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Un buen amante y una clienta atrevida (2)
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Tiempo de lectura: 2 minutos

Ya pasó un día desde mi encuentro con aquella clienta. Nos hemos escrito, y cada vez nos conocemos un poco mejor. Resulta que vivimos bastante cerca durante un tiempo, sólo que en una zona con clases sociales muy polarizadas. Además, tenemos conocidos en común… sorpresa tras sorpresa.

Ella quiere que se repita lo de ayer, pero trabajamos varios masajistas en la empresa y es difícil coordinarnos para que sea yo quien le toque.

La última vez que revisé nuestro chat me encontré con una foto de sus preciosas tetas. Estuve duro desde entonces y ansioso porque llegara la hora, pero ya voy de camino a su casa.

Al llegar, nos saludamos con mucha naturalidad. Nos sentamos en un sofá y ella me ofreció un poco de vino.

Charlamos y jamás me he sentido tan bien teniendo una conversación, podría estar así toda la noche. Su hermosa voz me excita un poco, más al recordar sus gemidos de ayer.

Poco a poco nuestra charla fue subiendo de tono. Tenía la intención de llegar a algo, porque realmente estaba muy caliente. Decidí preguntarle directamente cuáles eran sus fantasías.

Noté que se sonrojó un poco. Soltó la copa y se acomodó en el sofá.

-Ummm, hacerlo con un policía. Tu turno.

Pensé por unos segundos, tener sexo con un desconocido.

-Eso ya lo has hecho jajaja

-Entiendo —dije mirándola a los ojos— tengo una fantasía que todavía no he cumplido y puede ser realidad justo ahora.

-Si querías calentarme lo estás consiguiendo. En mi caso ya lo logré hace rato, tu bulto en el pantalón te delata.

Me puse de rodillas frente a ella, que estaba sentada con las piernas abiertas.

-Quiero que te toques para mí.

Desabroché y bajé su pantalón mientras ella se quitaba la camiseta. Dejé a la vista una preciosa tanga roja que hacía juego con el sostén y estaba humedecida por la excitación. Se quitó el brazier y comenzó a manosearse ambos pechos, yo sólo miraba mientras frotaba sus piernas.

En este punto mi verga estaba a punto de romperme el pantalón, empeoró cuando ella bajó su mano hasta su tanga y empezó a frotarse por encima. Yo lamía y besaba sus muslos mientras veía de reojo ese espectáculo.

Después de un rato, se quitó la tanga. Cuando empezó a frotarse de nuevo me volví a acercar.

-Ayúdame con tus dedos —soltó un gemido que me excitó aún más.

Obedecí, sintiendo de nuevo esa rica sensación. Casi no podía aguantar, pero verla disfrutar así era suficiente.

Me pidió que me pusiera de pie, sacó mi verga y me dio las mamadas más ricas de mi vida. La sacó de su boca ya estando completamente lubricada por su saliva. Se recostó en el sofá y abrió las piernas.

-Ven, rápido, quiero que me des duro.

-No tienes que pedirlo.

La penetraba mientras besaba su cuello y ricos labios. Escuchándola gemir y sintiendo sus tetas presionándose contra mi pecho. Luego la puse en cuatro y pareció encantarle, noté que con una de sus manos empezó a frotar su clítoris.

Pareció notar que estaba a punto de venirme y me pidió que lo hiciera en su boca. La dejé chupármela hasta que acabé.

-Esta es otra de mis fantasías —dijo con una sonrisa pícara.

No nos fuimos a la ducha sin antes yo regalarle un rico oral, ambos estábamos cansados y agotados. Esa noche dormimos juntos, y descubrimos que nuestra fatiga era más débil que nuestro deseo…

(Continuará)

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