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Un desconocido me hizo suya después del pub
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Tiempo de lectura: 5 minutos

Hola, me llamo Luz, tengo 40 años, tez clara, cabello largo castaño, delgada, acinturada, con caderas y mi fuerte unos grandes pechos que suelo destacar siempre usando generosos escotes que ciertamente atraen miradas y eso me encanta.

Estoy felizmente casada desde hace 10 años con Andrés, tenemos un hijo de siete, pero soy demasiado fogosa y me gusta experimentar el sexo con otros hombres para satisfacer mi apetito sexual y salir de la rutina, todo sin que mi marido lo sepa.

Lo que voy a relatar es real, me ocurrió hace unas semanas y me he decidido a contarlo acá como una forma de desahogo.

Una noche de sábado decidimos salir a tomarnos algo a un pub con mi mejor amiga de la infancia llamaba Paola, ante lo cual mi marido no tuvo inconveniente alguno, ya que la conoce desde hace años y sabe, o eso cree él, que es una mujer tranquila y recatada. (Nada más lejos de la verdad).

Con Paola estábamos tomando algo en una mesa de un pub cuando dos hombres muy atractivos y de la misma edad nuestra, Luis y Sergio, se acercan y nos invitan unos tragos que gustosamente aceptamos y compartimos con ellos en la mesa.

Yo tuve muy buena química con Luis, con quién conversamos largo y tendido mientras lo mismo ocurrió entre Paola y Sergio.

Después de unos tragos nos invitaron a bailar, allí estuvimos haciendo el bobo, pero pasándolo bien a medida que el baile iba subiendo de tono y Luis me iba acariciando y dándome besitos tipo piquito que yo le devolvía.

Paola era más descarada y estaba apasionadamente manoseándose con Sergio para luego acercarse a mi y decirme que se lo iba a llevar a su casa, así que se fueron.

Con Luis nos quedamos bailando un rato más, para entonces ya dejaba que me acariciara, que me apoyara su erecto pene sobre mis apretados jeans y nos dábamos besos muy apasionados, algo que nos excito y Luis me invitó a su departamento, explicándome que vive solo y no se aguantaba las ganas de hacerme suya.

Acepté gustosamente la propuesta de Luis y apenas llegamos a su departamento nos besamos apasionadamente y nos fuimos directamente a su dormitorio.

Allí el me desabrochó la blusa, mientras yo misma me sacaba los jeans y él se sacaba los pantalones, finalmente ambos quedamos en ropa interior.

Nos metimos en la cama y seguimos besándonos y acariciándonos, el me sacó los sostenes y comenzó a acariciar, besar y lamer mis pechos.

Pude sentir como sus dedos se metían por debajo de mi ropa interior acariciando los bellos de mi vagina y posteriormente tenía dos de sus dedos dentro a la vez que yo coloqué mi mano por debajo de su ropa interior y le acariciaba su erecto pene, todo esto mientras nos lamiamos y succionábamos nuestras lenguas mutuamente.

Así estuvimos un muy buen rato hasta que decidida me saqué la ropa interior que me quedaba, el hizo lo mismo con la suya y ya completamente desnudos sacó un condón del velador, se lo puso, yo me recosté boca arriba, abrí un poco mis piernas y lo acerqué hacía mi para que introdujera su erecto pene, algo que estaba deseando desde que estábamos en la pista de baile.

El me hizo gozar como hace tiempo no lo hacía, se subió sobre mí e insertó su miembro hasta el fondo, yo lo abrazaba, acariciaba su espalda, nos besamos y cuando terminamos en un orgasmo perfecto, ya ambos transpirados a más no poder, nos abrazamos agotados y nos quedamos así unos minutos.

Nos tendimos en la cama desnudos para recuperarnos del agotamiento, tomamos agua, el me acariciaba los bellos de la vagina mientras conversamos un poco y yo pasaba mis dedos por sobre su pene cuando recibí una llamada de Andrés, mi marido, que me preguntaba cómo lo estaba pasando con Paola, a qué hora iba a llegar a casa y todo sin sospechar que recién había tenido sexo con un recién conocido y que mientras hablaba con él, Luis me acariciaba la vagina y yo le acariciaba el pene a este nuevo amigo que había hecho.

Le mentí descaradamente a Andrés diciéndole que estaba con Paola, que me iba a ir a quedar a pasar la noche en el departamento ella y que mañana iba a llegar a la casa para que no se preocupe lo cual mi marido se creyó por completo.

Después de una media hora comenzó a volver la calentura a nuestros cuerpos con Luis, volvieron las caricias y los besos con nuestras lenguas jugueteando en la boca del otro.

Luis sacó otro condón, se lo puso, se recostó boca arriba y me pidió que lo cabalgara, a lo que respondí gustosamente montándome sobre él y dejando entrar completamente su miembro en mi vagina mientras él me acariciaba y besaba los pechos.

Estuve subiendo y bajando sobre su pene mientras lo sentía más y más, el me agarraba los pechos, los besaba, yo lo miraba con una mirada cómplice, nos sonreíamos mutuamente a medida que aprisionaba su pene con mi vagina y ya no podía más cuando terminamos juntos con un apasionado beso que le di abrazándolo bien apretado sin querer soltarlo.

Quedamos muy agotados, le dije a Luis que ya no daba más, estaba demasiado agotada así que no tenía energía para hacerlo otra vez, él me dijo que también estaba agotado y bromeó diciendo que afortunadamente no podíamos más porque ya no tenía más condones.

Decidimos dormir, así que me puse la ropa interior, pero sin sostenes para que Luis me abrazara aferrado a mis pechos, nos dimos un rico beso de buenas noches y nos dormimos en posición de cucharita.

Bien adentrada la noche, en plena madrugada, todavía durmiendo de cucharita me desperté sintiendo como Luis me apretaba los pechos y apoyaba su pene contra mi trasero, claramente estaba recargado y con ganas de mi.

Podía sentir la erección de su pene por sobre mi ropa interior, lo que me excitó muchísimo así que me acerqué a él para sentirlo aún más, luego volteé mi cabeza, le di un beso y le dije que lo quería dentro mío.

Luis me recordó que ya no le quedaban más condones, pero haciendo cálculos le dije que no estaba en mis días fértiles así que no tenía problemas, además que no podía aguantar más de la calentura.

Entonces Luis sonrió, me bajó la ropa interior, yo ayudé que me la sacara completamente y en la misma posición de cucharita Luis comenzó a insertar su miembro, está vez sin condón, dentro de mi húmeda vagina.

Yo acercaba mi trasero lo más que podía a él y sentía su pene cada vez más dentro de mi vagina, entrando y saliendo una y otra vez mientras me presionaba los pechos y yo me volteaba de vez en cuando para besarlo.

Estuvimos así durante bastante tiempo hasta que Luis me avisó que se iba a correr, yo le dije que lo hiciera con confianza y pude sentir entonces como Luis eyaculaba un potente chorro de semen dentro mío mientras me acariciaba los bellos de mi vagina.

Me di la vuelta, lo bese apasionante, él se recostó de espaldas y yo me quedé apoyada sobre su pecho agotada mientras me acariciaba el cabello y podía sentir como de mi vagina escurría su semen, pero no me importó y me relajé en esa posición hasta quedarme dormida.

A la mañana siguiente cuando desperté, Luis seguía dormido, lo dejé tranquilo y me levanté, comencé a buscar mi ropa, me estaba colocando la ropa interior cuando Luis despertó y me preguntó que ocurría, le dije que ya me iba porque mi marido me esperaba en casa.

Entonces Luis se acercó a mi, me acarició el trasero por debajo de la ropa interior, me miró, sonrió y me dijo que antes podríamos hacerlo una última vez a modo de despedida.

Le sonreí de vuelta, tomé mi teléfono y llame a Andrés a quien le dije que iba a quedarme a desayunar con Paola y luego me iría a casa, ante lo cual Andrés no objetó y nuevamente se lo creyó.

Luego de eso me desnudé, volví a la cama con Luis y nos recostamos abrazados y besándonos apasionadamente.

Posteriormente desayunamos en la cama y Luis comenzó a acariciarme, nos besamos y se acostó de espaldas con una erección que me excitó demasiado.

Inmediatamente me monté sobre su erecto miembro que se introdujo hasta el fondo de mi vagina, comencé un rico movimiento y podía sentir como su pene tocaba mis paredes vaginales, el me abrazaba, succionábamos nuestras lenguas, apretaba y besaba mis pechos y se movía de tal forma que podía sentir su miembro dentro mío en todo su esplendor a la vez que se lo intentaba aprisionar con mi vagina.

Estuvimos así hasta que finalmente sentí dentro de mí su potente descarga de semen que me hizo temblar de placer y caer rendida a sus brazos, besándolo como si el mundo se fuera a acabar.

Agotada, pero feliz, decidimos levantarnos y vestirnos, me despedí con un apasionado beso y guardé su número de teléfono en mi celular con la intención de juntarnos nuevamente lo que estoy segura va a ocurrir muchas veces más.

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