Hace unos meses, cuando empezábamos a tener sexo Hugo y yo, la verdad yo andaba muy ganosa; Bernardo casi no me cogía, solo se la mamaba o se la jalaba; mis jefes de viaje y con pocas opciones para coger por mi cuenta, que no fueran conocidos de Bernie, así que Hugo era mi principal opción, pero como era casado y su novia trabajaba en la oficina también, no era fácil que se escapara o escaparnos para coger. Ese día le mandé fotos mías en ropa interior para irlo animando, esperando que hubiera oportunidad de al menos un rapidín.
A la hora de la comida nos dijeron que tendríamos que quedarnos algunos para terminar unos reportes, entonces Hugo dijo que iría por la comida y yo me salí unos minutos antes para que no sospecharan. En realidad, yo lo esperé en mi coche y él le dijo a los de seguridad que iba a llegar un pedido de comida, que se lo guardaran, que no avisaran a la oficina; entonces me alcanzó en mi coche, que estaba en el estacionamiento del edificio.
Yo estaba en el asiento de atrás, obvio, estaba con un blusón azul y me había quitado los leggins, sólo estaba en tanga. Se subió Hugo al coche.
Hugo: Andas calientita, Ana.
Yo: Bastante –me abrí un poco más el blusón para que viera mejor mis tetas; él me lo abrió más-.
Hugo: Me encantan tus tetas, canija.
Ana: ¿Ah, sí? Pues date gusto –él me manoseaba las tetas, abriéndome el blusón y bajándome el brasier y yo le agarré el paquete, se le puso duro rápido; me mordí los labios– mmm se está poniendo bien dura.
Hugo: Así me la pones, Ana.
Yo: Pues hay que aprovecharla, ¿no?
Hugo: Toda tuya, mamacita –entonces le abrí el pantalón, le saqué su verga dura y me incliné para mamársela-.
Yo: La tienes bien rica, Hugo… -se la lamí, le di unas chupadas y después empecé a mamársela poco a poco.
Hugo: Ay, pinche Ana, la mamas delicioso, canija –él solo me levantó el blusón para poder verme las nalgas-.
Yo: tienes una verga muy rica…
Hugo: ¿Te gusta? Saboréala, Ana.
Yo: sí, me gusta cómo sabe…
Hugo: Pinche, Ana, tan mamona que te pones y tan puta que eres. La neta jamás pensé tenerte así; mamándomela en el estacionamiento. Creía que solo ibas a dárselas a los jefes; pero ya vi que eres bien zorrita, canija.
Yo: ¿Te gusta que te la mame, Hugo?
Hugo: Cómo no, mamacita; además tienes una carita de puta, que no chingues –se la estuve mamando unos minutos, después lo monté poniéndole mis tetas en la cara; él me abrió por completo el blusón pero sin quitármelo, por suerte el brasier se abrochaba por el frente, así que liberó mis tetas sin problema-.
Yo: Estás bien rico, Hugo.
Hugo: Y tú estás bien buenota, Ana.
Yo: Me calienta que me lo digan.
Hugo: Pinches culazo y tetotas, canija –me senté en su verga dura, metiéndomela poco a poco-.
Yo: Ay, no mames, qué rica verga; cómo necesito una buena cogida, Hugo; ¿cuándo nos echamos un hotelazo?
Hugo: ¿Tanto así, putita? ¿No te atienden en casa?
Yo: No, para nada; la tiene bien flácida, no se le para a menos que le cuente cómo me cogen.
Hugo: ¿No mames, en serio? –asentí-.
Yo: Me pide que le cuente cogidas que me han dado –empecé a montarlo moviéndome en círculos y de atrás hacia delante-.
Hugo: ¿Y ya le contaste que te cojo, putita?
Yo: Le conté la primera vez que me cogiste y las veces que te la he mamado.
Hugo: ¿Y se le pone dura?
Yo: Mucho; y yo me caliento recordando… mucho.
Hugo: ¿Le vas a contar esta? –asentí.
Yo: Sí; le voy a contar lo dura que se te pone y lo rico que me das verga –me bajó el blusón descubriéndome los hombros y las tetas; le acerqué las tetas a la cara mientras él me agarraba fuerte las nalgas-.
Hugo: ¿Y no tiene ganas de ver cómo te cogen, Ana?
Yo: Sí; ya me dijo que quiere verme coger con alguien –no teníamos mucho tiempo, así que empecé a apretarle la verga con mi panochita-.
Hugo: Canija, me encanta que me la aprietes.
Yo: Ah, ¿sí? Y a mí que me comas las tetas mientras me la metes –le puse mis tetas en la cara para que me las comiera-.
Hugo: me enloquecen tus tetas, Ana…
Yo: Son tuyas, papito.
Hugo: pues cuando quieras te doy verga frente a Bernie, putita; que vea cómo se debe atender a una zorrita como tú, Ana.
Yo: ¿En serio me cogerías frente a Bernardo? ¿Se te antoja? –aceleré mis movimientos para que se viniera-.
Hugo: Agüevo que sí, putita; que el cornudo vea lo que es atenderte como la puta golosa que eres, Ana. ¿Y le cuenta que se las das a los jefes? –asentí- que se las mamas en su oficina, putita? –asentí de nuevo- ¿y se la jala cuando le cuentas?
Yo: Yo se la jalo… me voy a venir, Hugo… vente tú también, quiero tus mecos.
Hugo: Vente, putita, vente culona, ándale –me dio una nalgada-.
Yo: Vente ti también, Hugo.
Hugo: No, quiere venirme viendo tu culote, Ana –segundo después tuve mi orgasmo-.
Yo: ay, me vengo, Hugo, me vengo… puta madre, ¡qué rico! ¡Ay, cabrón!
Hugo: ¿Rico, putita?
Yo: Ay, delicioso, no manches, cómo me hacía falta que me la metieran rico.
Hugo: Ahora móntame de espaldas, culona –me acomodé como me dijo, entre los asiento de enfrente para poderme inclinar más y me viera mejor las nalgas- puta madre, qué culazo tienes, Ana.
Yo: ¿Así se te antojaba?
Hugo: Un chingo; todos los días antojas tu culo y tus tetas, canija –empecé a darme sentones en su verga-.
Yo: Qué bueno que se te antoje, Hugo.
Hugo: De madres, Ana –me dio una nalgada-.
Yo: Y por qué a veces eres malo conmigo, ¿eh?
Hugo: Para que no sospechen que cogemos, putita.
Yo: Sobre todo tu novia, ¿verdad?
Hugo: Agüevo, putita, sobre todo ella y para que no chismeen en la oficina. Pinche Ana, que culo tan más rico tienes; cuándo me lo vas a dar, ¿eh?
Yo: ¿Quieres darme por el culito? ¿Se te antoja?
Hugo: Tengo un chingo de ganas de darte por el culo, putita. ¿Se lo das a Bernie?
Yo: Casi no doy el culo –mentí-.
Hugo: Pero a mi sí, verdad, ¿Ana?
Yo: En un buen hotelazo te lo doy, papito –sentí cómo se le ponía más dura su verga-.
Hugo: Ahora sí me voy a venir, putita; me vas a sacar la leche a sentones, culona.
Yo: Sí, papito, vente; ¡échamelos!
Hugo: ¿En dónde los quieres, Ana?
Yo: En dónde quieras, papito –me jaló hacia él, me agarró las tetas fuerte y sentí cómo se vino adentro de mi panochita; se vino bastante- ay, sí, vente, Hugo, vente, ¡ay qué rico!
Hugo: Ay, no mames… puta madre me estoy vaciando, pinche Ana… ay, no mames… qué rico –me dio embestidas fuertes mientras acababa de venirse-.
Yo: Ay, ¡qué rico te viniste… necesitaba esto!
Hugo: Cuando quieras, putita.
Nos vestimos y regresé a la oficina, él salió en su coche y solo le dio la vuelta a la manzana para que lo vieran volver a entrar los de seguridad. Por suerte nadie sospechó, pero como me enteraría después nos había grabado una cámara de seguridad. Pero gracias a mi buena relación con mis jefes no hubo problema alguno.