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Un rapidín en la cocina
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Tiempo de lectura: 2 minutos

Aún recuerdo cuando me daba vergüenza ser descubierta en plena indecencia.

Y aún recuerdo con bastante gracia, esa vez en la residencia donde vivía en ese entonces cuando estaba en la época de Universidad, él había llegado a visitarme unos días, para volver luego a sus estudios también, unos breves días para compartir, admito que él era mucho más pícaro que yo.

Esa mediodía estábamos solos en la cocina, haciendo el almuerzo para luego ver que hacer, una cocina muy abierta y vistosa, me encontraba con una blusa suelta y unos short un tanto pequeños, no sé qué tiene la cocina para encender la lujuria, pero entre metedera de mano, allí estábamos entre besos, besos que pasaron de suaves a fogosos, su mano dentro de mi ropa y él con su miembro afuera, mi corazón latía a mil, pero tranquilizaba mi angustia y en algún momento escuché:

—Ponte en 4 arriba del mesón, para lamértela toda.

—¿QUE? —Mis ojos se abrieron— ¿Y si nos ven?

—¿Eso importa? Anda

Admito que estaba cachonda y asustada a la vez, algo inexplicable pero allí me coloqué en 4 arriba del mesón con el short a media pierna, con mi intimidad abierta, húmeda al aire con vista a la puerta, sentí su lengua jugando con mi clítoris, la adrenalina me frenaba y su lengua me alentaba a seguir así, veía como se masturbaba y sentía su lengua lamiendo cada parte de mí, mis gemidos en pequeña escala escapaban, sus manos aceleraba su movimiento, escuché voces de algunos de los chicos que habían llegado, la comida avisando de ya estar, y allí seguía en 4, casi de ser descubierta, pero quería mi orgasmo, más que uno, quería sentir hasta donde mi adrenalina llegaría, hasta que sentí mi cuerpo tenso y luego libre, mojando su rostro, me bajé y justo en mi boquita él explotó también dándome toda su cálida leche, solo dos pasos e hicimos que nada pasó, cuando llegaron los chicos con bastante ruido,

—Que rico huele, llegamos a buena hora —dijo uno de ellos—, ¿estás bien?

—Perfecta, —dije cuando la verdad el corazón aun quería salir de mi pecho, las piernas me temblaban, mi intimidad brotaba humedad, mi boca sabía a leche recién procesada y lo peor quería más.

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