Tengo unos ojos almendrados, unos labios carnosos y una nariz perfilada. Mi cabello es lacio y largo, de color negro. Mi tez es blanca y de mi cuerpo, soy esbelta y alta, y resalta mi redondeado trasero como mis caderas.
Sé que soy muy guapa, pero no sabía el poder que eso me daba. Muchas veces odiada y admirada, conseguía cosas fácilmente, y tratos muy especiales. Me daba cuenta que las personas querían estar conmigo, buscaban siempre mi aprobación y me hacían centro de su atención.
Aún así eso no siempre fue así, en mi infancia fui ignorada y muchas veces buleada y eso le debí a mis 20 kilos de más a mis 10 años.
Sin amigos, me sumergía en el mundo de los libros, tenía a un Cortázar mostrándome que todos estábamos un poco dañados, la poeta maldita y su apetito sexual macabro y un posible crudo final, Allan Poe mostrándome que los monstruos conviven con nosotros.
No era una chica rara, solo una muy triste. Pesé a que llegue a tener todo lo que una chica quisiera tener (belleza, solvencia económica, amigos, viajes) me sentía muy vacía.
Pero luego te conocí señor Sexo. Te volviste mi pasión. Me volviste promiscua. Me desafiabas. Me diste valor, me hacías feliz.
Y así fue cuando lo conocí, 11 años mayor que yo. Me escribía por Facebook diciéndome lo bonita que era. Aburrida y sola, decidí responderle. Así fue cuando empezó todo, de como de amigos y confidentes, pasé a estar sometida físicamente y psicológicamente a él, como empezamos con los juegos sexuales, las mentiras y engaños.