardo lo hizo de tirón.
Claudia y Ricardo, que habían subido a la habitación de sus invitados, se encontraron varios objetos de los que habían usado para sus juegos sobre la cama, colocados como en un expositor, acompañados de una nota firmada por él.
“Esto es para que los uséis en nuestra ausencia y para que los guardéis hasta nuestro próximo encuentro”
Claudia y Ricardo se miraron y sonrieron. El coche se detenía delante del edificio de Cristina.
-¿Vas a subir mi señor?
-No pensaba hacerlo.
-Me gustaría que me follaras una vez más mi amo.
-¿Es eso lo que quieres zorra?
-Sí amo, quiero ser tu puta una vez más.
-De acuerdo, sube mientras aparco. Eduardo tocó el timbre de la puerta y Cristina abrió con una amplia sonrisa, él dejó una bolsa en el sillón con los objetos que había comprado.
-Esto es para ti, espero que les des un buen uso en mi ausencia. Ahora quítate las bragas y arrodíllate. Ella miró la bolsa y sonrió, sabía que eran los juguetes que había utilizado con ella después obedeció complacida a su señor. Le dio unos cuantos guantazos en la cara mientras le decía.
-¿Eres una puta zorra?
-¡Sí amo!
-¿Eres una puta esclava?
-¡Sí amo!
Después la llevó a la mesa y la subió en ella, le comió el coño sin ninguna delicadeza hasta que ella se corrió, luego la apoyó de espaldas a él y le puso las bragas en la boca como la primera vez, azotó su trasero varias veces con la mano mientras Cristina gemía de placer, se quitó los pantalones y se bajó el slip, después se la metió en el coño y en el culo, iba alternando los agujeros de su esclava, ella, aunque se había corrido, volvió a excitarse al sentir su polla dentro de ella. Eduardo la cogió por el pelo con una mano y con la otra cogió su cadera, los envites iban en aumento, entraba y salía del cuerpo de su esclava a placer hasta que Eduardo le dijo que se corría. A ella le faltó un poco para llegar al segundo orgasmo, pero Eduardo la puso de pie y desde atrás la masturbó con relativa delicadeza para que llegara al clímax, ella pasó un brazo por detrás de la cabeza de su amo, él le estrujaba los pechos con la otra mano, jugaba con sus pezones endurecidos Cristina gemía cada vez con más fuerza sintiendo como el placer se abría camino.
-¡Me corro amo! ¡¡Me corroo!!
-Así me gusta mi puta esclava, que te corras para mí. Cristina se dio la vuelta y lo besó en la boca mientras se abrazaba a su cuerpo. Eduardo le metió los dedos en su mojado coño y tras mojarlos en sus fluidos se los chupó mirándola.
Cuando se recuperaron, Eduardo se vistió y se preparó un cigarro, le dijo a Cristina que preparara un café, ella encantada lo preparó desnuda. Se lo tomaron mientras cruzaban algunas frases, luego se despidieron en la puerta.
-¿Me llamarás amo?
-Te llamaré zorra, te llamaré. Eduardo la besó y le mordió el labio inferior con intensidad, luego se dirigió al ascensor, mientras, ella lo observaba pensando en lo que aquel hombre había cambiado su vida para siempre después de aquel tropezón con final feliz.
Fin