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Un desconocido llega encontrándola con poca ropa y excitada
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Tiempo de lectura: 2 minutos

Otro día más habitual en la vida de ella, afuera se sentía el viento que golpeaba la ventana, pero ella se rehusaba a vestirse más abrigada. Le encantaba andar descalza y vestir ropa cómoda como un pijama y remera de mangas cortas.

A media mañana el timbre sonó, ella no esperaba a nadie, pero la curiosidad le hizo abrir la puerta.

Un desconocido la encontró después de tanto tiempo de buscarla y su instinto no pudo aguantarse las ganas de abalanzarse sobre ella, en dos segundos ambos estaban enredados en un beso desenfrenado. Ninguno de los dos se negó a los impulsos del momento.

Él la acorraló sobre una columna y eso a ella la calentaba muchísimo, comenzó a quitarle la remera encontrando que debajo de esa tela no había nada más que unos suaves pezones endurecidos por el frio.

Ella metió su mano por dentro de su pantalón, frotando su pene con suavidad, pero sin perder el ritmo necesario, su mano se humedeció a causa de ello.

El libido de ambos ya los hacía sentir incómodos con sus propias prendas así que se quitaron lo más grueso, ella solo quedo en tanga.

El contacto de las pieles era todo el calor que necesitaban, besos en el cuello y suspiros al oído generaban un cosquilleo general en ella, la boca de él no dejaba de bajar hasta llegar a su pelvis. Su ropa interior estaba mojada y él comenzó a buscar su clítoris con la punta de la lengua a través de ese trozo de tela. ¿Cómo negarse a esa sensación de placer?

Impulsivamente ella se paró, se quitó la prenda que quedaba y se colocó arriba de él. Estaba lo suficientemente lubricada para quedar penetrada al instante. El movimiento de sus caderas arriba de él lo hacía enloquecer de placer, el roce lo hacía subir cada vez más y de pronto todo se paró por un instante, hasta que sintió su boca caliente cubriendo su pene.

Ella disfrutaba de chupar su miembro, sentir cómo se pone rígido y mojado, lamer sus bolas con la punta de la lengua subiendo hasta la punta, mientras con las yemas de los dedos acariciaba su panza para generarle cosquillas tiernas.

Él estaba por explotar, no quería aguantar más, entonces la agarró para tomar el control de la situación y nuevamente prisionera en la pared, la alzó para penetrarla tan violentamente como pudo.

Ambos se vinieron a la vez cayendo desplomados al piso.

Se miraron fijamente y tácitamente acordaron que no necesitaban palabras para ese momento, solo relax.

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