—Hola buenas tardes. Saludé a un hombre de impecable traje, de casi 1,70 m, delgado, y unos 50 años.
—Buenas tardes señorita. ¿Por favor, me puede mostrar aquel Nautilus?
—Si, por supuesto. Veo que lo conoce, sería tonto que le explique sobre la marca y su calidad.
—Exacto, la conozco.
—Aquí tiene caballero. Dije, sin poder creer que estaba mostrando un reloj que salía más de cien mil dólares.
—Es hermoso. Lo voy a llevar. No veo que tengan nada de Richard Mille.
—Sinceramente, no hay una cantidad de clientes que nos lo pidan… Pero lo traemos por encargo. Si Ud. desea, nos dice que modelo quiere, y lo podemos encargar.
—Me gusta el 027 Tourbillon, es un reloj espectacular.
—Si quiere, me deja un teléfono, consulto cuando pueden enviarlo y le aviso. Dije sin mencionar el precio.
—Perfecto, le paso mi celular. Dijo y me anotó el número.
—Gracias, en 24 horas lo llamo y le comento. Dije casi loca de alegría porque el valor de ese reloj ronda los novecientos mil dólares.
—Ah, disculpe si salto de una cosa a otra. Me puede mostrar aquel collar de perlas, por favor.
—Claro, es un collar hermoso, realza la belleza de una mujer. Dije.
—O queda opacado… depende la mujer. Dijo el hombre mirándome a los ojos. Su mirada quemaba.
—Supongo que su esposa va a estar encantada. Dije tratando de tomar distancia.
—No tengo esposa. Si lo compro es para una bellísima joven, que con su dulzura y simpatía está robando mi corazón. Me dijo levantando la vista del collar y mirándome nuevamente a los ojos.
—Pues esa joven va a quedar maravillada, no muchas jóvenes aprecian la belleza de las perlas. Dije.
—Así es. Lo llevo también.
Hicimos los papeles del Nautilus, y entre los dos gasto 115.000 dólares. Solo con el collar 10.000. Lo que debe ser esa chica para que le regale un collar de ese monto, pensé en ese momento.
—Aquí tiene caballero.
—Te di mi teléfono, pero no mi nombre. Soy Bob Carson.
—Tiene Ud. razón. Muchas gracias por su visita Sr. Carson. Y lo voy a estar llamando.
—Bob, por favor. Y tampoco me has dicho tu nombre.
—No, perdón Bob, mi nombre es Carol. Dije y tuve la sensación que me estaba metiendo en la boca de un lobo.
—Espero tu llamado Carol.
Cuando se fue el negocio, el dueño estaba hiper feliz. Yo igual por la comisión que me llevaba con la venta realizada.
La consulta por el Tourbillon se demoró. A las 72 horas lo llame ya con la contestación.
—Hola Sr. Bob. Buenas tardes, habla Car…
—Carol, es Bob, sin el señor. Pensé que te habías olvidado de mí.
—No, como me voy a olvidar de Ud. Dije y me di cuenta al instante lo que podía implicar mi frase.
—Me alegro. Dime.
—El reloj puede estar aquí en una semana.
—Perfecto. Hagamos una cosa. Yo tengo un día muy ocupado hoy. Te invito a cenar, y por favor, trae todos los papeles así antes de la cena terminamos el negocio. Ah, lo voy a pagar con transferencia, así se quedan tranquilos.
—Ehh, Bob, no es lo habitual, normalmente hacemos las operaciones en el local…
—Entiendo, pero no tengo tiempo de pasar, y luego de la cena viajo a Washington. Por favor, acepta mi invitación y hagamos negocios.
—Lo hablo con el dueño y le aviso Bob.
—Perfecto.
El dueño me dijo que no tenía problemas, que todo dependía de mi decisión.
—Hola Bob. No hay problema me dice el dueño. ¿Dónde quiere que nos encontremos?
—Carol, pásame tu dirección y a que hora quieres que mi chofer te pase a buscar por mensaje.
—No es necesario, yo…
—Insisto, una joven como vos no puede venir manejando o en un taxi.
Le pasé mi dirección y a las 21Hs. Puntualmente el chofer tocaba el timbre de mi departamento. Yo me había puesto un vestido negro, escotado, hasta sobre la rodilla y con un pequeño tajo sobre la pierna izquierda. Soy muy delgada, con pechos medianos y una cola deseable. El vestido era muy entallado, por lo que mis formas se mostraban por completo.
Cuando baje, el chofer me esperaba al lado de un Audi A8L, el más grande y suntuoso. Abrió la puerta y antes de cerrarla, abrió la del acompañante y tomo un pequeño ramo de flores y me lo dio.
—El señor Bob me pidió que le entregue este ramo, señorita.
—Muchas gracias, soy hermosas. Dije totalmente sorprendida.
Llegamos al mejor restaurant de la ciudad, y él me esperaba en la puerta del restaurant. Él mismo abrió la puerta del auto, y me ayudó a bajar. Nos saludamos con la mano, y me ofreció su brazo para entrar. Nuestra mesa ya estaba lista, y fue él quien me ayudó con la silla.
—Muchas gracias por aceptar mi invitación. Dijo con una sonrisa.
—Digamos que muchas alternativas no tenía… dije.
—Entiendo. Entonces, firmemos los papeles, le hago la transferencia y mi chofer la llevará a su domicilio. Dijo sin perder la sonrisa.
—Pero…
—Carol, no era mi intención incomodarla. Nunca forzaría a una dama a cenar, pasear o estar conmigo. Y tampoco uso mi dinero para conquistar mujeres. Páseme los papeles por favor.
No pude decir nada, estaba totalmente avergonzada. Fue una de las frases más inoportunas que he dicho. Completamos los papeles, hizo la transferencia de 1.1 millones de dólares y me miró a los ojos.
—Bob, le pido disculpas por lo que dije… no quise decir lo que pareció… Y para nada pienso que Ud. haya tenido intención de incomodarme.
—¿Cenamos? Dijo mirándome a los ojos.
—Por favor. Dije y él sonrió.
Charlamos de relojes, collares y otras joyas. Con la charla me fui soltando, me pidió que lo tutee, y cada vez su mirada era más fuerte y desplegaba una seducción natural, propia de los machos alfa. Estábamos terminando el postre cuando le pregunté por el collar.
—¿Le gustó a la joven el collar?
—No se lo he dado todavía. Temo que piense que se lo regalo por interés… Vos me entendés Carol.
—Puede ser, pero si valora las perlas, puede sentirse alagada, y no comprada. Dije
—Puede ser, pero entre nosotros, lo compre pensando en que lo use en su hermoso cuello cuando vayamos a tener intimidad. Dijo.
Me impactaba como hablaba, usaba las palabras exactas para no ser grosero, ni mal educado.
—¿A vos te gustan las perlas?
—Me encantan, son super sensuales, y un collar como el que compraste, de tres vueltas en el cuello y no colgando, es espectacular.
—Que bueno. Dijo con una sonrisa que no pude descifrar.
Sin quitar sus ojos de los míos, metió la mano en el bolsillo del saco y apareció la caja del collar que había comprado. Me quedé helada, era lo que menos esperaba. Él la puso sobre la mesa y sin dejar de mirarme me preguntó.
—¿Me permitís que te lo ponga?
—Bob… eh… No entiendo, esa es la caja del collar que compraste para la joven.
—¿Te consideras mayor? Lo compre para una joven, como te dije, que con su dulzura y simpatía se estaba robando mi corazón. Y vos sos esa joven.
—Bob, Dios, yo… Y me di cuenta que estaba mojándome porque recordaba que quería que lo usara cuando tuviera intimidad con la joven a la que se lo iba a regalar. Y era yo, y ese hombre me tenía totalmente seducida.
—Sé que no estas casada, que tampoco estas de novia. Y yo soy un hombre libre. Y te deseo. Dijo terminando su faena, como buen macho alfa.
—¿Siempre regalas collares de perlas de diez mil dólares a tus mujeres?
—Mis mujeres no existen. A algunas acompañantes ocasionales, con uno de 100 dólares, alcanza. Tampoco he comprado relojes Richard Mille para tener una excusa para invitarlas a cenar.
—Que tipo, por favor. Dije y note que miraba como mis pezones duros se marcaban en el vestido ya que no tenía brazzier.
Pidió champagne y brindamos. Pero antes de hacerlo, empujo la caja del collar hacia mí. Brindamos y la abrí. No solo estaba el collar sino que arriba había una nota de puño y letra. “Úsalo cuando lo sientas, espero que sea conmigo. Bob.”
Yo estaba totalmente embobada con ese hombre. Tome el collar y me lo puse ante su mirada de placer. Bob tomó el celular y llamo a alguien.
—Martin, avisa por favor que suspendo el vuelo 24Hs. Motivos personales. Dijo y cortó.
—¿No vas a viajar?
—El mundo puede esperar.
Cuando salimos del restaurant, estaba el Audi, pero no el chofer. Bob abrió la puerta del acompañante y me invito a subir. El subió en el asiento del conductor, y partimos…
Llegamos a una residencia imponente y un hombre nos abrió la puerta de la casa.
—Sr. Bob, Srta. Carol, buenas noches.
—Hola Tim. Podes ir a descansar. Gracias.
—Bien Sr., ¿El champagne…
—En los sillones del parque, la noche esta hermosa. Dijo y verdaderamente lo estaba.
El hombre se adelantó y llevo un balde con la botella de champagne y dos copas. Nos sentamos en un sillón mirando el parque completamente iluminado. Brindamos y cuando deje la copa y apoye mi espalda en el respaldo, sentí como su brazo estaba sobre mis hombros.
Me atrajo hacia él y me gire para mirarlo a los ojos. Sus ojos me decían todo, o eso yo escuchaba… Me paré, me quite el vestido y quede solo con la tanga y el collar de perlas. Me sente en sus piernas mirándolo y lo bese con todas mis fuerzas. Sus manos fueron a mi espalda, acariciándome y atrayéndome hacia él, dejándome sentada sobre su pija.
Comenzó a chuparme los pechos y yo bailaba sobre su pija a través del pantalón, y sentía como cada momento tomaba más y más volumen. Estaba re excitada, su boca jugaba con mis pezones. Me corrí un poco, desabroche su pantalón y saque su pija del bóxer. Ya cuando la tuve en la mano, me impresionó el grosor y un poco el largo. Eso me calentó aún más.
Puse su pija en la entrada de mi vagina y comencé a bajar. Era realmente gruesa, me costaba que entre, pero entre gemidos y ayes de dolor, la metí toda. Me di unos segundos y comencé a galoparlo con todo. Él me miraba disfrutando mi montada.
—Te queda espectacular el collar. Me dijo.
—Desgraciado, sí que sabes seducir a una mujer.
Lo monte hasta hacerlo acabar en mi concha, llenándome de placer. Yo estaba caliente todavía.
—Vamos a tu cuarto. Le dije.
Subimos con el champagne y las copas y él se quitó la ropa. Estaba muy fuerte para un hombre de su edad, y la pija, era monstruosa. Empezamos a jugar de nuevo y fue directo a chuparme la concha. Se notaba su experiencia, me tenía totalmente loca, pidiendo que me coja como perrito. Me dejo poner y en vez de metérmela en la concha, su lengua fue directo a chuparme el culo.
Nunca lo había entregado a ningún hombre, y no pensaba hacerlo, pero esa lengua… me volvía loca y hasta deseaba que me la meta.
Finalmente, me la metió en la concha y me cogió con todo, con mi concha acostumbrada a su tamaño, era infinito el placer que sentía. Estuvo un buen tiempo y dándome orgasmos, hasta que se vino otra vez. Esta vez, se la chupe y la dejé totalmente limpia.
Me acosté boca abajo y el a mi lado. De pronto sentí como un dedo jugaba con mi culo.
—Nooo, zona prohibida. Le dije.
—Que pena, deberías probar.
—Pero no con tu pija para empezar, es demasiado gruesa. Dije.
—Si es por eso…
Y se levantó, fue al vestidor y vino con una caja.
—Estoy seguro que vas a disfrutar con esto. Me dijo y abrí la caja.
—Es de titanio, único en el mundo. Hecho a mi pedido. Lo guardé para una mujer muy especial, que estoy seguro va a saber disfrutarlo.
—¿Titanio? Vos estás loco, debe valer una fortuna.
—Preciosa, te estas por meter medio millón de dólares en el culo. Dijo con una sonrisa.
—Sos un hijo de puta, estoy caliente y encima me das esto…
—Viene con esta crema. Me dijo dándome un pote.
Primero puse crema en mi culo con uno de mis dedos y luego en el consolador de titanio. Me puse en cuatro, y me lo empecé a meter con todo mirándolo a los ojos. Me entraba con facilidad, y contra lo que pensaba, me excitaba cada vez más. Me puse a su lado para que me vea metérmelo y fui chupando su pija de a poco, que ya estaba parada nuevamente.
—No puedo creer lo que estoy haciendo Bob, te chupo la pija y me meto un consolador en el culo y lo peor es que me gusta.
Chupe un rato, hasta que mi calentura fue demasiada. Sin sacarme el consolador del culo, lo monté y de a poco fui subiendo y bajando cada vez más rápido, mientras me masturbaba el culo y el apretaba mis tetas. Se sentó y me besaba con todo, saco el consolador del culo y metió dos dedos. Si el consolador me excitaba, sentir sus dedos adentro de mi culo me volvió totalmente loca.
Lo besaba sin parar, me movía con todo y el sus dedos en mi culo. Tuve un orgasmo tremendo y volví a chupar su pija.
—Quiero que me acabes en la boca, pero no dejes de jugar con tus dedos en mi culo. Dije.
Metió otro dedos más, el tercero y yo explotaba de placer.
—La quiero en el culo, métemela en el culo. Dije totalmente alienada.
—No mi amor, todavía no. Dijo él.
Sacó uno de los dedos del culo y lo metió en mi concha, buscando mi punto G. Yo ya no chupaba su pija, directamente cogía mi boca yo misma, enterrándomela hasta la garganta.
—Dame tu leche en mi boca. Dije casi sin fuerzas.
Lo masturbe con la mano un poco y por tercera vez en la noche, me lleno de leche, esta vez en la boca. Fue cuando tuve mi primer orgasmo anal. Trague todo y el saco sus dedos de mi culo.
—Sos hermosa, bienvenida a mi vida. Dijo.
—¿Cómo es eso?
—Ahora, sos parte de mi vida. Mañana nos vamos a Washington.
—No puedo, tengo un trabajo, y no tengo Visa, tengo que renovararla. Dije.
—No hay problema.
Tomó su saco, de allí el celular y llamó.
—Necesito que mañana Carol renueve su visa, viajamos a la noche. Y cortó.
—Listo, cuando despertemos, vas a ir a renovar la visa. Lleva poca ropa, compramos allá.
—Bob, es una locura. Recién te conozco. Y no puedo perder mi trabajo.
—Lo soluciono mañana. Te quiero a mi lado, para siempre. Y cuando quieras nos casamos.
Un verdadero macho alpha, que sabe lo que quiere y como conseguirlo.